Estamos de estreno. Estrenamos el curso en el año 2011, pero también estrenamos el tiempo litúrgico Ordinario, después del tiempo de Navidad. Y con el tiempo Ordinario, estrenamos las lecturas de la carta a los Hebreos y del evangelio de san Marcos, que nos acompañarán en las próximas semanas.
El Evangelio de hoy nos brinda un texto precioso para orientar nuestra oración. Es un texto de una frescura extraordinaria, que nos permite hacer fácilmente la composición de lugar de la oración reconstruyendo la escena. Nos encontramos a orillas del lago: se respira la brisa del mar, la vista se dilata en los horizontes azules, la luminosidad es casi cegadora... Vemos pescadores: unos (Simón y Andrés), faenando en el lago, a poca distancia de la orilla; otros (Santiago y Juan, con su padre y los jornaleros), repasando las redes. Y en este marco natural vemos a Jesús que se acerca.
1. “Convertíos y creed en el Evangelio”. La vida pública de Jesús comienza con un llamamiento a la conversión. Ahora que retomamos el tiempo Ordinario, es también un buen momento para refrescar nuestra conversión a Jesús. Año nuevo, vida nueva. En muchos lugares es tradicional hacer un propósito para el nuevo año. ¿Hemos hecho ya el nuestro?
2. “Pasando Jesús..., vio a Simón y Andrés... y les dijo...”. Prácticamente lo primero que hace Jesús en su vida pública, después del Bautismo, es pasar junto al lago donde faenan los hombres, ver y llamar. Jesús, ayer como hoy, pasa a nuestro lado, nos ve y nos llama. Busca colaboradores, amigos, discípulos... Tenemos que estar atentos a Cristo que pasa, y descubrirle en tantos momentos a lo largo del día.
3. “Venid conmigo...” ¿Para qué nos llama Jesús? Para que le sigamos, para que compartamos nuestra vida con Él. Él nos precede (de hecho, la Biblia de la Conferencia Episcopal Española traduce “venid en pos de mí”). Nos llama a seguirle “conmigo y como Yo”. Jesús pasa cada día buscando nuestra respuesta de amor. Como canta la letra carmelitana: “Dios ha pasado buscando amor, Dios ha llamado a tu corazón... Tú que andas buscando un amor que no te llena, mira que está el amor a tu puerta... Tú que tienes hambre y sed, dile que venga, quizás no pase más, quizás no vuelva...”
4. “...Y os haré pescadores de hombres”. La fuente de nuestro apostolado brota del vivir con Jesús. No hacemos apostolado porque tengamos condiciones para ello o porque nos atraiga o porque sintamos nuestra vida más llena cuando lo hacemos... Hacemos apostolado porque Jesús nos nombra pescadores suyos, y nos envía a la misión: somos así apóstoles. Vamos con Él y en su nombre. Y nuestras “artes de pesca” han de ser las suyas, no tanto las que a nosotros se nos ocurran.
5. “Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron”; “dejaron a su padre con los jornaleros en la barca y se marcharon con él”. Simón y Andrés, y más tarde Santiago y Juan, nos enseñan cómo ha de ser nuestra respuesta cuando percibimos la mirada de Jesús y escuchamos su llamada: (a) inmediatamente, sin dilación, sin pensarlo dos veces...
(b) dejándolo todo: las redes, y las relaciones nacidas de la carne y del negocio; debemos dejar nuestros propios intereses y afectos, para seguir en adelante los de Jesús: querer lo que Él quiere, a quienes Él quiere y como Él los quiere...
(c) con Jesús. No seguimos un ideal abstracto: seguimos a una persona, al Amigo que nunca falla. No tengamos miedo: Jesús no recorta nuestro amor, sino que lo dilata. Conoceremos un nuevo modo de amar, con todo el corazón, con toda la mente y con todas las fuerzas: en definitiva, amando a todos en Cristo con todo nuestro ser.
Oración final: Santa María, Madre del “sí”: ayúdame a ver a Jesús que pasa por mi lado, que me mira y que me llama. Enséñame como Tú a decir “sí”, inmediatamente, generosamente, abandonando mi propio querer e interés, y dejando que me convierta y que viva en mí.