9 de enero 2019 – Puntos de oración


Este pasaje del evangelio nos revela la faceta contemplativa de Jesús. Es evidente que como Hijo del Padre, Jesús, está en unión permanente con Dios Padre. Si embargo, en ocasiones aprovecha la noche y busca la soledad para estar a solas en oración con su Padre Dios. En el evangelio de hoy, después de haber saciado a unos cinco mil hombres, Jesús despide a la gente y se retira al monte a orar. Es esta una faceta que nos revela la naturaleza humana de Jesús que, como hombre, necesita sus tiempos de retiro y descanso tras periodos intensos de actividad. Jesús es el modelo perfecto de contemplativo en la acción. No mitad contemplativo mitad activista, si no que la oración es la que impulsa su acción evangelizadora y viceversa.
En la oración vespertina que el Padre Morales confecciona para la Navidad y los días posteriores a esta, nos introduce en esta visión contemplativa de la acción. Es una oración dirigida al Niño Dios recién nacido que dice así:
“Jesús, luz del mundo: Que tu nueva Natividad disipe la niebla de naturalismo que nos envuelve. Compadécete de tu Iglesia. Apiádate de nuestros hermanos perdidos en la noche. Derrama carismas de oración, en sacerdotes, religiosos y laicos. Domina la ola de superficialidad e inconstancia que quiere anegarlo todo. Alumbra profundidades de vida interior en familias, seminarios y casas religiosas, en las filas de laicos militantes. Haz que todos comprendan que tú viniste al mundo sólo para que las almas tengan vida y la tengan más abundante”.
El Padre Morales pide a Jesús que actúe como un faro de luz, que se compadezca de su Iglesia, es decir, de nosotros que andamos como los discípulos perdidos en la noche navegando con nuestra barca en mitad del lago, fatigados porque remamos contracorriente en un mundo hostil y descreído. Un mundo que extiende, y cada vez más, una niebla de naturalismo que nos envuelve y nos impide ver más allá de las cosas, nos impide ver la acción providente de Dios a través de los acontecimientos y por eso vivimos con miedo, como los discípulos. A menudo vivimos asustados rodeados de fantasmas. Por eso hay que implorar al Señor que, en estos días después de Navidad, no nos engulla la niebla de naturalismo, mundanidad, inconstancia y superficialidad que quiere anegarlo todo. Hay que implorar que derrame carismas de oración, en sacerdotes, religiosos y laicos. ¡¡En todos!! Porque todos estamos llamados a ser hombres y mujeres de oración, todos. Tanto los humildes pastores como los venerables magos fueron convocados a adorar al Niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
Niño Jesús, no permitas que nos olvidemos de ti. Alumbra profundidades de vida interior en todos nosotros, en las familias, seminarios y casas religiosas, en las filas de laicos militantes. Haz que todos comprendamos que tú viniste al mundo para hacerte un hueco en nuestro corazón y no salir de él.

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