La oración preparatoria a nuestra oración, como la llamamos desde nuestra tradición ignaciana, hoy nos la ofrece la primera lectura de la eucaristía del domingo: “Meteos las palabras mías en el corazón y en el alma, atadlas a la muñeca como un signo, ponedlas de señal en vuestra frente”.
Así queremos nosotros orar hoy y siempre: la palabra de Dios en el corazón, en el alma, en la frente. Queremos que la Palabra de Dios sea nuestro alimento para el alma, el consuelo para nuestro corazón, la seguridad para nuestra razón.
La Palabra de Dios hoy nos propone estas dicotomías para reflexionar sobre nuestra vida.
- Hombre prudente/hombre necio. En el evangelio
- Bendición/maldición. En la primera lectura.
- Gracia/pecado, si nos fijamos en la carta de san Pablo
¿En qué lado estamos? Creo que no hay lugar a dudas. Hombre prudente, bendición y gracia frente a hombre necio, maldición y pecado. Esta es la fuerza que tiene hoy la palabra de Dios leída en su conjunto. ¿Quién puede querer necedad, maldición y pecado? Por eso decimos que el evangelio es buena noticia, porque nos pone del lado en el que el hombre recibe gracia y amor.
¿Y por que no es siempre así en nuestra vida? Estamos llamados a plenitud, a felicidad, a gracia y alegría. Solo hay una respuesta: porque aún no hemos dejado que Jesús tome totalmente posesión de nuestras vidas y que sea nuestra roca, nuestro refugio, nuestra salvación.
Entendemos bien así la parábola del evangelio que nos vuelve a poner ante una doble opción: una casa que se hunde o una cosa que se mantiene firme. De nuevo parece obvio que todos queremos construir sobre roca. La parábola del evangelio tiene la fuerza de sacar lo mejor de nuestro corazón y llevarnos a decir ¡Yo quiero ser así! Yo quiero cimentar mi vida sobre ti Señor. ¿Cómo voy a desear otra cosa?
Sí, es posible. Dile al Señor con confianza de qué lado estás. Y junto a las palabras, dile que te ayude a cumplir su voluntad en cada momento. ¡No es difícil! Hazlo hoy, y después cada día de esta semana que comenzamos en la que el señor nos va a conceder un gran regalo: ¡empezar la cuaresma! La cuaresma nos servirá para resituar nuestro cimiento en Dios, para eliminar, con su gracia, todas las debilidades de nuestra vida, todas nuestras tristezas.
¡Animo con nuestra vida! Está cimentada en Cristo desde el día de nuestro bautismo. Ahora solo queda ir, día a día, dejando que el arquitecto, Jesús, perfeccione su obra. El lo hace cada día en la eucaristía, lo hace cada vez que nos acercamos al sacramento del perdón, lo hace cada vez que vivimos el amor al pobre y necesitado. Así vamos dejando que el Señor nos sostenga, sea nuestra roca.
Feliz domingo.