27 enero 2011, jueves de la tercera semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Oración inicial (en unión con toda la Cruzada – Milicia de Santa María).

"Que todas mis intenciones, acciones y operaciones, sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de Su Divina Majestad”.

Situándonos.

  • Vivimos en el tiempo ordinario, ya metidos de pleno en él.
  • Hace dos días celebramos la conversión del apóstol San Pablo.

El tiempo ordinario es el tiempo pleno del año litúrgico. No se centra la atención sobre ningún episodio de la vida de Jesús, porque su vida es tomada en todo su conjunto.

Dispongámonos en este primer momento de la oración de mañana a presentarnos en humildad ante el Dios vivo, Creador del universo, que hace hombre para enseñarme a ser hombre. Hace falta una actitud de asombro, de apertura al descubrimiento para intuir el amor de Dios. Un descubrimiento así, es capaz de tirarnos a nosotros también de nuestros caballos…

Dos certezas.

Dos certezas nos quieren transmitir las lecturas de hoy:

  1. … Mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos, porque es fiel quien hizo la promesa… (Primera lectura).
  2. … La Luz no ha sido traída al mundo para esconderla, sino para anunciarla …. (Evangelio).

El primer descubrimiento es de la grandeza de Dios, y todo lo que Él es…, y a partir de este asombro, poder exclamar: “lo mejor de mi vida es haberte conocido”. La esperanza del cristiano militante brota del Sí de Dios a su persona, a su vida, a sus anhelos, a sus preocupaciones… Desde esta confianza inquebrantable, se escucha la llamada a la vocación universal: la SANTIDAD, que se concreta en gestos, ofrendas, entregas, renuncias, gozos y sufrimientos vividos en y desde Cristo. Como la Luz no ha sido creada para oscurecer el mundo, sino para iluminarlo, así Cristo ha venido al mundo para hacer brillar la victoria del Amor en los senderos de la historia de la humanidad. Por eso, debemos examinar, con resolución digna de los momentos que vivimos, qué espera Dios de nosotros, de mí personalmente. Puede ayudarnos el primer mensaje del padre Eduardo Laforet. Un mensaje que debe interpelarnos, y ponernos en condiciones de preguntar a Dios: ¿Qué mandas Señor?

Escucha hoy un grito de alerta:

No puedes quedarte mudo e inerte ante un mundo que camina sin saberlo por los derroteros que llevan al abismo almas y cuerpos, buenos y malos, civilizaciones y pueblos. Tu responsabilidad ante Dios te exige que lo intentes todo, que lo emprendas todo para ahorrar al género humano tan tremenda desgracia.

Es todo un mundo lo que hay que rehacer desde sus cimientos; hay que transformarlo de selvático en humano y de humano en divino: es decir, según el corazón de Dios. Por tanto es necesario que examines, con resolución digna de los momentos trascendentales de la historia humana, qué es lo que puedes y debes hacer como aportación tuya a la obra salvífica de Dios, en auxilio del mundo de hoy, abocado a la ruina.

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