1/2/2019, Viernes de la III semana del Tiempo Ordinario


Lectura de la carta a los Hebreos (10, 32-39)
Hermanos: Recordad aquellos días primeros, en los que, recién iluminados, soportasteis múltiples combates y sufrimientos: unos expuestos públicamente a oprobios y malos tratos; otros solidarios de los eran tratados así. Compartisteis el sufrimiento de los encarcelados, aceptasteis con alegría que os confiscaran los bienes, sabiendo que teníais bienes mejores, y permanentes. No renunciéis, pues, a vuestra valentía, que tendrá una gran recompensa. Os hace falta paciencia para cumplir la voluntad de Dios y alcanzar la promesa. «Un poquito de tiempo todavía, y el que viene llegará sin retraso; mi justo vivirá por la fe, pero si se arredra le retiraré mi favor». Pero nosotros no somos gente que se arredra para su perdición, sino hombres de fe para salvar el alma.
Salmo responsorial (Sal 36, 3-4. 5-6. 23-24. 39-40)
R. El Señor es quien salva a los justos.
Confía en el Señor y haz el bien, habitarás tu tierra y reposarás en ella en fidelidad;
sea el Señor tu delicia, y él te dará lo que pide tu corazón. 
R.
Encomienda tu camino al Señor, confía en él, y él actuará:
hará tu justicia como el amanecer, tu derecho como el mediodía. 
R.
El Señor asegura los pasos del hombre, se complace en sus caminos;
si tropieza, no caerá, porque el Señor lo tiene de la mano. 
R.
El Señor es quien salva a los justos, él es su alcázar en el peligro;
el Señor los protege y los libra,
los libra de los malvados y los salva porque se acogen a él. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (4, 26-34)
En aquel tiempo, Jesús decía al gentío: «El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega». Dijo también: «¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar a su sombra». Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

1 febrero 2019. Viernes de la III semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Para comenzar oración nos ponemos en la presencia del señor y pedimos luz al Espíritu Santo para que nos ilumine en este rato y sepamos escuchar lo que Dios nos quiere decir hoy.
Tras leer las lecturas de hoy, me gustaría proponer dos ideas que me han sonado con fuerza. Ambas salen de las parábolas que relata hoy el evangelio.
En primer lugar, se nos presenta la imagen del sembrador que siembra, hace su trabajo luego descansa por la noche y las semillas con los días germinan y crecen sin que él sepa cómo.  Esta parábola que se propone a mí me recuerda mucho a cómo actúa Dios en nuestra vida sin que nos demos cuenta. Muchas veces vivimos muy metidos en el presente, las cosas que tenemos que hacer, las que no nos salen, los imprevistos y también en el futuro. Así cuesta mucho ver cómo actúa Dios en nuestra vida. Sin embargo, yo creo que esta parábola nos invita a vivir caminando de espaldas. Vivir caminando de espaldas implica dos cosas. La primera es en echar una mirada hacia atrás, ver como esa semillita que planté hace tiempo, ya ha brotado, ya tiene hojas y en seguida tendrá flores y frutos, es decir ver todas las cosas que, sin darme cuenta, sin saber cómo Dios ha ido haciendo en mi a lo largo del tiempo. Y la segunda cosa que implica vivir caminando de espaldas, es confiar en Dios, porque no sabemos que tenemos detrás, pero viendo como nos ha ido seguro que sea lo que sea lo que venga nos irá bien.
En segundo lugar, la parábola del grano de mostaza nos habla de cómo la semilla más pequeña se convierte en un árbol grande y fuerte. Esta parábola me recuerda mucho a una de las ideas que nos dejaba el Papa en la JMJ de Panamá el pasado fin de semana. En el discurso durante la vigilia hizo muchas referencias a las raíces que tenemos que tener los jóvenes y que también tenemos que procurar transmitir a los que son más jóvenes que nosotros. Pues que veamos esta parábola un poco con la visión que nos dejaba Francisco, de revisar dónde están nuestras raíces, dónde ponemos nuestros cimientos para crecer y dar frutos. Y también la misión tan bonita que tenemos de transmisores de estás raíces que hemos recibido.
Por último, podemos acabar la oración pues con un coloquio con la Virgen que siempre está deseando escucharnos. Le podemos pedir que nos ayude a decir “Hágase” como dijo ella para que cada día de nuestra vida sea un morir un poquito más en las cosas que nos sobran y así crecer y dar fruto.

31/1/2019. Jueves de la III semana del Tiempo Ordinario


Lectura de la carta a los Hebreos (10, 19-25)
Hermanos, teniendo libertad para entrar en el santuario, en virtud de la sangre de Jesús, contando con el camino nuevo y vivo que él ha inaugurado para nosotros a través de la cortina, o sea, de su carne, y teniendo un gran sacerdote al frente de la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero y llenos de fe, con el corazón purificado de mala conciencia y con el cuerpo lavado en agua pura. Mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos, porque es fiel quien hizo la promesa. Fijémonos los unos en los otros para estimularnos a la caridad y a las buenas obras; no faltemos a las asambleas, como suelen hacer algunos, sino animémonos tanto más cuanto más cercano veis el Día.
Salmo responsorial (Sal 23, 1-2. 3-4ab. 5-6)
R. Este es la generación que busca tu rostro, Señor.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos. 
R.
¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos. 
R.
Ése recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación.
Ésta es la generación que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (4, 21-25)
En aquel tiempo, Jesús dijo al gentío: «¿Se trae el candil para meterlo debajo del celemín o debajo de la cama?, ¿no es para ponerlo en el candelero? No hay nada escondido, sino para que sea descubierto; no hay nada oculto, sino para que salga a la luz. El que tenga oídos para oír, que oiga». Les dijo también: «Atención a lo que estáis oyendo: la medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces. Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene».

31 enero 2019. Jueves de la III semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración


Os ofrezco dos apuntes para pensar o dejarse llevar por lo que el corazón os diga en este rato de oración.
Lo primero, el texto evangélico. Jesús nos invita a dar, a darnos a los demás, con generosidad, porque la medida que usemos, la usará Dios con nosotros. Dios no se conforma con poco, no quiere de nosotros solo el 20 o el 30 o el 60 por ciento, sino que lo quiere todo. Y lo primero que tenemos que dar, y darlo siempre, es la luz de la fe en nuestro corazón y la alegría que brota de ella en nuestro rostro y en nuestro comportamiento. Porque, como dice Jesús, la luz alumbra y no se mete debajo de la cama… Somos agraciados con el don de la fe, la amistad con Jesús, la compañía de María y los santos, vivamos de manera que algo se note, que seamos un signo en el mundo.
En segundo lugar, la fiesta de don Bosco nos invita a comprometernos con la Iglesia misionera de y con los jóvenes. El Papa Francisco en la JMJ de Panamá dijo que don Bosco “aprendió a mirar en su ciudad, en su entorno, con los ojos de Dios y su corazón fue golpeado por la miseria, por la falta de trabajo, apoyo y familia de tantos jóvenes. Muchos, en su misma ciudad, los criticaban, pero él no. No criticar a los jóvenes, sino mirarlos con los ojos de Dios. Y don Bosco dio un paso más: No tuvo miedo a crear con ellos una familia, donde se sintieran amados, para darles raíces y así no fueran tumbados por cualquier viento, raíces para subir al cielo”.
Las palabras del Papa no necesitan comentario. Que resuenen en nuestro corazón en este rato de oración y que germinen en compromisos concretos a favor de los jóvenes.

30/1/2019. Miércoles de la III semana del Tiempo Ordinario


Lectura de la carta a los Hebreos (10, 11-18)
Todo sacerdote ejerce su ministerio diariamente ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los pecados. Pero Cristo, “después de haber ofrecido” por los pecados un único sacrificio; está sentado para siempre jamás a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. Con una sola ofrenda ha perfeccionado definitivamente a los que van siendo santificados. Esto nos lo atestigua también el Espíritu Santo. En efecto, después de decir: «Así será la alianza que haré con ellos después de aquellos días», añade el Señor: «Pondré mis leyes en sus corazones y las escribiré en su mente, y no me acordaré ya de sus pecados ni de sus culpas». Ahora bien, donde hay perdón, no hay ya ofrenda por los pecados.
Salmo responsorial (Sal 109, 1. 2. 3. 4)
R. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.
Oráculo del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos estrado de tus pies». 
R.
Desde Sion extenderá el Señor el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos. 
R.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, desde el seno, antes de la aurora». 
R.
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec». 
R.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (4, 1-20)
En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al mar. Acudió un gentío tan enorme, que tuvo que subirse a una barca y, ya en el mar, se sentó; y el gentío se quedó en tierra junto al mar. Les enseñó muchas cosas con parábolas y les decía instruyéndolos: «Escuchad: Salió el sembrador a sembrar; al sembrar, algo cayó al borde del camino, vinieron los pájaros y se lo comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra; como la tierra no era profunda, brotó enseguida; pero, en cuanto salió el sol, se abrasó y, por falta de raíz, se secó. Otra parte cayó entre abrojos; los abrojos crecieron, la ahogaron, y no dio grano. El resto cayó en tierra buena: nació, creció y dio grano; y la cosecha fue del treinta o del sesenta o del ciento por uno». Y añadió: «El que tenga oídos para oír, que oiga». Cuando se quedó a solas, los que lo rodeaban y los Doce le preguntaban el sentido de las parábolas. Él les dijo: «A vosotros se os ha dado el misterio del reino de Dios; en cambio, a los de fuera todo se les presenta en parábolas, para que "por más que miren, no vean, por más que oigan, no entiendan, no sea que se conviertan y sean perdonados"». Y añadió: "¿No entendéis esta parábola? ¿Pues cómo vais a conocer todas las demás? El sembrador siembra la palabra. Hay unos que están al borde del camino donde se siembra la palabra; pero, en cuanto la escuchan, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos. Hay otros que reciben la semilla como terreno pedregoso; son los que al escuchar la palabra la acogen con alegría, pero no tienen raíces, son inconstantes y, cuando viene una dificultad o persecución por la palabra, en seguida sucumben. Hay otros que reciben la semilla entre abrojos; estos son los que escuchan la palabra, pero los afanes de la vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás los invaden, ahogan la palabra, y se queda estéril. Los otros son los que reciben la semilla en tierra buena; escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha del treinta o del sesenta o del ciento por uno».

30 enero 2019. Miércoles de la III semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración


Llevamos una temporada haciendo la primera lectura de la Carta a los Hebreos, donde se nos presenta a Jesús como sacerdote que se compadece de los hombres y nos perdona los pecados.
Él ofrece un solo sacrificio a Dios Padre. No le hace falta más, su amor y entrega es total y definitiva. Nosotros nos sumamos cada día a ese sacrificio de Cristo, no repetido, sino actualizado, conmemorado.
No se nos exigen actos heroicos, sino identificarnos cada vez más con la entrega del Señor. Por eso la vida cristiana y, como consecuencia, la vida de oración resulta sencilla y asequible para todos los hombres de todas las épocas.
El Evangelio de hoy es largo, pero muy conocido. El sembrador y la semilla. Lo hemos considerado muchas veces.
Es lo que tenemos que suplicar hoy en la oración, que la Palabra de Dios caiga en nuestra alma, convertida en tierra buena, y dé fruto en abundancia.
El Señor quiere que nuestras vidas no sean estériles. Estamos llamados a dar fruto. Por eso mismo, la oración bien hecha nos impulsa a la misión, a no quedarnos en nuestro pequeño mundo personal.
Como nos dice constantemente el Papa Francisco, hemos de ser una Iglesia en salida, llevando a nuestros hermanos lo que Dios nos ha transmitido cada día en ese trato personal bien cuidado.
Que la Virgen María, llena del amor de Dios, nos acompañe en esta tarea de la nueva evangelización.

29/1/2019. Martes de la III semana del Tiempo Ordinario


Lectura de la carta a los Hebreos (10, 1-10)
Hermanos: La Ley, que presenta sólo una sombra de los bienes futuros y no la realidad misma de las cosas, no puede nunca hacer perfectos a los que se acercan, pues lo hacen año tras año y ofrecen siempre los mismos sacrificios. Si no fuera así, ¿no habrían dejado de ofrecerse, porque los ministros del culto, purificados de una vez para siempre, no tendrían ya ningún pecado sobre su conciencia. Pero, en realidad, con estos sacrificios se recuerdan, año tras año los pecados. Porque es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados. Por eso, al entrar él en mundo dice: «Tú no quisiste ni sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo; no aceptaste holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije: He aquí que vengo - pues así está escrito en el comienzo del libro acerca de mi - para hacer, ¡oh Dios! tu voluntad».  Primero dice: «Tú no quisiste ni sacrificios ni ofrendas, ni holocaustos, ni víctimas expiatorias», que se ofrecen según la ley. Después añade: «He aquí que vengo para hacer tu voluntad». Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación de cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.
Salmo responsorial (Sal 39, 2 y 4ab. 7-8a. 10. 11)
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Yo esperaba con ansia al Señor; Él se inclinó y escuchó mi grito;
me puso en la boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios. 
R.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído;
no pides holocaustos ni sacrificios expiatorios, entonces yo digo: «Aquí estoy». 
R.
He proclamado tu salvación ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios: Señor, tú lo sabes. 
R.
No me he guardado en el pecho tu defensa, he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia y tu lealtad ante la gran asamblea. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (3, 31-35)
En aquel tiempo, llegaron la madre de Jesús y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar. La gente que tenía sentada alrededor le dijo: «Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan». Él les pregunta: «¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?». Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice: «Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre».

29 enero 2019. Martes de la III semana del Tiempo Ordinario – Puntos de oración

* Primera lectura:
Una vez más, la carta a los Hebreos afirma que las instituciones del Antiguo Testamento eran una sombra y una promesa, que en Cristo Jesús han tenido su cumplimiento y su verdad total.
Los sacrificios de antes no eran eficaces, porque «es imposible que la sangre de los animales quite los pecados». Por eso tenían que irse repitiendo año tras año y día tras día. Esto pasaba en Israel y también en todas las religiones, porque en todas el hombre intenta acercarse y tener propicio a su Dios.
Mientras que Cristo Jesús se ofreció en sacrificio a sí mismo. El Salmo 39 describe la actitud de Jesús ya desde el momento de su encarnación: «Tú no quieres sacrificios ni holocaustos, pero me has dado un cuerpo: aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad». Es uno de los salmos que mejor retratan a Cristo y su actitud a lo largo de su vida y de su muerte. Por esta entrega de Cristo, de una vez para siempre, «todos quedamos santificados».
En nuestra celebración de la Eucaristía es bueno que nos acostumbremos a llevar también nuestra pequeña ofrenda existencial: nuestros esfuerzos, trabajos, alegrías y sufrimientos, nuestros éxitos y fracasos... Esta entrega personal es la que Cristo nos ha enseñado. El sacrificio externo y ritual sólo tiene sentido si va unido al personal y existencial, porque el sacrificio personal nos compromete en profundidad y en todos los instantes de nuestra vida.
* Evangelio:
Concluye el capítulo tercero de Marcos con este corto episodio que tiene como protagonistas, a sus familiares. Los «hermanos» en el lenguaje hebreo son también los primos y tíos y demás familiares. Esta vez sí se dice que estaba su madre.
Las palabras de Jesús no desautorizan a su madre ni a sus parientes. Jesús aprovecha la ocasión para decir cuál es su visión de la nueva comunidad que se está reuniendo en torno a Él. La nueva familia no va a tener como valores determinantes ni los lazos de sangre ni los de la raza. No serán tanto los descendientes de raza de Abraham, sino los que imitan su fe: «El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre».
Nosotros, como personas que creemos y seguimos a Cristo, pertenecemos a su familia. Esto nos llena de alegría. Por eso podemos decir con confianza la oración que Jesús nos enseñó: «Padre nuestro». Somos hijos y somos hermanos. Hemos entrado en la comunidad nueva del Reino.
Nos llena de alegría y gozo que esté la Virgen María, la Madre de Jesús. Si de alguien se puede decir que «ha cumplido la voluntad de Dios» es de ella, la que respondió al ángel enviado de Dios: «Hágase en mi según tu Palabra». Ella es la mujer creyente, la totalmente disponible ante Dios.
Incluso antes que su maternidad física, tuvo María de Nazaret este otro parentesco que aquí anuncia Cristo, el de la fe. Como decían los Santos Padres, ella acogió antes al Hijo de Dios en su mente por medio de la fe que en su seno por su maternidad.
Por eso es María para nosotros buena maestra, porque fue la mejor discípula en la escuela de Jesús. Y nos señala el camino de la vida cristiana: escuchar la Palabra, meditarla en el corazón y llevarla a la práctica.
Oración final
Dios todopoderoso, que, según lo anunciaste por el ángel, has querido que tu Hijo se encarnara en el seno de María, la Virgen, escucha nuestras súplicas y haz que sintamos la protección de María los que la proclamamos verdadera Madre de Dios. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

28/1/2019. Lunes de la III semana del Tiempo Ordinario – Santo Tomás de Aquino


Lectura de la carta a los Hebreos (9, 15. 24-28)
Hermanos: Cristo es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera alianza; y así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna. Cristo entró no en un santuario construido por hombres, imagen del auténtico, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros. Tampoco se ofrece a si mismo muchas veces como el sumo sacerdote, que entraba en el santuario todos los años y ofrecía sangre ajena; si hubiese sido así, tendría que haber padecido muchas veces, desde la fundación del mundo. De hecho, él se ha manifestado una sola vez, al final de los tiempos para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo. Por cuanto el destino de los hombres es morir una sola vez; y después de la muerte, el juicio. De la misma manera, Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos. La segunda vez aparecerá, sin ninguna relación al pecado, para salvar a los que lo esperan.
Salmo responsorial (Sal 97, 1. 2-3ab. 3cd-4. 5-6)
R. Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.
Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo. 
R.
El Señor da a conocer su salvación, revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel. 
R.
Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad. 
R.
Tañed la cítara para el Señor, suenen los instrumentos:
con clarines y al son de trompetas, aclamad al Rey y Señor. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Marcos (3, 22-30)
En aquel tiempo, los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: «Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios». Él los invitó a acercarse y les puso estas parábolas: «¿Cómo va a echar Satanás a Satanás? Un reino dividido internamente no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir. Si Satanás se rebela contra sí mismo, para hacerse la guerra, no puede subsistir, está perdido. Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para arramblar con su ajuar, si primero no lo ata; entonces podrá arramblar con la casa. En verdad os digo, todo se les podrá perdonar a los hombres: los pecados y cualquier blasfemia que digan; pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, cargará con su pecado para siempre». Se refería a los que decían que tenía dentro un espíritu inmundo.

28 enero 2019. Lunes de la III semana del T. Ordinario – Santo Tomás de Aquino – Puntos de oración

Lo primero, esforzarme en serenarme, en quedarme en silencio y dejarme invadir por la presencia del Señor. Desde esta presencia todo es fácil. Me hago presente en la escena donde los escribas le identifican con el demonio: dicen de Jesús: “Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios”. Y Jesús habla de la división de un reino o estado, de una familia no puede subsistir (permanecer) están perdidos.
Jesús no está dividido. Siempre es luz, nunca tinieblas, siempre es verdad y camino, nunca mentira y sin meta. El demonio, por el contrario, siempre es oscuridad, “padre de la mentira”, orgulloso, blasfemo que lleva a la perdición, a la condenación eterna.
Me encuentro en la escena y compruebo que primero lo han tenido por loco y ahora por endemoniado. La ignorancia y la envidia conducen a conclusiones falsas e injustas. Después los medios de comunicación ya se encargan, atizadas por el relativismo de la verdad, de extender a todos los rincones de la tierra la mentira de tal manera que la victoria total parece la ha conseguido el enemigo de toda persona.
El Papa Francisco comenta con frecuencia que la murmuración y la calumnia son bombas terroristas. El efecto destructivo es mortal porque dañan la comunión especialmente entre los miembros de la Iglesia, de cualquier comunidad o asociación, que son obra del Espíritu Santo, porque tratan de vivir unidos, en comunión
La reacción de Jesús no puede ser más enérgica y su mirada sería como aparece en unos versículos anteriores de este Evangelio de san Marcos, cuando en la sinagoga cura a un hombre su mano paralizada… y Jesús; “Echando en torno una mirada, de ira y dolido por la dureza de su corazón…
Es fácil que la Virgen no estuviera muy lejos cuando se desarrolla esta escena. ¿Cómo serían los sentimientos de su corazón cuando le identifican como blasfemo y como príncipe de los demonios? Ella conoce muy bien lo que san Pedro en un discurso en los Hechos de los Apóstoles, que “JESÚS, EN LOS DÍAS DE SU VIDA MORTAL PASÓ HACIENDO EL BIEN”.
Y yo puedo mejorar mi entorno familiar y profesional, haciendo el bien, si evito la murmuración y la calumnia con todas mis fuerzas.

27/1/2019. Domingo III del Tiempo Ordinario (Ciclo C)


Lectura del libro de Nehemías (8, 2-4a. 5-6. 8-10)
En aquellos días, el día primero del mes séptimo, el sacerdote Esdras trajo el libro de la ley ante la comunidad: hombres, mujeres y cuantos tenían uso de razón. Leyó el libro en la plaza que está delante de la Puerta del Agua, desde la mañana hasta el mediodía, ante los hombres, las mujeres y los que tenían uso de razón. Todo el pueblo escuchaba con atención la lectura del libro de la ley. El escriba Esdras se puso en pie sobre una tribuna de madera levantada para la ocasión. Esdras abrió el libro en presencia de todo el pueblo, de modo que toda la multitud podía verlo; al abrirlo, el pueblo entero se puso de pie. Esdras bendijo al Señor, el Dios grande, y todo el pueblo respondió con las manos levantadas. «Amén, amén». Luego se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra. Los levitas leyeron el libro de la ley de Dios con claridad y explicando su sentido, de modo que entendieran la lectura. Entonces el gobernador Nehemías, el sacerdote y escriba Esdras, y los levitas que instruían al pueblo dijeron a toda la asamblea: «Este día está consagrado al Señor, vuestro Dios. No estéis tristes ni lloréis» (y es que todo el pueblo lloraba al escuchar las palabras de la ley). Nehemías les dijo: «Id, comed buenos manjares y bebed buen vino, e invitad a los que no tienen nada preparado, pues este día está consagrado al Señor. ¡No os pongáis tristes!; el gozo del Señor es vuestra fuerza».
Salmo responsorial (Sal 18, 8. 9. 10. 15)
R. Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.
La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante. 
R.
Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos. 
R.
La voluntad del Señor es pura y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos. 
R.
Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón, Señor, Roca mía, Redentor mío. 
R.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (12, 12-30)
Hermanos: Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo. Pues todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu. Pues el cuerpo no lo forma un solo miembro, sino muchos. Si dijera el pie: «Puesto que no soy mano, no formo parte del cuerpo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el oído dijera: «Puesto que no soy ojo, no formo parte del cuerpo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el cuerpo entero fuera ojo, ¿dónde estaría el oído? si fuera todo oído, ¿dónde estaría el olfato? Pues bien, Dios distribuyó cada uno de los miembros en el cuerpo como quiso. Si todos fueran un mismo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Sin embargo, aunque es cierto que los miembros son muchos, el cuerpo es uno solo. El ojo no puede decir a la mano: «No te necesito»; y la cabeza no puede decir a los pies: «No os necesito.» Sino todo lo contrario, los miembros que parecen más débiles son necesarios. Y los miembros del cuerpo que nos parecen despreciables los rodeamos de mayor respeto; y los menos decorosos los tratamos con más decoro; mientras que los más decorosos no lo necesitan. Pues bien, Dios organizó el cuerpo dando mayor honor a lo que carece de él, para que así no hay división en el cuerpo, sino que más bien todos los miembros se preocupan por igual unos de otros. Y si un miembro sufre, todos sufren con él; si un miembro es honrado, todos se alegran con él. Pues bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro. Pues en la iglesia Dios puso en primer lugar a los apóstoles; en segundo lugar a los profetas, en el tercero, a los maestros, después, los milagros; después el carisma de curaciones, la beneficencia, el gobierno, la diversidad de lenguas. ¿Acaso son todos apóstoles? ¿O todos son profetas? ¿O todos maestros? ¿O hacen todos milagros? ¿Tienen todos don para curar? ¿Hablan todos en lenguas o todos las interpretan?
Lectura del santo evangelio según san Lucas (1, 1-4; 4, 14-21)
Ilustre Teófilo: Puesto que muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros, como nos los transmitieron los que fueron desde el principio testigos oculares y servidores de la palabra, también yo he resuelto escribírtelos por su orden, después de investigarlo todo diligentemente desde el principio, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido. En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; para proclamar el año de gracia del Señor». Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que le ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él. Y él comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír».

27 enero 2019. Domingo III del Tiempo Ordinario (Ciclo C) – Puntos de oración

Ofrecemos nuestras vidas al Corazón de Cristo, por medio del Corazón Inmaculado de Santa María, nuestra Reina y Madre, todos nuestros trabajos, alegrías y sufrimientos. Y lo hacemos uniéndonos por todas las intenciones por las que se inmola continuamente sobre los altares.
En este III Domingo Ordinario hay un tema central que une las lecturas, principalmente la primera y el Evangelio. Este es la Palabra de Dios. Cuando celebramos las Eucaristías no debemos olvidarnos de dar gracias de poder alimentarnos de la mesa de la Palabra. La Palabra de Dios es el fundamento del Universo porque en esa Palabra está su Espíritu, está Dios mismo. Nada hay más exacto y más puro que su palabra. Nada le sobra y nada le falta. Siempre actual para cada momento de nuestra vida. Me acuerdo de hace unos 20 o 25 años que me propuse leer cada noche un capítulo de un Evangelio. Ya no me acuerdo si quiera de qué Evangelio fue, pero sí que recuerdo el bien que me hizo y lo que caló en aquellos momentos esas palabras en mi vida, que no se me olvida. Porque la Palabra de Dios por sí misma, si la acogemos, es poderosa y lo puede todo.
El Papa Francisco, en una de sus homilías, refiriéndose a cómo actúa el pecado en nosotros y somos tentados nos dice que, cuando estamos tentados, solo la Palabra de Dios, la Palabra de Jesús nos salva. Escuchar aquella Palabra que nos abre el horizonte… Él siempre está dispuesto a enseñarnos cómo salir de la tentación. Y Jesús es grande porque no solo nos hace salir de la tentación, sino que nos da más confianza”. Y es verdad. No sé si habéis notado, cuando hay temporadas que uno se acerca a las escrituras y lee la Palabra con veneración, con fe y respeto, como el espíritu se ensancha, la fe se afianza. Por el contrario, cuando nos dejamos llevar por el ritmo inalcanzable de esta vida, que nos engaña con su activismo y superficialidad, y descuidamos la Palabra de Dios, el espíritu se nos empobrece, nos falla la fe. No vemos las cosas con los ojos de Dios.
Nos podemos quedar haciendo la oración repitiendo las palabras del Salmo sobre la Palabra: descanso del alma; instrucción del ignorante; alegría del corazón; luz para los ojos. Por eso, cuando estemos tentados, cuando no somos capaces de ver las cosas con pureza, cuando falte la claridad de ideas en la mente y la paz en el corazón, vayamos a su palabra, la fuente inagotable de agua que refresca el corazón limpia los ojos, renueva la ilusión, nos hace humildes.
Gracias Dios mío porque también te nos has quedado en tu Sagrada Escritura. Tu mismo Espíritu está en esa Palabra que nos da la vida.

26/1/2019. Sábado de la II semana del Tiempo Ordinario – Santos Timoteo y Tito


Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo (1, 1-8)
Pablo, apóstol de Cristo Jesús por voluntad de Dios, para anunciar la promesa de vida que hay en Cristo Jesús, a Timoteo, hijo querido: gracia, misericordia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro. Doy gracias a Dios, a quien sirvo como mis antepasados, con conciencia limpia, porque te tengo siempre presente en mis oraciones noche y día. Al acordarme de tus lágrimas, ansío verte, para llenarme de alegría. Evoco el recuerdo de tu fe sincera, la que arraigó primero en tu abuela Loide y tu madre Eunice, y estoy seguro que también en ti. Por esta razón te recuerdo que reavives el don de Dios que hay en ti por imposición de mis manos porque, pues Dios no nos ha dado un espíritu cobardía, sino de fortaleza, amor y de templanza. Así pues, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor ni de mí, su prisionero; antes bien, toma parte en los padecimientos por el Evangelio, según la fuerza de Dios.
Salmo responsorial (Sal 95, 1-2a. 2b-3, 7-8a.10)
R. Contad las maravillas del Señor a todas las naciones.
Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre. 
R.
Proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones. 
R.
Familias de los pueblos, aclamad al Señor, aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor. 
R.
Decid a los pueblos: «El Señor es rey, él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente». 
R.
Lectura del santo evangelio según san Lucas (10, 1-9)
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: «La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta casa." Y, si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa. Si entráis en una ciudad y os reciben, comed los que os pongan, curad a los enfermos que haya en ella, y decidles: "El reino de Dios ha llegado a vosotros"».

26 enero 2019. Sábado de la II semana del T. Ordinario – Santos Timoteo y Tito – Puntos de oración

Nos acercamos a la oración recordando a dos testigos de Cristo, a los santos Timoteo y Tito, que nos descubren cual debe ser la clave y tarea de nuestra vida de seguimiento del Señor como discípulos suyos. ¡Avivar el don de Dios y ponernos en camino!
Entremos en la presencia del Señor, en el recogimiento interior, poniendo delante la invitación que recibimos, la invitación que se renueva cada día, ¡reaviva el don de Dios que recibiste!, nada más importante ni más grande. Nuestra vida de fe, nuestra vida cristiana consiste, sobre todo, en acoger el don y en ofrecer el don recibido.
¡Y Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio! (realmente somos inmensamente regalados…)
Cada vez que acudo a la oración tengo que agradecer haber recibido, inmerecidamente este don, y pedir crecer en él, en este espíritu, que la presencia de Dios en mi vida sea cada vez mayor, que en todas las cosas se manifieste que el Señor es rey, que el Señor es mi rey.
Debo pedir en la oración no ante poner nada a Cristo. El verdadero discípulo de Jesús piensa todas las cosas por medio de Jesucristo y Jesucristo por medio de todas las cosas. Cristo en mí y yo en Cristo.
Entonces la fe se convierte en la clave interpretativa de toda la realidad y, en especial, de la historia humana, por tanto, también de mi propia historia.
En el encuentro con Cristo debo ir descubriendo que éste es el fundamento de la salvación, y en consecuencia, que de ahí brotará la infatigable preocupación mía y de la Iglesia: que el mundo crea en Aquel que el Padre ha enviado para salvar al mundo.
Como Timoteo y Tito, como los 72 enviados, hemos de descubrimos en la oración enviados a todos los pueblos, a mis hermanos, a los que comparten mi existencia cotidiana. Mucha es la mies y por tanto tenemos que ponernos en camino, aunque conozcamos las dificultades. Me descubro enviado, me descubro apóstol, me descubro misionero.
Contemplando al Señor en la oración debo tener claro qué decirles a los hombres. El Señor es rey …. En Él está la promesa de la vida…. Él es mi Señor… Mi Dios y mi todo. El centro del cristianismo no es la acción del hombre sino la acción de Dios. No debo reducir ni empequeñecer el espíritu cristiano.
Fortalecido con la oración, con el encuentro cara a cara con Él, salgo lleno de esperanza y de gozo. Él es el gran don que debo avivar en mí y que la Iglesia debe avivar en los creyentes, en los hombres de fe.
María, Madre de la fe, madre de los creyentes, que como en ti, mis palabras y mi vida sean un cántico nuevo.

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