Lo primero, esforzarme en serenarme, en
quedarme en silencio y dejarme invadir por la presencia del Señor. Desde esta
presencia todo es fácil. Me hago presente en la escena donde los escribas le identifican
con el demonio: dicen de Jesús: “Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los
demonios con el poder del jefe de los demonios”. Y Jesús habla de la división
de un reino o estado, de una familia no puede subsistir (permanecer) están
perdidos.
Jesús no está dividido. Siempre es luz,
nunca tinieblas, siempre es verdad y camino, nunca mentira y sin meta. El
demonio, por el contrario, siempre es oscuridad, “padre de la mentira”,
orgulloso, blasfemo que lleva a la perdición, a la condenación eterna.
Me encuentro en la escena y compruebo
que primero lo han tenido por loco y ahora por endemoniado. La ignorancia y la
envidia conducen a conclusiones falsas e injustas. Después los medios de
comunicación ya se encargan, atizadas por el relativismo de la verdad, de extender
a todos los rincones de la tierra la mentira de tal manera que la victoria
total parece la ha conseguido el enemigo de toda persona.
El Papa Francisco comenta con frecuencia
que la murmuración y la calumnia son bombas terroristas. El efecto destructivo
es mortal porque dañan la comunión especialmente entre los miembros de la
Iglesia, de cualquier comunidad o asociación, que son obra del Espíritu Santo,
porque tratan de vivir unidos, en comunión
La reacción de Jesús no puede ser más
enérgica y su mirada sería como aparece en unos versículos anteriores de este
Evangelio de san Marcos, cuando en la sinagoga cura a un hombre su mano
paralizada… y Jesús; “Echando en torno una mirada, de ira y dolido por la
dureza de su corazón…
Es fácil que la Virgen no estuviera muy
lejos cuando se desarrolla esta escena. ¿Cómo serían los sentimientos de su
corazón cuando le identifican como blasfemo y como príncipe de los demonios?
Ella conoce muy bien lo que san Pedro en un discurso en los Hechos de los
Apóstoles, que “JESÚS, EN LOS DÍAS DE SU VIDA MORTAL PASÓ HACIENDO EL BIEN”.
Y yo puedo mejorar mi entorno familiar y profesional, haciendo el bien,
si evito la murmuración y la calumnia con todas mis fuerzas.