Para comenzar oración nos ponemos en la
presencia del señor y pedimos luz al Espíritu Santo para que nos ilumine en
este rato y sepamos escuchar lo que Dios nos quiere decir hoy.
Tras leer las lecturas de hoy, me
gustaría proponer dos ideas que me han sonado con fuerza. Ambas salen de las
parábolas que relata hoy el evangelio.
En primer lugar, se nos presenta la
imagen del sembrador que siembra, hace su trabajo luego descansa por la noche y
las semillas con los días germinan y crecen sin que él sepa cómo. Esta
parábola que se propone a mí me recuerda mucho a cómo actúa Dios en nuestra
vida sin que nos demos cuenta. Muchas veces vivimos muy metidos en el presente,
las cosas que tenemos que hacer, las que no nos salen, los imprevistos y
también en el futuro. Así cuesta mucho ver cómo actúa Dios en nuestra vida. Sin
embargo, yo creo que esta parábola nos invita a vivir caminando de espaldas.
Vivir caminando de espaldas implica dos cosas. La primera es en echar una
mirada hacia atrás, ver como esa semillita que planté hace tiempo, ya ha
brotado, ya tiene hojas y en seguida tendrá flores y frutos, es decir ver todas
las cosas que, sin darme cuenta, sin saber cómo Dios ha ido haciendo en mi a lo
largo del tiempo. Y la segunda cosa que implica vivir caminando de espaldas, es
confiar en Dios, porque no sabemos que tenemos detrás, pero viendo como nos ha
ido seguro que sea lo que sea lo que venga nos irá bien.
En segundo lugar, la parábola del grano
de mostaza nos habla de cómo la semilla más pequeña se convierte en un árbol
grande y fuerte. Esta parábola me recuerda mucho a una de las ideas que nos
dejaba el Papa en la JMJ de Panamá el pasado fin de semana. En el discurso
durante la vigilia hizo muchas referencias a las raíces que tenemos que tener
los jóvenes y que también tenemos que procurar transmitir a los que son más
jóvenes que nosotros. Pues que veamos esta parábola un poco con la visión que
nos dejaba Francisco, de revisar dónde están nuestras raíces, dónde ponemos
nuestros cimientos para crecer y dar frutos. Y también la misión tan bonita que
tenemos de transmisores de estás raíces que hemos recibido.
Por último, podemos acabar la oración pues con un coloquio con la Virgen
que siempre está deseando escucharnos. Le podemos pedir que nos ayude a decir
“Hágase” como dijo ella para que cada día de nuestra vida sea un morir un
poquito más en las cosas que nos sobran y así crecer y dar fruto.