Comenzamos nuestros puntos poniéndonos
en la presencia de Dios Padre y pidiendo el don del Espíritu Santo que ilumine
nuestras inteligencias y fortalezca nuestras voluntades.
Para irnos metiendo en la oración leemos
despacito y saboreando el salmo, que nos irá preparando para la primera
lectura, muy directa y actual.
Repetiremos:
Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor:
«No endurezcáis vuestro corazón».
«No endurezcáis vuestro corazón».
Yo voy a reescribirlo, aunque no se debe
hacer, teniendo en cuenta también la primera lectura
Entrad, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Que no se extravíe mi corazón,
Que reconozca tus caminos,
Quiero entrar en tu descanso
Que mi corazón esté siempre contigo
Que no me engañe el pecado.
Que reconozca tus caminos,
Quiero entrar en tu descanso
Que mi corazón esté siempre contigo
Que no me engañe el pecado.
Entrar postrándonos, con una actitud
humilde, estoy ante el Señor, reconocerlo, adorarlo. Que don inmerecido el de
la fe, que nos permite reconocerle.
El leproso del evangelio está postrado.
Pero qué gran diferencia con la nuestra, aunque nos sintamos pecadores. El sí
tiene una gran losa encima, física y moral. Aun así, reconoce al Señor.
Cuántas veces por un poco de cansancio, algún pequeño contratiempo…me rebelo
contra todo y dejo de mirar al Señor que se me acerca. Porque no olvidemos que
Él es quien se acerca y continuamente nos manda señales de su amor. Por eso yo
creo que como siempre el Señor se haría el encontradizo y no es que no se
alejara, sino que provocó o le dio las fuerzas a ese enfermo para que se
levantara. No olvidemos que su Espíritu está continuamente obrando en nosotros.
Quiero centrarme en un par de actitudes
del leproso y de Jesús.
La primera la del leproso. Qué humildad
y delicadeza. Parece mentira que le diga a Jesús si quieres. Qué diferente a mi
actitud de soberbia, de exigencia, de creerme con derechos. El leproso que si
que tiene urgente necesidad y le dice si quieres. Suplica de rodillas. Por eso
en la oración postrémonos por tierra.
Qué confianza, raya en el atrevimiento.
A los leprosos se les tenía prohibido acercarse a la gente. Pero él se acerca
con la confianza de que le limpiará.
Señor auméntame la fe. Elimina la
desconfianza que deja en mí el pecado.
Y Jesús, qué estaba viendo en esta
escena. Él sabía que el sacerdote sólo declaraba limpio al que había
sido leproso una vez que había realizado el sacrificio correspondiente y
derramado la sangre. Todo esto nos lleva a la conclusión inevitable de que
cuando Jesús pronunció estas palabras estaba asumiendo su propio sacrificio en
la Cruz a favor de los pecadores. Cada vez que nos cura del pecado va implícita
la cruz.
Y Jesús al enviarle a los doctores está
significando que es el Mesías. Esta era una de las credenciales que Jesús
refirió a Juan el Bautista como evidencia de que él era el Mesías: (Mt 11:3-5) "...¿Eres tú aquel que
había de venir, o esperaremos a otro? Respondiendo Jesús, les dijo: Id, y haced
saber a Juan las cosas que oís y veis. Los ciegos ven, los cojos andan, los
leprosos son limpiados...". Con esta acción estaba manifestando que el
Reino de Dios estaba llegando a ellos.