1 febrero 2011, martes de la cuarta semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

La oración colecta es concluyente: “Señor, concédenos amarte con todo el corazón y que nuestro amor se extienda también a todos los hombres”

1. La primera lectura de la carta a los Hebreos nos anima a fijar la mirada en el iniciador y consumador de nuestra fe. Santa Teresa lo repetía: “Poned la mirada en Cristo y todo se os hará fácil” Aquí está todo: amar a Dios con todo el corazón. Y la nada: no mirar a Cristo, distraernos con miradas estériles, que no importan…y, a la larga, matan.

2. Fruto de esta mirada, de este amor, es el amor a todos, el apostolado. Permitidme que os comparto un poema que mi madre me recitaba con frecuencia y que era vida de su vida:: “¡Qué es ser apóstol!”

Llevar dentro del alma un infinito anhelo,

Soñar sueños divinos de gloria sin igual,

Estar muy por encima de todo lo del suelo,

Consagrando la vida al más grande ideal.

De Cristo enamorarse con ciego frenesí,

Probar que nuestro pecho tan sólo por El late

Y a «todo» sacrificio contestarle que sí.

Vivir sin ser del mundo en medio de la tierra

Y hacer del mundo entero un campo en que luchar

Mas sin armas ni fuego, que es de paz esta guerra.

Un solo fin pretende: a Dios hacer reinar.

Entregarse al trabajo con ardor y «alegría»,

Buscar siempre en la lucha la fuerza en la oración,

Lanzarse al sufrimiento sin viles cobardías

Y «cimentar sus obras en fe y abnegación».

Sin pensar en sí mismo, ni en dichas ni placeres,

Sin buscar más descanso que nunca descansar,

Sin temor a peligros, sin tener más quereres

Que una voluntad sola con la de Dios formar.

Y allí dentro, muy dentro, con ansia abrasadora,

Con Jesús compartiendo lo que en la Cruz sintió,

La sed de salvar almas, la sed que le devora

De almas, miles de almas, por quien su vida dio.

Las almas para Cristo, las almas a millones,

Pues de una sola es tanto el inmenso valor,

Que a su imperio se rindan, pueden saciar su ardor.

En todas sus empresas le alienta, le sostiene,

Le ayuda y fortalece, le impulsa a combatir

María, que es su madre, por quien la gracia viene,

Le cubre con su manto, su amor le hace sentir.

Así el Apóstol cruza de un polo al otro polo,

Con voluntad de hierro, de fuego el corazón;

No hay nada que le arredre porque nunca va solo.

Que a su Dios está unido con inefable unión,

Ese su gran secreto: vive de Eucaristía.

Lleva dentro un Sagrario y allí en la intimidad,

Con Cristo que es su todo a El todo lo confía,

El es quien da a sus obras virtud, fecundidad,

En manos de este Artífice se siente que es su nada.

Su más pobre instrumento que El puede manejar,

Corno quiera que es suyo... es la nada entregada,

Y así su omnipotencia en ella llegue a obrar.

Por eso no se engríe jamás en la victoria.

Y nunca si fracasa se le ve desmayar,

De Dios es «todo» el éxito, de Dios «toda» la gloria,

Al Apóstol le toca «Tan sólo trabajar».

3. Con oración y apostolado, permitiremos que el Señor siga obrando los milagros que nos muestra el Evangelio de hoy: las hemorroísas y las hijas de los jefes de sinagoga de nuestro tiempo. Todos podrán orí: ¡Talita kum! En definitiva, VEN CONMIGO, LEVÁNTATE.

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