La conversión del apóstol supuso un
antes y un después en la vida del santo y en la Iglesia de su tiempo. Hoy, se
sigue recordando este momento con especial devoción.
El cambio de vida radical en la vida de Pablo
solo puede entenderse desde la misericordia de Dios. Solo en la misericordia de
Dios es posible sentirse verdaderamente perdonado, justificado, amado…
El relato de la conversión queda
especialmente marcado por tres signos:
· La luz
· La voz
· Las mediaciones
- La luz, representa la escena de nuestra vida en la que se produce un
encuentro vivencial con Cristo. Una situación difícil o un acontecimiento
de especial relevancia en nuestra vida; como un rayo de luz: nos “envuelve”,
nos deja consternados, nos hace reflexionar sobre el camino de vida por el que
vamos caminando…
La luz representa los acontecimientos
visibles a los ojos del mundo.
“Mis compañeros vieron el resplandor…”
- La voz representa la vivencia personal de los acontecimientos.
“…, pero (mis compañeros) no oyeron la
voz que me hablaba.”
Dios nos habla a través del
discernimiento y la conciencia, permitiéndonos ir descubriendo el plan de
salvación que Él tiene para con nosotros.
“Saul, Saúl, ¿Por qué me persigues?”
La voz de Dios nos pide avanzar en
nuestro camino. El camino no cambia, es el mismo, pero los propósitos que
animan a llegar hasta la meta son otros.
“Levántate, continúa el camino hasta
Damasco…”
- Las mediaciones son todas aquellas personas que Dios va poniendo en nuestra
vida de forma “providencial”. La conversión de Pablo no se produce estando
solo, va “de la mano del Señor”.
“Mis compañeros me llevaron de la mano a
Damasco…”
Dios no solo se sirve de nuestros seres
queridos, también de aquellos quienes nos persiguen… y perseguimos.
“Hermano Saulo, el Señor Jesús () me ha
enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo”
Muchas de las mediaciones que Dios pone
en nuestra vida son motivo de reconciliación.
“Se quedó unos días con los discípulos
de Damasco…”
La conversión de San Pablo es un gran
ejemplo de cómo Dios puede hacerse el encontradizo en nuestra vida. En nuestro
caso puede que no sea tan “espectacular”, pero ese es nuestro gran reto de cada
día: descubrir a Jesús en los pequeños “signos” de nuestra vida cotidiana.