1. El
que oye la Palabra y no la practica, se parece a un hombre que se mira en el
espejo, pero en seguida se va y se olvida de cómo es… La religiosidad pura…
consiste en ocuparse de los huérfanos y de las viudas cuando están necesitados,
y en no contaminarse con el mundo. (Sant 1,19)
Nuevamente el Evangelio nos quiere como
NUEVOS, como Él, Cristo, Palabra llena de vida, con mayúscula y vida eterna.
Todo lo demás no son más que “palabras” que se las lleva el viento, el
Alzheimer. Si leemos, escuchamos de verdad, la palabra se hace vida como en
Cristo que “se hizo carne y habitó entre nosotros”. Seamos hombres de palabra y
estemos dispuestos a sellarla con nuestra vida coherente. “Obras son amores”, practiquemos
las catorce y otras nuevas obras de misericordia… Pídele en la oración al Señor
y a la Madre de misericordia ser sensible a las necesidades de nuestro tiempo,
y, sobre todo, a las de los que están a nuestro lado.
2. El
que procede rectamente y practica la justicia; el que dice la verdad de corazón
y no calumnia con su lengua. (Salmo 15)
Está claro que nuestros salmos, nuestras
alabanzas forman un todo con nuestra vida. Siempre volvemos al “principio y
fundamento” de los Ejercicios de San Ignacio: El hombre es creado para alabar y
servir, pero no basta con los labios, con todo el corazón, con toda el alma.
Abelardo tiene una canción preciosa:
“Señor, te bendigo”, por lo que me das y aunque nada me des, te sigo sonriendo;
en las rosas y en las espinas, siempre…porque procedo rectamente y practico la
justicia. De nuevo: Coherencia: Del dicho al hecho, ningún trecho.
3. Jesús
le puso nuevamente las manos sobre los ojos, y el hombre recuperó la vista (Mc
8)
Sí, Señor, ¡que vea! Estoy tan ciego,
que necesito que nuevamente pongas tu mano sobre mis ojos para recuperar mi
visión, mi televisión (a larga distancia para mi prójimo) y mi cortavisión (hacia
mi interior donde Tú estás más íntimo que mi misma intimidad).
Madre del Amor Hermoso y de la Santa
Esperanza, tus ojos para mirarle y dejarme mirar, tus ojos para ver en mi
prójimo al Amor, tus ojos para sonreír porque sé que Tú –si te dejo- brillarás
para todos.
COMENTARIO DE San Jerónimo
«Abre mis ojos... y contemplaré las
maravillas de tu Ley» (Sal 118,18)
«Jesús le puso saliva en los ojos, le
impuso las manos y le preguntó si veía algo». El conocimiento es siempre
progresivo. (...) Tan sólo después de mucho tiempo y de largo aprendizaje se
puede llegar al perfecto conocimiento. Primero se va todo lo sucio, se va la
ceguera y entonces viene la luz. La saliva del Señor es una enseñanza perfecta:
enseñar de manera perfecta viene de la boca del Señor. La saliva del Señor que,
por decirlo de alguna manera, viene de su sustancia, es el conocimiento, tal
como su palabra que sale de su boca, es un remedio. (...) «Veo hombres, me
parecen árboles, pero andan»; veo todavía en sombra, no veo del todo la verdad.
El sentido de esta parábola es: veo alguna cosa en la Ley, pero todavía no percibo
la luz esplendorosa del Evangelio. (...) «Le puso otra vez las manos en los
ojos; el hombre miró: estaba curado, y veía todo con claridad». Veía, digo,
todo lo que nosotros vemos: veía el misterio de la Trinidad, veía todos los
sagrados misterios contenidos en el Evangelio. (...) También nosotros los vemos
porque creemos en Cristo que es la verdadera luz.