3 de enero, fiesta del Santísimo Nombre de Jesús
Los primeros cristianos se definían como los que invocan el nombre de Jesús. Invocar supone reconocer y acogerse a su gracia salvadora. Jesús nos libra de los pecados; él es el que quita el pecado del mundo (Jn 1) y quien lo conoce no comete pecado (1 Jn). Y podríamos decir que si lo comete recibe de Jesús la fuerza para reparar el mal causado, pedir perdón y empezar de nuevo, habiendo recibido la gracia de Cristo en la confesión; pues Jesús es más fuerte que nuestros pecados e intercede por nosotros, es nuestro abogado con el otro abogado: el Espíritu Santo.
Esta invocación se hizo una forma de oración que quedo plasmada en la obra “El peregrino ruso” que la popularizó en occidente. Mediante este método de oración se busca cumplir la exhortación evangélica de orar siempre sin interrupción. Podemos hoy orar diciendo a ese Jesús que hemos contemplado estos días de Navidad: “Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí” o “Jesús, acuérdate de mí en tu reino”, “Jesús, si quieres puedes curarme” u otra invocación evangélica. Lo repetimos con calma, calando en el significado total que encierran estas oraciones.
En este enlace podemos conocer más sobre esta festividad recientemente restaurada y que se inició allá por el siglo XV promovida por los mendicantes (O.P.; O.F.M; O.C.): http://www.caminando-con-jesus.org/CARMELITA/ESDM/FIESTA%20DEL%20SANTISIMO%20NOMBRE%20DE%20JESUS.htm