26 enero 2019. Sábado de la II semana del T. Ordinario – Santos Timoteo y Tito – Puntos de oración

Nos acercamos a la oración recordando a dos testigos de Cristo, a los santos Timoteo y Tito, que nos descubren cual debe ser la clave y tarea de nuestra vida de seguimiento del Señor como discípulos suyos. ¡Avivar el don de Dios y ponernos en camino!
Entremos en la presencia del Señor, en el recogimiento interior, poniendo delante la invitación que recibimos, la invitación que se renueva cada día, ¡reaviva el don de Dios que recibiste!, nada más importante ni más grande. Nuestra vida de fe, nuestra vida cristiana consiste, sobre todo, en acoger el don y en ofrecer el don recibido.
¡Y Dios no nos ha dado un espíritu cobarde, sino un espíritu de energía, amor y buen juicio! (realmente somos inmensamente regalados…)
Cada vez que acudo a la oración tengo que agradecer haber recibido, inmerecidamente este don, y pedir crecer en él, en este espíritu, que la presencia de Dios en mi vida sea cada vez mayor, que en todas las cosas se manifieste que el Señor es rey, que el Señor es mi rey.
Debo pedir en la oración no ante poner nada a Cristo. El verdadero discípulo de Jesús piensa todas las cosas por medio de Jesucristo y Jesucristo por medio de todas las cosas. Cristo en mí y yo en Cristo.
Entonces la fe se convierte en la clave interpretativa de toda la realidad y, en especial, de la historia humana, por tanto, también de mi propia historia.
En el encuentro con Cristo debo ir descubriendo que éste es el fundamento de la salvación, y en consecuencia, que de ahí brotará la infatigable preocupación mía y de la Iglesia: que el mundo crea en Aquel que el Padre ha enviado para salvar al mundo.
Como Timoteo y Tito, como los 72 enviados, hemos de descubrimos en la oración enviados a todos los pueblos, a mis hermanos, a los que comparten mi existencia cotidiana. Mucha es la mies y por tanto tenemos que ponernos en camino, aunque conozcamos las dificultades. Me descubro enviado, me descubro apóstol, me descubro misionero.
Contemplando al Señor en la oración debo tener claro qué decirles a los hombres. El Señor es rey …. En Él está la promesa de la vida…. Él es mi Señor… Mi Dios y mi todo. El centro del cristianismo no es la acción del hombre sino la acción de Dios. No debo reducir ni empequeñecer el espíritu cristiano.
Fortalecido con la oración, con el encuentro cara a cara con Él, salgo lleno de esperanza y de gozo. Él es el gran don que debo avivar en mí y que la Iglesia debe avivar en los creyentes, en los hombres de fe.
María, Madre de la fe, madre de los creyentes, que como en ti, mis palabras y mi vida sean un cántico nuevo.

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