7 de enero 2019 – San Raimundo de Peñafort – Puntos de oración


Con el nuevo año, hemos reanudado nuestro seguimiento de Jesucristo en nuestra oración personal. Meterse en su vida, y hacer que su vida entre en la nuestra, es toda una gracia que tenemos que alcanzar… Por lo tanto, comencemos nuestra oración en este día invocando la acción del Espíritu Santo sobre nosotros…
Juan había sido preso y Jesús se retira a Galilea. “Esto es, se separó de la Judea para no anticipar el tiempo oportuno de su pasión y para darnos ejemplo de cómo debemos huir del peligro” (Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 6).
Cafarnaúm será la ciudad privilegiada de la acción apostólica de Jesús. Su paso por ese territorio conllevará no pocos milagros, y la luz de Cristo, inundará a todos aquellos que lo vean, lo traten, lo escuchen… Seamos nosotros conscientes una vez más, de lo que supone del paso de Dios por nuestras vidas… Recordemos hoy aquella etapa en la que estábamos en tinieblas y en sombras de muerte, y como nos amaneció la luz verdadera que es Cristo, y como después de tanto tiempo transcurrido, esa luz sigue brillando e iluminando nuestra existencia.
¿Cuál es el mensaje que hoy volvemos a escuchar de los labios de Jesús? “¡Haced penitencia, porque se acerca el reino de los cielos” La penitencia es la mejor expresión de nuestro amor hacia Dios y de nuestra corresponsabilidad en el bien de los demás… Vivimos en un mundo que huye de todo sacrificio, abnegación o renuncia, que solo busca gozar, disfrutar, y pasarlo bien; y que cuando se muestra o se pronuncia la palabra penitencia, se siente una cierta desazón… Tenemos que hacer penitencia ciertamente, pero también tenemos que mostrar su fruto: gozo, alegría y paz.., pues nos acerca al Reino de los Cielos…
“Jesús recorría toda Galilea, y enseña y predica el Evangelio del reino”, pero lo hacía, acompañando todo ello con otra acción complementaria, y es que “sanaba toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo…”Tenemos que enseñar y predicar, pero tenemos también que transmitir la bondad que todo ello encierra. Quizás no podremos curar físicamente los cuerpos, pero si podemos devolver la alegría a las almas que nos escuchan o con quienes tratamos… Dios quiere que la alegría reine en el corazón de sus hijos.
Una joven carmelita de Pontoise, muerta en olor de santidad en 1919, Sor María Angé­lica de Jesús, escribía poco antes de su muerte: «Me parece como si Jesús hubiera hecho de mi alma un alma de alegría... Esto no me priva de ser molida por El, ni de sen­tir el sufrimiento, incluso muy a lo vivo; pe­ro en medio de este sufrimiento soy feliz. Dios hace que en todo encuentre felicidad. Pero es cierto que esta alegría viene de Él, y sólo de Él».
Que se note hoy en nuestras vidas, este toque de la Gracia de Dios en nosotros, y que seamos capaces de contagiarlo a quienes nos rodean, para que puedan seguir a Jesucristo más de cerca…

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