Hoy te propongo un ejercicio para tu
oración:
Piensa en la persona que más maravillosa
te parece; a lo mejor coincide con la persona que más quieres, o que más
admiras... Piensa en esa persona a la que más feliz quieres hacer; con la que
deseas cuidar con esmero cada gesto, cada palabra tuya, siempre intentando ser
lo más agradable posible.
A esa persona le perdonas todo, deseas
que tenga lo mejor; sus defectos te parecen pura anécdota comparado con lo
maravilloso que es como criatura. Aunque te fallase profundamente, tratarías de
comprenderle, aunque esperas lo mejor de su ser.
Así nos quiere Dios; así nos ama
desmedidamente; somos sus hijos, sus amigos, sus amados; somos sus herederos,
príncipes del Universo; con la Vida Eterna prometida. Así nos ama a sus
escogidos, a sus favoritos. ¿Puedes sentir esto?, o también… ¿Puedes
comprenderlo? En definitiva: “¿Crees esto?”
Ahora, esos pensamientos que tienes por
esa persona en quien pensabas antes, trasládalos a tus allegados, a todos tus
seres queridos; esa persona seguirá siendo tu punto favorito, y ese amor
conseguirá irradiarse a todos los demás allegados tuyos. Y, ya puestos, ¿por
qué no? A todo tu prójimo. Compañeros, profesores, alumnos, amigos, primos,
padres, hijos, abuelos….
¡Tantos favoritos tiene Dios! Y así los
ama a todos.
¿Conseguirías imaginarte esos
pensamientos para todo el que te encuentras? No significa esto una euforia a
cada persona, pero sí que pueda haber algo que, escondidamente, transmita la
alegría cristiana del Evangelio, porque amas a tus seres cercanos, porque bebes
de la fuente del Amor en la oración, en la Eucaristía y en los Sacramentos.
Así ama Dios a todos.
Tiro esto en la papelera correspondiente,
porque, en el fondo, amo también a la sociedad; pienso en la persona que me
atiende en una tienda, antes que en mi resultado autosatisfactorio, porque ese
es el rostro de Cristo que debo mostrar; es mi forma de amarle. Es Cristo a
quien tengo delante en esa persona. Pero, terminemos con una última pregunta.
(bueno, 3 en 1)
¿Hay personas que nunca habíamos visto,
que cuando nos las encontramos nos causa una sensación de malestar, odio,
furia, o desprecio?
¿Hay personas que sí que conocemos, que
cuanto más les conocemos, menos les aguantamos?
Volviendo a la persona del comienzo de
nuestro ejercicio, esa situación de la persona ideal, de nuestra persona
favorita a la que tratamos con exquisitez y le deseamos la mayor felicidad…
después de este recorrido, ¿crees que serías capaz de trasladar ese modo de
obrar-pensar-sentir tuyo a la otra persona a quien no aguantas?
Para el hombre es imposible, pero para
Dios todo es posible.