17 enero 2019. Jueves de la I semana del Tiempo Ordinario – San Antonio, abad – Puntos de oración


Comenzamos nuestros puntos poniéndonos en la presencia de Dios Padre y pidiendo el don del Espíritu Santo que ilumine nuestras inteligencias y fortalezca nuestras voluntades.
Para irnos metiendo en la oración leemos despacito y saboreando el salmo, que nos irá preparando para la primera lectura, muy directa y actual.
Repetiremos:
Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor:
«No endurezcáis vuestro corazón».
Yo voy a reescribirlo, aunque no se debe hacer, teniendo en cuenta también la primera lectura
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Que no se extravíe mi corazón,
Que reconozca tus caminos,
Quiero entrar en tu descanso
Que mi corazón esté siempre contigo
Que no me engañe el pecado.
Entrar postrándonos, con una actitud humilde, estoy ante el Señor, reconocerlo, adorarlo. Que don inmerecido el de la fe, que nos permite reconocerle.
El leproso del evangelio está postrado. Pero qué gran diferencia con la nuestra, aunque nos sintamos pecadores. El sí tiene una gran losa encima, física y moral. Aun así, reconoce al Señor.  Cuántas veces por un poco de cansancio, algún pequeño contratiempo…me rebelo contra todo y dejo de mirar al Señor que se me acerca. Porque no olvidemos que Él es quien se acerca y continuamente nos manda señales de su amor. Por eso yo creo que como siempre el Señor se haría el encontradizo y no es que no se alejara, sino que provocó o le dio las fuerzas a ese enfermo para que se levantara. No olvidemos que su Espíritu está continuamente obrando en nosotros.
Quiero centrarme en un par de actitudes del leproso y de Jesús.
La primera la del leproso. Qué humildad y delicadeza. Parece mentira que le diga a Jesús si quieres. Qué diferente a mi actitud de soberbia, de exigencia, de creerme con derechos. El leproso que si que tiene urgente necesidad y le dice si quieres. Suplica de rodillas. Por eso en la oración postrémonos por tierra.
Qué confianza, raya en el atrevimiento. A los leprosos se les tenía prohibido acercarse a la gente. Pero él se acerca con la confianza de que le limpiará.
Señor auméntame la fe. Elimina la desconfianza que deja en mí el pecado.
Y Jesús, qué estaba viendo en esta escena. Él sabía que el sacerdote sólo declaraba limpio al que había sido leproso una vez que había realizado el sacrificio correspondiente y derramado la sangre. Todo esto nos lleva a la conclusión inevitable de que cuando Jesús pronunció estas palabras estaba asumiendo su propio sacrificio en la Cruz a favor de los pecadores. Cada vez que nos cura del pecado va implícita la cruz.
Y Jesús al enviarle a los doctores está significando que es el Mesías. Esta era una de las credenciales que Jesús refirió a Juan el Bautista como evidencia de que él era el Mesías: (Mt 11:3-5) "...¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro? Respondiendo Jesús, les dijo: Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados...". Con esta acción estaba manifestando que el Reino de Dios estaba llegando a ellos.

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