31/03/2011, Jueves de la tercera semana de Cuaresma. San Benjamín

Lectura del libro de Jeremías (7,23-28)

Así dice el Señor: «Ésta fue la orden que di a vuestros padres: "Escuchad mi voz. Yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo; caminad por el camino que os mando, para que os vaya bien." Pero no escucharon ni prestaron oído, caminaban según sus ideas, según la maldad de su corazón obstinado, me daban la espalda y no la frente. Desde que salieron vuestros padres de Egipto hasta hoy les envié a mis siervos, los profetas, un día y otro día; pero no me escucharon ni prestaron oído: endurecieron la cerviz, fueron peores que sus padres. Ya puedes repetirles este discurso, que no te escucharán; ya puedes gritarles, que no te responderán. Les dirás. "Aquí está la gente que no escuchó la voz del Señor, su Dios, y no quiso escarmentar. La sinceridad se ha perdido, se la han arrancado de la boca"».

Salmo responsorial (Sal 94,1-2.6-7.8-9)
R. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón»

Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos. R.

Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. R.

Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masa en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron,
aunque habían visto mis obras.» R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,14-23)

En aquel tiempo, Jesús estaba echando un demonio que era mudo y, apenas salió el demonio, habló el mudo. La multitud se quedó admirada, pero algunos de ellos dijeron: «Si echa los demonios es por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios.» Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo en el cielo. Él, leyendo sus pensamientos, les dijo: «Todo reino en guerra civil va a la ruina y se derrumba casa tras casa. Si también Satanás está en guerra civil, ¿cómo mantendrá su reino? Vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belzebú; y, si yo echo los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero, si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros. Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros. Pero, si otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte el botín. El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama».

31 marzo 2011, jueves de la tercera semana de Cuaresma – Puntos de oración

  • Empecemos nuestra oración de hoy con la primera lectura de la Misa:

"Escuchad mi voz. Yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo; caminad por el camino que os mando, para que os vaya bien."

Dios sale de nuevo a nuestro encuentro hoy, en esta cuaresma, una vez más, para hacernos la misma propuesta de siempre.

Nos propone una alianza. Visto el fracaso continuo de nuestra lucha, nuestros inútiles intentos por ser mejores a nuestra manera, nos vuelve a repetir: escúchame, yo soy tu Dios, soy tu Padre, tú lo eres todo para mí, eres “mi pueblo”, escúchame.

Camina por el camino que te indico en esta cuaresma: date a los demás (limosna), dedica más tiempo a rezar (oración), mortifícate (ayuno).

Te irá bien.

¿No te lo crees? Como los israelitas, nos pasa muchas veces que “no escuchamos”, “caminamos según nuestras ideas”, a veces incluso, nos dejamos llevar “por la maldad de nuestro corazón obstinado”, y damos la espalda a Dios.

Pide a María la gracia de volver a aceptar esta alianza. Salimos ganando. Dios se compromete con nosotros hasta el final. Hasta la muerte en cruz. Él no nos va a dejar, no se va a bajar de la cruz.

  • Demos un paso más en nuestra oración. Recemos, repitamos durante todo el día, la frase del salmo: “Ojalá escuche hoy de nuevo la voz del Señor. Madre que no se endurezca mi corazón”

Volvamos a la oración del padre Morales para la Cuaresma, pidiendo a la Virgen un corazón que acepte con amor los sufrimientos, pequeños o grandes, pasajeros o persistentes; un corazón limpio de egoísmo, tierno y apasionado para amarla sin medida, incansable y viril para conquistarle almas.

El gran pecado de Israel fue cerrar sus oídos a la palabra del Señor. También este peligro nos acecha a nosotros. Por eso necesitamos orar.

  • En el evangelio, la respuesta de Jesús a sus adversarios nos muestra los efectos de una fe sin profundidad ni espíritu crítico. Quienes lo tildan de endemoniado o cómplice de Belcebú, y quienes exigen señales para poder creer, nunca han hecho el esfuerzo de abrirse a la experiencia del amor de Dios que acoge y nos hace cada día más libres.

Como en la primera lectura, se da una oposición entre dos actitudes irreconciliables. Surge un duro contraste entre los fariseos y Jesús, a quien se le acusa de blasfemia y de aliarse con Satanás.

Jesús responde con un discurso apologético. La conclusión se impone: está actuando “con el poder de Dios”. Y eso significa que “el reino de Dios ha llegado a vosotros”.

Palabras que nos llenan de confianza. Sabemos que Jesucristo es exigente, que el camino de la Pascua pasa por la Cruz, pero Él está con nosotros.

Nos dice: “El que no está conmigo está contra mí”, pero se pone a nuestro lado, camina con nosotros, aunque no le sepamos descubrir.

Perdona, Señor, nuestra arrogancia, la audacia con que nos erguimos presumidos frente a ti cuando nos hablas de cruz, de camino estrecho, de escucha, obediencia, sacrificio...

Compadécete de nuestra fragilidad, mira nuestra buena voluntad, acrecienta en nosotros los deseos de verdad y bondad. Si te ofendemos, no nos lo tomes en serio; si te comprendernos mal, ayúdanos a rectificar; si te damos la espalda, sigue buscándonos.

Madre, transmítenos tu confianza audaz en la misericordia del Corazón de tu Hijo.

30/03/2011, Miércoles de la tercera semana de Cuaresma

Lectura del libro del Deuteronomio (4, 1.5-9)

Moisés habló al pueblo, diciendo: -«Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo os mando cumplir. Así viviréis y entraréis a tomar posesión de la tierra que el Señor, Dios de vuestros padres, os va a dar. Mirad, yo os enseño los mandatos y decretos que me mandó el Señor, mi Dios, para que los cumpláis en la tierra donde vais a entrar para tomar posesión de ella. Ponedlos por obra, que ellos son vuestra sabiduría y vuestra inteligencia a los ojos de los pueblos que, cuando tengan noticia de todos ellos, dirán: “Cierto que esta gran nación es un pueblo sabio e inteligente.” Y, en efecto, ¿hay alguna nación tan grande que tenga los dioses tan cerca como lo está el Señor Dios de nosotros, siempre que lo invocamos? Y, ¿cuál es la gran nación, cuyos mandatos y decretos sean tan justos como toda esta ley que hoy os doy? Pero, cuidado, guárdate muy bien de olvidar los sucesos que vieron tus ojos, que no se aparten de tu memoria mientras vivas; cuéntaselos a tus hijos y nietos».

Salmo responsorial (Sal 147,12-13.15-16.19-20)
R. Glorifica al Señor, Jerusalén.

Glorifica al Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sión:
que ha reforzado los cerrojos de tus puertas,
y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. R.

Él envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz;
manda la nieve como lana, esparce la escarcha como ceniza. R.

Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel;
con ninguna nación obró así, ni les dio a conocer sus mandatos. R.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5, 17-19)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos».

30 marzo 2011, miércoles de la tercera semana de Cuaresma – Puntos de oración

Ya sabemos que la cuaresma es un tiempo de conversión, un proceso continuo, un camino que nos lleva hacia la verdadera libertad pero… ¿qué es la verdadera libertad? ¿Qué es en realidad convertirse?

Nos dice Benedicto XVI que convertirse consiste en no creernos creadores de nosotros mismos. Consiste en la libre y amorosa aceptación de nuestra total dependencia de Dios. Afirma que ese es el camino hacia la verdadera libertad.

Es decir que, a nosotros que tenemos esa innata tendencia a organizar nuestra vida, a no depender más que de nuestras propias decisiones, la cuaresma nos propone desprendernos de ese afán de controlar nuestra propia existencia, no ofreciendo resistencia a la acción de Dios. ¿Y este es el camino hacia la verdadera libertad, el desprendimiento de mi propia libertad? Pues sí, porque es poner la propia existencia en manos de Aquel que nos ha creado y amado. Aquel que nos conoce mejor que nosotros mismos, Aquel que conoce incluso aquellas facetas nuestras que todavía están por descubrir. Sólo así uno puede atreverse a poner su vida en manos de Otro. Sólo en manos de un Dios que es amor se puede poner la propia existencia sin miedo alguno. Y este es el secreto de la felicidad, porque es el camino hacia la verdadera libertad.

Pero, ciertamente, esto nos es fácil verlo. A menudo estamos tan ocupados y entregados a nuestras ocupaciones, tan distraídos por intereses materiales y pasajeros que se nos pasa la vida. La cuaresma nos sale entonces al paso para recordarnos como Jesús a Marta que, andamos inquietos y nerviosos con tantas cosas… y sólo una es necesaria…

Para entrar en este misterio nos dirá Benedicto XVI que no hay otro camino que el de perderse, darse. Porque nos dice el Señor en el evangelio: “El que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará” Y es en este perderse, en este darse, cuando las obras de caridad se convierten en senderos espirituales. Y es aquí cuando la Iglesia nos propone la famosa técnica de la O-L-A: Oración-Limosna-Ayuno. Un triple movimiento de caridad que nos hará olvidarnos de nosotros mismos y darnos a los demás. Veamos cómo:

  1. Oración: Se trata de ponerse ante el Señor buscando su voluntad y escrutando qué me pide con respecto a los que me rodean. Hay que rastrear los hitos en el sendero.
  2. Ayuno: Ayuna de ti mismo, de tus cosas, de tus planes, del tiempo dedicado a ti, de tus gustos, de tus quejas y lamentos. Esto, a poco que los practiques, verás que es una verdadera liberación.
  3. Limosna: Con lo que has ahorrado de lo anterior, da de ti mismo, de tu tiempo, de tus planes, comparte tus ideas, tu conversación, tu sonrisa. En este aspecto conviene recordar aquella anécdota en la que un adinerado colaborador le preguntó a la Madre Teresa de Calcuta cuánto quería que le diera, ella le respondió: “usted dé hasta que le duela” Esa es la señal, hasta que duela.

Este es el maravilloso proceso de conversión que nos propone la Iglesia para esta cuaresma, este es el secreto de la felicidad. Que no es fácil lo sabemos por propia experiencia pues supone romper moldes, rutinas, comodidades, incluso resentimientos y bloqueos del corazón, pero por eso también es liberador. Que no nos asusten los fracasos, los fallos y las humillaciones porque, como nos dice el salmo: “Un corazón quebrantado y humillado tu Señor no lo desprecias”.

29/03/2011. Martes de la tercera semana de Cuaresma

Lectura de la profecía de Daniel (3, 25. 34-43)

En aquellos días, Azarías se detuvo a orar y, abriendo los labios en medio del fuego, dijo: -«Por el honor de tu nombre, no nos desampares para siempre, no rompas tu alianza, no apartes de nosotros tu misericordia. Por Abrahán, tu amigo; por Isaac, tu siervo; por Israel, tu consagrado; a quienes prometiste multiplicar su descendencia como las estrellas del cielo, como la arena de las playas marinas. Pero ahora, Señor, somos el más pequeño de todos los pueblos; hoy estamos humillados por toda la tierra a causa de nuestros pecados. En este momento no tenemos príncipes, ni profetas, ni jefes; ni holocausto, ni sacrificios, ni ofrendas, ni incienso; ni un sitio donde ofrecerte primicias, para alcanzar misericordia. Por eso, acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde, como un holocausto de carneros y toros o una multitud de corderos cebados. Que éste sea hoy nuestro sacrificio, y que sea agradable en tu presencia: porque los que en ti confían no quedan defraudados. Ahora te seguimos de todo corazón, te respetamos y buscamos tu rostro, no nos defraudes, Señor. Trátanos según tu piedad, según tu gran misericordia. Líbranos con tu poder maravilloso y da gloria a tu nombre, Señor.»

Salmo responsorial (Sal 24, 4-5ab. 6 y 7bc. 8-9)
R. Señor, recuerda tu misericordia.

Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R.

Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor. R.

El Señor es bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes. R.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (18,21-35)

En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús: -«Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?» Jesús le contesta: -«No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo." El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: "Págame lo que me debes." El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo: "Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré." Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: "¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la Perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?" Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».

29 marzo 2011, martes de la tercera semana de Cuaresma – Puntos de oración

Hay una antífona de la liturgia de las Horas de este tiempo de Cuaresma que reza así: “Empuñando las armas de la justicia, hagámonos recomendables a Dios por nuestra paciencia”. Las armas de la justicia, de la santidad que fortalecen nuestra paciencia son la oración, el ayuno y la limosna. Pidamos al comenzar nuestra oración que sepamos emplear esta armadura a lo largo de este día para servir a Dios con alegría.

Las dos lecturas de este día se unen para hablarnos de las dimensiones del perdón. En la primera, el orante implora el perdón y la compasión de Dios; en la segunda, el Señor nos enseña que hemos de perdonar siempre para ser nosotros perdonados.

“Trátanos según tu piedad, según tu gran misericordia”. La oración de Azarías es un modelo de súplica, un modelo insuperable de contrición: conscientes de no merecer nada por nuestros pecados, ofrecemos a Dios nuestro corazón deshecho pidiendo que nos trate según su misericordia infinita. Dios ofrece su perdón siempre de forma gratuita, por pura generosidad

“Hasta setenta veces siete”. Jesús le dice a Pedro que ha de perdonar siempre al hermano que le ha ofendido. ¿Por qué? La razón es clara: porque Dios nos perdona siempre, una y otra vez; no se cansa nunca de estar perdonando siempre. Por ello, cuando un hombre no es capaz de perdonar a su hermano se incapacita para recibir el perdón de Dios. Él nos ha perdonado mucho más que lo nosotros tenemos que perdonar a los demás. Nos ha levantado las deudas contraídas por nuestras culpas, cargando con ellas en la Cruz. No perdonar es tan ridículo como el hombre de la parábola al que se le han perdonado 10.000 talentos y me te en la cárcel al que le debe cien denarios.

Perdonar de corazón. La expresión nos dice que perdonar es una cosa del corazón, es decir, que es una forma de amar. Quien no perdona, es que no ama. El que ama, perdona. Todos los días hemos de pedir perdón y perdonar en la convivencia cotidiana y así crecemos en el amor con los que nos rodean. Cuando las ofensas son grandes, el perdón es un ejercicio difícil, requiere un camino de gracia. Desde luego, perdonar es descansar, sanar el corazón del resentimiento. Nos puede ayudar cambiar el famoso “perdono, pero no olvido” por esta otra frase, más conciliadora: “aunque no olvido, perdono”. Digamos a lo largo de este día: “Señor, recuerda tu misericordia”.

28/03/2011, Lunes de la tercera semana de Cuaresma

Lectura del segundo libro de los Reyes (5,1-15a)

En aquellos días, Naamán, general del ejército del rey sirio, era un hombre que gozaba de la estima y del favor de su señor, pues por su medio el Señor había dado la victoria a Siria. Era un hombre muy valiente, pero estaba enfermo de lepra. En una incursión, una banda de sirios llevó de Israel a una muchacha, que quedó como criada de la mujer de Naamán, y dijo a su señora: «Ojalá mi señor fuera a ver al profeta de Samaria: él lo libraría de su enfermedad.» Naamán fue a informar a su señor: «La muchacha israelita ha dicho esto y esto.» El rey de Siria le dijo: «Ven, que te doy una carta para el rey de Israel.» Naamán se puso en camino, llevando tres quintales de plata, seis mil monedas de oro y diez trajes. Presentó al rey de Israel la carta, que decía así: «Cuando recibas esta carta, verás que te envío a mi ministro Naamán para que lo libres de su enfermedad.» Cuando el rey de Israel leyó la carta, se rasgó las vestiduras, exclamando: «¿Soy yo un dios capaz de dar muerte o vida, para que éste me encargue de librar a un hombre de su enfermedad? Fijaos bien, y veréis cómo está buscando un pretexto contra mí.» El profeta Eliseo se enteró de que el rey de Israel se había rasgado las vestiduras y le envió este recado: «¿Por qué te has rasgado las vestiduras? Que venga a mí y verá que hay un profeta en Israel.» Naamán llegó con sus caballos y su carroza y se detuvo ante la puerta de Eliseo. Eliseo le mandó uno a decirle: «Ve a bañarte siete veces en el Jordán, y tu carne quedará limpia.»Naamán se enfadó y decidió irse, comentando: «Yo me imaginaba que saldría en persona a verme, y que, puesto en pie, invocaría al Señor, su Dios, pasaría la mano sobre la parte enferma y me libraría de mi enfermedad. ¿Es que los ríos de Damasco, el Abana y el Farfar, no valen más que toda el agua de Israel? ¿No puedo bañarme en ellos y quedar limpio?» Dio media vuelta y se marchaba furioso. Pero sus siervos se le acercaron y le dijeron: «Señor, si el profeta te hubiera prescrito algo difícil, lo harías. Cuanto más si lo que te prescribe para quedar limpio es simplemente que te bañes.» Entonces Naamán bajó al Jordán y se bañó siete veces, como había ordenado el profeta, y su carne quedó limpia como la de un niño. Volvió con su comitiva y se presentó al profeta, diciendo: «Ahora reconozco que no hay dios en toda la tierra más que el de Israel».

Salmo responsorial (Sal 41,2.3; 42,3.4)
R. Mi alma tiene sed del Dios vivo: ¿cuándo veré el rostro de Dios?

Como busca la cierva corrientes de agua,
así mi alma te busca a ti, Dios mío. R.

Tiene sed de Dios, del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? R.

Envía tu luz y tu verdad: que ellas me guíen
y me conduzcan hasta tu monte santo, hasta tu morada. R.

Que yo me acerque al altar de Dios, al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara, Dios, Dios mío. R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (4,24-30)

En aquel tiempo, dijo Jesús al pueblo en la sinagoga de Nazaret: «Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio.» Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.

28 marzo 2011, lunes de la tercera semana de Cuaresma – Puntos de oración

Puestos en la presencia de Dios, comenzamos hoy la oración con una petición: ¡Que no me avergüence yo de ti, mi Señor!”

Se trata de una petición de gran calado. Significa aceptar que el Señor actúe como quiera y no protestar. Significa creer que las formas de hacer las cosas que tiene el Señor son las mejores, aunque todo parezca indicar que aquello va a ir mal. Significa también no callarse lo que hay que decir por bien de la justicia o de la verdad aunque me cueste el pellejo. Significa no olvidar decir que sí, que yo también soy cristiano, y lo firmo donde haga falta si es que hace falta porque haya dudas de mi palabra o de mis hechos…

¿Y, todo esto a qué viene…? Pues a las lecturas de la Misa del día de hoy:

Naamán, el sirio, se avergonzó en un principio del plan de Dios. Naamán se había hecho a la idea de cómo tenía que hacer Dios las cosas, y cuando el profeta de Dios le explica qué es lo que tiene que hacer para quedar limpio de la lepra no le parece acorde con su dignidad y con lo que él había pensado.

“Dime, Señor, ¿me pasa a mí lo mismo? ¿Yo soy de los que si no haces las cosas como yo quiero, me enfado contigo y me alejo de ti?”

Naamán ya se iba, menos mal que tenía al lado unos buenos consejeros –en realidad, tan solo tenían sentido común, y un poco más de humildad que su señor- y les hizo caso. Se bañó ¡siete veces! –ya tiene Dios, buen humor al mandar cosas- y quedó sano.

Jesús, en el evangelio de hoy, no se avergonzó de su plan de salvación. Podía haber hecho un pequeño recorte a su plan de salvar a todos los hombres y así habría quedado bien con los de su pueblo: ¡el elegido pueblo de Israel! Pero no, por el contrario, Jesús no tenía más remedio que denunciar que precisamente su pueblo no estaba aceptando el plan de Dios, y que una viuda de Sarepta y un sirio, habían alcanzado más fácilmente el favor de Dios.

La sentencia de Jesús, de que ningún profeta es bien mirado en su tierra, parece cumplirse muchas veces en nosotros. Pero el profeta no puede abdicar de su misión aunque los de cerca no lo entiendan o se rían de él. El profeta, y cualquier cristiano lo es, no puede callar.

“¿Me he callado yo algo últimamente que no debiera?”

“Señor, no quiero ser de los que se avergüenzan de ti. Yo, contigo, a muerte. Infúndeme también tu buen humor, para saber reírme de mí mismo y reírme con tus ocurrencias -que bien sabrás tú porqué es mejor bañarse siete veces en el Jordán que dos en el Pisuerga.”

27/03/2011, Domingo de la tercera semana de Cuaresma

Lectura del libro del Éxodo (17, 3-7)

En aquellos días, el pueblo, torturado por la sed, murmuró contra Moisés: -«¿Nos has hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?» Clamó Moisés al Señor y dijo: -«¿Qué puedo hacer con este pueblo? Poco falta para que me apedreen.» Respondió el Señor a Moisés. -«Preséntate al pueblo llevando contigo algunos de los anciano de Israel; lleva también en tu mano el cayado con que golpeaste el río, y vete, que allí estaré yo ante ti, sobre la peña, en Horeb; golpearás la peña, y saldrá de ella agua para que beba el pueblo.» Moisés lo hizo así a la vista de los ancianos de Israel. Y puso por nombre a aquel lugar Masá y Meríbá, por la reyerta de los hijos Israel y porque habían tentado al Señor, diciendo: -«¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?»

Salmo responsorial (Sal 94, 1-2. 6-7. 8-9)
R. Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón».

Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos. R.

Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. R.

Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron,
aunque habían visto mis obras.» R.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (5, 1-2. 5-8)

Hermanos: Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos: y nos gloriamos, apoyados en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. Y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado. En efecto, cuando nosotros todavía estábamos sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros.

Lectura del santo evangelio según san Juan (4, 5-15. M-26, 39a. 40-42)

En aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; allí estaba el manantial de Jacob. Jesús, cansado del camino, estaba allí sentado junto al manantial, Era alrededor del mediodía. Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice: -«Dame de beber.» Sus discípulos se habían ido al pueblo a comprar comida. La samaritana le dice: -«¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mi, que soy samaritana?» Porque los judíos no se tratan con los samaritanos. Jesús le contestó: -«Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.» La mujer le dice: -«Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas agua viva?; ¿eres tú más que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, y de él bebieron él y sus hijos y sus ganados?» Jesús le contestó: -«El que bebe de esta agua vuelve a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna.» La mujer le dice: -«Señor, dame esa agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla. Veo que tú eres un profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte, y vosotros decís que el sitio donde se debe dar culto está en Jerusalén.» Jesús le dice: -«Créeme, mujer: se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre. Vosotros dais culto a uno que no conocéis; nosotros adoramos a uno que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero se acerca la hora, ya está aquí, en que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que le den culto así Dios es espíritu, y los que le dan culto deben hacerlo en espíritu y verdad.» La mujer le dice: -«Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga, él nos lo dirá todo.» Jesús le dice: -«Soy yo, el que habla contigo.» En aquel pueblo muchos creyeron en él. Así, cuando llegaron a verlo los samaritanos, le rogaban que se quedara con ellos. Y se quedó allí dos días. Todavía creyeron muchos más por su predicación, y decían a la mujer: -«Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que él es de verdad el Salvador del mundo».

27 marzo 2011, domingo de la tercera semana de Cuaresma – Puntos de oración

Oración inicial (en unión con toda la Cruzada – Milicia de Santa María).

"Que todas mis intenciones, acciones y operaciones, sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de Su Divina Majestad”.

Situándonos.

Nos encontramos en el tercer Domingo de cuaresma. En el segundo, contemplábamos la Transfiguración del Señor. Jesús comenzó robusteciendo, arraigando la fe de sus íntimos mostrando su gloria y filiación divina, con el objetivo de prepararlos para el escándalo de la Cruz.

En este día asistimos al encuentro histórico de una samaritana con el Señor. Histórico, porque su vida cambió de raíz desde ese mismo momento. En este encuentro está resumido el modus operandi mediante el cual Dios va entrando en un alma, va haciéndose hueco en ella hasta ser su Señor. La Redención que como bautizados estamos llamados a predicar es ésta.

¿Todavía creemos que el Señor puede llegar a nuestra vida en cualquier momento? ¿Dejaré pasar por mi vida a Dios hoy sin prestarle atención? Señor, que escuche tu voz, que no se endurezca mi corazón (Salmo 94).

Recorriendo el camino de la samaritana.

  1. Cristo se hace presente en la vida de esta mujer, a partir de lo cotidiano, pidiéndole ayuda: “Tengo sed”. Provoca el asombro de la mujer. Dios se hace cercano, también en mi vida. Le importa lo que me importa, utiliza los pucheros, el móvil, la bici, el trabajo, la amistad, la hipoteca, la salud o la enfermedad para llegar a nosotros. ¿Qué era lo que buscaba en la samaritana? ¿Agua...? No… Él hablaba de otra sed, la del corazón. Dios tiene sed de amor, y sólo el hombre y la mujer pueden calmar esa sed…
  2. La samaritana se extraña, le sorprende… ¿Cómo ese judío le pide a ella agua? Los judíos “eran superiores” a los samaritanos. Cada uno de nosotros nos sorprendemos por la petición que se nos hace desde el silencio del sagrario: ¿Cómo Tú te puedes haber fijado en mí? ¿Cómo puedo reparar tu sed de amor yo? Jesús provoca el asombro en ella, irrumpiendo con su tarjeta de presentación: “… si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y Él te daría agua viva”.
  3. Y aquí entra la libertad de esa mujer, la misma que nos permite a nosotros dejar de lado a Dios, o invitarle a entrar en nuestra intimidad (aquello que nos importa)… Ella podría haber dado media vuelta, y haber dado la espalda a ese desconocido soberbio. Pero esa mujer era (había sido hecha) humilde. La vida le había pegado duro (Cristo destapará heridas después de que ella misma le abra la puerta de su corazón). Dios actúa así, no fuerza, respeta la libertad de esa pobre mujer maltratada por la vida. Dios sabe cuánto sufre el hombre cuando se aparta de Él. Y ella reconoció en Él, el agua viva que podía calmar su sed de sentido, de amor, de libertad, de dignidad… Cautivada por su Persona, abrió las puertas de su corazón de par en par: “Señor, dame de esa agua: así no tendré más sed”. Ya no habla con un desconocido, sino con Alguien que se ha asomado a lo más íntimo de su ser.
  4. Cristo habla con claridad, y se manifiesta por medio de la paz, de la alegría. Ante la afirmación de la samaritana que pide una confirmación “Sé que ha de venir el Mesías…”, Jesús responde con rotundidad: “Soy Yo, el que habla contigo”. ¡Ha encontrado lo que desde siempre buscaba!

Pidamos en esta Cuaresma, un diálogo sincero con Cristo, al estilo de la samaritana. Dejemos a Dios sanar las heridas que el pecado ha sembrado en nuestra vida este año…

26/03/2011, Sábado de la segunda semana de Cuaresma

Lectura de la profecía de Miqueas (7,14-15.18-20)

Señor, pastorea a tu pueblo con el cayado, a las ovejas de tu heredad, a las que habitan apartadas en la maleza, en medio del Carmelo. Pastarán en Basán y Galaad, como en tiempos antiguos; como cuando saliste de Egipto y te mostraba mis prodigios. ¿Qué Dios como tú, que perdonas el pecado y absuelves la culpa al resto de tu heredad? No mantendrá por siempre la ira, pues se complace en la misericordia. Volverá a compadecerse y extinguirá nuestras culpas, arrojará a lo hondo del mar todos nuestros delitos. Serás fiel a Jacob, piadoso con Abrahán, como juraste a nuestros padres en tiempos remotos.

Salmo responsorial (Sal 102, 1-2. 3-4. 9-10. 11-12)
R. El Señor es compasivo y misericordioso.

Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios. R.

Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura. R.

No está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo;
no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas. R.

Como se levanta el cielo sobre la tierra, se levanta su bondad sobre sus fieles;
como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos. R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (15,1-3.11-32)

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publica-nos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: - «Ése acoge a los pecadores y come con ellos.» Jesús les dijo esta parábola: - «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte que me toca de la fortuna." El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de saciarse de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros." Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo." Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado." Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud" Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado." El padre le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado".

26 marzo 2011, sábado de la segunda semana de Cuaresma – Puntos de oración

Primera Lectura: Con este texto finaliza el libro de Miqueas. El profeta habla para alentar al pueblo y animarlo a mantener firme su fe en Yahvé: volverán los tiempos como en los inicios, cuando el rebaño del pueblo paste solitario, pero confiado y sin miedo a los ataques del enemigo. Incluso más todavía: el pueblo verá prodigios de Yahvé como los que se narran de la época del éxodo.

El profeta Miqueas cree que el poder de las naciones enemigas no puede destruir la obra de Yahvé, que es su pueblo. Al contemplar los prodigios realizados por Yahvé en la nueva liberación de su pueblo, las naciones se avergonzarán de sí mismas, de la confianza que habían puesto en su propio poder. No obstante, la esperanza de liberación no se limita a Israel: también las naciones volverán a Yahvé, el Dios de Israel, y lo temerán.

El fundamento de la esperanza está en la fe en la misericordia de Yahvé, el cual, por puro don suyo, borra la iniquidad y perdona el pecado. Es Él, y sólo Él, quien al fin convierte a los hombres de modo definitivo cuando cesa su ira, se compadece de ellos y limpia sus iniquidades, lanzando sus pecados al abismo del mar. No podría ser de otra manera, dado el juramento de fidelidad y de benevolencia que Dios hizo en tiempos lejanos a los padres del pueblo. Si el mundo estuviera exclusivamente en manos de los hombres, sería un sinsentido, una vida absurda. Pero afortunadamente estamos en las manos de Dios, y esto nos permite orar gozosos con el salmo responsorial: Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios. Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; Él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura.

Evangelio: Dejamos la palabra a San Agustín:

«Imita a aquel hijo menor, porque quizá eres como aquel hijo menor que, después de malgastar y perder todos sus haberes viviendo pródigamente, sintió necesidad, apacentó puercos y, agotado por el hambre, suspiró y se acordó de su padre. ¿Y qué dice de él el Evangelio?: “Y volvió a sí mismo”. Quien se había perdido hasta a sí mismo, volvió a sí mismo. Veamos si se quedó en sí mismo. Vuelto a sí mismo, dijo: “Me levantaré... e iré a casa de mi padres”. Ved que ya se niega a sí mismo quien se había hallado a sí mismo. ¿Cómo se niega? Escuchad: “Y le diré: `He pecado contra el cielo y contra ti... Ya no soy digno de llamarme hijo tuyo» (Sermón 330,3).

Y el padre lo perdonó y lo celebró. Dios nos perdona los pecados en el sacramento de la Penitencia. El Padre vuelve a recibirnos como hijos suyos y nos admite gozoso al banquete sagrado de la Eucaristía. Ahora nos dice san Ambrosio:

«No temamos haber despilfarrado el patrimonio de la dignidad espiritual en placeres terrenales. Porque el Padre vuelve a dar al hijo el tesoro que antes poseía, el tesoro de la fe, que nunca disminuye; pues, aunque lo hubiese dado todo, el que no pierde lo que da lo tiene todo. Y no temas que no te vaya a recibir, porque Dios no se alegra de la perdición de los vivos (Sab 1,13). En verdad, saldrá corriendo a tu encuentro y se arrojará a tu cuello, pues el Señor es quien levanta los corazones (Sal 145,8), te dará un beso, señal de la ternura y del amor, y mandará que te pongan el vestido, el anillo y las sandalias. Tú todavía temes por la afrenta que le has causado, pero Él te devuelve tu dignidad perdida; tú tienes miedo al castigo, y Él sin embargo te besa; tú temes, en fin, el reproche, pero Él te agasaja con un banquete» (Comentario a San Lucas, VII, 212).

¡Gracias, Señor, Padre nuestro, por habernos revelado en la parábola tu rostro y tu corazón! Queremos ser hijos de tu hogar. Graba en nuestro corazón que somos hijos tuyos para siempre.

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ORACIÓN FINAL:

Dios y Padre de nuestro salvador Jesucristo, que en María, virgen santa y madre diligente, nos has dado la imagen de la Iglesia; envía tu Espíritu en ayuda de nuestra debilidad, para que perseverando en la fe crezcamos en el amor y avancemos juntos hasta la meta de la bienaventurada esperanza. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

25/03/2011, Solemnidad. La Anunciación del Señor

Lectura del libro de Isaías (7, 10-14; 8, 10)

En aquel tiempo, el Señor habló a Acaz: -«Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo.» Respondió Acaz: -«No la pido, no quiero tentar al Señor.» Entonces dijo Dios: -«Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa "Dios-con-nosotros"».

Salmo responsorial (Sal 39, 7-8a. 8b-9. 10. 11)
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio, entonces yo digo: «Aquí estoy.» R.

«Como está escrito en mi libro para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas. R.

He proclamado tu salvación ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios: Señor, tú lo sabes. R.

No me he guardado en el pecho tu defensa, he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia y tu lealtad ante la gran asamblea. R.

Lectura de la carta a los Hebreos (10, 4-10)

Hermanos: Es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados. Por eso, cuando Cristo entró en el mundo dijo: «Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: "Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad." » Primero dice: «No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni victimas expiatorias», que se ofrecen según la Ley. Después añade: «Aquí estoy yo para hacer tu voluntad.» Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (1, 26-38)

A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo: -«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. » Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: -«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.» Y María dijo al ángel: -«¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?» El ángel le contestó: -«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.» María contestó: -«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra. » Y la dejó el ángel.

25 marzo 2011. La Anunciación del Señor – Puntos de oración

1. Introducción: En medio de la Cuaresma, como suele ser frecuente, celebramos la Solemnidad de la Anunciación del Señor. 9 meses justos antes de celebrar su Nacimiento celebramos su Santa Concepción en el vientre purísimo de la Virgen María. El pasado día 15 de este mes , martes de la 1ª semana de Cuaresma, la primera lectura del profeta Isaías me pareció que era una poética descripción de lo que la Anunciación supone para el mundo: la Palabra de Dios viene a hacer su voluntad y volverá a Dios después de cumplirla y llenar la tierra de frutos. Os la ofrezco a continuación pues creo que puede ser un buen texto para meditar teniendo presente el gran misterio que celebramos hoy:
Esto dice el Señor: «Como la lluvia y la nieve caen del cielo, y sólo regresan allí después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al que siembra y pan al que come, así será la palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que cumplirá mi voluntad y llevará a cabo mi encargo». (Isaías 55,10-11)
2. Oración preparatoria hacemos la señal de la cruz y nos ponemos en presencia de Dios. Invocamos la ayuda del Espíritu Santo y rezamos mentalmente la oración preparatoria de Ejercicios: “Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de tu divina majestad.” (EE 46)

3. Petición: Santa María, ayúdame a decirle a Jesús en mi vida: “Hágase en mí según tu palabra” Que sea en mi vida lluvia benéfica en mi ambiente, otro Jesús para llenar de frutos la tierra.

4. Composición de lugar: Contemplar a la Virgen que recibe la visita del ángel. Contemplar la casa de Nazaret donde recibe el mensaje, lo que estaba haciendo entonces, su atención al escuchar, ver su turbación al oír el anuncio y cómo reflexiona y decide, abandonada y llena de confianza en el poder de Dios.

5. Puntos para orar:
a. Leer despacio, o repetir mentalmente, si sabemos el pasaje de memoria, cada uno de los versículos del evangelio del día. Allí donde halle gracia allí detenerme y no tener prisa por pasar adelante en la lectura.

b. O bien, leer el pasaje del profeta Isaías en que compara la palabra del Señor con la lluvia benéfica mientras contemplamos con los ojos de la imaginación a la Virgen después de haber recibido la visita del ángel. La Palabra de Dios es Jesús mismo. Como la lluvia que empapa la tierra, el Verbo de Dios se ha empapado de humanidad. El fruto de su Encarnación en el mundo, lo mismo que la lluvia es dar la semilla del evangelio que fructifica en nuestra fe. El pan para el que come es la Eucaristía que nos deja Jesús después de su vida terrena y que nos da fuerzas para vivir nuestra vida cristiana. El texto del profeta pienso que está lleno de sugerencias y enseñanzas
6. Unos minutos antes del final de la oración: Avemaría a la Virgen e invocación: “Santa María, Madre de Dios y Madre mía, ayúdame a decirle a Jesús en mi vida: “Hágase en mí según tu palabra”.

7. Examen de la oración: ver cómo me ha ido en el rato de oración. Recordar si he recibido alguna idea o sentimiento que debo conservar y volver sobre él. Ver dónde he sentido más el consuelo del Señor o dónde me ha costado más. Hacer examen de las negligencias al hacer la oración, pedir perdón y proponer enmienda.

La Anunciación
Cuadro: “La Anunciación”
Pedro Berruguete (Paredes de Nava. Palencia 1450-1503)
(Cartuja de Miraflores. Burgos)

24/03/2011, Jueves de la segunda semana de Cuaresma

Lectura del libro de Jeremías (17,5-10)

Así dice el Señor: «Maldito quien confía en el hombre, y en la carne busca su fuerza, apartando su corazón del Señor. Será corno un cardo en la estepa, no verá llegar el bien; habitará la aridez del desierto, tierra salobre e inhóspita. Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza. Será un árbol plantado junto al agua, que junto a la corriente echa raíces; cuando llegue el estío no lo sentirá, su hoja estará verde; en año de sequía no se inquieta, no deja de dar fruto. Nada más falso y enfermo que el corazón: ¿quién lo entenderá? Yo, el Señor, penetro el corazón, sondeo las entrañas, para dar al hombre según su conducta, según el fruto de sus acciones».

Salmo responsorial (Sal 1, 1-2. 3. 4 y 6)
R. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.

Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos
ni entra por la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor, y medita, su ley día y noche. R.

Será como un árbol plantado al borde de la acequia:
da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin. R.

No así los impíos, no así; serán paja que arrebata el viento.
Porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino fe los impíos acaba mal. R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (16,19-31)

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: - «Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas. Sucedió que se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Se murió también el rico, y lo enterraron. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritó: "Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas." Pero Abrahán le contestó: "Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces. Y además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros." El rico insistió: "Te ruego, entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento." Abrahán le dice: "Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen." El rico contestó: "No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán." Abrahán le dijo: "Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto"».

24 marzo 2011, jueves de la segunda semana de Cuaresma – Puntos de oración

Las lecturas de hoy nos ofrecen dos estilos de vida contrapuestos: el del hombre que pone su confianza en el hombre y en sus riquezas, y el del hombre que pone su confianza en Dios. Miremos en la oración: ¿En cuál de los dos estilos nos situamos? ¿En cuál queremos situarnos?

Oración preparatoria. Pidamos, como en la meditación de las dos banderas de Ejercicios: “conocimiento de los engaños del mal caudillo y ayuda para guardarme de ellos, y conocimiento de la vida verdadera que muestra el sumo capitán, y gracia para imitarle”.

1. “Maldito quien confía en el hombre”. En la lectura del libro de Jeremías, la presentación de los dos estilos de vida no es indiferente: un tipo de hombres es maldito y el otro es bendito. Es maldito el que “en la carne busca su fuerza”, o como dice el salmo, “el que sigue el consejo de los impíos, el que entra por la senda de los pecadores, y el que se sienta en la reunión de los cínicos”. La clave de este estilo de vida la marca de nuevo la primera lectura: es la del que “aparta su corazón del Señor”.

¿Qué le espera a este hombre? Una vida miserable, comparable a un cardo en un secarral en mitad del verano: sin frescura, alejado del agua, rígido, acartonado, pinchando a todo el que se mueva a su alrededor, incapaz de ceder a nadie la poca agua que le llega… Es una vida inconsistente, como la de la “paja que arrebata el viento”. Es la vida de los cínicos, un “camino que acaba mal” (salmo).

2. Bendito quien confía en el Señor”. Es como un árbol que no deja de dar fruto, porque se alimenta del agua viva que es Cristo. Cuando llega el periodo de sequía no lo siente, porque sus raíces están en contacto con el agua. Por ello su hoja es siempre verde y sirve de cobijo y alimento a multitud de seres. Nos dice Jesús que conocemos a las personas por sus frutos (Mt 7, 19), y esto es más patente, como apunta la 1ª lectura, en tiempo de sequía, de dificultades, de persecuciones. Ojalá podamos decir como san Pablo: “sé de quién me he fiado” (2 Tim 1, 12).

3. “Había un hombre rico… y un mendigo”. Estos dos estilos de vida los encarna Jesús en el hombre rico y en el hombre pobre de la parábola. Rico aquí no es el hombre que tiene muchos bienes, sino el que pone su confianza en ellos, olvidándose de Dios y de los demás.

  • ¡Qué contraste! En la parábola el rico no tiene nombre (epulón -que a veces viene traducido con mayúscula- no es un nombre propio, sino „rico‟ en griego), y sin embargo el pobre sí lo tiene. Precisamente su nombre es Lázaro, que significa: “Dios ha ayudado”.
  • El rico tiene sed, es como el cardo de la 1ª lectura. Pide que Lázaro “moje en agua la punta del dedo y le refresque la lengua”. ¡Qué contraste con el que confía en el Señor, que será “un árbol plantado junto al agua” (1ª lectura), o “plantado al borde de la acequia” (salmo)!
  • Si no escuchan, no harán caso ni aunque resucite un muerto”. El que aparta su corazón del Señor es incapaz de reconocer el signo del muerto resucitado, es decir el signo de Jesucristo.
  • ¿Quién hay más rico en bienes que Dios? Y sin embargo “Cristo, siendo rico, se hizo pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza” (cf. 2 Cor 8, 9). Cristo, cubierto de llagas, reducido a pobreza, se identifica con Lázaro, al que recibe en su seno.
  • ¿Cuál es la verdadera pobreza que nos trae el Señor? Nos dice Abelardo que la verdadera pobreza no supone despreciar los valores temporales ni la productividad. Más bien es hermana del trabajo y del esfuerzo, y sabe situar los valores humanos y materiales en su debida escala de valores. Se puede concretar en desprendimiento de corazón ante los bienes temporales, en pureza de intención. Y lo que es más, en sencillez de vida (cf. Aguaviva, Diciembre 1999).
  • En un cristiano esta sencillez exige la conformidad con Jesucristo pobre, el acercamiento a los que sufren, a los alejados de la fe. Y exige también la entrega y ayuda a los hermanos necesitados, unos materialmente y otros oprimidos por falta de libertad de espíritu (id.)

Oración final: Madre, Tú que compartiste la pobreza de tu hijo Jesucristo, que pusiste toda tu confianza en el Señor, enséñanos los engaños del mal caudillo, y ayúdanos a no caer en ellos, y abre nuestro corazón a la confianza plena en Dios.

23/03/2011, Miércoles segunda semana de Cuaresma

Lectura de la profecía de Jeremías (18,18-20)

Dijeron: "Venid, maquinemos contra Jeremías, porque no falta la ley del sacerdote, ni el consejo del sabio, ni el oráculo del profeta; venid, lo heriremos con su propia lengua y no haremos caso de sus oráculos." Señor, hazme caso, oye cómo me acusan. ¿Es que se paga el bien con mal, que han cavado una fosa para mí? Acuérdate de cómo estuve en tu presencia, intercediendo en su favor, para apartar de ellos tu enojo.

Salmo responsorial (Sal 30, 5-6. 14. 15-16)
R. Sálvame, Señor, por tu misericordia.

Sácame de la red que me han tendido, porque tú eres mi amparo.
A tus manos encomiendo mi espíritu: tú, el Dios leal, me librarás. R.

Oigo el cuchicheo de la gente, y todo me da miedo;
se conjuran contra mí y traman quitarme la vida. R.

Pero yo confío en ti, Señor, te digo: "Tú eres mi Dios."
En tu mano están mis azares: líbrame de los enemigos que me persiguen. R.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (20,17-28)

En aquel tiempo, mientras iba subiendo Jesús a Jerusalén, tomando aparte a los Doce, les dijo por el camino: "Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer día resucitará." Entonces se le acercó la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: "¿Qué deseas?" Ella contestó: "Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda." Pero Jesús replicó: "No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?" Contestaron: "Lo somos." Él les dijo: "Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre." Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo: "Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos".

23 marzo 2011, miércoles segunda semana de Cuaresma – Puntos de oración

Del Evangelio de este día bien podríamos sacar dos temas de meditación complementarios, por aquello de que la misma Liturgia nos los presenta juntos...

El título del primero: 3º Anuncio de la Pasión (Mt. 20,17-19).

En cuanto al segundo, bien podría ser: El precio y el significado de la verdadera grandeza (Mt. 20,20-28).

Dejo el primer tema para otra ocasión y me centro en el segundo: El precio y el significado de la verdadera grandeza.

AMBICIONES Y GRANDEZAS

  • Jesucristo está en camino hacia Jerusalén.
    • Es su última subida a la ciudad santa.
    • Es la subida de la gran crisis, que desembocará en su muerte y resurrección…
  • Los discípulos llevan muchos días escuchando una catequesis directa al respecto…
    • Podemos consultar sendos textos: Mt. 16,13-20; 16,21-28; 17,1-13; 17,24-27; 20,17).
    • Por lo tanto, no deberían de quedar muchas dudas en las mentes de sus discípulos… Pero ¿qué pensaban ellos en su interior…?
      • Nos lo podemos imaginar…, no es difícil, después de aquellas palabras de Pedro ante el primer anuncio de la pasión: “¡Dios no lo quiera, Señor! ¡No te sucederá eso!” (Mt.16,22).
  • Ellos creían en un reino terreno y material…
    • Luego si estamos a punto de que se cumpla la misión del Maestro.., es ahora cuando hay que moverse para lograr las mejores posiciones de gobierno y autoridad…
    • Esto es lo que los hijos de Zebedeo están haciendo.., y no tienen reparo de implicar a su propia madre en el hecho.., como aparece en el texto de hoy…:
      • Él le preguntó: "¿Qué deseas?"
      • Ella contestó: "Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda." (Mt.20,20-21).
  • Hablemos un poco de la ambición (No entro a analizar la posibilidad.., o la realidad.., de una ambición buena o saludable… Me ciño a la que se puede desprender del texto de hoy…):
    • ¿Cómo surge la ambición?
      • La ambición surge del orgullo y de la contumacia.
        • Aquellos dos hermanos se sentían más honrados…, más especiales…, más preferidos..; y estaban mostrando su arrogancia.
        • Esperaban plenamente que su petición seria otorgada.
        • El postrarse con su madre, quizás detrás de ella.., lo demostraría…
        • En el orgullo siempre se da el desprecio hacia los otros…
        • Sentirse más honrados y más preferidos, eleva a unos sobre otros, tratando a aquellos como inferiores…
    •  ¿Cómo interpreta la ambición los hechos de la vida?
      • Los interpreta de un modo falso y equivocado.
        • Santiago y Juan con esta actuación estaban demostrando, que no entendían el anuncio del Señor sobre su muerte y su resurrección…
        • ¿Es difícil pensar, que cuando Cristo habló de morir, probablemente pensaron que se refería al conflicto que tendría lugar al ser derrocado el dominio romano…?
        • ¿Es difícil pensar, que cuando Cristo hablo de resucitar, probablemente pensaron que se refería al nacimiento y al poder del reino de Dios..?
        • ¿Por qué pudo ser así…?
          • Pudiera ser.., porque la ambición concentra la atención en las cosas terrenas.., materiales.., tangibles..; y no en las no temporales.., o espirituales.., que para ella, la ambición.., no tienen ni importancia…
      • ¿Qué busca toda ambición..?
        • Lograr la satisfacción propia.
          • Aquellos dos hermanos solo estaban interesados en el honor de la posición.., no el propósito de servir…
          • Por sus mentes estarían pasando: la pompa y la ceremonia.., la posición y el reconocimiento.., el poder y la autoridad…
      • ¿Cómo logra la ambición sus objetivos..?
        • 1. Engañando.
          • Observemos cuán engañosamente vinieron Santiago, Juan y su propia madre a Jesús…
          • La madre es el instrumento de la ambición de sus hijos…
          • Al tomar ella la iniciativa, esperaban que Cristo considerase la petición como de ella y no de ellos…
          • Los discípulos ya habían sido amonestados por ser ambiciosos (Mt.18,1-4).
          • Con frecuencia la ambición nos lleva a usar a las personas.
        • 2. Utilizando toda influencia.., posición.., o poder a su alcance…
          • Con frecuencia ponemos la ambición de cosas.., posición.., poder e influencia, por delante y por encima de las personas…
  • Hablemos ahora un poco de la grandeza.., de esa que hace alusión Jesucristo en la escena que estamos contemplando.., y preguntémonos..: ¿Estamos dispuesto a pagar el precio..?
    • Pero Jesús replicó: "No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?" Contestaron: "Lo somos." Él les dijo: "Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre." (Mt.20,22-23).
    • o ¿Qué precio tiene la grandeza?
      • 1. El precio de la contemplación del dolor y de la muerte…
        • Tenemos que comprender que la grandeza siempre implica, al menos, algo de sufrimiento…, algo de obediencia…, en el fondo algo de muerte…
        • El que busca la grandeza necesariamente tiene que pararse a pensar en ello.., y a contemplar.., lo que esto lleva consigo, de esfuerzo.., vencimiento.., o superación…
      • 2. El precio “del beber la copa del sufrimiento y de la muerte…”
        • ¿Estamos dispuestos a morir a nuestro yo diariamente…?
        • S. Marcos nos dirá que esta madre, Salomé, estuvo cerca de la cruz junto a María, la Madre de Jesús (Mc.15,40).
        • Santiago fue el primer apóstol que bebió la copa del martirio…
      • 3. El precio de una decisión tomada en la vida…
        • Santiago y Juan respondieron: “Podemos…” “Lo somos…”
        • Es la grandeza de aceptar un desafío porque nos mueve el amor y no la ambición…
      • 4. El precio de una fidelidad inalterable…
        • La grandeza consiste en soportar y perseverar.., sea cual sea el sufrimiento…
  • A modo de conclusión.., algunos pensamientos que nos puedan ayudar:
    • 1º Pensamiento: Jesucristo no se anda con “paños calientes…”
      • ¡Si queremos de verdad se cristianos, es decir grandes..!, es necesario pagar un precio.., un tremendo pero gozo precio… El precio y el gozo de la Cruz…
      • ¡Si queremos alcanzar la corona que no se marchita.., tenemos que beber la copa que se nos ofrece en nuestro diario vivir…
    • 2º Pensamiento: Si hemos dicho “sí” a Cristo.., tiene que ser de corazón y para siempre…
      • Sin embargo, no podemos olvidar, que solamente podemos hacerlo, mediante el poder de su resurrección…
    • 3º Pensamiento: Jesucristo no nos rechaza por ser ambiciosos.., El siempre nos corrige y nos enseña la verdad…
      • ¡Que lección más magistral la del Evangelio de hoy, de cómo piensa Dios sobre el hombre.., sea este justo o pecador..; y de cómo potencia para el bien toda nuestra miseria.., y limitación personal…! ¡Realmente admirable..!

*

La grandeza de un hombre está en saber reconocer su propia pequeñez.

Blaise Pascal (1623-1662) Científico, filósofo y escritor francés.

22/03/2011, Martes de la segunda semana de Cuaresma

Lectura del libro de Isaías (1,10.16-20)

Oíd la palabra del Señor, príncipes de Sodoma, escucha la enseñanza de nuestro Dios, pueblo de Gomorra: «Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones. Cesad de obrar mal, aprended a obrar bien; buscad el derecho, enderezad al oprimido; defended al huérfano, proteged a la viuda. Entonces, venid y litigaremos - dice el Señor- Aunque vuestros pecados sean como púrpura, blanquearán como nieve; aunque sean rojos como escarlata, quedarán como lana. Si sabéis obedecer, lo sabroso de la tierra comeréis; si rehusáis y os rebeláis, la espada os comerá. Lo ha dicho el Señor.»Palabra de Dios.

Salmo responsorial (Sal 49, 8-9. 16bc- 17. 21 y 23)
R. Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios.

«No te reprocho tus sacrificios, pues siempre están tus holocaustos ante mí.
Pero no aceptaré un becerro de tu casa, ni un cabrito de tus rebaños. R.

¿Por qué recitas mis preceptos y tienes siempre en la boca mi alianza,
tú que detestas mi enseñanza y te echas a la espalda mis mandatos? R.

Esto haces, ¿y me voy a callar? ¿Crees que soy como tú?
El que me ofrece acción de gracias, ése me honra;
al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios». R.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (23, 1-12)

En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: -"En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros. Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

22 marzo 2011, martes de la segunda semana de Cuaresma – Puntos de oración

Ya estarás preparado a dedicar un rato de oración al Señor, en el momento más oportuno del día. Quizás sea ese momento por la mañana. Por alguna razón el sol aparece al empezar el día. Jesús es el sol que me ilumina cada día.

Para llegar a intimar con el Señor en diálogo íntimo con él, no se puede llegar a ello sin una preparación. Todo lleva su tiempo de aclimatación. También sucede en la oración.

San Ignacio de Loyola con su método, nos ayuda a dar esos pasos intermedios y llegar al final de la oración en coloquio íntimo con el Padre, con Jesús, con María.

Composición de lugar. “Meterme en la escena como si presente me hallase”.

Jesús se dirige a la gente y a sus discípulos. “En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos; haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dice… Todo lo que hacen es para que los vea la gente…”

Ahora nos habla a nosotros: “Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno sólo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermano…

El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”.

¿Cuál será hoy la súplica, la gracia que deseo alcanzar?

Señor, ¡dame un corazón nuevo! Que descubra en tus palabras lo que quieres para mí. Debo cumplir la voluntad de Dios a través de la mediaciones humanas que el Señor hoy pondrá en mi camino, aunque algunas de esas personas no vivan lo que dicen.

Actuar en cada momento, apoyado en la fortaleza que recibo en la oración, de forma coherente, y no para que me vean los demás.

El verdadero maestro es el Señor. Que le escuche, que le conozca, que le siga.

Que imite a Jesús. “El que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”, así termina el Evangelio de hoy.

En el coloquio final hablar con Jesús y pedirle para este día la fortaleza para hacer en todo momento la voluntad de Dios. Será muy fácil si me dejos acompañar por Él todo el día.

Pedirle a la Virgen María en este día lo que nos propone el Salmo 49:

“Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios”.

21/03/2011, Lunes de la segunda semana de Cuaresma

Lectura de la profecía de Daniel (9, 4b-10)

Señor, Dios grande y terrible, que guardas la alianza y eres leal con los que te aman y cumplen tus mandamientos. Hemos pecado, hemos cometido crímenes y delitos, nos hemos rebelado apartándonos de tus mandatos y preceptos. No hicimos caso a tus siervos, los profetas, que hablaban en tu nombre a nuestros reyes, a nuestros príncipes, padres y terratenientes. Tú, Señor, tienes razón, a nosotros nos abruma hoy la vergüenza: a los habitantes de Jerusalén, a judíos e israelitas, cercanos y lejanos, en todos los países por donde los dispersaste por los delitos que cometieron contra ti. Señor, nos abruma la vergüenza: a nuestros reyes, príncipes y padres, porque hemos pecado contra ti. Pero, aunque nosotros nos hemos rebelado, el Señor, nuestro Dios, es compasivo y perdona. No obedecimos al Señor, nuestro Dios, siguiendo las normas que nos daba por sus siervos, los profetas.

Salmo responsorial (Sal 78, 8. 9. 11 y 13)
R. Señor, no nos trates como merecen nuestros pecados.

No recuerdes contra nosotros las culpas de nuestros padres;
que tu compasión nos alcance pronto, pues estamos agotados. R.

Socórrenos, Dios, salvador nuestro, por el honor de tu nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados a causa e tu nombre. R.

Llegue a tu presencia el gemido del cautivo:
con tu brazo poderoso, salva a los condenados a muerte. R.

Mientras, nosotros, pueblo tuyo, ovejas de tu rebaño, te daremos gracias siempre,
contaremos tus alabanzas de generación en generación. R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (6, 36-38)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros».

21 marzo 2011, lunes de la segunda semana de Cuaresma – Puntos de oración

Hoy el Señor no se anda con rodeos. ‘Perdonad y seréis perdonados’. Así de sencillo. Así de radical. Hoy nuestra oración es para hacer un examen de conciencia y purificar nuestro corazón de todos los odios, rencillas, rencores, que paralizan nuestra alma para poder amar con libertad.

Comenzamos pidiéndole al Señor que nos dé luz para ver nuestros rencores, fuerza para perdonar y humildad para aceptar el perdón.

Primero.- Traigo a la mente todas aquellas personas que –en una medida o en otra- tengo algún enfrentamiento, les guardo rencor por algo, creo que no son justas conmigo… Si examino bien, seguro que encuentro no pocas personas con las que mis relaciones no son buenas.

Segundo.- Traigo a la mente aquellos fallos, pecados, miserias que se agolpan en mi corazón. Sé que no son pocos. Y muchas veces su peso me sobrepasa y aplasta. Los traigo a mi memoria con corazón roto.

Tercero.- Escucho la palabra del Señor. Releo el evangelio poniéndolo en singular, no en plural. Y oigo de la boca de Jesús que me dice, con mi nombre. No juzgues… perdona…sé compasivo…

Cuarto.- Después de escuchar al Señor, le pido fuerza al Señor para perdonar todo lo que me está pesando y he recordado antes. Y le pido misericordia para que me perdone a mí también. Doy perdón y acojo el que se me da. Siento que esto me libera. Preparo así mi corazón para hacer en cuanto pueda una buena confesión sacramental, en la que materializar este perdón dado y recibido.

Y hago un propósito… ¿A quién podría pedirle yo personalmente perdón de toda esa lista que me había salido? Hoy hablaré con alguien de esas personas y me acercaré con sencillez y humildad a pedirle perdón, a restaurar las heridas, a crear lazos de comunión.

20/03/2011, Domingo de la segunda semana de Cuaresma

Lectura del libro del Génesis (12, 1-4a)

En aquellos días, el Señor dijo a Abran: -«Sal de tu tierra y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré. Haré de ti un gran pueblo, te bendeciré, haré famoso tu nombre, y será una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan. Con tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo.» Abran marchó, como le había dicho el Señor.

Salmo responsorial (Sal 32, 4-5. 18-19. 20 y 22)
R. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.

La palabra del Señor es sincera, y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra. R.

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre. R.

Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. R.

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (1,8b-10)

Querido hermano: Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según la fuerza de Dios. Él nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por nuestros méritos, sino porque, desde tiempo inmemorial, Dios dispuso darnos su gracia, por medio de Jesucristo; y ahora, esa gracia se ha manifestado al aparecer nuestro Salvador Jesucristo, que destruyó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal, por medio del Evangelio.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (17, 1-9)

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: -«Señor, ¡qué bien se está aquí! Sí quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: -«Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.» Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo: -«Levantaos, no temáis.» Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: -«No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos».

20 marzo 2011, domingo de la segunda semana de Cuaresma – Puntos de oración

Este segundo domingo de cuaresma la liturgia nos presenta la figura de Jesucristo transfigurado. En El todos los hombres encontramos el modelo que debe orientar nuestro rumbo en la vida. Por encima de todos los que esta sociedad nos presenta, Jesús emerge luminoso, deslumbrante, sin competidor alguno. Su figura cautiva y termina enganchando, todo queda en segundo plano. Que la Virgen nos conceda el regalo de sentir a Cristo transfigurado y de llevar su resplandor a tantos hombres y mujeres que hoy viven acostumbrados a una pálida existencia sin luz en sus corazones.

Himno

Transfigúrame, Señor, transfigúrame.

Fuente: Liturgia de las horas

Transfigúrame, Señor, transfigúrame.

Quiero ser tu vidriera,

tu alta vidriera azul, morada y amarilla.

Quiero ser mi figura, sí, mi historia,

pero de ti en tu gloria traspasado.

Transfigúrame, Señor, transfigúrame.

Mas no a mí solo,

purifica también

a todos los hijos de tu Padre

que te rezan conmigo o te rezaron,

o que acaso ni una madre tuvieron

que les guiara a balbucir el Padrenuestro.

Transfigúranos, Señor, transfigúranos.

Si acaso no te saben, o te dudan

o te blasfeman, límpiales el rostro

como a ti la Verónica;

descórreles las densas cataratas de sus ojos,

que te vean, Señor, como te veo.

Transfigúralos, Señor, transfigúralos.

Que todos puedan, en la misma nube

que a ti te envuelve,

despojarse del mal y revestirse

de su figura vieja y en ti transfigurada.

Y a mí, con todos ellos, transfigúrame.

Transfigúranos, Señor, transfigúranos.

19/03/2011, Solemnidad de San José

Lectura del segundo libro de Samuel (7, 4-5a. 12-14a. 16)

En aquellos días, recibió Natán la siguiente palabra del Señor: -«Ve y dile a mi siervo David: "Esto dice el Señor: Cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré su realeza. Él construirá una casa para mi nombre, y yo consolidaré el trono de su realeza para siempre. Yo seré para él padre, y él será para mí hijo. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre"».

Salmo responsorial (Sal 88, 2-3. 4-5. 27 y 29)
R. Su linaje será perpetuo.

Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad». R.

Sellé una alianza con mi elegido, jurando a David, mi siervo:
«Te fundaré un linaje perpetuo, edificaré tu trono para todas las edades». R.

Él me invocará: «Tú eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora».
Le mantendré eternamente mi favor, y mi alianza con él será estable. R.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (4, 13. 16-18. 22)

Hermanos: No fue la observancia de la Ley, sino la justificación obtenida por la fe, la que obtuvo para Abrahán y su descendencia la promesa de heredar el mundo. Por eso, como todo depende de la fe, todo es gracia; así, la promesa está asegurada para toda la descendencia, no solamente para la descendencia legal, sino también para la que nace de la fe de Abrahán, que es padre de todos nosotros. Así, dice la Escritura: «Te hago padre de muchos pueblos.» Al encontrarse con el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia lo que, no existe, Abrahán creyó. Apoyado en la esperanza, creyó, contra toda esperanza, que llegaría a ser padre de muchas naciones, según lo que se le había dicho: «As1 será tu descendencia.» Por lo cual le valió la justificación.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (1, 16. 18-21. 24a)

Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo. El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: -«José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.» Cuando José se despertó, hizo lo que le habla mandado el ángel del Señor.

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