1/12/2019, Domingo I de Adviento (Ciclo A)


Lectura del libro de Isaías (2, 1-5)
Visión de Isaías, hijo de Amos, acerca de Judá y de Jerusalén: En los días futuros estará firme el monte de la casa del Señor, en la cumbre de las montañas, más elevado que las colinas. Hacia él confluirán todas las naciones, caminarán pueblos numerosos y dirán: «Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob. Él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sion saldrá la ley, la palabra del Señor de Jerusalén». Juzgará entre las naciones, será árbitro de pueblos numerosos. De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra. Casa de Jacob, venid; caminemos a la luz del Señor.
Salmo responsorial (Sal 121, 1-2. 4-5. 6-7. 8-9)
R. Vamos alegres a la casa del Señor.
¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies, tus umbrales, Jerusalén. R.
Allá suben las tribus, las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia, en el palacio de David. R.
Desead la paz a Jerusalén: «Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios». R.
Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: «La paz contigo».
Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien. R.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (13, 11-14)
Hermanos: Comportaos reconociendo el momento en que vivís, pues ya es hora de despertaros del sueño, porque ahora la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe. La noche está avanzada, el día está cerca: dejemos, pues, las obras de las tinieblas y pongámonos las armas de la luz. Andemos como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujuria ni desenfreno, nada de riñas ni envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (24, 37-44)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. En los días antes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo, a una se la llevarán y a otra la dejarán. Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».

1 diciembre 2019. Domingo I de Adviento (Ciclo A) – Puntos de oración


Para comenzar nuestra oración nos ponemos en la presencia del señor, le pedimos luz al Espíritu Santo para que nos ilumine y también podemos pedir la intercesión de algún santo.
Hoy domingo comenzamos el tiempo de adviento, un tiempo litúrgico muy especial. Ya nos vamos acercando hacia el final de año y empieza a entrar ese sentimiento de que otro año más se nos va y la ilusión de principio de curso se va apagando. Frente a esto el adviento nos presenta una luz, una nueva Vida que viene a iluminar por completo nuestras vidas. Es un tiempo de recuperar ilusión, de deslumbrarnos por lo que está por venir y prepararnos para ello.
De las lecturas de hoy podemos extraer dos claves. Por un lado, vivir revestidos de Jesús. En la carta a los Romanos se nos invita a dejar de lado las cosas que sobran para poder ser reflejos de Jesús, vivir mirando hacia él. Por otro lado, estar preparados, pendientes. En el evangelio se narra la importancia de estar preparados para lo que viene. Este estar preparados, tiene que nacer desde la ilusión y el cariño, cómo el que espera a un amigo después de mucho tiempo sin verlo y le prepara una fiesta, cuida todos los detalles, es puntual, se esfuerza porque todo este al gusto del amigo. Esta es la actitud que se nos propone vivir hoy.
Con estas dos claves, las lecturas os invito a disfrutar este primer rato de oración del adviento. Que sea un rato sencillo, a tú manera y con tus palabras para dar comienzo a este tiempo de espera y de preparación para la Navidad que comenzamos hoy.
Para acabar nuestro rato de oración hoy no puede faltar un pequeño coloquio con la Virgen. Ya quedan pocos días para la gran fiesta de la Inmaculada, que pongamos a sus pies todas nuestras inquietudes en sus manos y que empecemos de su mano este nuevo tiempo litúrgico que comenzamos hoy.

30/11/2019. San Andrés, apóstol


Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (10, 9-18)
Hermanos: Si profesas con tus labios que Jesús es el Señor, y crees con tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvado. Pues con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con los labios se profesa para alcanzar la salvación. Pues dice la Escritura: «Nadie que crea en él quedará confundido». En efecto, no hay distinción entre judío y griego; porque uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan, pues «todo el que invoque el nombre del Señor será salvo». Ahora bien, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído?; ¿cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar?; y ¿cómo oirán hablar de él sin nadie que anuncie?; y ¿cómo anunciarán si no los envían? Según está escrito: «¡Qué hermosos los pies de los que anuncian la Buena Noticia del bien!». Pero no todos han prestado oído al Evangelio. Pues Isaías afirma: «Señor, ¿quién ha creído nuestro mensaje?» Así, pues, la fe nace del mensaje que se escucha, y viene a través de la palabra de Cristo. Pero digo yo: «¿Es que no lo han oído? Todo lo contrario: «A toda la tierra alcanza su pregón, y hasta los confines del orbe sus palabras».
Salmo responsorial (Sal 18, 2-3. 4-5)
R. A toda la tierra alcanza su pregón.
El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra. R.
Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje. R.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (4, 18-22)
En aquel tiempo, pasando Jesús junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores. Les dijo: «Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, su hermano, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre, y los llamó. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.

30 noviembre 2019. San Andrés, apóstol – Puntos de oración


Todos los cristianos, de cualquier tiempo, podemos confesar que lo central de nuestra vida es el encuentro con Jesús, que puede tener circunstancias personales distintas, pero en lo sustancial es igual para todos. “En la fe cristiana todo comienza con un encuentro”. A todos nos pasó o nos pasará lo que a Andrés. Un día Cristo Jesús salió a nuestro encuentro y nos pedirá que le sigamos. Y con nuestras manos vacías de nuestro querido Abelardo, le diremos: "aquí estamos, aquí estoy".
El otro día veía la película del Papa Francisco (2015) y en su vida él confiesa abiertamente: “La fe, para mí, nació del encuentro con Jesús. Un encuentro personal, que tocó mi corazón y dio una nueva dirección y un nuevo sentido a mi existencia”. Además, en su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, insiste: “Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso”.
Nos pide que le sigamos, que le sigamos. Nada más. Un amigo me decía: "soy un pecador enorme, soy un mierdas, pero sé que Dios me quiere así como soy, y eso me sostiene". A mí, me consuela pensar así, que Dios a pesar de todo me quiere (aunque no lo sienta muchas veces y pues claro que le pido que me lo muestre más). Sin embargo, en y a pesar de todo, Él está. 
Unido a este apartado del Evangelio, Jesús llamó a Simón y Andrés. Les conocía bien, muy bien y aun así les llamó. Si hubo alguien más mediocre que Pedro, si hubo alguien más cobarde que los apóstoles...esos somos nosotros y esos fueron ellos. Ojalá le pidamos hoy seguirle siempre, aunque pongamos resistencias, que al final le sigamos donde nos lleve, donde Él nos quiera.

29/11/2019. Viernes de la XXXIV semana del Tiempo Ordinario


Lectura de la profecía de Daniel (7, 2-14)
Yo, Daniel, tuve una visión nocturna: Vi que los cuatro vientos del cielo agitaban el océano. Cuatro bestias gigantescas salieron del mar, distintas una de otra. La primera era como un león con alas de águila; la estaba mirando y de pronto vi que le arrancaban las alas, la alzaron del suelo, la pusieron de pie como un hombre y le dieron mente humana. Había una segunda bestia semejante a un oso; estaba medio erguida, con tres costillas en la boca, entre los dientes. Le dijeron: «Levántate. Come carne en abundancia». Después yo seguía mirando y vi otra bestia como un leopardo, con cuatro alas de ave en el lomo, y esta bestia tenía cuatro cabezas. Y le dieron el poder. Después seguí mirando y en visión nocturna contemplé: una cuarta bestia, terrible, espantosa y extraordinariamente fuerte; tenía grandes dientes de hierro, con los que comía y descuartizaba; y las sobras las pateaba con las pezuñas. Era distinta a las bestias anteriores, porque tenía diez cuernos. Miré atentamente los cuernos, y vi que de entre ellos salía otro cuerno pequeño; y arrancaron ante él tres de los cuernos precedentes. Aquel cuerno tenía ojos humanos, y una boca que profería insolencias. Miré y vi que colocaban unos tronos. Un anciano se sentó. Su vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima; su trono, llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas; un río impetuoso de fuego brotaba y corría ante él. Miles y miles le servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los libros. Yo seguía mirando, atraído por las insolencias que profería aquel cuerno; hasta que mataron a la bestia, la descuartizaron y la echaron al fuego. A las otras bestias les quitaron el poder, dejándolas vivas una temporada, hasta un tiempo y una hora. Seguí mirando. Y en mi visión nocturna vi venir una especie de hijo de hombre entre las nubes del cielo. Avanzó hacia el anciano y llegó hasta su presencia. A él se le dio poder, honor y reino. Y todos los pueblos, naciones y lenguas lo sirvieron. Su poder es un poder eterno, no cesará. Su reino acabará.
Salmo responsorial (Dn 3, 75. 76. 77. 78. 79. 80. 81)
R. ¡Ensalzadlo con himnos por los siglos!
Montes y cumbres, bendecid al Señor. R.
Cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor. R.
Manantiales, bendecid al Señor. R.
Mares y ríos, bendecid al Señor. R.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor. R.
Aves del cielo, bendecid al Señor. R.
Fieras y ganados, bendecid al Señor. R.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (21, 29-33)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos una parábola: «Fijaos en la higuera y en todos los demás árboles: cuando veis que ya echan brotes, conocéis por vosotros mismos que ya está llegando el verano. Igualmente vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán».

29 noviembre 2019. Viernes de la XXXIV semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración


Empezamos la oración ofreciendo al Señor nuestras intenciones, acciones y operaciones para que sean puramente ordenadas al servicio y alabanza de Su divina majestad.
Hoy 29 se cumple una semana de la partida al cielo de nuestro querido Abe. Esta semana todos hemos tenido el corazón más en el cielo que en la tierra. Y precisamente las lecturas nos hablan de ese Reino, de la Patria Eterna, donde Abe está ya gozando de la presencia de Dios. No cabe duda de que necesitamos de la gracia de Dios para descubrir que el Reino está cerca, mejor aún, dentro de nuestro corazón. Cuando vivimos sumergidos en las múltiples ocupaciones del día a día y nos dejamos llevar por ellas, no somos capaces de descubrir la presencia de Dios en todo, dejamos de ser conscientes de que el Reino de Dios está en medio de nosotros y nos pasa como a los que se refiere Jesús en el Evangelio… “Fijaos en la higuera o en cualquier árbol: cuando echan brotes, os basta verlos para saber que el verano está cerca”… que quizá seamos expertos en una o muchas materias, hemos sacado másteres y doctorados, pero si todo ello no me aporta para la salvación de mi alma, para saber reconocer “los signos de los tiempos”, no me ha servido de nada. Hemos de pedir esa gracia y podemos aprovechar este momento de oración para hacerlo. Es la gracia de las manos vacías que el Señor concedió a Abelardo y que él supo mantener activa durante toda su vida. El Señor está deseoso de dárnosla también a nosotros… que sepamos disponer nuestro corazón a imitación de Abe para dejarnos hacer por Él.
“El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán” … palabras que nos transmiten confianza en la Misericordia de Dios, Él es Rey, ya ha vencido a la muerte. Que terminemos este rato de oración escuchando a Jesús decir estar palabras y, con perspectiva de Adviento, mirando a la Virgen a solas con su Tesoro.

28/11/2019. Jueves de la XXXIV semana del Tiempo Ordinario


Lectura de la profecía de Daniel (6, 12-28)
En aquellos días, los hombres espiaron a Daniel y lo sorprendieron orando y suplicando a su Dios. Luego se acercaron al rey y le hablaron sobre la prohibición: «Majestad, ¿no has firmado tú un decreto que prohíbe durante treinta días, hacer oración a cualquier dios u hombre fuera de ti, oh rey, bajo pena de ser arrojado al foso de los leones?». El rey contestó: «El decreto está en vigor, como ley irrevocable de medos y persas». Ellos le replicaron: «Pues Daniel, uno de los deportados de Judea, no te obedece a ti, majestad, ni acata el edicto que has firmado, sino que hace su oración tres veces al día». Al oírlo, el rey, todo sofocado, se puso a pensar cómo salvar a Daniel, y hasta la puesta del sol estuvo intentando librarlo. Pero aquellos hombres le urgían, diciéndole: «Majestad, sabes que, según la ley de medos y persas, todo decreto o edicto real son válidos e irrevocables». Entonces el rey mandó traer a Daniel y echarlo al foso de los leones. Y dijo a Daniel: «¡Que te salve tu Dios al que veneras fielmente!». Trajeron una piedra, taparon con ella la boca del foso, y el rey la selló con su sello y con el de sus nobles, para que nadie pudiese modificar la sentencia dada contra Daniel. Luego el rey volvió a palacio, pasó la noche en ayunas, sin mujeres y sin poder dormir. Por la mañana, al rayar el alba, el rey se levantó y fue corriendo al foso de los leones. Se acercó al foso y gritó a Daniel con voz angustiada. Le dijo a Daniel: «¡Daniel, siervo del Dios vivo! ¿Ha podido salvarte de los leones tu Dios a quien veneras fielmente?». Daniel le contestó: «¡Viva el rey eternamente! Mi Dios envió su ángel a cerrar las fauces de los leones, y no me han hecho ningún daño, porque ante él soy inocente; tampoco he hecho nada malo contra ti». El rey se alegró mucho por eso y mandó que sacaran a Daniel del foso; al sacarlo del foso, no tenía ni un rasguño, porque había confiado en su Dios. Luego el rey mandó traer a los hombres que habían calumniado a Daniel, y ordenó que los arrojasen al foso de los leones con sus hijos y esposas. No habían llegado al suelo del foso y ya los leones los habían atrapado y despedazado. Entonces el rey Darío escribió a todos los pueblos, naciones y lenguas que pueblan la tierra: «¡Paz y bienestar! De mi parte queda establecido el siguiente decreto: Que en todos los dominios de mi reino se respete y se tema al Dios de Daniel. Él es el Dios vivo, que permanece siempre. Su reino no será destruido, su imperio dura hasta el fin. Él salva y libra, hace prodigios y signos en el cielo y en la tierra. Él salvó a Daniel de los leones».
Salmo responsorial (Dn 3, 68. 69. 70. 71. 72. 73. 74)
R. ¡Ensalzadlo con himnos por los siglos!
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor. R.
Témpanos y hielos, bendecid al Señor. R.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor. R.
Noche y día, bendecid al Señor. R.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor. R.
Rayos y nubes, bendecid al Señor. R.
Bendiga la tierra al Señor. R.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (21, 20-28)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed que entonces está cerca su destrucción. Entonces, los que estén en Judea, que huyan a los montes; los que estén en medio de Jerusalén, que se alejen; los que estén en los campos, que no entren en ella; porque estos son “días de venganza” para que se cumpla todo lo que está escrito. ¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! Porque habrá una gran calamidad en esta tierra y un castigo para este pueblo. “Caerán a filo de espada”, los llevarán cautivos “a todas las naciones”, y “Jerusalén será pisoteada por los gentiles”, hasta que alcancen su plenitud los tiempos de los gentiles. Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación».

28 noviembre 2019. Jueves de la XXXIV semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración


Hoy, la Iglesia nos propone a Santa Catalina Labouré, religiosa de la familia Vicenciana, a través de la cual la Virgen María le encomienda la devoción a la medalla milagrosa; símbolo de su protección e intercesión de sus gracias.
E Iniciamos la oración encomendándonos a S. José. Tomamos una cita del P. Pío cuando se dirige a su director espiritual (el 20 de marzo de 1921), contándole lo siguiente: “Ayer, festividad de san José, sólo Dios sabe las dulzuras que experimenté, sobre todo después de la misa, tan intensas que las siento todavía en mí. La cabeza y el corazón me ardían, pero era un fuego que me hacía bien” (Ep I,265).
Aún resuena en nuestro corazón la festividad del pasado domingo de Cristo Rey. Por eso, las lecturas de mañana siguen reflejando destellos de esa fiesta. Y, en el fondo, nos muestran como la oración, nos fortalece en las pruebas (1ª lect.), y además cómo nos puede ayudar a descubrir a Jesús por encima de todo lo que nos ocurre (2ª lect.). Primero, nos situaremos en la corte del rey Darío y, en segundo lugar, junto a Jerusalén, sobre la que Jesús va a pronunciar duras palabras.
Al joven profeta Daniel unos hombres, le espían y denuncian al rey. Esto se debe a que había decretado la prohibición de orar y dirigirse a cualquier Dios que no fuese el rey. Por eso sorprendieron a Daniel, orando y suplicando a su Dios. Aunque era estimado por el monarca y deseaba salvarlo, sus colaboradores le urgieron para ejecutar la amenaza y echarlo al foso de los leones. Ya cuando estaba en el foso, al día siguiente de ser arrojado, el soberano se acerca y dice «¡Daniel, siervo del Dios vivo! ¿Ha podido salvarte de los leones ese Dios a quien veneras tan fielmente?» Daniel le responde que “Dios envió su ángel”. En efecto, al sacarlo, no tenía ni un rasguño.
Entonces el rey Darío escribió a todos los pueblos; … Él es el Dios vivo que permanece siempre. Aquí vemos un fruto de esa confianza, serena y fuerte, por parte de un joven, en el Señor. Aún a costa de entregar la vida. Pero todo comienza, continúa y vuelve a regenerarse desde esa oración. Otro fruto es el que se da en el corazón de Daniel, aun cuando es salvado, pues no se revela ni agría contra quien le envió al foso; « ¡Viva siempre el rey! …como tampoco he hecho nada contra ti.»
Las palabras del Señor en el evangelio, anunciando la futura destrucción de Jerusalén y tomando pie de ello, anunciar su segunda venida, son ocasión para plantearnos nuestra actitud ante la vida. Y no debe ser otra que la recomendada por Jesús; “levantaosalzad vuestra cabeza”. Verbos activos para poder alcanzar a ver; “…al Hijo del hombre”, que está por encima de todo lo que ocurre. La importancia de la oración que decíamos antes, ahora se evidencia al sernos necesaria para descubrir esa presencia escondida suya, en las apariencias.
Descubrimos en La Virgen a esa mujer orante (contemplativa), en desde lo que le ocurre a diario. Junto a su esposo José, saben dejarse conducir y descubrir la presencia que recrea y enamora. Una presencia descubierta que les empuja para hacerse compromiso, cercanía, mano tendida y sonrisa amable ante el dolor ajeno.

27/11/2019. Miércoles de la XXXIV semana del Tiempo Ordinario


Lectura de la profecía de Daniel (5, 1-6. 13-14. 16-17. 23-28)
En aquellos días, el rey Baltasar ofreció un gran banquete a mil de sus nobles, y se puso a beber delante de los mil. Bajo el efecto del vino, mandó traer los vasos de oro y plata que su padre, Nabucodonosor había cogido en el templo de Jerusalén, para que bebieran en ellos el rey junto con sus nobles, sus mujeres y sus concubinas. Cuando trajeron los vasos de oro que habían cogido en el templo de Jerusalén, brindaron con ellos el rey y sus nobles, sus mujeres y concubinas. Y mientras bebían vino, alababan a los dioses de oro y plata, de bronce y hierro, de piedra y madera. De repente, aparecieron unos dedos de mano humana escribiendo sobre el revoque del muro del palacio, frente al candelabro, y el rey veía el dorso de la mano que escribía. Entonces su rostro palideció, sus pensamientos le turbaron, los músculos del cuerpo se le aflojaron, y las rodillas le entrechocaban. Trajeron a Daniel ante el rey, y este le preguntó: «¿Eres tú Daniel, uno de los judíos desterrados que trajo de Judea el rey mi padre? He oído decir de ti que posees el espíritu de los dioses, y que en ti se encuentran inteligencia, prudencia y una sabiduría extraordinaria. He oído decir de ti que tú puedes interpretar sueños y resolver problemas; pues bien, si logras leer lo escrito y exponerme su interpretación, te vestirás de púrpura, llevarás al cuello un collar de oro y ocuparás el tercer puesto en mi reino». Entonces Daniel habló así al rey: «Quédate con tus dones y da a otro tus regalos. Yo leeré al rey lo escrito y le expondré su interpretación. Te has rebelado contra el Señor del cielo, has hecho traer a tu presencia los vasos de su templo, para beber vino en ellos en compañía de tus nobles, tus mujeres y concubinas. Has alabado a dioses de plata y oro, de bronce y hierro, de madera y piedra, que ni ven, ni oyen, ni entienden; mientras que al Dios dueño de vuestra vida y tus empresas no lo has honrado. Por eso él ha enviado esa mano para escribir este texto. Lo que está escrito es: “Contado, Pesado, Dividido”. La interpretación es ésta: “Contado”: Dios ha contado los días de tu reinado y les ha señalado el final; “Pesado”: te ha pesado en la balanza y te falta peso; “Dividido”: tu reino se ha dividido y se lo entregan a medos y persas».
Salmo responsorial (Dn 3, 62. 63. 64. 65. 66. 67)
R. ¡Ensalzadlo con himnos por los siglos!
Sol y luna, bendecid al Señor. R.
Astros del cielo, bendecid al Señor. R.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor. R.
Vientos todos, bendecid al Señor. R.
Fuego y calor, bendecid al Señor. R.
Fríos y heladas, bendecid al Señor. R.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (21, 12-19)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a las cárceles y haciéndoos comparecer ante reyes y gobernadores, por causa de mi nombre. Esto os servirá de ocasión para dar testimonio. Por ello, meteos bien en la cabeza que no tenéis que preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os entregarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán de mi nombre. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

27 noviembre 2019. Miércoles de la XXXIV semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración


Seguimos bajo el impacto de la partida al cielo de Abelardo. Hay fiesta en el cielo esta semana. Nos ayuda la imagen de todo el cielo cantando junto con Abe la misericordia de Dios, dando así gloria a su nombre santo.
Por eso hacer este rato de oración de hoy resulta muy fácil. Resulta fácil ponernos en la presencia de Dios. Abe nos ayuda a ello, porque ya está con él. Y así repetir, como él nos enseñaba las tandas de ejercicios: que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de su divina majestad.
Y es también fácil, porque hoy ayudan bastante, hacer oración de las lecturas de la misa.
La primera, del libro de Daniel, va dirigida no solo al rey Baltasar, hijo de Nabucodonosor, sino también a todos nosotros. Porque de una u otra forma en nuestra vida hacemos mucho de lo que aquí se cuenta. Hemos falseado las cosas de Dios, le hemos utilizado para nuestros fines, podemos habernos aprovechado muchas veces de nuestra fe para justificar nuestro propio egoísmo, nuestros escaqueos de entregarnos a los demás justificándolo en dedicarnos al Señor. Podemos habernos hecho dioses de oro y plata, de bronce y hierro, de piedra o de madera. Ídolos que ocupan nuestra mente y nuestra vida y desplazan el mensaje del evangelio, la amistad personal con Jesús o la entrega generosa a los que nos necesitan. Nos hemos rebelado contra el Señor del cielo, no hemos aceptado su voluntad, hemos rehusado aceptar el último lugar, nos hemos rebelado ante nuestras miserias y hemos querido resolver nuestra vida sin contar con él.
Baltasar no fue capaz de reconocer su error y volverse hacia Dios pidiendo misericordia. Sin embargo, Jesús ha intercedido ya por nosotros y ha volcado con creces su misericordia en nuestra vida. Gratitud, confianza, entrega, deben brotar de nuestro corazón.
El evangelio de hoy es una llamada a la confianza en medio de las dificultades, a vivir sin miedo nuestra fe. Porque deseamos poner nuestra confianza solo en Dios, porque miramos nuestras manos vacías y las vemos llenas de los dones de Dios, porque María nos empuja a dejar de miramos a nosotros mismos, podemos confiar, dando testimonio, en medio de pruebas y contradicciones, del amor de Dios que quiere derramar sobre todos.
Confianza: ni un cabello de nuestra cabeza perecerá, por la perseverancia salvaremos nuestras almas y las de los que nos rodean, y las de tantos que no conocemos. En el cielo descubriremos un panorama impresionante de gracias que se han derramado cada vez que hemos reconocido ante el Señor nuestra impotencia y le hemos pedido que sea Él y no nosotros el que dirija nuestra vida.
Que sintamos cerca ese amor de Dios que Abe, incansable, no se cansó de predicar, y, sintiéndolo muy cerca de cada uno, sigamos su ejemplo y vivamos hoy todo el día desde el corazón de María, muy cerquita de san José.

26/11/2019. Martes de la XXXIV semana del Tiempo Ordinario


Lectura de la profecía de Daniel (2, 31-45)
En aquellos días, dijo Daniel a Nabucodonosor: «Tú, oh rey, viste estabas mirando y apareció una gran estatua. Era una estatua enorme y su brillo extraordinario resplandecía ante ti, y su aspecto era terrible. Aquella estatua tenía la cabeza de oro fino, el pecho y los brazos de plata, el vientre y los muslos de bronce, las piernas de hierro y los pies de hierro mezclado con barro. Mientras estabas mirando, una piedra se desprendió sin intervención humana, chocó con los pies de hierro y barro de la estatua y los hizo pedazos. Se hicieron pedazos a la vez el hierro y el barro, el bronce, la plata y el oro, triturados como tamo de una era en verano; el viento los arrebató y desaparecieron sin dejar rastro. Y la piedra que había deshecho la estatua creció hasta hacerse una montaña enorme que ocupaba toda la tierra». «Este era el sueño; ahora explicaremos al rey su sentido: Tú, ¡oh rey, rey de reyes!, a quien el Dios del cielo ha entregado el reino y el poder, el dominio y la gloria, a quien ha dado todos los territorios habitados por hombres, bestias del campo y aves del cielo, para que reines sobre todos ellos, tú eres la cabeza de oro. Te sucederá un reino de plata menos poderoso; después, un tercer reino de bronce, que dominará a todo el orbe. Vendrá después un cuarto reino, fuerte como el hierro; como el hierro destroza y machaca todo, así destrozará y triturará a todos. Los pies y los dedos que viste, de hierro mezclado con barro de alfarero, representan un reino dividido, aunque conservará algo del vigor del hierro, porque viste hierro mezclado con arcilla. Los dedos de los pies, de hierro y barro, son un reino a la vez poderoso y débil. Como viste el hierro mezclado con la arcilla, así se mezclarán los linajes, pero no llegarán a fundirse, lo mismo que no se puede fundir el hierro con el barro. Durante ese reinado, el Dios del cielo suscitará un reino que nunca será destruido, ni su dominio pasará a otro pueblo, sino que destruirá y acabará con todos los demás reinos, y él durará por siempre. En cuanto a la piedra que viste desprenderse del monte sin intervención humana, y que destrozó el hierro, el bronce, el barro, la plata y el oro, este significa lo que el Dios poderoso ha revelado al rey acerca del tiempo futuro. El sueño tiene sentido, la interpretación es cierta».
Salmo responsorial (Dn 3, 57. 58. 59. 60. 61)
R. ¡Ensalzadlo con himnos por los siglos!
Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor. R.
Cielos, bendecid al Señor. R.
Ángeles del Señor, bendecid al Señor. R.
Aguas del espacio, bendecid al Señor. R.
Ejércitos del Señor, bendecid al Señor. R.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (21, 5-11)
En aquel tiempo, algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos, Jesús les dijo: «Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida». Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?». Él dijo: «Mirad que nadie os engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre, diciendo: “Yo soy”, o bien: “Está llegando el tiempo”; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque es necesario que eso ocurra primero, pero el final no será enseguida». Entonces les decía: «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países, hambre y pestes. Habrá también fenómenos espantosos y grandes signos en el cielo».

26 noviembre 2019. Martes de la XXXIV semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración


Ven Espíritu Santo… ilumina nuestras inteligencias, fortalece nuestras voluntades, enciende nuestros corazones en el fuego de tu Amor. Abe, intercede por la Cruzada de Santa María, y por mí, que he sido llamado a vivir su espiritualidad y compartir su misión.
La invitación de hoy es muy sencilla: rumiar la primera lectura, y pedir que la gracia que ya se nos ha concedido, fructifique. Por tanto, Oracion en tres tiempos:
1.      Leer y meditar la primera lectura. ¿De qué me hablas, Señor? ¿Qué me viene hoy a la cabeza y al corazón con fuerza al leer el sueño de Nabucodonosor? ¿Acaso también en mi vida hay ídolos de oro y pies de barro? Hoy me llamas a salir de la mentira en mi vida, a dejar de decorarme, de adornarme, de tratar de brillar humanamente, para ser edificado sobre la Roca de tu Amor…
2.      Hace unos días falleció Abelardo de Armas. Él recibió una gran gracia en la clausura de sus 50 años de vida. Viéndole morir reducido a la nada, es posible romper las ataduras de nuestros miedos, derrotar a nuestros ídolos con el nombre de Jesucristo, porque si en la vida de Abe triunfó el Amor, en nosotros también puede hacerlo, si abandonamos brillos y maquillajes postizos para dejarnos mirar con Amor por Dios Padre en la desnudez de nuestra pobreza. Así relata él la gracia de las manos vacías, la inmensa gracia que pidió (y se le concedió) para toda la Institución:
Quiero comunicaros que todas vuestras oraciones y sacrificios ofrecidos con motivo de mi cumpleaños debieron caer en mi alma cuando la mañana del 17 de febrero ofrecía la Misa con cuatro hermanos míos, en el Carmelo de Duruelo.
Era la gracia de ver mi nada en el momento de nacer. Cuando por no tener carecía hasta de la vida de la gracia. Vi mi cuerpecito sucio de niño recién nacido, atendido y acariciado por la ternura de una madre que, hasta el cariño que volcaba en mí, era puesto por Dios en su corazón.
Y deseé morir como nací. Nacer a la vida eterna como a la temporal. Si el ser se me dio gratis y la gracia del bautismo sin merecimiento alguno, así en la plenitud de mi nada deseo entrar con las caricias de la Madre del cielo en el regazo del Padre. Por pura gracia y con las manos vacías. Ser pura, purísima alabanza de Dios, Autor de todas mis obras que ha obrado Él en cuanto hayan sido buenas. Y glorificador de las auténticas mías, las malas, que su misericordia lavó con la sangre derramada por mi Salvador en la Cruz.
En aquella acción de gracias, bajo el influjo de esa canción, Dios me iba haciendo a mí sentir un deseo inmenso… de que me dejase manejar en mi nada, y comprender entonces que toda la vida (no solo la mía, sino la de cada uno) es un milagro de exquisita misericordia de Dios. Y yo me iba diciendo aquel día: “Señor, hoy hace 51 años que nací. Yo no hice ningún mérito para nacer. Yo no me escogí a mí mismo; me escogiste tú, me sacaste desde la eternidad. Y hoy nací yo, por pura misericordia, por pura gracia tuya. Y entré en la tierra por tu pura gracia.
Y lo primero que encontré fue una madre, que me cuidaba y que tenía puesto ese instinto maternal que es tu amor de Padre de los cielos puesto en las madres de la tierra para que te cuiden. Porque es mi madre quien me está amando, pero es Dios quien ha creado a mi madre para que me ame. Y al poco tiempo, enseguida, me bautizaron, y entraste en mi corazón. Yo no hice ningún mérito para recibir la gracia del bautismo.
Entonces, Señor, si mis primeros pasos fueron pura gracia, ¿por qué mi nacimiento a la eternidad no tendría que ser también pura gracia? Y entrar en el cielo como entré en la tierra: con las manos vacías… ¡Qué bonito sería vivir así, siempre con las manos vacías!
No me daba cuenta de lo que pedía… Desde entonces la gracia que yo he recibido es que veo mis manos totalmente vacías. No tengo ningún acto de virtud… Y no sólo no tengo actos de virtud, es que no los quiero. No quiero tener virtudes. Quiero que mi única virtud sea la confianza que nace de la virtud de Él.
A partir de ese momento la gracia mayor para mí ha sido quedar inasequible al desaliento. Por mucha miseria que contemple en mí; ésa sí que es mía… Sentí un gozo grande al pensar que se cumplía lo de mis manos vacías, que entraba en el cielo por pura misericordia, para estar en el último rinconcito…
Y aquello era tan grande para mí, una gracia tan inmensa, que la pedí para toda la institución, y tengo la confianza de que se me concedió.
3.      Permanecer en silencio ante el Amor, y terminar con un coloquio íntimo con Cristo. Lo que aquí se me promete no se llevará a cabo imitando a Abe, sino dejando abrasar mi miseria por el Amor de Dios, el mismo que le transformó a él. Por tanto, permanecer en silencio en él…
Santa María, que mi vida sea edificada sobre la roca del Amor de Dios trabada con mi pobreza, no sobre el éxito y voluntarismo humanos que tratan de disimular mi completa incapacidad de ser santo por mis propias fuerzas. Madre Buena, que crea en Su Amor para conmigo.

25/11/2019. Lunes de la XXXIV semana del Tiempo Ordinario


Comienzo de la profecía de Daniel (1, 1-6. 8-20)
El año tercero del reinado de Joaquín, rey de Judá, Nabucodonosor, rey de Babilonia, llegó a Jerusalén y la asedió. El Señor entregó en su poder a Joaquín, rey de Judá y todo el ajuar que quedaba en el templo. Nabucodonosor se los llevó a Senaar, al templo de su Dios, y el ajuar del templo lo metió en el depósito del templo de su dios. El rey ordenó a Aspenaz, jefe de eunucos, seleccionar algunos hijos de Israel de sangre real y de la nobleza, jóvenes, perfectamente sanos, de buen tipo, bien formados en la sabiduría, cultos e inteligentes, y aptos para servir en el palacio real; y ordenó que les enseñasen la lengua y literatura caldeas. Cada día el rey les pasaba una ración de comida y de vino de la mesa real. Su educación duraría tres años, al cabo de los cuales entrarían al servicio del rey. Entre ellos, había unos judíos: Daniel, Ananías, Misael y Azarías. Daniel hizo propósito de no contaminarse con los manjares, ni con el vino de la mesa real, y pidió al capitán de eunucos que lo dispensase de aquella contaminación. Dios concedió a Daniel encontrar gracia y misericordia en el capitán de los eunucos, y este dijo a Daniel: «Tengo miedo al rey mi señor, que os ha asignado la ración de comida y bebida; pues si os ve más flacos que vuestros compañeros, ponéis en peligro mi cabeza delante del rey». Daniel dijo al encargado que el capitán de los eunucos había puesto para cuidarlos a él, a Ananías, a Misael y a Azarías: «Por favor, prueba diez días con tus siervos: que nos den legumbres para comer y agua para beber. Después, que comparen en tu presencia nuestro aspecto y el de los jóvenes que comen de la mesa real y trátanos según el resultado». Él les aceptó la propuesta e hizo la prueba durante diez días. Después de los diez días tenían mejor aspecto y estaban más robustos que cualquiera de los jóvenes que comían de la mesa real. Así que el encargado les retiró la ración de comida y de vino, y les dio legumbres. Dios les concedió a los cuatro inteligencia, comprensión de cualquier escritura y sabiduría. Daniel sabía, además interpretar visiones y sueños. Al cumplirse el plazo señalado para presentarlos al rey, el capitán de los eunucos los llevó a Nabucodonosor. Después de hablar con ellos, el rey no encontró ninguno como Daniel, Ananías, Misael y Azarías, y quedaron a su servicio. Y en todas las cuestiones y problemas que el rey les proponía, los encontró diez veces superiores al resto de los magos y adivinos de todo su reino.
Salmo responsorial (Dn 3, 52. 53. 54. 55. 56)
R. ¡A ti gloria y alabanza por los siglos!
Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres,
bendito tu nombre santo y glorioso. 
R.
Bendito eres en el templo de tu santa gloria. R.
Bendito eres sobre el trono de tu reino. R.
Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos. R.
Bendito eres en la bóveda del cielo. R.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (21, 1-4)
En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos, vio unos ricos que echaban donativos en el tesoro del templo; vio también una viuda pobre que echaba dos monedillas y dijo: «En verdad os digo que esa viuda pobre ha echado más que todos, porque todos esos han contribuido a los donativos con lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir».

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