4 noviembre 2019. Lunes de la XXXI semana del T. Ordinario – San Carlos Borromeo – Puntos de oración


Comenzamos poniéndonos en presencia del Señor y Nuestra Madre y pidiendo que todas nuestras intenciones y operaciones sean puramente ordenadas para la gloria, servicio y alabanza de Nuestro Señor.
Os propongo considerar el evangelio de hoy, en que San Lucas narra lo que Jesús dijo a un fariseo que le había invitado. Cuando des un banquete, invita a pobres…, dichoso tú…
El señor dice que dichosos serán los que compartan su pan con el hambriento. Y cuando habla del pan; no solo debemos considerar el pan material; que está bien preocuparse por los pobres y debe ser siempre la preocupación de la Iglesia y de todos los que la conformamos. Sino que también son dichosos los que comparten su tiempo, su amistad, afecto a tantos hombres con los que conviven en el estudio, trabajo, por las calles; y que también están necesitados de un amor verdadero.
El amor limpio es raro. Y, sin embargo, ¡cuánto agradecemos todos que nos traten desinteresadamente! El Señor quiere que purifiquemos nuestras intenciones. En este mundo muchas veces el amor no es puro, sino que suele incluir el interés y beneficios propios; por eso el Señor propone compartir tus talentos con los que más lo necesitan y no pueden pagarte: te pagarán cuando resuciten los justos.
El tener misericordia unos de otros; nos lo recuerda San Pablo: “Pues Dios nos encerró a todos en la rebeldía para tener misericordia de todos.” Puesto que todos hemos alcanzado la misericordia y el perdón de Nuestro Señor Jesucristo como lo recuerda el salmo: Yo soy un pobre malherido; Dios mío, tu salvación me levante...
Este ser “misericordiados” en palabras del Papa Francisco en su viaje a Perú y Chile: “este ser tratados con misericordia se vive en una doble dimensión: Ad intra, y ad extra, en cuanto que al ser misericordiados estamos llamados a tratar con esa misma misericordia a los demás.
Podríamos concluir con un coloquio con la Virgen mirándola a Ella que la Madre de Misericordia por excelencia y rezar muy despacito saboreando aquellas palabras: “Dios te salve, reina y Madre. Madre de Misericordia…esperanza nuestra” ¡Que seamos misericordiosos con los demás, aunque no puedan pagar nuestras riquezas, tiempo, dedicación, afecto…!

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