Ofrecemos nuestras vidas al Corazón de
Cristo, por medio del Corazón Inmaculado de Santa María, nuestra Reina y Madre,
todos nuestros trabajos, alegrías y sufrimientos. Y lo hacemos uniéndonos por
todas las intenciones por las que se inmola continuamente sobre los altares.
En este III Domingo Ordinario hay un
tema central que une las lecturas, principalmente la primera y el Evangelio.
Este es la Palabra de Dios. Cuando celebramos las Eucaristías no debemos
olvidarnos de dar gracias de poder alimentarnos de la mesa de la Palabra. La
Palabra de Dios es el fundamento del Universo porque en esa Palabra está su
Espíritu, está Dios mismo. Nada hay más exacto y más puro que su palabra. Nada
le sobra y nada le falta. Siempre actual para cada momento de nuestra vida. Me
acuerdo de hace unos 20 o 25 años que me propuse leer cada noche un capítulo de
un Evangelio. Ya no me acuerdo si quiera de qué Evangelio fue, pero sí que
recuerdo el bien que me hizo y lo que caló en aquellos momentos esas palabras
en mi vida, que no se me olvida. Porque la Palabra de Dios por sí misma, si la
acogemos, es poderosa y lo puede todo.
El Papa Francisco, en una de sus
homilías, refiriéndose a cómo actúa el pecado en nosotros y somos tentados nos
dice que, cuando estamos tentados, solo la Palabra de Dios, la Palabra de Jesús
nos salva. Escuchar aquella Palabra que nos abre el horizonte… Él siempre está
dispuesto a enseñarnos cómo salir de la tentación. Y Jesús es grande porque no
solo nos hace salir de la tentación, sino que nos da más confianza”. Y es
verdad. No sé si habéis notado, cuando hay temporadas que uno se acerca a las
escrituras y lee la Palabra con veneración, con fe y respeto, como el espíritu
se ensancha, la fe se afianza. Por el contrario, cuando nos dejamos llevar por
el ritmo inalcanzable de esta vida, que nos engaña con su activismo y
superficialidad, y descuidamos la Palabra de Dios, el espíritu se nos
empobrece, nos falla la fe. No vemos las cosas con los ojos de Dios.
Nos podemos quedar haciendo la oración
repitiendo las palabras del Salmo sobre la Palabra: descanso del alma;
instrucción del ignorante; alegría del corazón; luz para los ojos. Por eso,
cuando estemos tentados, cuando no somos capaces de ver las cosas con pureza,
cuando falte la claridad de ideas en la mente y la paz en el corazón, vayamos a
su palabra, la fuente inagotable de agua que refresca el corazón limpia los
ojos, renueva la ilusión, nos hace humildes.
Gracias Dios mío porque también te nos has quedado en tu Sagrada
Escritura. Tu mismo Espíritu está en esa Palabra que nos da la vida.