Os ofrezco dos apuntes para pensar o
dejarse llevar por lo que el corazón os diga en este rato de oración.
Lo primero, el texto evangélico. Jesús
nos invita a dar, a darnos a los demás, con generosidad, porque la medida que
usemos, la usará Dios con nosotros. Dios no se conforma con poco, no quiere de
nosotros solo el 20 o el 30 o el 60 por ciento, sino que lo quiere todo. Y lo
primero que tenemos que dar, y darlo siempre, es la luz de la fe en nuestro
corazón y la alegría que brota de ella en nuestro rostro y en nuestro
comportamiento. Porque, como dice Jesús, la luz alumbra y no se mete debajo de
la cama… Somos agraciados con el don de la fe, la amistad con Jesús, la
compañía de María y los santos, vivamos de manera que algo se note, que seamos
un signo en el mundo.
En segundo lugar, la fiesta de don Bosco
nos invita a comprometernos con la Iglesia misionera de y con los jóvenes. El
Papa Francisco en la JMJ de Panamá dijo que don Bosco “aprendió a mirar en su
ciudad, en su entorno, con los ojos de Dios y su corazón fue golpeado por la
miseria, por la falta de trabajo, apoyo y familia de tantos jóvenes. Muchos, en
su misma ciudad, los criticaban, pero él no. No criticar a los jóvenes, sino
mirarlos con los ojos de Dios. Y don Bosco dio un paso más: No tuvo miedo a
crear con ellos una familia, donde se sintieran amados, para darles raíces y
así no fueran tumbados por cualquier viento, raíces para subir al cielo”.
Las palabras del Papa no necesitan
comentario. Que resuenen en nuestro corazón en este rato de oración y que
germinen en compromisos concretos a favor de los jóvenes.