Hay una antífona de la liturgia de las Horas de este tiempo de Cuaresma que reza así: “Empuñando las armas de la justicia, hagámonos recomendables a Dios por nuestra paciencia”. Las armas de la justicia, de la santidad que fortalecen nuestra paciencia son la oración, el ayuno y la limosna. Pidamos al comenzar nuestra oración que sepamos emplear esta armadura a lo largo de este día para servir a Dios con alegría.
Las dos lecturas de este día se unen para hablarnos de las dimensiones del perdón. En la primera, el orante implora el perdón y la compasión de Dios; en la segunda, el Señor nos enseña que hemos de perdonar siempre para ser nosotros perdonados.
“Trátanos según tu piedad, según tu gran misericordia”. La oración de Azarías es un modelo de súplica, un modelo insuperable de contrición: conscientes de no merecer nada por nuestros pecados, ofrecemos a Dios nuestro corazón deshecho pidiendo que nos trate según su misericordia infinita. Dios ofrece su perdón siempre de forma gratuita, por pura generosidad
“Hasta setenta veces siete”. Jesús le dice a Pedro que ha de perdonar siempre al hermano que le ha ofendido. ¿Por qué? La razón es clara: porque Dios nos perdona siempre, una y otra vez; no se cansa nunca de estar perdonando siempre. Por ello, cuando un hombre no es capaz de perdonar a su hermano se incapacita para recibir el perdón de Dios. Él nos ha perdonado mucho más que lo nosotros tenemos que perdonar a los demás. Nos ha levantado las deudas contraídas por nuestras culpas, cargando con ellas en la Cruz. No perdonar es tan ridículo como el hombre de la parábola al que se le han perdonado 10.000 talentos y me te en la cárcel al que le debe cien denarios.
Perdonar de corazón. La expresión nos dice que perdonar es una cosa del corazón, es decir, que es una forma de amar. Quien no perdona, es que no ama. El que ama, perdona. Todos los días hemos de pedir perdón y perdonar en la convivencia cotidiana y así crecemos en el amor con los que nos rodean. Cuando las ofensas son grandes, el perdón es un ejercicio difícil, requiere un camino de gracia. Desde luego, perdonar es descansar, sanar el corazón del resentimiento. Nos puede ayudar cambiar el famoso “perdono, pero no olvido” por esta otra frase, más conciliadora: “aunque no olvido, perdono”. Digamos a lo largo de este día: “Señor, recuerda tu misericordia”.