27 enero 2019. Domingo III del Tiempo Ordinario (Ciclo C) – Puntos de oración

Ofrecemos nuestras vidas al Corazón de Cristo, por medio del Corazón Inmaculado de Santa María, nuestra Reina y Madre, todos nuestros trabajos, alegrías y sufrimientos. Y lo hacemos uniéndonos por todas las intenciones por las que se inmola continuamente sobre los altares.
En este III Domingo Ordinario hay un tema central que une las lecturas, principalmente la primera y el Evangelio. Este es la Palabra de Dios. Cuando celebramos las Eucaristías no debemos olvidarnos de dar gracias de poder alimentarnos de la mesa de la Palabra. La Palabra de Dios es el fundamento del Universo porque en esa Palabra está su Espíritu, está Dios mismo. Nada hay más exacto y más puro que su palabra. Nada le sobra y nada le falta. Siempre actual para cada momento de nuestra vida. Me acuerdo de hace unos 20 o 25 años que me propuse leer cada noche un capítulo de un Evangelio. Ya no me acuerdo si quiera de qué Evangelio fue, pero sí que recuerdo el bien que me hizo y lo que caló en aquellos momentos esas palabras en mi vida, que no se me olvida. Porque la Palabra de Dios por sí misma, si la acogemos, es poderosa y lo puede todo.
El Papa Francisco, en una de sus homilías, refiriéndose a cómo actúa el pecado en nosotros y somos tentados nos dice que, cuando estamos tentados, solo la Palabra de Dios, la Palabra de Jesús nos salva. Escuchar aquella Palabra que nos abre el horizonte… Él siempre está dispuesto a enseñarnos cómo salir de la tentación. Y Jesús es grande porque no solo nos hace salir de la tentación, sino que nos da más confianza”. Y es verdad. No sé si habéis notado, cuando hay temporadas que uno se acerca a las escrituras y lee la Palabra con veneración, con fe y respeto, como el espíritu se ensancha, la fe se afianza. Por el contrario, cuando nos dejamos llevar por el ritmo inalcanzable de esta vida, que nos engaña con su activismo y superficialidad, y descuidamos la Palabra de Dios, el espíritu se nos empobrece, nos falla la fe. No vemos las cosas con los ojos de Dios.
Nos podemos quedar haciendo la oración repitiendo las palabras del Salmo sobre la Palabra: descanso del alma; instrucción del ignorante; alegría del corazón; luz para los ojos. Por eso, cuando estemos tentados, cuando no somos capaces de ver las cosas con pureza, cuando falte la claridad de ideas en la mente y la paz en el corazón, vayamos a su palabra, la fuente inagotable de agua que refresca el corazón limpia los ojos, renueva la ilusión, nos hace humildes.
Gracias Dios mío porque también te nos has quedado en tu Sagrada Escritura. Tu mismo Espíritu está en esa Palabra que nos da la vida.

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