“Es imposible que no haya escándalos”
bien lo sabes, Señor. Bien me conoces. Sabes que tarde o temprano meteré la
pata, o lo hará mi hermano…
Pero tú, Señor, que lo sabes todo, me
enseñas el camino del perdón, el que me das cada vez que caigo, el que me
propones cuando cae mi hermano. Un camino a veces complicado, yo lo hago
complicado, ¿merezco que me perdonen? ¿se lo merece el otro? Si seguro que
vuelvo a fallar… o ese hermano me fallará de nuevo…
¡No lo merezco! ¡No lo merece!
Y tú Señor que me sondeas y me conoces,
que me conoces cuando me siento o me levanto, que de lejos penetras mis
pensamientos y distingues mi camino y mi descanso…, meneas la cabeza: “Si
tuvierais fe como un granito de mostaza”.
¿Alguna vez habéis visto un grano de
mostaza?
Días antes de mi examen de Grado en la
Universidad, me regalaron un granito de mostaza en una carta. Era un momento
“crucial” (en ese momento me lo parecía) me jugaba la carrera en un examen y me
causaba terror. Aquella carta, aquel grano de mostaza… ¡¡tan pequeño!! Después
del examen, me fui a un herbolario y compré una bolsita de granos de mostaza,
los fui regalando…
Un granito de mostaza es la medida
mínima que se nos pide para tener fe, para vivir esa aventura increíble de
saberme amado, perdonado, en lo que pueda hacer, en lo que sea, si me
arrepiento, si me duele lo que he hecho, si creo que el Señor me ama, SIEMPRE.
Y si yo me sé amado, yo que no lo
merezco y que fallo cada dos por tres, ¡¡cómo no voy a perdonarme o a perdonar
a mi hermano!!!
Un granito de mostaza, esa es la medida.
Y el milagro es infinito… lo hace Él.