01/02/2011, Martes de la cuarta semana de Tiempo Ordinario

Lectura de la carta a los Hebreos (12, 1-4)

Hermanos: Una nube ¡agente de testigos nos rodea: por tanto, quitémonos lo que nos estorba y el pecado que nos ata, y corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe: Jesús, que, renunciando al gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia, y ahora está sentado a la derecha del trono de Dios. Recordad al que soportó la oposición de los pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo. Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado.

Salmo responsorial (Sal 21, 26b-27. 28 y 30. 31-32)
R. Te alabarán, Señor, los que te buscan.

Cumpliré mis votos delante de sus fieles. Los desvalidos comerán hasta saciarse,
alabarán al Señor los que lo buscan: viva su corazón por siempre. R.

Lo recordarán y volverán al Señor hasta de los confines del orbe;
en su presencia se postrarán las familias de los pueblos.

Ante él se postrarán las cenizas de la tumba,
ante él se inclinarán los que bajan al polvo. R.

Me hará vivir para él, mi descendencia le servirá,
hablarán del Señor a la generación futura,
contarán su justicia al pueblo que ha de nacer: todo lo que hizo el Señor. R.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (5, 21-43)

En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia: -«Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se cure y viva. » Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba. Habla una mujer que padecía flujos de sangre desde hacia doce años. Muchos médicos la hablan sometido a toda clase de tratamientos, y se habla gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se habla puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que con sólo tocarle el vestido curaría. Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias, y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que habla salido fuerza de él, se volvió en seguida, en medio de la gente, preguntando: «¿Quién me ha tocado el manto?» Los discípulos le contestaron: -«Ves como te apretuja la gente y preguntas: "¿Quién me ha tocado? " » Él seguía mirando alrededor, para ver quién había sido. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había pasado, se le echó a los pies y le confesó todo. Él le dijo: -«Hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud.» Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: -«Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?» Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: -«No temas; basta que tengas fe.» No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos. Entró y les dijo: -«¿Qué estrépito y qué lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida.» Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: -«Talitha Kum» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»). La niña se puso en pie inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y se quedaron viendo visiones. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

1 febrero 2011, martes de la cuarta semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

La oración colecta es concluyente: “Señor, concédenos amarte con todo el corazón y que nuestro amor se extienda también a todos los hombres”

1. La primera lectura de la carta a los Hebreos nos anima a fijar la mirada en el iniciador y consumador de nuestra fe. Santa Teresa lo repetía: “Poned la mirada en Cristo y todo se os hará fácil” Aquí está todo: amar a Dios con todo el corazón. Y la nada: no mirar a Cristo, distraernos con miradas estériles, que no importan…y, a la larga, matan.

2. Fruto de esta mirada, de este amor, es el amor a todos, el apostolado. Permitidme que os comparto un poema que mi madre me recitaba con frecuencia y que era vida de su vida:: “¡Qué es ser apóstol!”

Llevar dentro del alma un infinito anhelo,

Soñar sueños divinos de gloria sin igual,

Estar muy por encima de todo lo del suelo,

Consagrando la vida al más grande ideal.

De Cristo enamorarse con ciego frenesí,

Probar que nuestro pecho tan sólo por El late

Y a «todo» sacrificio contestarle que sí.

Vivir sin ser del mundo en medio de la tierra

Y hacer del mundo entero un campo en que luchar

Mas sin armas ni fuego, que es de paz esta guerra.

Un solo fin pretende: a Dios hacer reinar.

Entregarse al trabajo con ardor y «alegría»,

Buscar siempre en la lucha la fuerza en la oración,

Lanzarse al sufrimiento sin viles cobardías

Y «cimentar sus obras en fe y abnegación».

Sin pensar en sí mismo, ni en dichas ni placeres,

Sin buscar más descanso que nunca descansar,

Sin temor a peligros, sin tener más quereres

Que una voluntad sola con la de Dios formar.

Y allí dentro, muy dentro, con ansia abrasadora,

Con Jesús compartiendo lo que en la Cruz sintió,

La sed de salvar almas, la sed que le devora

De almas, miles de almas, por quien su vida dio.

Las almas para Cristo, las almas a millones,

Pues de una sola es tanto el inmenso valor,

Que a su imperio se rindan, pueden saciar su ardor.

En todas sus empresas le alienta, le sostiene,

Le ayuda y fortalece, le impulsa a combatir

María, que es su madre, por quien la gracia viene,

Le cubre con su manto, su amor le hace sentir.

Así el Apóstol cruza de un polo al otro polo,

Con voluntad de hierro, de fuego el corazón;

No hay nada que le arredre porque nunca va solo.

Que a su Dios está unido con inefable unión,

Ese su gran secreto: vive de Eucaristía.

Lleva dentro un Sagrario y allí en la intimidad,

Con Cristo que es su todo a El todo lo confía,

El es quien da a sus obras virtud, fecundidad,

En manos de este Artífice se siente que es su nada.

Su más pobre instrumento que El puede manejar,

Corno quiera que es suyo... es la nada entregada,

Y así su omnipotencia en ella llegue a obrar.

Por eso no se engríe jamás en la victoria.

Y nunca si fracasa se le ve desmayar,

De Dios es «todo» el éxito, de Dios «toda» la gloria,

Al Apóstol le toca «Tan sólo trabajar».

3. Con oración y apostolado, permitiremos que el Señor siga obrando los milagros que nos muestra el Evangelio de hoy: las hemorroísas y las hijas de los jefes de sinagoga de nuestro tiempo. Todos podrán orí: ¡Talita kum! En definitiva, VEN CONMIGO, LEVÁNTATE.

31/01/2011, Lunes de la cuarta semana de Tiempo Ordinario – San Juan Bosco

Lectura de la carta a los Hebreos (11, 32-40)

Hermanos: ¿Para qué seguir? No me da tiempo de referir la historia de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas; éstos, por medio de la fe, subyugaron reinos, practicaron la justicia, obtuvieron promesas, amordazaron fauces de leones, apagaron hogueras voraces, esquivaron el filo de la espada, se curaron de enfermedades, fueron valientes en la guerra, derrotaron ejércitos extranjeros; hubo mujeres que recobraron resucitados a sus difuntos. Pero otros fueron tundidos a golpes y rehusaron el rescate, para obtener una resurrección mejor; otros pasaron por la prueba de la flagelación ignominiosa, de las cadenas y la cárcel; los apedrearon, los serraron, murieron a espada, rodaron por el mundo vestidos con pieles de oveja y de cabra, faltos de todo, oprimidos, maltratados; el mundo no era digno de ellos: vagabundos por desiertos y montañas, por grutas y cavernas de la tierra. Y todos éstos, aun acreditados por su fe, no consiguieron lo prometido; Dios tenía preparado algo mejor para nosotros, para que no llegaran sin nosotros a la perfección.

Salmo responsorial (Sal 30, 20. 21. 22. 23. 24)
R. Sed fuertes y valientes de corazón, los que esperáis en el Señor.

Qué bondad tan grande, Señor, reservas para tus fieles,
y concedes a los que a ti se acogen a la vista de todos. R.

En el asilo de tu presencia los escondes de las conjuras humanas;
los ocultas en tu tabernáculo, frente a las lenguas pendencieras. R.

Bendito el Señor, que ha hecho por mí prodigios de misericordia en la ciudad amurallada. R.

Yo decía en mí ansiedad: «Me has arrojado de tu vista»;
pero tú escuchaste mi voz suplicante cuando yo te gritaba. R.

Amad al Señor, fieles suyos; el Señor guarda a sus leales, y a los soberbios les paga con creces. R.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (5, 1-20)

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la orilla del lago, en la región de los gerasenos. Apenas desembarcó, le salió al encuentro, desde el cementerio, donde vivía en los sepulcros, un hombre poseído de espíritu inmundo; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenla fuerza para domarlo. Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras. Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó a voz en cuello: -«¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Por Dios te lo pido, no me atormentes.» Porque Jesús le estaba diciendo: -«Espíritu inmundo, sal de este hombre.» Jesús le preguntó: -«¿Cómo te llamas?» El respondió: -«Me llamo Legión, porque somos muchos.» Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca. Había cerca una gran piara de cerdos hozando en la falda del monte. Los espíritus le rogaron: -«Déjanos ir y meternos en los cerdos.» Él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al lago y se ahogó en el lago. Los porquerizos echaron a correr y dieron la noticia en el pueblo y en los cortijos. Y la gente fue a ver qué habla pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que habla tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Se quedaron espantados. Los que lo habían visto les contaron lo que habla pasado al endemoniado y a los cerdos. Ellos le rogaban que se marchase de su país. Mientras se embarcaba, el endemoniado le pidió que lo admitiese en su compañía. Pero no se lo permitió, sino que le dijo: -«Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo por su misericordia.» El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban.

31 enero 2011, lunes de la cuarta semana de Tiempo Ordinario – San Juan Bosco – Puntos de oración

La liturgia de hoy es muy rica, tanto por las lecturas como por el santo que nos presenta: San Juan Bosco.

1. La lectura de la carta de San Pablo a los Hebreos

Destaca la fuerza y la belleza de este pasaje, que nos habla a las claras de lo que Pablo quiere resaltar: la fe que latía en muchos hombres y mujeres del Antiguo Testamento, que les llevó a vencer peligros, sortear dificultades, etc., porque su confianza en Dios era inmensa; y eso pese a que la plenitud de lo que buscaban y anhelaban no la llegaron a conocer: Jesucristo.

“Y todos éstos, aun acreditados por su fe, no consiguieron lo prometido; Dios tenía preparado algo mejor para nosotros, para que no llegaran sin nosotros a la perfección.”

Que brote en nuestro corazón un doble sentimiento de gratitud y de responsabilidad: gratitud, porque Dios tiene preparado algo mejor para nosotros, algo que no imaginamos siquiera: el conocimiento íntimo y profundo de Cristo.

Responsabilidad, porque hilvanando la frase final de la carta, podemos decir que hay otros a nuestro alrededor que, al igual que los hombres del Antiguo Testamento, no conocen a Cristo, y no llegarán sin nosotros a conocerlo.

2. El salmo de hoy, el 30, dice:

“Sed fuertes y valientes de corazón, los que esperáis en el Señor”

Nos llena de confianza, y puede ser una frase que repitamos durante la oración y durante cualquier momento del día en que nos acordemos.

3. El Evangelio

Nos relata el encuentro de Jesús con un hombre poseído por un espíritu maligno sumamente hostil. Tal encuentro aconteció en la región de los gerasenos.

Jesús entabla conversación con este hombre poseído por una legión de demonios. Jesús domina la situación. Se sabe más fuerte y sabio que el mal espíritu invasor. El pobre hombre, tras resistirse y retarle, termina suplicándole la liberación. Jesús, en efecto, actúa y le libera.

Este hecho acaba espantando a los vecinos de la zona quienes, entre miedos y sospechas, le piden que se marche de allí cuanto antes. El relato finaliza con la negativa de Jesús a la pretensión del curado de ir con él. No pertenecerá al grupo de discípulos íntimos, pero sí será un resuelto misionero:

«Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo por su misericordia.»

“El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban”.

¿Qué ha hecho Jesús por mí? ¿Y todavía estoy esperando que me diga: anuncia a los demás lo que he hecho contigo? ¿No me lo ha dicho ya muchas veces? Señor, dame la fuerza para ser tu testigo en medio de mi ambiente de cada día.

4. San Juan Bosco

Es el que faltaba en este día para decirnos que se puede hacer mucho bien con sólo ponerse al lado de la gente con sencillez y audacia, escucharla y darle lo que tenemos, que es mucho más de lo que pensamos.

Pedir a este gran santo educador que también, ahora que vamos a empezar a celebrar los 50 años de la Milicia, nos conceda una verdadera vocación de educadores, que necesitaremos allí donde vayamos para ser verdaderos apóstoles de Cristo. Que no tengamos miedo en cultivar esa vocación en el trabajo con los jóvenes. Y que, si Dios nos llama a plasmarla en los Cruzados de Santa María u otra vocación consagrada en la Iglesia, María nos de la fuerza para decirle que sí.

30/01/2011, Domingo de la cuarta semana de Tiempo Ordinario

Lectura de la profecía de Sofonías (2, 3; 3, 12-13)

Buscad al Señor, los humildes, que cumplís sus mandamientos; buscad la justicia, buscad la moderación, quizá podáis ocultaros el día de la ira del Señor. «Dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde, que confiará en el nombre del Señor. El resto de Israel no cometerá maldades, ni dirá mentiras, ni se hallará en su boca una lengua embustera; pastarán y se tenderán sin sobresaltos.»

Salmo responsorial (Sal 145, 7. 8-9a. 9bc-10)
R. Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente,
él hace justicia a los oprimidos, él da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos. R.

El Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos, el Señor guarda a los peregrinos. R.

Sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, tu Dios, Sión, de edad en edad. R.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1, 26-31)

Fijaos en vuestra asamblea, hermanos, no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas; todo lo contrario, lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar el poder. Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor. Por él vosotros sois en Cristo Jesús, en este Cristo que Dios ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención. Y así -como dice la Escritura- «el que se gloríe, que se gloríe en el Señor».

Lectura del santo evangelio según san Mateo (5, 1-12a)

En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles: -«Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.»

30 enero 2011, domingo de la cuarta semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Realmente, comentar un texto como el del Evangelio de hoy es todo un reto para quien no es teólogo, y un desafío para quien no siendo maestro de oración pretende hacer oración con él. Y lo es, porque el sermón de la montaña es un programa de vida a lo “divino”, es decir incomprensible desde el punto de vista exclusivamente natural. Es un programa de vida basado en una visión sobrenatural de la existencia, en una visión del más allá. Hay algo mejor, Alguien, que está más allá de lo que vemos y que da sentido a este mundo al revés, que plantea el sermón de las bienaventuranzas.

En el texto de San Mateo parece que hay dos tipos de bienaventuranzas. Las de los que tienen una actitud pasiva, de aceptación podríamos decir: los pobres, los que lloran, son perseguidos, tienen hambre y sed, son insultados o calumniados. Y las de los que tienen una actitud activa: Los que son misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz.

Los pobres de espíritu son aquellos que, no creyéndose nada importante, lo esperan todo de Dios. Estos son sus hijos predilectos, pues ante esta actitud de abandono Dios reacciona regalándoles todo. Todo lo que pertenece al Rey les es dado en herencia. Y saben que todo lo que tienen les ha sido regalado sin mérito alguno.

Los que lloran, ¿dichosos los que lloran? Sí, serán dichosos porque serán consolados, pero no por cualquiera, nada menos que por el Divino Consolador. Ser consolado por Dios mismo, “merece la pena” (en el sentido literal de la expresión). Merece la pena haber llorado, haber tenido motivos para llorar si mi llanto atrae la ternura de Dios. Es como el pasaje aquel del evangelio en el que aparece el apóstol Pedro caminando sobre las aguas en pos de Jesús y, ante el oleaje, empieza a hundirse por su poca fe. ¡Bendita falta de fe, si tiene como consecuencia poder ser agarrado por la mano del mismo Jesús!

Los misericordiosos, serán dichosos porque serán tratados del modo que ellos tratan a los demás, es decir con misericordia. Dice la sabiduría popular que uno recoge lo que siembra. Pero además, serán dichosos porque el corazón del misericordioso está libre de odios, rencores y resentimientos. Un autor espiritual dice que somos tan dependientes de las personas que odiamos o aborrecemos, como de las que amamos de forma exagerada. Si no eres capaz de perdonar no eres libre, por eso el primer beneficiario del perdón es uno mismo.

Los limpios de corazón son aquellos que ven el mundo, las personas, las cosas que les rodean, con la misma mirada de Dios. Son dichosos, no sólo porque verán a Dios el día de su muerte, sino por ya ahora son capaces de ver al Creador a través de sus obras. Como los niños, que tienen la mirada limpia y la capacidad de asombrarse y de disfrutar de las cosas pequeñas, por eso son felices.

Que la bienaventurada Virgen María, la pobre de espíritu, esclava del Señor, que llegó a ser la Madre de Dios, nos alcance vivir como Ella las bienaventuranzas.

29/01/2011, Sábado de la tercera semana de Tiempo Ordinario

Lectura de la carta a los Hebreos (11, 1-2. 8-19)

Hermanos: La fe es seguridad de lo que se espera, y prueba de lo que no se ve. Por su fe, son recordados los antiguos. Por fe, obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber adónde iba. Por fe, vivió como extranjero en la tierra prometida, habitando en tiendas -y lo mismo Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa-, mientras esperaba la ciudad de sólidos cimientos cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios. Por fe, también Sara, cuando ya le habla pasado la edad, obtuvo fuerza para fundar un linaje, porque juzgó digno de fe al que se lo prometía. Y así, de uno solo y, en este aspecto, ya extinguido, nacieron hijos numerosos como las estrellas del cielo y como la arena incontable de las playas. Con fe murieron todos éstos, sin haber recibido lo prometido; pero viéndolo y saludándolo de lejos, confesando que eran huéspedes y peregrinos en la tierra. Es claro que los que así hablan están buscando una patria; pues, si añoraban la patria de donde habían salido, estaban a tiempo para volver. Pero ellos ansiaban una patria mejor, la del cielo. Por eso Dios no tiene reparo en llamarse su Dios: porque les tenía preparada una ciudad. Por fe, Abrahán, puesto a prueba, ofreció a Isaac; y era su hijo único lo que ofrecía, el destinatario de la promesa, del cual le habla dicho Dios: «Isaac continuará tu descendencia.» Pero Abrahán pensó que Dios tiene poder hasta para hacer resucitar muertos. Y así, recobró a Isaac como figura del futuro.

Salmo responsorial (Lc 1, 69-70. 71-72. 73-75)
R. Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado a su pueblo

Nos ha suscitado una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo,
según lo habla predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas. R.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza. R.

Y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.
Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días. R.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (4, 35-41)

Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: -«Vamos a la otra orilla.» Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole: -«Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?» Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: -«¡Silencio, cállate!» El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: -«¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?» Se quedaron espantados y se decían unos a otros: -«¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!»

2 enero 2011, sábado de la tercera semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Hoy es sábado, día mariano, por lo que nos sentimos impulsados especialmente a ponernos en manos de María. Con Juan Pablo II le decimos de todo corazón: “Todo tuyo soy, María”. Y seguimos el consejo de San Luis María Grignon de Monfort de hacer nuestra oración en el mejor oratorio que existe: el Corazón Inmaculado de María. Escondidos en ese Corazón maternal pedimos la luz del Espíritu Santo para escuchar y acoger la Palabra de Dios, pues “no podemos comprender la Escritura sin la ayuda del Espíritu Santo que la ha inspirado” (San Jerónimo).

Todas las lecturas de este día nos hablan de la fe: la definen y nos ponen ejemplos de lo que es tener fe y no tenerla. Y sobre todo nos presentan al autor de nuestra fe: Jesús.

“La fe es seguridad de lo que se espera, y prueba de lo que no se ve”. Es la única definición de la fe que encontramos en la Biblia, que no es un libro de conceptos sino de testimonios y de experiencias vivas. Ante todo, esta definición nos dice que la fe es esperanza, que la fe nos da ya algo de lo que esperamos, un fundamento sólido sobre el que construir la vida, más cierto que las realidades materiales que son pasajeras.

La carta a los Hebreos nos pone el ejemplo de Abrahán, que se dejó guiar por la Palabra de Dios, obedeciendo a su llamada, saliendo de su tierra, ofreciendo a Isaac… “esperaba la ciudad de sólidos cimientos cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios”. La esperanza en las promesas de Dios le sostuvo en su peregrinar. Con su vida nos enseña a confiar en Dios. Hoy todos los creyentes en un único Dios Creador del cielo y de la tierra se reconocen hijos de Abrahán.

“¿Aún no tenéis fe?”. El evangelio nos lleva al polo opuesto de la fe: el temor. Los discípulos, que aún no conocen a Jesús, le reprochan que su barca amenace hundirse sin que a Él parezca importarle. Entonces Jesús se muestra Señor de los vientos y de las aguas, aquieta la tormenta y les reprocha su cobardía. Este episodio nos enseña lo que es la fe: si invitamos a Jesús a la travesía de nuestra vida, si le llevamos en nuestra barca, ninguna tormenta puede hundirla. Siempre puede más la confianza en Jesús que la fuerza del viento. Esto es ser realistas en la vida: fiarnos de su Palabra.

Un timón y un ancla. Siguiendo con la imagen de la barca, hemos de dejar el timón a un buen timonel que mantenga la dirección exacta y sortee los peligros. Ya sabemos a quién hemos de dejar el timón: a Jesús. Decía el Papa Pablo VI que el Credo que recitamos los domingos tiene esta función semejante a la del timonel de una nave, pues nos guía seguros en la ruta hacia el puerto de la vida eterna. Hemos de perseverar “firmes en la fe”. Y también necesitamos un ancla para arrojar al mar en las tempestades y no quedar a merced de las olas. La misma Carta a los Hebreos nos dice cuál es ese ancla: “agarrándonos a la esperanza que se nos ha ofrecido, la cual es para nosotros como el ancla del alma segura y firme, que penetra más allá de la cortina, donde entró por nosotros como precursor Jesús” (6, 20). La esperanza es el ancla clavada en los cielos donde nos espera Jesús. ¿A quién le decimos que la lance con certeza? A María, Madre de la santa esperanza.

28/01/2011, Viernes de la tercera semana de Tiempo Ordinario

Lectura de la carta a los Hebreos (10,32-39)

Recordad aquellos días primeros, cuando, recién iluminados, soportasteis múltiples combates y sufrimientos: ya sea cuando os exponían públicamente a insultos y tormentos, ya cuando os hacíais solidarios de los que así eran tratados. Pues compartisteis el sufrimiento de los encarcelados, aceptasteis con alegría que os confiscaran los bienes, sabiendo que teníais bienes mejores, y permanentes. No renunciéis, pues, a vuestra valentía, que tendrá una gran recompensa. Os falta constancia para cumplir la voluntad de Dios y alcanzar la promesa. «Un poquito de tiempo todavía, y el que viene llegará sin retraso; mi justo vivirá de fe, pero, si se arredra, le retiraré mi favor.» Pero nosotros no somos gente que se arredra para su perdición, sino hombres de fe para salvar el alma.

Salmo responsorial (Sal 36,3-4.5-6.23-24.39-40)
R. El Señor es quien salva a los justos

Confía en el Señor y haz el bien, habita tu tierra y practica la lealtad;
sea el Señor tu delicia, y él te dará lo que pide tu corazón. R.

Encomienda tu camino al Señor, confía en él, y él actuará:
hará tu justicia como el amanecer, tu derecho como el mediodía. R.

El Señor asegura los pasos del hombre, se complace en sus caminos;
si tropieza, no caerá, porque el Señor lo tiene de la mano. R.

El Señor es quien salva a los justos, él es su alcázar en el peligro;
el Señor los protege y los libra, los libra de los malvados y los salva porque se acogen a él. R.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (4,26-34)

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega.» Dijo también: « ¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas.» Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

28 enero 2011, viernes de la tercera semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Hay una canción para niños muy famosa que hemos cantado alguna vez en fuegos de campamento o en momentos de distensión en viajes y peregrinaciones: “Si tuvierais fe como un granito de mostaza”. El que quiera puede empezar la oración con esta tonadilla. Bueno, mejor primero invocad al Espíritu Santo y poneos en manos de la Virgen con el rezo del Ángelus, y luego ya empezáis a cantar.

Vamos a utilizar un poco el símbolo de la mostaza, que aparece en el Evangelio de hoy para reflexionar sobre nuestra vida cristiana.

El nombre de mostaza procede del latín (mustum ardens) -mosto ardiente-, y es debido a que, cuando se mezclaban sus semillas machacadas con mosto, se apreciaba el característico gusto picante -ardiente- de la mostaza. Esto tiene su explicación en que la mostaza contiene un enzima y un glucósido. Cuando mezclamos la mostaza con un líquido (agua, vinagre, vino, cerveza, etc.) se produce una reacción química y el enzima descompone el glucósido en azúcar y esencias volátiles y son estas esencias las que producen los característicos aromas de la mostaza.

¿Cómo utilizar estos conocimientos en forma de metáfora? En el reino de Dios que se parece a un grano de mostaza, que debe crecer como un granito de mostaza, también podríamos sugerir que solo mezclados con el vino de Cristo seremos lo que tenemos que ser. Sólo en esa reacción mística se libera el buen olor de Cristo, como la mostaza: picante, incisivo. Tenemos que acercarnos a la Eucaristía para ser buenos cristianos.

Pero además hay otra cosa curiosa: Las mostazas pertenecen a la familia de las crucíferas, esta familia debe su nombre a la disposición de los 4 pétalos de sus flores en forma de cruz. La cruz, símbolo de nuestro bautismo, esencia de nuestra vida y de nuestro apostolado; signo único del escudo real de Cristo. Parece que Jesús conociera bien todo esto y por eso eligió esta planta para su parábola.

Aunque seamos como una pequeña semilla, podemos dar mucho fruto. Para ello ha de ser plantada en el campo, entre la gente. Dios nos ha llamado a ser grano que se pudre, pequeño, para ser germen de un gran árbol. Como laicos, como jóvenes, tenemos que estar ahí en mitad del campo, muchas veces como única planta de mostaza en medio de otras plantas –algunas de ellas carnívoras-, pero dando olor y color a ese campo.

Quizá se te ocurran todavía más cosas sobre la mostaza. La palabra de Dios tiene eso que a cada uno le dice lo suyo y es único y personal.

Y para acabar el rato de meditación, podríamos hacerlo rezando despacio y saboreando la primera estrofa del salmo de hoy. No me digas que no es conmovedor: Sin palabras.

Confía en el Señor y haz el bien,

habita tu tierra y practica la lealtad;

sea el Señor tu delicia,

y él te dará lo que pide tu corazón.

Bueno sí, una palabra complementaria, cambia el tercer verso por este otro: “sé tú la delicia del Señor.”

27/01/2011, Jueves de la tercera semana de Tiempo Ordinario

Lectura de la carta a los Hebreos (10, 19-25)

Hermanos, teniendo entrada libre al santuario, en virtud de la sangre de Jesús, contando con el camino nuevo y vivo que él ha inaugurado para nosotros a través de la cortina, o sea, de su carne, y teniendo un gran sacerdote al frente de la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero y llenos de fe, con el corazón purificado de mala conciencia y con el cuerpo lavado en agua pura. Mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos, porque es fiel quien hizo la promesa; fijémonos los unos en los otros, para estimularnos a la caridad y a las buenas obras. No desertéis de las asambleas, como algunos tienen por costumbre, sino animaos tanto más cuanto más cercano veis el Día.

Salmo responsorial (Sal 23, 1-2. 3-4ab. 5-6)
R. Este es el grupo que viene a tu presencia, Señor.

Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos. R.

¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos. R.

Ése recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (4, 21-25)

En aquel tiempo, dijo Jesús a la muchedumbre: -«¿Se trae el candil para meterlo debajo del celemín o debajo de la cama, o para ponerlo en el candelero? Si se esconde algo, es para que se descubra; si algo se hace a ocultas, es para que salga a la luz. El que tenga oídos para oír, que oiga.» Les dijo también: -«Atención a lo que estáis oyendo: la medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces. Porque al que tiene se le dará.

27 enero 2011, jueves de la tercera semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Oración inicial (en unión con toda la Cruzada – Milicia de Santa María).

"Que todas mis intenciones, acciones y operaciones, sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de Su Divina Majestad”.

Situándonos.

  • Vivimos en el tiempo ordinario, ya metidos de pleno en él.
  • Hace dos días celebramos la conversión del apóstol San Pablo.

El tiempo ordinario es el tiempo pleno del año litúrgico. No se centra la atención sobre ningún episodio de la vida de Jesús, porque su vida es tomada en todo su conjunto.

Dispongámonos en este primer momento de la oración de mañana a presentarnos en humildad ante el Dios vivo, Creador del universo, que hace hombre para enseñarme a ser hombre. Hace falta una actitud de asombro, de apertura al descubrimiento para intuir el amor de Dios. Un descubrimiento así, es capaz de tirarnos a nosotros también de nuestros caballos…

Dos certezas.

Dos certezas nos quieren transmitir las lecturas de hoy:

  1. … Mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos, porque es fiel quien hizo la promesa… (Primera lectura).
  2. … La Luz no ha sido traída al mundo para esconderla, sino para anunciarla …. (Evangelio).

El primer descubrimiento es de la grandeza de Dios, y todo lo que Él es…, y a partir de este asombro, poder exclamar: “lo mejor de mi vida es haberte conocido”. La esperanza del cristiano militante brota del Sí de Dios a su persona, a su vida, a sus anhelos, a sus preocupaciones… Desde esta confianza inquebrantable, se escucha la llamada a la vocación universal: la SANTIDAD, que se concreta en gestos, ofrendas, entregas, renuncias, gozos y sufrimientos vividos en y desde Cristo. Como la Luz no ha sido creada para oscurecer el mundo, sino para iluminarlo, así Cristo ha venido al mundo para hacer brillar la victoria del Amor en los senderos de la historia de la humanidad. Por eso, debemos examinar, con resolución digna de los momentos que vivimos, qué espera Dios de nosotros, de mí personalmente. Puede ayudarnos el primer mensaje del padre Eduardo Laforet. Un mensaje que debe interpelarnos, y ponernos en condiciones de preguntar a Dios: ¿Qué mandas Señor?

Escucha hoy un grito de alerta:

No puedes quedarte mudo e inerte ante un mundo que camina sin saberlo por los derroteros que llevan al abismo almas y cuerpos, buenos y malos, civilizaciones y pueblos. Tu responsabilidad ante Dios te exige que lo intentes todo, que lo emprendas todo para ahorrar al género humano tan tremenda desgracia.

Es todo un mundo lo que hay que rehacer desde sus cimientos; hay que transformarlo de selvático en humano y de humano en divino: es decir, según el corazón de Dios. Por tanto es necesario que examines, con resolución digna de los momentos trascendentales de la historia humana, qué es lo que puedes y debes hacer como aportación tuya a la obra salvífica de Dios, en auxilio del mundo de hoy, abocado a la ruina.

26/01/11, Miércoles de la 3ª semana de Tiempo Ordinario. San Timoteo y San Tito

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (1, 1-8)

Pablo, apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, llamado a anunciar la promesa de vida que hay en Cristo Jesús, a Timoteo, hijo querido; te deseo la gracia, misericordia y paz de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro. Doy gracias a Dios, a quien sirvo con pura conciencia, como mis antepasados, porque tengo siempre tu nombre en mis labios cuando rezo, de noche y de día. Al acordarme de tus lágrimas, ansío verte, para llenarme de alegría, refrescando la memoria de tu fe sincera, esa fe que tuvieron tu abuela Loide y tu madre Eunice, y que estoy seguro que tienes también tú. Por esta razón te recuerdo que reavives el don de Dios, que recibiste cuando te impuse las manos; porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio. No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor y de mi, su prisionero. Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según la fuerza de Dios.

Salmo responsorial (Sal 95, 1-2a. 2b-3, 7-8a.10)
R. Contad las maravillas del Señor a todas las naciones.

Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre.
Proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones. R.

Familias de los pueblos, aclamad al Señor, aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor. R.

Decid a los pueblos: «El Señor es rey, él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente.» R.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (4, 1-20)

En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al lago. Acudió un gentío tan enorme que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y el gentío se quedó en la orilla. Les enseñó mucho rato con parábolas, como él solía enseñar: -«Escuchad: Salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó en seguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó. Otro poco cayó entre zarzas; las zarzas crecieron, lo ahogaron, y no dio grano. El resto cayó en tierra buena: nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno.» Y añadió: -«El que tenga oídos para oír, que oiga.» Cuando se quedó solo, los que estaban alrededor y los Doce le preguntaban el sentido de las parábolas. Él les dijo: -«A vosotros se os han comunicado los secretos del reino de Dios; en cambio, a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y los perdonen."» Y añadió: -«¿No entendéis esta parábola? ¿Pues, cómo vais a entender las demás? El sembrador siembra la palabra. Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero, en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. Hay otros que reciben la simiente como terreno pedregoso; al escucharla, la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes y, cuando viene una dificultad o persecución por la palabra, en seguida sucumben. Hay otros que reciben la simiente entre zarzas; éstos son los que escuchan la palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril. Los otros son los que reciben la simiente en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno».

26 enero 2011, miércoles de la 3ª semana de Tiempo Ordinario. San Timoteo y San Tito – Puntos de oración

PRIMERA LECTURA: El Señor nos ha hecho hijos y también testigos suyos. Nuestra vida está llamada a ser un testimonio personal de la fe en Cristo, pues somos responsables del don de la Gracia que recibimos el día de nuestro Bautismo, el día de nuestra Confirmación, o en su caso, el Sacramento del Orden o del Matrimonio. La Palabra de Dios que anunciamos a los demás debe ser vivida en primer lugar por nosotros mismos; esto nos ha de llevar a reavivar continuamente el don de Dios en nosotros (“por esta razón te recuerdo que reavives el don de Dios”).Esto nos llevará a caminar constantemente hacia nuestra configuración con Cristo, hasta alcanzar en Él la madurez del hombre perfecto. Que el Espíritu Santo nos conceda luz, fuerza y amor para vivir nuestra fe y nuestro compromiso con el Evangelio con un corazón dócil a la voluntad de Dios y demos así testimonio de la Buena Nueva ante el mundo entero, para que se cumpla en nosotros esta palabra del Señor: “a quien me confiese ante los hombres, yo le confesaré ante mi Padre que está en los cielos”.

SALMO: Entonemos al Señor un canto nuevo. Lo antiguo ya queda atrás y todo es nuevo. Dios ha cancelado la deuda que pesaba sobre nosotros. Por eso no podemos continuar como esclavos del pecado. Nuestra vida ya debe ser un testimonio de la Buena Nueva para todos los demás. Ese ha de ser el mejor de nuestros cantos; pues al Señor lo alabamos no sólo con nuestras voces, sino con una conciencia pura. Desde una vida que se ha renovado en Cristo podemos contribuir para que el Señor sea conocido por todos como el Dios lleno de amor, de misericordia y de ternura para con todas sus criaturas. Abramos nuestro corazón a la justificación que Dios nos ofrece; dejémonos guiar por su Espíritu para que, proclamando ante todas las naciones el amor que Él nos tiene, puedan tributarle honor todos los pueblos y le reconozcan como su Dios y Señor.

EVANGELIO: Dios espera que sepamos contemplar su amor y que estemos bien dispuestos a escuchar su Palabra en nuestros corazones, convertidos en un terreno bueno, fértil y disponible para dejar que esa Palabra produzca abundantes frutos de salvación para provecho de todas las personas. Necesitamos una fe creciente. Pidamos al Señor que nos conceda ser partícipes de su mismo Espíritu. Tratemos de estar amorosamente atentos a la inspiración del Espíritu Santo para que, a pesar de las persecuciones y de las pruebas, permanezcamos siempre fieles al Señor escuchando su Palabra y poniéndola en práctica.

La Iglesia de Cristo se construye en torno a la Eucaristía. En ella la Iglesia se convierte en discípula de su Señor en cuanto a la escucha de su Palabra para ponerla en práctica, y en cuanto a la contemplación de la forma de vida que ha de seguir a ejemplo de su Señor, tomando la cruz de cada día y yendo tras sus huellas, pues la Iglesia vive de la comunión de vida con su Señor. Es en la Eucaristía donde el Señor siembra en nosotros su vida y nos fortalece con su Muerte y Resurrección y con la presencia del Espíritu Santo para que, a pesar de las dificultades y persecuciones (pensemos en nuestros hermanos cristianos perseguidos en países islámicos, como Pakistán...donde es casi un carisma propio el de ser mártires de hecho) podamos dar abundantes frutos de buenas obras e iluminen a quienes nos tratan (“brille así vuestra luz ante los hombres, para que viendo vuestras buenas obras, glorifiquen al Padre que está en los cielos”...)

ORACIÓN FINAL: Dios todopoderoso, que derramaste el Espíritu Santo sobre los apóstoles, reunidos en oración con María, la Madre de Jesús, concédenos, por intercesión de la Virgen, entregarnos fielmente a tu servicio y proclamar la gloria de tu nombre con testimonio de palabra y de vida. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

25/01/2011, La Conversión de San Pablo

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (22, 3-16)

En aquellos días, dijo Pablo al pueblo: -«Yo soy judío, nací en Tarso de Cilicia, pero me crié en esta ciudad; fui alumno de Gamaliel y aprendí hasta el último detalle de la ley de nuestros padres; he servido a Dios con tanto fervor como vosotros mostráis ahora. Yo perseguí a muerte este nuevo camino, metiendo en la cárcel, encadenados, a hombres y mujeres; y son testigos de esto el mismo sumo sacerdote y todos los ancianos. Ellos me dieron cartas para los hermanos de Damasco, y fui allí para traerme presos a Jerusalén a los que encontrase, para que los castigaran. Pero en el viaje, cerca ya de Damasco, hacia mediodía, de repente una gran luz del cielo me envolvió con su resplandor, caí por tierra y oí una voz que me decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" Yo pregunté: "¿Quién eres, Señor?" Me respondió: "Yo soy Jesús Nazareno, a quien tú persigues." Mis compañeros vieron el resplandor, pero no comprendieron lo que decía la voz. Yo pregunté: "¿Qué debo hacer, Señor?" El Señor me respondió: 'Levántate, sigue hasta Damasco, y allí te dirán lo que tienes que hacer." Como yo no veía, cegado por el resplandor de aquella luz, mis compañeros me llevaron de la mano a Damasco. Un cierto Ananías, devoto de la Ley, recomendado por todos los judíos de la ciudad, vino a verme, se puso a mi lado y me dijo: "Saulo, hermano, recobra la vista." Inmediatamente recobré la vista y lo vi. Él me dijo: "El Dios de nuestros padres te ha elegido para que conozcas su voluntad, para que vieras al Justo y oyeras su voz, porque vas a ser su testigo ante todos los hombres, de lo que has visto y oído. Ahora, no pierdas tiempo; levántate, recibe el bautismo que, por la invocación de su nombre, lavará tus pecados."»

Salmo responsorial (Sal 116, 1. 2)
R. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.

Alabad al Señor, todas las naciones, aclamadlo, todos los pueblos. R.

Firme es su misericordia con nosotros, su fidelidad dura por siempre. R.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (16, 15-18)

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: -«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.»

25 enero 2011, la Conversión de San Pablo – Puntos de oración

Al empezar la oración: hacemos la señal de la cruz y nos ponemos en presencia de Dios. Invocamos la ayuda del Espíritu Santo y rezamos mentalmente la oración preparatoria de Ejercicios: “Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de tu divina majestad.” (EE 46)

Petición: Nos unimos a toda la Iglesia que pide estos días por la unidad de todos los cristianos y le pedimos al Señor que nos quite nuestro corazón de piedra y nos dé un corazón comprensivo y manso que busque la unidad que El quiso. Lo que es imposible para los hombres: la unidad en la Iglesia, en nuestra Cruzada-Milicia, en mi corazón, tan dividido por las pasiones desordenadas, es posible para Dios. Pedirlo con confianza.

Composición de lugar y meditación: Acompañar con la imaginación a San Pablo en su entrada a Damasco. Escuchar la conversación de Jesús con Saulo caído en el suelo. Meditar sobre el silencio y el ayuno de Saulo durante esos días tras ver al Señor y su bautismo. Meditar sobre las palabras de Jesús resucitado antes de subir al cielo y que San Pablo puso por obra durante el resto de su vida: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.”

Pensar en la vida de trabajos que llevó San Pablo durante su vida apostólica. Su amor a Cristo. Su preocupación por las Iglesias buscando que fueran fieles a Cristo y que superaran las divisiones que surgían en su seno.

Jesús a través de su siervo Ananías le da un consejo a San Pablo que seguirá toda su vida, con un trabajo incesante por Cristo, y que podemos hacer nuestro. Ananías le dijo: “Ahora, no pierdas tiempo; levántate.” Que no perdamos tiempo en cosas que no merecen la pena. Que sigamos este consejo en este mundo tan informatizado, globalizado, comunicado, interconectado,… donde es tan fácil que se nos escape el tiempo y la vida por cualquier cable. Que nuestra preocupación sea hacer la voluntad de Dios con toda calma y eficacia.

Unos minutos antes del final de la oración: Avemaría a la Virgen e invocación: “Santa María, Madre de los cristianos, Reina de nuestra CruzadaMilicia, que seamos todos uno en tu Corazón Inmaculado”

Examen de la oración: ver cómo me ha ido en el rato de oración. Recordar si he recibido alguna idea o sentimiento que debo conservar y volver sobre él. Ver dónde he sentido más el consuelo del Señor o dónde me ha costado más. Hacer examen de las negligencias al hacer la oración, pedir perdón y proponer enmienda.

Durante el día: intentar en todas nuestras acciones (estudio, trabajo, relaciones,…) conservar el alma en sosiego buscando la voluntad de Dios y la unidad con todos. Repetir el consejo de Ananías a San Pablo cuando algo nos tiente a colgarnos en lo que no debemos: “Ahora, no pierdas tiempo; levántate.”: Aprovechar el rato de lectura espiritual para releer el pasaje de la conversión de San Pablo. Si puedo, hacer una visita o un rato extra de oración. Hacer algún sacrificio pidiendo por la unidad en la Iglesia.

* Nota: las siglas “EE” remiten al libro de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola y al número que se indica

24/01/2011, Lunes de la tercera semana de Tiempo Ordinario

Lectura de la carta a los Hebreos (9, 15. 24-28)

Hermanos: Cristo es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera alianza; y así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna. Pues Cristo ha entrado no en un santuario construido por hombres -imagen del auténtico-, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros. Tampoco se ofrece a si mismo muchas veces -como el sumo sacerdote, que entraba en el santuario todos los años y ofrecía sangre ajena; si hubiese sido así, tendría que haber padecido muchas veces, desde el principio del mundo-. De hecho, él se ha manifestado una sola vez, al final de la historia, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo. Por cuanto el destino de los hombres es morir una sola vez. Y después de la muerte, el juicio. De la misma manera, Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos. La segunda vez aparecerá, sin ninguna relación al pecado, a los que lo esperan, para salvarlos.

Salmo responsorial (Sal 97, 1. 2-3ab. 3cd-4. 5-6)
R. Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.

Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo. R.

El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel. R.

Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios.
Aclamad al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad. R.

Tañed la cítara para el Señor, suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas, aclamad al Rey y Señor. R.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (3, 22-30)

En aquel tiempo, los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: -«Tiene dentro a BeIzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios.» Él los invitó a acercarse y les puso estas parábolas: -«¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino en guerra civil no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra si mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa. Creedme, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre». Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.

24 enero 2011, lunes de la tercera semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

El evangelio nos ofrece hoy un texto lleno de sugerencias para nuestra oración. Pidamos al Espíritu Santo que abra nuestro corazón para que sintonicemos con los sentimientos del Señor. Acudamos también a la Virgen. Pidamos conocimiento interno del Señor, para que conociéndole más le amemos y le sigamos. Podemos detenernos en algunos detalles del texto.

1. “Los escribas decían: ‘Tiene dentro a Belzebú...’. Cuánto le tienen que doler al Señor los prejuicios con los que le encasillamos los hombres. Y mucho más cuando los prejuicios provienen de los que son considerados hombres espirituales y entendidos de la Ley, como lo eran los escribas. En el evangelio del sábado pasado, Jesús era tenido por loco, y en ese caso los que le prejuzgaban eran precisamente sus familiares. Cuántas malas interpretaciones tuvo que soportar Jesús: de los de lejos, pero también de los de cerca, empezando por sus propios discípulos (recordemos la increpación de Pedro intentando alejarle del camino de la cruz (cf. Mc 8, 33). Y cuánta inquina y obcecación tuvo que sufrir por parte de sus enemigos.

A veces los prejuicios llegan a ofuscar la razón, como les ocurría a los escribas. Por eso no le cuesta a Jesús desenmascararles: “¿Cómo va a echar Satanás a Satanás?” Podemos preguntarnos cada uno: ¿yo también prejuzgo a Jesús? ¿Le digo a veces: “no sea así, Señor”, en lugar de “hágase tu voluntad”? ¿Interpreto sus palabras a mi conveniencia?

2. “Él los invitó a acercarse”. Difícilmente podremos juzgar correctamente quedándonos lejos de la realidad. ¡Cuántas críticas proceden del desconocimiento de la realidad, de los prejuicios! Para conocer a Jesús tenemos que acoger su invitación: acercarnos a Él, convivir con Él. Se nos caerán nuestros prejuicios mezquinos.

3. “Una familia dividida no puede subsistir. Dejemos que estas palabras de Jesús nos lleguen al corazón, precisamente cuando nos disponemos a clausurar el octavario por la unidad de los cristianos. ¡Cuántas divisiones provienen de los prejuicios, fomentadas por personas que prefieren quedarse lejos de la comunión para criticar así sin objetividad ni misericordia! Jesús nos invita continuamente a hacer familia con Él, a través de la oración y del amor a los hermanos, que incluye el perdón. Satanás en cambio nos precipita hacia la división, inquietándonos con falsas razones, con el fin de alejarnos a unos de otros, y a todos del Señor. Podemos preguntarnos cada uno: y yo ¿fomento la unidad o la división, empezando por los que tengo más cerca? ¿Hasta qué punto valoro y deseo la unidad de la Iglesia y en la Iglesia?

4. “Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa”. Jesús es el que ha penetrado en la casa del hombre forzudo, que era el mundo sometido al diablo, y mediante su muerte y resurrección, ha atado a Satanás y ha arramblado con su casa, derrotando así al pecado y a la muerte. Como dice el mismo Jesús en otra ocasión: “Ahora [cuando yo sea elevado sobre la tierra] el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera” (Jn 12, 31). Y en el pasaje paralelo al evangelio de hoy en san Lucas, dice: “Pero si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros” (Lc 11, 20). ¿Qué podemos temer? El diablo ha sido vencido y atado. Si me mantengo unido a Jesús y lejos de Satanás, nada ni nadie nos separará del reino del amor de Dios.

Oración final. Santa María, madre de la unidad, vencedora de Satanás: danos conocimiento de los engaños del mal caudillo y gracia para guardarnos de ellos. Condúcenos a todos tus hijos a la plena comunión. Ponnos con tu Hijo, alcánzanos tu humildad y confianza para que le conozcamos cada día mejor, le amemos cada día más y le sigamos con más plenitud.

23/01/2011, Domingo de la tercera semana de Tiempo Ordinario (A)

Lectura del libro de Isaías (8, 23b-9, 3)

En un primer tiempo, el Señor humilló al país de Zabulón y al país de Neftalí, pero en el futuro llenará de gloria la ruta del mar, el otro lado del Jordán, el distrito de los paganos. El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz. Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo; ellos se regocijan en tu presencia, como se goza en la cosecha, como cuando reina la alegría por el reparto del botín. Porque el yugo que pesaba sobre él, la barra sobre su espalda y el palo de su carcelero, todo eso lo has destrozado como en el día de Madián.

Salmo responsorial (Sal 26, 1.4. 13-14)
R. El Señor es mi luz y mi salvación.

El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida, ¿ante quién temblaré? R.

Una sola cosa he pedido al Señor, y esto es lo que quiero:
vivir en la Casa del Señor todos los días de mi vida,
para gozar de la dulzura del Señor y contemplar su Templo. R.

Yo creo que contemplaré la bondad del Señor en la tierra de los vivientes.
Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor. R.

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios (1, 10-14. 16-17)

Hermanos: Os ruego en nombre de nuestro Señor Jesucristo: poneos de acuerdo y no andéis divididos. Estad bien unidos con un mismo pensar y sentir. Hermanos, me he enterado por los de Cloe de que hay discordias entre vosotros. Y por eso os hablo así, porque andáis divididos diciendo: “Yo soy de Pablo, yo soy de Apolo, yo soy de Pedro, yo soy de Cristo”. ¿Está dividido Cristo? ¿Ha muerto Pablo en la cruz por vosotros? ¿Habéis sido bautizados en nombre de Pablo? No me envió Cristo a bautizar, sino a anunciar el Evangelio, y no con sabiduría de palabras, para no hacer ineficaz la cruz de Cristo.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (4, 12-23)

Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan se retiró a Galilea. Dejando Nazaret se estableció en Cafarnaúm, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías: “País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló”. Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos. Pasando junto al lago de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: Venid y seguidme y os haré pescadores de hombres. Inmediatamente dejaron las redes y le siguieron. Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron. Recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del Reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo.

23 enero 2011, domingo de la tercera semana de Tiempo Ordinario (A) – Puntos de oración

  • En el evangelio de este domingo bien podríamos distinguir cuatro partes bien diferenciadas:
    • 1. El regreso de Jesús a Galilea (vv. 12-16).
      • El evangelista nos dice que Jesús fijo su residencia en Cafarnaún.
      • La luz que es Cristo, comienza a brillar en la Galilea de los gentiles.
      • De este modo se supera un nacionalismo, que confinaba los beneficios de Dios a los estrechos límites de Israel.
    • 2. El comienzo y el contenido de su predicación (v. 17).
      • Su primer anuncia es austero: “Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos.”
      • La conversión es una condición indispensable para poder entrar en el Reino de los cielos.
    • 3. La llamada a los primeros cuatro discípulos (vv. 18-22).
      • Antes de comenzar su predicación, Jesús elige a algunas personas para que le sigan de cerca y sean testigos de la misma.
      • Galilea se convierte de este modo en un territorio fértil de vocaciones.
    • 4. Y la predicación, que está acompañada de signos prodigiosos (v. 23).
      • S. Mateo narra muy sucintamente el comienzo de la predicación de Jesús. Creo que con ello intenta acelerar la marcha hacia los grandes momentos de la predicación del maestro, situados en los capítulos 5 al 7. En ellos aparece el Jesús-predicador, al que le seguirá el Jesús-sanador en los capítulos 8 al 9.
    • Una vez realizada una mirada de conjunto, vamos a centrar nuestra atención en la llamada de los primeros discípulos.
      • ¿A qué tipo de personas llama Jesús?
        • Este pasaje nos dice, que Cristo llama a personas comunes.
      • ¡Notemos donde llamó Jesús!
        • Estos hombres no estaban en un lugar o centro de tipo religioso...
        • Ni estaban investidos por una posición de autoridad o de poder.
        • Tampoco poseían riquezas.
        • Simplemente pertenecían al mundo del trabajo cotidiano.
      • Por lo tanto, Dios puede llamar a cualquier persona que esté realmente disponible,
        • sea religiosa o no,
        • con estudios o sin ellos,
        • común o extraordinaria.
        • El principal ingrediente es estar disponible, estar dispuesto a responder.
      • El Señor llama:
        • A seguirle de cerca.
        • A seguirle inmediatamente.
        • Y a seguirle realizando un trabajo diferente al que hacían.
  • Hoy como ayer.., como hoy, y como siempre, Jesucristo sigue llamando… Sus llamadas no se han agotado con el correr del tiempo o las vicisitudes de la historia… La mies sigue siendo mucha y los obreros pocos… ¿A qué tipo de personas llama hoy Jesús? ¿Dónde efectúa sus llamadas? ¿A que llama en concreto..? ¿Quién puede responder…? Quizás tú mismo, que me estás leyendo…, y que quizás el Maestro te está llamando…

22/01/2011, Sábado de la segunda semana de Tiempo Ordinario

Lectura de la carta a los Hebreos (9, 2-3. 11-14)

Hermanos: De hecho se construyó un tabernáculo, el primero, donde estaban el candelabro, la mesa y los panes presentados -éste se llama «el santo»-, y detrás de la segunda cortina el tabernáculo llamado «el santísimo». Pero Cristo ha venido como sumo sacerdote de los bienes definitivos. Su tabernáculo es más grande y más perfecto: no hecho por manos de hombre, es decir, no de este mundo creado. No usa sangre de machos cabríos ni de becerros, sino la suya propia; y así ha entrado en el santuario una vez para siempre, consiguiendo la liberación eterna. Si la sangre de machos cabríos y de toros y el rociar con las cenizas de una becerra tienen el poder de consagrar a los profanos, devolviéndoles la pureza externa, cuánto más la sangre de Cristo, que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo.

Salmo responsorial (Sal 46, 2-3. 6-7. 8-9)
R. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.

Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible, emperador de toda la tierra. R.

Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas:
tocad para Dios, tocad, tocad para nuestro Rey, tocad. R.

Porque Dios es el rey del mundo: tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones, Dios se sienta en su trono sagrado. R.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (3, 20-21)

En aquel tiempo, Jesús fue a casa con sus discípulos y se juntó de nuevo tanta gente que no los dejaban ni comer. Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales.

22 enero 2011, sábado de la segunda semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Hoy el texto del Evangelio es breve pero muy sugerente. Vamos a tratar de meternos en el contexto, de ponernos en la presencia de Jesús.

“Recordar la historia y meterme en la escena, como si presente me hallara, para ver, oír y reflectir para sacar algún provecho”. Estos son los medios que nos propone, san Ignacio de Loyola, para llegar al corazón de Cristo e identificarnos con sus sentimientos. Si el Señor, cada día se hace más presente en nuestra vida, comunicaremos esperanza y alegría al manifestar que nuestra vida siempre tiene sentido.

Encontramos sentido hasta en estos días de enero, anodinos, grises, donde la rutina diaria puede cegarnos como niebla densa hasta ocultarnos la luz.

Pero a la vez, este es el momento oportuno de recibir, de acoger la lluvia, la nieve, los vientos, el frío… en el corazón del invierno para que brote con fuerza la vida que ahora parece se esconde. Brotará estallando los tallos de la vegetación en primavera.

Que conozcamos a Jesús con mayor profundidad que sus familiares. “Vinieron para llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales”.

Nos dice el evangelio de ayer: “Jesús, mientras subía a la montaña, fue llamando a los que Él quiso, y se fueron con Él”.

“Jesús fue a casa con sus discípulos y se juntó de nuevo tanta gente que no los dejaban ni comer”.

Los parientes de Jesús conocen de lejos su intensa actividad, sus retiradas a la soledad, de algunas acciones en la sinagoga que lo ponen en peligro… En el fondo no quieren que continúe esa vida que ha comenzado. Por esta razón quieren poner fin a esta situación con el incómodo pariente.

Pero si nosotros nos encontramos con la mirada de Jesús en esta situación leeremos en ellos, que está decidido a superar todas las dificultades con tal de hacer la voluntad del Padre y cumplir la misión encomendada, aunque tenga que pasar por encima de ellos.

Pidamos al Señor por todas aquellas que le siguen y que no son comprendidos por sus familiares.

Que descubramos en nosotros los tropiezos que nos ponen algunas personas cercanas porque les molesta nuestro testimonio diario. El de seguir a Jesús por encima de todo. Estamos en primer estadio de los Mandamientos. “Amar a Dios sobre todas las cosas”.

María, que descubra las trampas que me tienden cada día, el mundo, el demonio y la carne y que dificultan mi seguimiento a Cristo y pedir ayuda para superar cada día las dificultades.

21/01/2011, Viernes de la segunda semana de Tiempo Ordinario

Lectura de la carta a los Hebreos (8, 6-13)

Hermanos: Ahora a nuestro sumo sacerdote le ha correspondido un ministerio tanto más excelente, cuanto mejor es la alianza de la que es mediador, una alianza basada en promesas mejores. En efecto, si la primera hubiera sido perfecta, no tendría objeto la segunda. Pero a los antiguos les echa en cara: «Mirad que llegan días -dice el Señor-, en que haré con la casa de Israel y con la casa de Judá una alianza nueva; no como la alianza que hice con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto. Ellos fueron infieles a mi alianza, y yo me desentendí de ellos -dice el Señor-. Así será la alianza que haré con la casa de Israel después de aquellos días -oráculo del Señor-: Pondré mis leyes en su mente y las escribiré en sus corazones; yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Y no tendrá que enseñar uno a su prójimo, el otro a su hermano, diciendo: "¡Conoce al Señor!", porque todos me conocerán, del menor al mayor, pues perdonaré sus delitos y no me acordaré ya de sus pecados.» Al decir «alianza nueva», dejó anticuada la anterior; y lo que está anticuado y se hace viejo está a punto de desaparecer.

Salmo responsorial (Sal 84, 8 y 10. 11-12. 13-14)
R. La misericordia y la fidelidad se encuentran.

Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
La salvación está ya cerca de sus fieles, y la gloria habitará en nuestra tierra. R.

La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo. R.

El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él, la salvación seguirá sus pasos. R.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (3, 13-19)

En aquel tiempo, Jesús, mientras subía a la montaña, fue llamando a los que él quiso, y se fueron con él. A doce los hizo sus compañeros, para enviarlos a predicar, con poder para expulsar demonios. Así constituyó el grupo de los Doce: Simón, a quien dio el sobrenombre de Pedro, Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan, a quienes dio el sobrenombre de Boanerges -Los Truenos-, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el Celotes y Judas Iscariote, que lo entregó.

21 enero 2011, viernes de la segunda semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

‘Aquí estoy’

Petición: ¡Elígeme, Jesús, para ser de tus íntimos!

Ideas: Hoy oramos con el evangelio.

El pasaje es aquel en el que Jesús elige a sus íntimos, a sus apóstoles. Pensemos en algunas ideas que nos pueden ayudar a hacer oración:

1.- ¿A quién escogió? Nos dice el evangelio que escogió a los que él quiso. ¡A los que le dio la gana! No está mal. Porque no se trata de hacer más o menos méritos para que me escoja. Quizás es cuestión de insistirle, de pedirle una y otra vez que me escoja para ser de los suyos. Es más, tengo muchas posibilidades, porque San Pablo dice que escoge siempre a la basura del mundo, a los que no valen nada, para que se demuestre que es él el que hace la obra.

2.- Jesús me escoge un nombre. O me pone un mote, según se quiera. Como hizo con los hijos del Zebedeo, que Cristo les puso el nombre de los ‘hijos del trueno’. ¿Qué nombre me pondrá a mí Jesús? ¿Cómo me conocerá? Es muy importante, porque va a marcar mi relación con él. Señor, ¿quién soy yo para ti?

3.- Mi nombre entre los doce. Puedo leer en voz alta la lista de elegidos y ver mi nombre entre ellos. Imaginarme el momento en el que el Señor dice mi nombre. Estamos muchos esperando ver a quién ha elegido. Va diciendo nombres… Y al fin, dice también el mío. ¿Qué sentimientos tengo? ¡Cómo clama mi corazón en silencio y mis ojos con la mirada suplicante ‘Señor, elígeme’!

4.- Que yo no te traicione, Señor. Y a la vez contemplo cómo Judas, uno de sus amigos se me anuncia que le traicionará. Una última súplica brota de mi corazón para concluir la oración. ¡Qué nunca te deje, Dios mío! ¡Que nunca te deje!

20/01/2011, Jueves de la segunda semana de Tiempo Ordinario

Lectura de la carta a los Hebreos (7, 25-8, 6)

Hermanos: Jesús puede salvar definitivamente a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive siempre para interceder en su favor. Y tal convenla que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo. Él no necesita ofrecer sacrificios cada día -como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los propios pecados, después por los del pueblo-, porque lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. En efecto, la ley hace a los hombres sumos sacerdotes llenos de debilidades. En cambio, las palabras del juramento, posterior a la ley, consagran al Hijo, perfecto para siempre. Esto es lo principal de toda la exposición: Tenemos un sumo sacerdote tal, que está sentado a la derecha del trono de la Majestad en los cielos y es ministro del santuario y de la tienda verdadera, construida por el Señor y no por hombre. En efecto, todo sumo sacerdote está puesto para ofrecer dones y sacrificios; de ahí la necesidad de que también éste tenga algo que ofrecer. Ahora bien, si estuviera en la tierra, no seria siquiera sacerdote, habiendo otros que ofrecen los dones según la Ley. Estos sacerdotes están al servicio de un esbozo y sombra de las cosas celestes, según el oráculo que recibió Moisés cuando iba a construir la tienda: «Mira -le dijo Dios-, te ajustarás al modelo que te fue mostrado en la montaña.» Mas ahora a él le ha correspondido un ministerio tanto más excelente, cuanto mejor es la alianza de la que es mediador, una alianza basada en promesas mejores.

Salmo responsorial (Sal 39, 7-8a. 8b-9. 10. 17)
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio, entonces yo digo: «Aquí estoy.» R.

«-Como está escrito en mi libro para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas. R.

He proclamado tu salvación ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios: Señor, tú lo sabes. R.

Alégrense y gocen contigo todos los que te buscan; digan siempre:
«Grande es el Señor» los que desean tu salvación. R.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (3, 7-12)

En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del lago, y lo siguió una muchedumbre de Galilea. Al enterarse de las cosas que hacia, acudía mucha gente de Judea, de Jerusalén y de Idumea, de la Transjordania, de las cercanías de Tiro y Sidón. Encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada una lancha, no lo fuera a estrujar el gentío. Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo. Cuando lo veían, hasta los espíritus inmundos se postraban ante él, gritando: «Tú eres el Hijo de Dios.» Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer.

20 enero 2011, jueves de la segunda semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

A quién no le ha sorprendido el poder de un imán para atraer metales, los más potentes son capaces de levantar los objetos del suelo. Cuando lees el evangelio de hoy te das cuenta que Jesús era como un imán. ¡Cómo atrae Jesús!, es imposible resistirse a su fuerza.

Jesús quiere estar en un lugar apartado con sus discípulos. Necesita prepararles para la misión que el día de mañana tendrán que realizar, quiere hablarles en la intimidad, que se familiaricen con la soledad. Para ello le gusta emplear la naturaleza, en este caso la orilla del lago. Qué serenidad transmite un lago en calma. Pero no cuenta Jesús con su poder imantante. De todos los puntos vienen buscándolo, quieren escucharlo, estar con Él, tocarlo. Tanto que tiene que tener una barca preparada por si le estruja el gentío.

Imaginemos la escena y nos será fácil hacer la oración. Busquemos entre tantos rostros el de Jesús. Escuchemos sus palabras de consuelo a tantos que sufren. Contemplemos sus miradas de amor a aquellos que se sienten abandonados.

Si hoy las personas supieran lo fantástico que es Dios acudirían en masa a donde está Jesús. Ni el cantante con más pegada podría hacer competencia a su figura. Pero la gente no sabe que existe y tampoco dónde buscarlo. Cuidemos nuestra oración para llenarnos de Él y luego ser reflejo suyo donde estemos, un hito en el camino que les ayude a centrar la búsqueda. Una vez que lo encuentras no lo cambias por nada, es más, cambias todo por Él.

19/01/2011, Miércoles de la segunda semana de Tiempo Ordinario

Lectura de la carta a los Hebreos (7, 1-3. 15-17)

Melquisedec, rey de Salen, sacerdote del Dios altísimo, cuando Abrahán regresaba de derrotar a los reyes, lo abordó y lo bendijo, recibiendo de él el diezmo del botín. Su nombre significa «rey de justicia», y lleva también el título de rey de Salen, es decir, «rey de paz». Sin padre, sin madre, sin genealogía; no se menciona el principio de sus días ni el fin de su vida. En virtud de esta semejanza con el Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre. Y esto resulta mucho más evidente si surge otro sacerdote a semejanza de Melquisedec, que lo sea no en virtud de una legislación carnal, sino en fuerza de una vida imperecedera; pues está atestiguado: «Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.»

Salmo responsorial (Sal 109, 1. 2. 3. 4)
R. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.

Oráculo del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos estrado de tus pies». R.

Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos. R.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío, antes de la aurora.» R.

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec». R.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (3, 1-6)

En aquel tiempo, entró Jesús otra vez en la sinagoga, y había allí un hombre con parálisis en un brazo. Estaban al acecho, para ver si curaba en sábado y acusarlo. Jesús le dijo al que tenia la parálisis: -«Levántate y ponte ahí en medio.» Y a ellos les preguntó: -«¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?» Se quedaron callados. Echando en torno una mirada de ira, y dolido de su obstinación, le dijo al hombre: -«Extiende el brazo.» Lo extendió y quedó restablecido. En cuanto salieron de la sinagoga, los fariseos se pusieron a planear con los herodianos el modo de acabar con él.

19 enero 2011, miércoles de la segunda semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Puestos en la presencia de Dios, entramos en el ámbito sagrado de la oración. Nos ponemos a la escucha porque sin duda que el Señor nos quiere hablar. Siempre dice algo a nuestra vida. Cada día nos habla al oído, al corazón.

La palabra de Dios que hoy se nos proclama en el Evangelio es de una importancia meridiana para poder vivir nuestra religión de una manera adecuada, confiados en Dios y evitando todo voluntarismo, siempre atenazador y destructor de la vida espiritual y de la misma persona.

El Evangelio nos brinda la curación que hace Jesús del brazo paralitico a un hombre que estaba en la sinagoga, o sea, de un judío.

Como los judíos se fijaban especialmente en los actos externos y en las normas de la ley, les pareció mal que Jesús curase en sábado, cuando, de hecho, ellos admitían rescatar a un animal en dicho día si se había caído al pozo.

Por eso mismo, Jesús les pregunta: “¿qué está permitido en sábado, hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvar la vida a un hombre o dejarlo morir?”

La respuesta nos parece muy sencilla tal como la plantea el Señor. Pero de hecho actuamos de otra forma distinta muchas veces.

Nos falta la libertad de los hijos de Dios y nos aferramos, como los judíos, a la ley sabática en sí misma, que acaba siendo inhumana, porque prioriza constituciones, estatutos, instituciones, normas… como algo absoluto, dejando de estar al servicio del hombre. Se enmohecen y crean incompatibilidad con el Evangelio.

En nuestra oración de hoy le tenemos que pedir a Dios que nos haga ver claramente las cosas porque esta falacia se nos cuela con mucha facilidad y frecuencia. Ha hecho y sigue haciendo mucho daño en la vida espiritual, porque se convierte en un férreo voluntarismo, donde el hombre, bajo capa de bien, trata de adueñarse de Dios y tenerlo a su servicio en vez de servirlo, a base de esfuerzos y acciones que nosotros juzgamos adecuadas y fervorosas, pero el hombre nunca alcanza a Dios por su solo esfuerzo.

Jesús en cambio nos propone una religión en espíritu y en verdad, no basada en mediaciones de tiempo y lugar, sacralizadas por el hombre, tales como el templo, los sacrificios, el sábado… tantas cosas, sino en la iniciativa amorosa de Dios.

Toda la vida del creyente es tiempo de gracia, tiempo de la palabra y tiempo del espíritu.

Pidámosle a nuestra Madre la Virgen que al acabar nuestra oración de hoy, pongamos la confianza no en nosotros mismos, sino en el Señor.

18/01/2011, Martes de la segunda semana de Tiempo Ordinario

Lectura de la carta a los Hebreos (6, 10-20)

Hermanos: Dios no es injusto para olvidarse de vuestro trabajo y del amor que le habéis demostrado sirviendo a los santos ahora igual que antes. Deseamos que cada uno de vosotros demuestre el mismo empeño hasta el final, para que se cumpla vuestra esperanza, y no seáis indolentes, sino ¡mitad a los que, con fe y perseverancia, consiguen lo prometido. Cuando Dios hizo la promesa a Abrahán, no teniendo a nadie mayor por quien jurar, juró por si mismo, diciendo: «Te llenaré de bendiciones y te multiplicaré abundantemente.» Abrahán, perseverando, alcanzó lo prometido. Los hombres juran por alguien que sea mayor y, con la garantía del juramento, queda zanjada toda discusión. De la misma manera, queriendo Dios demostrar a los beneficiarios de la promesa la inmutabilidad de su designio, se comprometió con juramento, para que por dos cosas inmutables, en las que es imposible que Dios mienta, cobremos ánimos y fuerza los que buscamos refugio en él, asiéndonos a la esperanza que se nos ha ofrecido. La cual es para nosotros como ancla del alma, segura y firme, que penetra más allá de la cortina, donde entró por nosotros, como precursor, Jesús, sumo sacerdote para siempre, según el rito de Melquisedec.

Salmo responsorial (Sal 110, 1-2. 4-5. 9 y 10c)
R. El Señor recuerda siempre su alianza.

Doy gracias al Señor de todo corazón, en compañía de los rectos, en la asamblea.
Grandes son las obras del Señor, dignas de estudio para los que las aman. R.

Ha hecho maravillas memorables, el Señor es piadoso y clemente.
Él da alimento a sus fieles, recordando siempre su alianza. R.

Envió la redención a su pueblo, ratificó para siempre su alianza,
su nombre es sagrado y temible. La alabanza del Señor dura por siempre. R.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (2, 23-28)

Un sábado, atravesaba el Señor un sembrado; mientras andaban, los discípulos iban arrancando espigas. Los fariseos le dijeron: -«Oye, ¿por qué hacen en sábado lo que no está permitido?» Él les respondió: -«¿No habéis leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus hombres se vieron faltos y con hambre? Entró en la casa de Dios, en tiempo del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes presentados, que sólo pueden comer los sacerdotes, y les dio también a sus compañeros.» Y añadió: -«El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado; as! que el Hijo del hombre es señor también del sábado».

Archivo del blog