Al empezar la oración: hacemos la señal de la cruz y nos ponemos en presencia de Dios. Invocamos la ayuda del Espíritu Santo y rezamos mentalmente la oración preparatoria de Ejercicios: “Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de tu divina majestad.” (EE 46)
Petición: Nos unimos a toda la Iglesia que pide estos días por la unidad de todos los cristianos y le pedimos al Señor que nos quite nuestro corazón de piedra y nos dé un corazón comprensivo y manso que busque la unidad que El quiso. Lo que es imposible para los hombres: la unidad en la Iglesia, en nuestra Cruzada-Milicia, en mi corazón, tan dividido por las pasiones desordenadas, es posible para Dios. Pedirlo con confianza.
Composición de lugar y meditación: Acompañar con la imaginación a San Pablo en su entrada a Damasco. Escuchar la conversación de Jesús con Saulo caído en el suelo. Meditar sobre el silencio y el ayuno de Saulo durante esos días tras ver al Señor y su bautismo. Meditar sobre las palabras de Jesús resucitado antes de subir al cielo y que San Pablo puso por obra durante el resto de su vida: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.”
Pensar en la vida de trabajos que llevó San Pablo durante su vida apostólica. Su amor a Cristo. Su preocupación por las Iglesias buscando que fueran fieles a Cristo y que superaran las divisiones que surgían en su seno.
Jesús a través de su siervo Ananías le da un consejo a San Pablo que seguirá toda su vida, con un trabajo incesante por Cristo, y que podemos hacer nuestro. Ananías le dijo: “Ahora, no pierdas tiempo; levántate.” Que no perdamos tiempo en cosas que no merecen la pena. Que sigamos este consejo en este mundo tan informatizado, globalizado, comunicado, interconectado,… donde es tan fácil que se nos escape el tiempo y la vida por cualquier cable. Que nuestra preocupación sea hacer la voluntad de Dios con toda calma y eficacia.
Unos minutos antes del final de la oración: Avemaría a la Virgen e invocación: “Santa María, Madre de los cristianos, Reina de nuestra Cruzada−Milicia, que seamos todos uno en tu Corazón Inmaculado”
Examen de la oración: ver cómo me ha ido en el rato de oración. Recordar si he recibido alguna idea o sentimiento que debo conservar y volver sobre él. Ver dónde he sentido más el consuelo del Señor o dónde me ha costado más. Hacer examen de las negligencias al hacer la oración, pedir perdón y proponer enmienda.
Durante el día: intentar en todas nuestras acciones (estudio, trabajo, relaciones,…) conservar el alma en sosiego buscando la voluntad de Dios y la unidad con todos. Repetir el consejo de Ananías a San Pablo cuando algo nos tiente a colgarnos en lo que no debemos: “Ahora, no pierdas tiempo; levántate.”: Aprovechar el rato de lectura espiritual para releer el pasaje de la conversión de San Pablo. Si puedo, hacer una visita o un rato extra de oración. Hacer algún sacrificio pidiendo por la unidad en la Iglesia.
* Nota: las siglas “EE” remiten al libro de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola y al número que se indica