El evangelio nos ofrece hoy un texto lleno de sugerencias para nuestra oración. Pidamos al Espíritu Santo que abra nuestro corazón para que sintonicemos con los sentimientos del Señor. Acudamos también a la Virgen. Pidamos conocimiento interno del Señor, para que conociéndole más le amemos y le sigamos. Podemos detenernos en algunos detalles del texto.
1. “Los escribas decían: ‘Tiene dentro a Belzebú...’”. Cuánto le tienen que doler al Señor los prejuicios con los que le encasillamos los hombres. Y mucho más cuando los prejuicios provienen de los que son considerados hombres espirituales y entendidos de la Ley, como lo eran los escribas. En el evangelio del sábado pasado, Jesús era tenido por loco, y en ese caso los que le prejuzgaban eran precisamente sus familiares. Cuántas malas interpretaciones tuvo que soportar Jesús: de los de lejos, pero también de los de cerca, empezando por sus propios discípulos (recordemos la increpación de Pedro intentando alejarle del camino de la cruz (cf. Mc 8, 33). Y cuánta inquina y obcecación tuvo que sufrir por parte de sus enemigos.
A veces los prejuicios llegan a ofuscar la razón, como les ocurría a los escribas. Por eso no le cuesta a Jesús desenmascararles: “¿Cómo va a echar Satanás a Satanás?” Podemos preguntarnos cada uno: ¿yo también prejuzgo a Jesús? ¿Le digo a veces: “no sea así, Señor”, en lugar de “hágase tu voluntad”? ¿Interpreto sus palabras a mi conveniencia?
2. “Él los invitó a acercarse”. Difícilmente podremos juzgar correctamente quedándonos lejos de la realidad. ¡Cuántas críticas proceden del desconocimiento de la realidad, de los prejuicios! Para conocer a Jesús tenemos que acoger su invitación: acercarnos a Él, convivir con Él. Se nos caerán nuestros prejuicios mezquinos.
3. “Una familia dividida no puede subsistir”. Dejemos que estas palabras de Jesús nos lleguen al corazón, precisamente cuando nos disponemos a clausurar el octavario por la unidad de los cristianos. ¡Cuántas divisiones provienen de los prejuicios, fomentadas por personas que prefieren quedarse lejos de la comunión para criticar así sin objetividad ni misericordia! Jesús nos invita continuamente a hacer familia con Él, a través de la oración y del amor a los hermanos, que incluye el perdón. Satanás en cambio nos precipita hacia la división, inquietándonos con falsas razones, con el fin de alejarnos a unos de otros, y a todos del Señor. Podemos preguntarnos cada uno: y yo ¿fomento la unidad o la división, empezando por los que tengo más cerca? ¿Hasta qué punto valoro y deseo la unidad de la Iglesia y en la Iglesia?
4. “Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa”. Jesús es el que ha penetrado en la casa del hombre forzudo, que era el mundo sometido al diablo, y mediante su muerte y resurrección, ha atado a Satanás y ha arramblado con su casa, derrotando así al pecado y a la muerte. Como dice el mismo Jesús en otra ocasión: “Ahora [cuando yo sea elevado sobre la tierra] el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera” (Jn 12, 31). Y en el pasaje paralelo al evangelio de hoy en san Lucas, dice: “Pero si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros” (Lc 11, 20). ¿Qué podemos temer? El diablo ha sido vencido y atado. Si me mantengo unido a Jesús y lejos de Satanás, nada ni nadie nos separará del reino del amor de Dios.
Oración final. Santa María, madre de la unidad, vencedora de Satanás: danos conocimiento de los engaños del mal caudillo y gracia para guardarnos de ellos. Condúcenos a todos tus hijos a la plena comunión. Ponnos con tu Hijo, alcánzanos tu humildad y confianza para que le conozcamos cada día mejor, le amemos cada día más y le sigamos con más plenitud.