Espero que te ayuden estas palabras que
te pongo a continuación para llevar a cabo con fruto este rato de oración.
Sería bueno, si es posible, que realices tu rato de oración delante de Cristo
en la Eucaristía. Si no es posible porque no cuentas con esta posibilidad,
dedícale este tiempo al Señor en la soledad acompañada por Él.
Empezamos nuestra oración invocando al
Espíritu Santo: “Ven Espíritu Divino e infunde en nuestros corazones el fuego
de tu amor”.
Nuestra madre la Iglesia nos propone hoy
unas lecturas que tratan del Amor. Dios nos ama con locura y es modelo de amor
para que nosotros amemos a los demás y en especial para el amor dentro del
matrimonio. La lectura del Libro de Isaías nos muestra cómo Dios nos ama y cómo
desea que nuestra alma esté unida a Él. Ya no te llamarán «Abandonada»,
ni a tu tierra «Devastada»; a ti te llamarán «Mi favorita», y a tu tierra
«Desposada», porque el Señor te prefiere a ti, y tu tierra tendrá marido.
Dios está deseando entrar en nuestro corazón porque nuestra alma (nosotros) es
su favorita, y así nosotros encontramos nuestra felicidad y alegría, y Dios se
derrama por entero: “Como un joven se casa con su novia, así te desposa el que
te construyó; la alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará
tu Dios contigo”.
El amor de Dios hacia nosotros es
reflejo del amor que debe haber en los matrimonios. Es muy significativo que el
primer milagro de la vida pública de Jesús se celebrase dentro del marco de una
boda. En Caná de Galilea.
En este episodio de las bodas de Caná
hay diferentes detalles que sin duda llaman la atención. En primer lugar: “La
madre de Jesús estaba allí”. Ella intercede ante el Señor y le dice “no les
queda vino”. Hay muchos matrimonios que viven como apagados, con problemas, en
crisis constante; no les queda vino. No deben perder la esperanza. Como ocurre
en el Evangelio, Dios es capaz de hacer milagros de la nada. Al igual que un
hijo no se puede negar a una petición de su madre. Jesús mismo no puede negarse
a hacer lo que le pide su Madre. Por lo tanto, hay que recurrir a María,
nuestra Madre, la gran intercesora del hombre. Si pides su intercesión, ¿Dios
se va a negar?... Pero para ello hay que confiar, como hicieron los
sirvientes.
Otro detalle más que no debe pasar
desapercibido en este Evangelio es la actitud de los sirvientes. Le hicieron
caso, aunque fuese algo que a priori no tuviese mucho sentido-
¿llenar de agua unas tinajas enormes, para sacar vino?... pero lo hicieron. Hay
que confiar en Jesús. Él es capaz de sacar todo de la nada. Los sirvientes fue
el medio del que se valió Jesús para hacer el milagro de darles el vino nuevo
al nuevo matrimonio. Estos reflejan lo que muchas veces sucede en nuestra vida.
Dios interviene en nuestra vida a través otras personas. Qué nosotros seamos
instrumento para que Dios cambie la vida de quien lo necesite.
Pedimos la intercesión de la Virgen
María para que Jesús cambie nuestro corazón, para que confiemos en Él y para
que seamos instrumentos de amor de Dios que actúa en los demás.