Preparamos
nuestra oración con los puntos del militante. A veces nuestra oración va
fenomenal y casi no necesitamos de ellos, pero otras como nos dice el salmo,
nuestra vida necesita del Señor urgentemente, necesitamos de Él como la tierra
reseca del agua. De ahí que gritemos al Señor. Las palabras que nos salen
del corazón no son susurros, sino gritos, porque nos vemos envuelto en los líos
del mundo. Muchas veces estamos en tribulación y llenos de angustias. Así pues,
que pidamos al Señor con insistencia, con confianza. Él nos puede ayudar. Si en
estos momentos de mi vida me siento rodeado por la mirada de Dios, acariciado
por su ternura, pues que brote en mi oración un canto de alabanza, un himno de
bendición. Que estos momentos de adoración me inflamen en amor a Él y a mis
hermanos, para que cuando yo esté pasándolo mal hagan lo mismo conmigo.
En la primera
lectura se nos anima a reflexionar en la eternidad. Somos eternos, Dios nos ha
creado para la inmortalidad y nos ha hecho uno en su Hijo. Esa unidad se va
haciendo poco a poco mucho mayor, cuanto más nos asociamos a Él a través de
nuestra vida, cuanto más le encarnamos, cuanto más nos asemejamos a Él. Pero
como se nos dice esta tarea que es cosa de dos, mía y de Él no es sencilla.
Somos probados en el crisol de la vida. ¿Qué nos deparará hoy este nuevo día
que comenzamos? Mucho de lo que nos ocurrirá ya lo sabemos. Conocemos a muchos
con los que hoy compartiremos vida. Pensemos como actuaremos, que les diremos…
También
disponemos de muchos ratos de silencio durante el día para ver cómo vamos, para
detectar al Señor que pasa, para dejarnos sorprender por Él. Empecemos desde
este primer momento. ¿Qué te está diciendo el Señor?