Hoy es domingo y bien se merece el Señor
que se le dedique un rato de oración con especial intensidad: busca tiempo para
el Señor, olvídate de los trabajos que te esperan hoy y ponte en presencia del
Señor. Jesús ha esperado este momento durante toda la noche y lo ha preparado
con especial esmero.
En el evangelio de hoy, el Señor se fija en Zaqueo, que está subido encima de
un árbol para ver pasar a Jesús. Se fija en él a pesar de ser un pecador
público, pues se dedicaba a recolectar los impuestos para los romanos:
extorsionaba a sus compatriotas y les sacaba los impuestos que le daba la gana;
los soldados romanos le apoyaban en todo. Tú y yo tampoco somos muy santos y
por eso tenemos muchas posibilidades de ser llamados por el maestro al pasar.
Fulanito, baja que hoy voy a hospedarme en tu casa. A lo mejor el Señor se mete
en nuestra vida y la llena de contenido.
Dios te llama todos los días y siempre quiere estar contigo; pero tú no le
recibes. Hace muchos años también llamó Jesús en el corazón de un joven
empleado de Madrid llamado Abelardo y se convirtió en aquellos ejercicios. Su
vida ha sido para muchos de nosotros especial faro que nos ha guiado desde los
principios de nuestra vida espiritual. Ahora él se encuentra en los últimos
momentos de su vida y ha conseguido el objetivo de volver al Padre siendo un
niño; un niño necesitado de todo. El fruto está maduro y preparado para el
Señor. Buen Dios, acoge el alma de Abelardo con ese cariño que siempre le has
manifestado; él ha corrido su carrera y está a punto de llegar a la meta. Llega
sin esfuerzo final, no tiene que hacer nada especial porque es un niño, un bebé
que se deja acunar por los brazos de Dios Padre. Los niños no se preocupan por
su salvación porque Dios es todo para ellos. Señor mira el alma de Abelardo y
recíbelo en tu seno. Él se ha sentido el más pequeño de los hombres y ha puesto
en Ti toda su confianza.
Madre Nuestra Santa María, que el más pequeño y pobre de los cruzados sea
recibido en el cielo con los brazos abiertos de una Madre que lo ha sido todo
para él. Llega por el caminito sencillo del ascensor del Padre; él se ha dejado
tomar por los brazos de Dios y ha subido al cielo con la confianza de sentirse
hijo de Dios. Madre, muéstrale tu amor como él te lo demostró en tantas
ocasiones.