2 febrero 2020. La Presentación del Señor – Puntos de oración


El Evangelio de este día de la Presentación del Señor, nos daría pie para varias meditaciones..., pues podríamos dividirlo en tres momentos preciosos: El primero: La Presentación del Niño. El segundo: La profecía de Simeón, tanto sobre el Niño, como sobre la Madre... Y el tercero: La profetisa Ana y su encuentro con la Sagrada Familia.
A mí me gustaría rescatar de esos tres momentos, tres frases lapidarias, las cuales os brindo para vuestra oración de hoy, si es que os ayuda:
La primera frase: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel».
La vida de Simeón quedo cumplida, cuando pudo contemplar con sus propios ojos al Salvador del mundo… Podríamos decir, que es lo mismo que nos sucederá a nosotros, cuando después de la muerte entremos en la Vida Eterna y podamos exclamar: ¡Ahora Señor, se ha cumplido plenamente tu promesa sobre mí, pues por la Encarnación de tu Hijo Jesucristo, yo he alcanzado la salvación de mi alma...! ¡Veremos, contemplaremos, y seremos asumidos eternamente, en una exultación de gozo pleno y total...!
La segunda frase: “Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.”
Y en contraposición con la Vida Eterna, vemos que en esta vida no hay una alegría, ni un gozo perpetuo..., pues mientras peregrinamos por este mundo, tenemos que asumir que la salvación que Jesucristo nos alcanzó, se hace realidad día a día, juntamente con las espadas que traspasarán nuestra alma…
Y la tercera frase: El testimonio de la profetisa Ana: “Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.”
Esta santa mujer, habiendo conocido el mundo y lo que el mundo le ofrecía, puedo optar, no obstante, por una vida santa y una dedicación plena y total a Dios; pues “no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones.” Creo que todos nosotros, también podemos hacer lo mismo que hizo ella, seguir en el mundo en el que Dios nos ha puesto, y servir a Dios con nuestra oración, penitencia, y testimonio…
No quisiera cerrar esta reflexión, sin hacer una pequeña mención a que, en este día, la Iglesia celebra la XXIV Jornada Mundial de la Vida Consagrada. El papa Francisco en un día como hoy, el año pasado, nos dijo entre otras cosas que: Esto es la vida consagrada: Alabanza que da alegría al pueblo de Dios… y visión profética que revela lo que importa…” Pidamos, mis queridos hermanos para que la vida consagrada siga siendo, como lo fue la vida de Simeón y de Ana, una alabanza y una visión profética de Dios en medio de este mundo contemporáneo

Archivo del blog