Esta vez vamos a hacer la oración en base a la primera lectura:
La Biblia elogia a los hombres de bien. ¿Qué es un hombre de bien? ¿Se distingue por sus creencias, por sus hechos, por sus palabras,…? ¿Hay hombres de bien en otras religiones o ateos?
Puedes ir formando una especie de definición de los hombres de bien: Creencias religiosas, planteamientos sociales, su familia, su trabajo, su servicio a los demás, si critican, si son positivos….
La Biblia dice que sus bienes perduran en su descendencia, sus hijos y nietos siguen en la alianza… (Nota, se deduce que también entre los judíos se daba el caso de los que no practicaban nada)
Plantéate si tu eres un hombre de bien. Pídele algo a la Virgen.
Ahora puedes pensar en alguna persona o personaje conocido: el P. Morales, Abe, alguien de tu familia… ¿Son hombres de bien?
Piensa ahora en Jesús y en la Virgen. Habla con ellos, miras a ver si ellos lo han sido y en qué momento se les nota (incluso distinto de la crucifixión, que es el más fácil).
Ahora puede ir repitiendo el salmo responsorial. Los salmos son la fundamental forma de oración de nuestros antecesores en la fe, su quintaesencia y con ellos ora la Iglesia en las Horas (vísperas, completas,…). Jesús, María y José recitaban esas poesías y canciones y les servían para adorar, alabar, pedir gracias y en definitiva para contactar con el Altísimo.
Si se te acaba el tema, te vas al Evangelio y te pones a cantar eso de “Si tuvieras fe como un granito de mostaza, ay, ay, ay, / eso dice el Señor. Tu le dirías a las montañas…”