Empezamos la oración ofreciendo al Señor
nuestras intenciones, acciones y operaciones para que sean puramente ordenadas
al servicio y alabanza de Su divina majestad.
Hoy 29 se cumple una semana de la
partida al cielo de nuestro querido Abe. Esta semana todos hemos tenido el
corazón más en el cielo que en la tierra. Y precisamente las lecturas nos
hablan de ese Reino, de la Patria Eterna, donde Abe está ya gozando de la
presencia de Dios. No cabe duda de que necesitamos de la gracia de Dios
para descubrir que el Reino está cerca, mejor aún, dentro de nuestro
corazón. Cuando vivimos sumergidos en las múltiples ocupaciones del día a día y
nos dejamos llevar por ellas, no somos capaces de descubrir la presencia de
Dios en todo, dejamos de ser conscientes de que el Reino de Dios está en medio
de nosotros y nos pasa como a los que se refiere Jesús en el Evangelio… “Fijaos
en la higuera o en cualquier árbol: cuando echan brotes, os basta verlos para
saber que el verano está cerca”… que quizá seamos expertos en una o
muchas materias, hemos sacado másteres y doctorados, pero si todo ello no me
aporta para la salvación de mi alma, para saber reconocer “los signos de los
tiempos”, no me ha servido de nada. Hemos de pedir esa gracia y
podemos aprovechar este momento de oración para hacerlo. Es la gracia de las
manos vacías que el Señor concedió a Abelardo y que él supo mantener activa
durante toda su vida. El Señor está deseoso de dárnosla también a nosotros… que
sepamos disponer nuestro corazón a imitación de Abe para dejarnos hacer por Él.
“El cielo y la tierra pasarán, mis
palabras no pasarán” … palabras que nos
transmiten confianza en la Misericordia de Dios, Él es Rey, ya ha
vencido a la muerte. Que terminemos este rato de oración escuchando a Jesús
decir estar palabras y, con perspectiva de Adviento, mirando a la Virgen a
solas con su Tesoro.