30/6/2017, Viernes de la XII semana de Tiempo Ordinario – Protomártires de Roma

Lectura del libro del Génesis (17, 1. 9-10. 15-22)
Cuando Abrán tenía noventa y nueve años, se le apareció el Señor y le dijo: «Yo soy el Dios todopoderoso, camina en mi presencia y sé perfecto». El Señor añadió a Abrahán: «Por tu parte, guarda mi alianza, tú y tus descendientes en sucesivas generaciones. Esta es la alianza que habréis de guardar, una alianza entre yo y vosotros y tus descendientes: sea circuncidado todo varón entre vosotros». El Señor dijo a Abrahán: «Saray, tu mujer, ya no se llamará Saray, sino Sara. La bendeciré, y te dará un hijo, a quien también bendeciré. De ella nacerán pueblos y reyes de naciones». Abrahán cayó rostro en tierra y se dijo sonrió, pensando en su interior: «¿Un centenario va a tener un hijo y Sara va a dar a luz a los noventa?». Y Abrahán dijo a Dios: «Ojalá pueda vivir Ismael en tu presencia». Dios replicó: «No, es Sara quien te va a dar un hijo, lo llamarás Isaac; con él estableceré mi alianza y con sus descendientes, una alianza perpetua. En cuanto a Ismael, escucho tu petición: lo bendeciré, lo haré fecundo, lo haré crecer sobremanera, engendrará doce príncipes y lo convertiré en una gran nación. Pero mi alianza la concertaré con Isaac, el hijo que te dará Sara, el año que viene por estas fechas». Cuando el Señor terminó de hablar con Abrahán, se retiró.
Salmo responsorial (Sal 127, 1-2. 3. 4-5)
R. Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos.
Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien. 
R.
Tu mujer, como parra fecunda, en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa. 
R.
Ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (8, 1-4)

Al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente. En esto, se le acercó un leproso, se arrodilló y le dijo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme». Extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero, queda limpio». Y en seguida quedó limpio de la lepra. Jesús le dijo: «No se lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio».

30 junio 2017. Viernes de la XII semana de T. O. – Protomártires de Roma – Puntos de oración

“Después de acostado, ya que me quiera dormir, por espacio de un Avemaría pensar a la hora que me tengo de levantar, y a qué, resumiendo el ejercicio que tengo de hacer.” (San Ignacio – primera adición – Ejercicios espirituales). 
Al día siguiente: iniciaremos nuestro rato exclusivo con el Señor, poniéndonos en su presencia y recordando la oración preparatoria de san Ignacio:
“Pedimos gracia a Dios nuestro Señor, para que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de su divina majestad”.  Esta oración  está en línea con las lecturas de hoy que nos hablan de la fe de Abraham, de la vida que Dios regala al hombre “que teme al Señor”, de la humildad del leproso y cómo Dios se acerca al excluido, al marginado, al descartado.
Al bajar Jesús del monte, lo siguió mucha gente”. Esta gente había escuchado al maestro que les hablaba “con  autoridad”, esta gente comenzó a seguir a Jesús sin cansarse de escucharlo.
Otra gente miraba  desde la distancia, no podían acercarse,  les estaba prohibido por la ley, eran impuros. Entre ellos estaba el leproso del que nos habla el Evangelio.
Este leproso sintió el deseo de acercarse a Jesús, se armó de valor y se acercó. “Señor, si quieres puedes limpiarme” dijo sencillamente. Dijo así porque se sentía impuro, la lepra era una condena de por vida.
Cuántas veces el Padre Morales, en ejercicios y retiros,  nos metía en esta escena. En el interior del leproso, sintiendo la pobreza de este excluido y pidiendo que repitiéramos su oración: “Señor, si quieres puedes limpiarme”.
Jesús acorta la distancia con el leproso, hasta tocarle sin miedo de ensuciarse. Podía haberle dicho desde la distancia: “quedas curado”. En cambio se acercó y lo curo. Esta es la cercanía cristiana que nos muestra Jesús, libera al leproso de la  impureza de la enfermedad y también de la exclusión social.
Después fue más allá al decir al antiguo leproso “ve a presentarte al sacerdote y haz lo que se debe hacer cuando un leproso es curado”. Con este mandato al excluido,  lo está incorporando a la vida de la Iglesia, a la vida social. Deberíamos preguntarnos si tenemos miedo de acercarnos al marginado,  si hacemos lo que podemos para incluirlo en nuestra vida de Iglesia, en nuestra vida social.
Dios también había liberado a Sara de la impureza de ser una mujer infértil. Una de las bendiciones que recibe el hombre “que teme al Señor” es la mujer fecunda y los “hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa”. Es evidente que Sara no disfrutaba de esa posición, pero los criterios de Dios no son los de los hombres. Sara, la mujer estéril, será madre de  Isaac y con él Dios empezará a tejer la alianza con los hombres.  Sara “la impura” será una alegoría de tantos excluidos, sobre los que la acción de Dios transformará en “piedra angular”.

Acabemos nuestras reflexiones con un coloquio con Jesús.  San Ignacio nos lo precisa: “el coloquio se hace, propiamente hablando, así como un amigo habla a otro, o un siervo a su señor: cuándo pidiendo alguna gracia, cuándo culpándose por algún mal hecho, cuándo comunicando sus cosas y queriendo consejo en ellas. Y decir un Pater noster”.

29/6/2017, san Pedro y san Pablo, Apóstoles

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (12, 1-11)
En aquellos días, el rey Herodes decidió arrestar a algunos miembros de la Iglesia para maltratarlos. Hizo pasar a cuchillo a Santiago, hermano de Juan. Al ver que esto agradaba a los judíos, decidió detener a Pedro. Eran los días de los Ácimos. Después de prenderlo, lo metió en la cárcel, entregándolo a la custodia de cuatro piquetes de cuatro soldados cada uno; tenía intención de presentarlo al pueblo pasadas las fiestas de Pascua. Mientras Pedro estaba en la cárcel bien custodiado, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él. Cuando Herodes iba a conducirlo al tribunal, aquella misma noche, estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con cadenas. Los centinelas hacían guardia a la puerta de la cárcel. De repente, se presentó el ángel del Señor, y se iluminó la celda. Tocando a Pedro en el costado, lo despertó y le dijo: «Date prisa, levántate». Las cadenas se le cayeron de las manos, y el ángel añadió: «Ponte el cinturón y las sandalias». Así lo hizo, y el ángel le dijo: «Envuélvete en el manto y sígueme». Salió y lo seguía sin acabar de creerse que era realidad lo que hacía el ángel, pues se figuraba que estaba viendo una visión. Después de atravesar la primera y la segunda guardia, llegaron al portón de hierro que daba a la ciudad, que se abrió solo, ante ellos. Salieron, y anduvieron una calle y de pronto se marchó el ángel. Pedro volvió en sí y dijo: «Ahora sé realmente que el Señor ha enviado a su ángel para librarme de las manos de Herodes y de toda la expectación del pueblo de los judíos».
Salmo responsorial (Sal 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9)
R. El Señor me libró de todas mis ansias.
Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren. 
R.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias. 
R.
Contempladlo, y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará.
El afligido invocó al Señor, él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. 
R.
El ángel del Señor acampa en torno a quienes lo temen y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él. 
R.
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 4, 6-8. 17-18
Querido hermano: Yo estoy a punto de ser derramado en libación y el momento de mi partida es inminente. He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la fe. Por lo demás, me está reservada la corona de la justicia, que el Señor, juez justo, me dará en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que hayan aguardado con amor su manifestación. Mas el Señor me estuvo a mi lado y me dio fuerzas para que, a través de mí, se proclamara plenamente el mensaje y lo oyeran todas las naciones. Y fui librado de la boca del león. El Señor me librará de toda obra mal y me salvará llevándome a su reino celestial.  A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (16, 13-19)

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: -«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» Ellos contestaron: -«Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.» Él les preguntó: -«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro tomó la palabra y dijo: -«Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.» Jesús le respondió: -«¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo».

29 junio 2017. San Pedro y san Pablo, apóstoles – Puntos de oración

Según leía esta mañana la lectura del libro de los hechos de los apóstoles, pensaba en la aplicación que para mi vida tenía esta milagrosa anécdota. En ella leemos cómo el ángel del Señor interviene en un trance difícil para sacar al apóstol Pedro del atolladero. Pero no es esto lo que me interpela pues, realmente, yo no me he visto nunca en parecida circunstancia. Lo que me interpela son las ocasiones en que Dios ha intervenido en mi vida de manera manifiesta y a mí, como a Pedro, me ha costado reconocer su presencia en los acontecimientos aparentemente cotidianos.
El texto insiste en describir con profusión de detales las circunstancias del encarcelamiento: “la custodia de cuatro piquetes de cuatro soldados cada uno”; “entre dos soldados, atado con cadenas. Los centinelas hacían guardia a la puerta de la cárcel”. ¡Vamos que ni el mismo Houdini!. Y,sin embargo, la acción del ángel se desarrolla en la más absoluta sencillez y discreción: «Date prisa, levántate». «Ponte el cinturón y las sandalias». «Envuélvete en el manto y sígueme». Y Pedro “salió y lo seguía sin acabar de creerse que era realidad lo que hacía el ángel, pues se figuraba que estaba viendo una visión”.
¡Cuántas veces pasará el ángel del Señor a nuestro lado, incluso de manera asombrosa, y no seremos capaces de verlo! ¡Cuánto más si es en la sencillez de la vida cotidiana! Hablaremos entonces de casualidad, azar, suerte… Si, como dice el salmo, consultáramos más al Señor a la hora de tomar decisiones o acometer una empresa, ¡de cuántas ansias nos libraríamos! Este es el testimonio que refleja la segunda lectura del apóstol San Pablo: Basándose en su experiencia de años de ministerio y de correrías apostólicas a lo largo del Asia Menor, a pesar de todas las zozobras y sufrimientos, con toda paz y verdad puede decir de su Señor Jesús: “me estuvo a mi lado y me dio fuerzas”.
Y así, como hombre transformado en Cristo, y a pesar de su situación cercana a la muerte, es capaz de decir: “El Señor me seguirá librando de todo mal y me salvará llevándome a su reino celestial”.

Pues a esta vivencia de fe estamos llamados todos, a esta gozosa experiencia del amor de un Dios Padre providente que manda su ángel para nuestro cuidado, en las circunstancias excepcionales y en las cotidianas.

28/6/2017, Miércoles de la XII semana de Tiempo Ordinario – San Ireneo

Lectura del libro del Génesis (15, 1-12. 17-18)
En aquellos días, el Señor dirigió a Abrán, en una visión, la siguiente palabra: «No temas, Abrán, yo soy tu escudo, y tu paga será abundante». Abrán contestó: «Señor, Dios ¿qué me vas a dar si soy estéril, y Eliezer de Damasco será el amo de mi casa?». Abrán añadió: «No me has dado hijos, y un criado de casa me heredará». Pero el Señor le dirigió esta palabra: «No te heredará ese, sino uno salido de tus entrañas será tu heredero». Luego lo sacó afuera y le dijo: «Mira al cielo, y cuenta las estrellas, si puedes contarlas» Y añadió: «Así será tu descendencia». Abran creyó al Señor y se le contó como justicia. Después le dijo: «Yo soy el Señor, que te sacó de Ur de los Caldeos, para darte en posesión esta tierra». Él replicó: «Señor Dios, ¿cómo sabré que yo voy a poseerla?». Respondió el Señor: «Tráeme una novilla de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón». Él los trajo y los cortó por el medio, colocando cada mitad frente a la otra, pero no descuartizó las aves. Los buitres bajaban a los cadáveres, y Abrán los espantaba. Cuando iba a ponerse el sol, un sueño profundo invadió a Abrán, y un terror intenso y oscuro cayó sobre él. El sol se puso, y vino la oscuridad; una humareda de horno y una antorcha ardiendo pasaban entre los miembros descuartizados. Aquel día el Señor concertó alianza con Abrán en estos términos: «A tus descendientes les daré esta tierra, desde el río de Egipto al Gran Río Eufrates».
Salmo responsorial (Sal 104, 1-2. 3-4. 6-7. 8-9)
R. El Señor se acuerda de su alianza eternamente.
Dad gracias al Señor, invocad su nombre, dad a conocer sus hazañas a los pueblos.
Cantadle al son de instrumentos, hablad de sus maravillas. 
R.
Gloriaos de su nombre santo, que se alegren los que buscan al Señor.
Recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro. 
R.
¡Estirpe de Abrahán, su siervo; hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios, él gobierna toda la tierra. 
R.
Se acuerda de su alianza eternamente, de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán, del juramento hecho a Isaac. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (7, 15-20)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se cosechan uvas de las zarzas o higos de los cardos? Así, todo árbol sano da frutos buenos; pero el árbol dañado da frutos malos. Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni un árbol dañado dar frutos buenos. El árbol que no da fruto bueno se tala y se echa al fuego. Es decir, que por sus frutos los conoceréis».

28 junio 2017. Miércoles de la XII semana de Tiempo Ordinario – San Ireneo – Puntos de oración

Antes de comenzar nuestro rato de oración, hacemos un verdadero acto de fe creyendo que Jesús está a nuestro lado, que nos quiere y confía en nosotros.
Hoy la oración puede tener dos polos: en primer lugar hemos leído en el Génesis el momento en que Dios hace un pacto con Abrahán, y Abrahán responde con un acto de fe enorme. La fe de Abrahán ha sido y sigue siendo uno de los pilares de nuestra vida cristiana. Abrahán no había tenido hijos porque era estéril. Un siervo de su casa había tenido un hijo con Sara su mujer para darle descendencia; pero Abrahán no estaba de acuerdo con esa situación y la aceptaba porque no le quedaba otra. Dios le promete que va a tener descendencia y le saca a la oscuridad de la noche para que cuente, si puede, las estrellas que están sobre ellos: es imposible. Pues así será el número de los descendientes de Abrahán. Nuestro padre en la fe cree y Dios se pone tan contento que establece un pacto con él.
Ahora es el momento de preguntarte ¿cómo es tu fe? ¿Tú realmente crees en Dios? ¿Crees en Jesucristo? ¿En su Iglesia? Te invito a recitar disfrutando el CREDO, lee frase tras frase, despacio, saboreando las palabras y quédate allí donde encuentres gracia:
Creo en Dios, Padre Todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra.
Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor,
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo,
nació de Santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato,
fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos,
al tercer día resucitó de entre los muertos,
subió a los cielos y
está sentado a la derecha de Dios,
Padre Todopoderoso.
Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.
Creo en el Espíritu Santo,
la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos,
el perdón de los pecados,
la resurrección de la carne y la vida eterna.
Amén.
En un segundo momento de nuestra oración, recordamos la respuesta del salmo responsorial: “El Señor se acuerda de su alianza eternamente”.
No dudes nunca de que Dios se acuerda; y aunque tú la olvides, Él siempre tiene presente esa alianza.

Termina con un coloquio con nuestra Señora: Ella es la Reina de la Fe.

27/6/2017, Martes de la XII semana de Tiempo Ordinario – San Cirilo de Alejandría

Lectura del libro del Génesis (13, 2. 5-18)
Abran era muy rico en ganado, plata y oro. También Lot, que iba con Abrán, poseía ovejas, vacas y tiendas, de modo que ya no podían vivir juntos en el país, porque sus posesiones eran inmensas y ya no cabían juntos. Por ello surgieron disputas entre los pastores de Abran y los de Lot. Además, en aquel tiempo cananeos y los perizitas habitaban en el país. Abrán dijo a Lot: «No haya disputas entre nosotros dos, ni entre mis pastores y tus pastores, pues somos hermanos. ¿No tienes delante todo el país? Sepárate de mí: si vas a la izquierda, yo iré a la derecha; si vas a la derecha, yo iré a la izquierda». Lot echó una mirada y vio que toda la vega del Jordán, hasta la entrada de Soar, era de regadío - esto era antes de que el Señor destruyera Sodoma y Gomorra - como el jardín del Señor, o como Egipto. Lot se escogió la vega del Jordán y marchó hacia levante; y así se separaron el uno del otro. Abrán habitó en Canaán; Lot en las ciudades de la vega, plantando las tiendas hasta Sodoma. Los habitantes de Sodoma eran malvados y pecaban gravemente contra el Señor. El Señor dijo a Abrán, después que Lot se había separado de él: «Alza tus ojos y mira desde el lugar en donde estás hacia el norte, el mediodía, el levante y el poniente. Toda la tierra que ves te la daré a ti y a tus descendientes para siempre. Haré a tus descendientes como el polvo de la tierra: el que pueda contar el polvo podrá contar a tus descendientes. Levántate, recorre el país a lo largo y a lo ancho, pues te lo voy a dar». Abran alzó la tienda y fue a establecerse junto a la encina de Mambré, en Hebrón, donde construyó un altar al Señor.
Salmo responsorial (Sal 14, 2-3a. 3bc-4ab. 5)
R. Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?
El que procede honradamente y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales y no calumnia con su lengua. 
R.
El que no hace mal a su prójimo ni difama al vecino,
el que considera despreciable al impío y honra a los que temen al Señor. 
R.
El que no presta dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (7, 6. 12-14)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos; no sea que las pisoteen con sus patas y después se revuelvan para destrozaros. Así, pues, todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos; pues esta es la Ley y los Profetas. Entrad por la puerta estrecha. Porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos».

27 junio 2017. Martes de la XII semana de T. O. – San Cirilo de Alejandría – Puntos de oración

El Evangelio de este día contiene unas afirmaciones de Jesús concretas y claras, y el ponerlas en práctica nos determina en uno u otro sentido.
            Si somos cristianos, lo primero, que tenemos que apreciar es su valor: "No deis lo santo a los perros, ni les echéis vuestras perlas a los cerdos; no sea que las pisoteen con sus patas y después se revuelvan para destrozaros."
            A veces no es fácil darse cuenta de lo que uno ha recibido o tiene en la Fe, pues nos movemos en un mundo en que solo se estima lo material y lo tangible... ¿Cómo apreciar entonces lo que no se ve, o lo que los demás no estiman en su justo valor..?
            Las realidades espirituales se aprecian desde el Espíritu..., por lo tanto tenemos que pedir luz al Espíritu Santo para darnos cuenta de lo que supone e implica el ser cristiano, en medio de una sociedad como la que nos ha tocado vivir... Por la fe sabemos que nuestra vida tiene transcendencia de eternidad, y esto deberíamos mostrarlo con nuestra alegría, gozo y paz...
            No podemos negarnos a dar testimonio, pero también hemos de preparar la recepción del mismo, para que no sea rechazado, o contestado indebidamente...
            Si somos cristianos, segundo, tenemos que sentir con los demás: "Así, pues, todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacedlo vosotros con ellos; pues esta es la Ley y los Profetas."
            En esto sí que coincidimos con todos los que nos rodean... Todos tenemos un mismo sentir de cara a nuestras persona y lo que deseamos para ella, y todos esperamos lo mejor en el trato con los demás... Aquí sí que hay seguridad de que acertaremos al darnos, como nosotros mismos nos queremos y nos amamos...
            Si somos cristianos, tercero, tenemos que esforzarnos: "Entrad por la puerta estrecha. Porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos".
            Luchemos contra la ley de lo más fácil, de lo más cómodo, o de lo más placentero... No porque no nos guste lo fácil, lo cómodo o lo placentero, sino porque sabemos, que no siempre esto nos llevará a la plenitud de la felicidad...
            El esfuerzo, el sacrificio, o la renuncia, nunca han estado de moda... Su aspecto o su apariencia, pueden echarnos para atrás a la hora de su consecución..; pero quien se ha vencido, se ha superado, o se ha negado a sí mismo en algo.., no podrá negar nunca que hay en estas realidades un algo escondido que nos realiza, nos plenifica, nos da felicidad...
            Hoy puede ser un día muy bonito para hacernos estos tres planteamientos en nuestra oración personal, y ver a qué conclusiones somos capaces de llegar...
            ¡Apreciemos lo que tenemos...!
            ¡Hagamos a los demás lo que nos gustaría que nos hicieran a nosotros...!

            ¡Y no dejes de vencernos a nosotros mismos en algo…!

26/06/2017, Lunes de la XII semana de Tiempo Ordinario – San Pelayo

Lectura del libro del Génesis (12, 1-9)
En aquellos días, el Señor dijo a Abrán: «Sal de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré. Haré de ti una gran nación, te bendeciré, haré famoso tu nombre, y serás una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan, y en ti serán benditas todas las familias de la tierra». Abrán marchó, como le había dicho el Señor, y con él marchó Lot. Abran tenia setenta y cinco años cuando salió de Jarán. Abrán llevó consigo a Saray, su mujer, a Lot, su sobrino, todo lo que había adquirido y todos los esclavos que había ganado en Jarán, y salieron en dirección a Canaán. Cuando llegaron a la tierra de Canaán, Abrán atravesó el país hasta la región de Siquén, hasta la encina de Moré. En aquel tiempo habitaban allí los cananeos. El Señor se apareció a Abrán y le dijo: «A tu descendencia le daré esta tierra». Él construyó allí un altar en honor del Señor, que se le había aparecido. Desde allí continuó hacia las montañas, al este de Betel, y plantó allí su tienda, con Betel a poniente y Ay a levante; construyó allí un altar al Señor e invocó el nombre del Señor. Abran se trasladó por etapas al Negueb.
Salmo responsorial (Sal 32, 12-13. 18-19. 20 y 22)
R. Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo, se fija en todos los hombres. 
R.
Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme, en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte y a reanimarlos en tiempo de hambre. 
R.
Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. 
R.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (7, 1-5)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque seréis juzgados como juzguéis vosotros, y la medida que uséis, la usarán con vosotros. ¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: "Déjame que te saque la mota del ojo", teniendo una viga en el tuyo? Hipócrita; sácate primero la viga del ojo; entonces verás claro y podrás sacar la mota del ojo de tu hermano».

26 junio 2017. Lunes de la XII semana de Tiempo Ordinario – San Pelayo – Puntos de oración

Purifico mi oración antes de comenzar, le pido a Dios que haga Él lo que deseo pero soy incapaz de conseguir por mí mismo: “Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de vuestra divina majestad”. Que no me preocupe dedicar una parte extensa de mi oración en este primero momento, en pedir al Espíritu Santo que sea Él quien haga en mí la oración, pues no puede ser algo a mi medida, trabajado desde mis fuerzas. Es necesario abrirse a la novedad de Dios sin reservas.
En la primera lectura leemos cómo Yahvé pide a Abrán que salga de su tierra, y camine hacia un lugar que aún no conoce, pero que Él mismo le mostrará.
Abrán se convirtió en Abraham, y es considerado el padre de todo creyente en Yahvé, por tanto, su camino es el mío (en lo esencial). Releamos y dejemos que cale la primera lectura en nosotros:
·         ¿Qué resonancias se dan en mí cuando recibo esta invitación, este mandato, De Dios, hoy, en mi vida?
·         ¿Cuál es la tierra de mi padre, las seguridades, que es necesario dejar atrás para seguro al Señor?
·         ¿He saboreado alguna vez que mi vida puede convertirse en bendición para todos los demás? ¿No merece la pena entregar la vida entera al Jesucristo para que haga con ella lo que más convenga a las almas?
·         La tierra prometida a Abraham es también la nuestra. No es una tierra geográfica, sino el cielo. ¿Aspiro a llegar a la verdadera patria, o los afanes del mundo han cegado a mi corazón? ¿Permanece fresco y vivo aspirando a los tesoros de ahí arriba, o está embotado en las preocupaciones de este mundo?
Hoy la Iglesia nos ofrece un texto importantísimo de la Palabra de Dios que ilumina nuestra vida. Pero es muy conocido, y lo sobradamente conocido, pierde el mordiente… Sería letal la oración de hoy si nos adentramos en ella como quien habla de tú a tú con Dios. Dios entra en la historia de la humanidad y lo cambia todo. ¿No exige más bien en nosotros una actitud de respeto, de profunda admiración? Nuestra historia no es profana, es sagrada, Dios la ha convertido en sagrada con su entrada. ¿La vivimos como sagrada? Señor, cambia lo que haya de profano en mi vida…
Ya lo decía Benedicto XVI, al concluir los ejercicios espirituales para la curia romana, el 23 de febrero de 2013, antes del final de su pontificado.

Creer no es otra cosa que,
en la noche del mundo,
tocar la mano de Dios y así, en el silencio,
escuchar la Palabra, ver el Amor.

25/6/2017, Domingo XII de Tiempo Ordinario (Ciclo A)

Lectura del libro de Jeremías (20, 10-13)
Dijo Jeremías: «Oía la acusación de la gente: “Pavor-en-torno, delatadlo, vamos a delatarlo”.  Mis amigos acechaban mí traspié: “A ver si, engañado, lo sometemos y podemos vengarnos de él”. Pero el Señor es mi fuerte defensor: me persiguen, pero tropiezan impotentes. Acabarán avergonzados de su fracaso, con sonrojo eterno que no se olvidará. Señor del universo, que examinas al honrado y sondeas las entrañas y el corazón, ¡que yo vea tu venganza sobre ellos, pues te he encomendado mi causa! Cantad al Señor, alabad al Señor, que libera la vida del pobre de las manos de gente perversa».
Salmo responsorial (Sal 68, 8-10. 14 y 17. 33-35)
R. Señor, que me escuche tu gran bondad.
Por ti he aguantado afrentas, la vergüenza cubrió mi rostro. 
Soy un extraño para mis hermanos, un extranjero para los hijos de mi madre.
Porque me devora el celo de tu templo, y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí. 
R.
Pero mi oración se dirige a ti, Señor, el día de tu favor; 
que me escuche tu gran bondad, que tu fidelidad me ayude. 
Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia; por tu gran compasión, vuélvete hacia mí. 
R.
Miradlo, los humildes, y alegraos, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres, no desprecia a sus cautivos.
Alábenlo el cielo y la tierra, las aguas y cuanto bulle en ellas. 
R.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (5, 12-15)
Hermanos: Lo mismo que por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte se propagó a todos los hombres, porque todos pecaron... Pues, hasta que llegó aunque la Ley había pecado en el mundo, pero el pecado no se imputaba porque no había ley. Pese a todo, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso sobre los que no habían pecado con una transgresión como la de Adán, que era figura del que tenía que venir, Sin embargo, no hay proporción entre el delito y el don: si por el delito de uno solo murieron todos, con mayor razón la gracia de Dios y el don otorgado en virtud de un hombre, Jesucristo, se han desbordado sobre todos.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (10, 26-33)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay encubierto, que no llegue a descubrirse; ni nada hay escondido, que no llegue a saberse. Lo que os digo en la oscuridad, decidlo a la luz, y lo que os digo al oído pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No; temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la “gehenna”. ¿No se venden un par de gorriones por uno céntimo? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; valéis más vosotros que muchos gorriones. A quien se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los cielos».

25 junio 2017. Domingo XII de Tiempo Ordinario (Ciclo A) – Puntos de oración

¡NO TENGAIS MIEDO!
Hacemos de esa expresión, que aparece tres veces en el evangelio de hoy y una vez se añade aquello de lo que realmente hay que tener miedo, el centro de nuestro encuentro con el Señor este día, domingo, día del Señor.
-         Que en todo y ante todo lo que hoy acontezca pueda escuchar de parte del Señor: no tengas miedo
-         Que en todo y en todo pueda decir yo a otros: no tengas miedo.
No hay que tener miedo en todo lo que acontezca en el espíritu de la misión de Jesús: no hay que tener miedo a pregonar desde las azoteas, porque nadie impedirá que se conozca el mensaje que el Señor quiere transmitir.
Naturalmente que el que pregona se pone en peligro, pero tampoco en ese caso hay que tener miedo, pues los enemigos no pueden matar el alma. Y en tercer lugar no hay que tener miedo porque el apóstol está en manos del Padre y en sus manos está mucho más seguro de lo que él cree: el Padre se ocupa hasta de lo más pequeño
Jeremías en la primera lectura también se enfrenta a la amenaza, una amenaza que puede ser también la del cristiano, que tendrá que recordar en triple no tener miedo. El profeta sane que está seguro en medio del terror, El Señor está con él cómo fuerte soldado, sus enemigos tropezarán, no podrán con él, se avergonzarán.
Y Pablo nos habla de los mismo con la palabra “confianza”, confianza inaudita, porque en Jesucristo la gracia de Dios se ha desbordado sobre todos.
Cuanto más crecemos en la intimidad con Dios, impregnada de amor, tanto más fácilmente vencemos cualquier forma de miedo.
Que este mensaje cale hoy en nuestro corazón y nuestra vida. 

Feliz Domingo

24/6/2017, Natividad de san Juan Bautista

Lectura del libro de Isaías (49, 1-6)
Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos: El Señor me llamó desde el vientre materno, de las entrañas de mi madre, y pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo: «Tú eres mi siervo, Israel, por medio de ti me glorificaré». Y yo pensaba: «En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas». En realidad el Señor, defendía mi causa, mi recompensa la custodiaba Dios. Y ahora dice el Señor, el que me formó desde el vientre como siervo suyo, para que le devolviese a Jacob, para que le reuniera a Israel; he sido glorificado a los ojos de Dios. Y mi Dios era mi fuerza: «Es poco que seas mi siervo para restablecer las tribus de Jacob y traer de vuelta a los supervivientes de Israel. Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra».
Salmo responsorial (Sal 138, 1-3. 13-14. 15)
R. Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente.
Señor, tú me sondeas y me conoces; me conoces cuando me siento o me levanto,
de lejos penetras mis pensamientos; distingues mi camino y mi descanso,
todas mis sendas te son familiares. 
R.
Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno materno.
Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente,
porque son admirables tus obras. 
R.
Mi alma lo reconoce agradecida, no desconocías mis huesos.
Cuando, en lo oculto, me iba formando, y entretejiendo en lo profundo de la tierra. 
R.
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (13, 22-26)
En aquellos días, dijo Pablo: «Dios suscitó como rey a David, en favor del cual dio testimonio, diciendo: "Encontré a David, hijo de Jesé, “hombre conforme a mi corazón, que cumplirá todos mis preceptos". Según lo prometido, Dios sacó de su descendencia un salvador para Israel: Jesús. Juan predicó a todo Israel un bautismo de conversión antes de que llegará Jesús; y, cuando Juan estaba para concluir el curso de su vida decía: "Yo no soy quien pensáis, pero, mirad, viene uno detrás de mí a quien no merezco desatarle las sandalias de los pies". Hermanos, hijos del linaje de Abrahán y todos vosotros los que teméis a Dios: a vosotros se nos ha enviado esta palabra de salvación».
Lectura del santo evangelio según san Lucas (1, 57-66. 80)

A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y se alegraban con ella.  A los ocho días vinieron a circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre intervino diciendo: «¡No! Se va a llamar Juan». Y le dijeron: «Ninguno de tus parientes se llama así». Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre.» Y todos se quedaron maravillados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y se comentaban todos estos hechos por toda la montaña de Judea. Y todos los que los oían reflexionaban diciendo: «Pues ¿qué será este niño?». Porque la mano del Señor estaba con él. El niño crecía y se fortalecía en el espíritu, y vivía en lugares desiertos hasta los días de su manifestación a Israel.

24 junio 2017. Natividad de san Juan Bautista – Puntos de oración

Dando inicio a la segunda etapa de la Campaña de la Visitación, hoy la Iglesia nos permite contemplar con gozo la Natividad de San Juan Bautista, solemnidad que este año coincide con la memoria del Inmaculado Corazón de María. Con traer a la memoria el testimonio de vida del Bautista y las virtudes del Inmaculado Corazón de la Virgen, tendríamos la oración ya hecha. Sin embargo, hay una singularidad en ambas fiestas que conviene destacar para aprovechar mejor nuestro momento de oración. Para empezar, diremos que la coincidencia de ambas ha sido providencial pues ambos sucesos, de alguna manera, se cruzan históricamente.
Dice la escritura que María fue deprisa a la montaña para visitar a su prima Isabel y se quedó con ella unos tres meses. Según esto podemos suponer que la Virgen estuvo presente en el nacimiento del Bautista. Esta es, sin duda, una perfecta composición del lugar para la oración de hoy. Os invito a contemplar esta escena. El padre Morales nos dice: “Por María, la presencia santificadora de Jesús se actúa en Juan. Por ella, el Bautista recibe la investidura de precursor, heraldo de Cristo. Por María, Juan es consagrado testigo de Cristo antes de nacer”. La presencia de María en casa de Isabel es amor activo y expansivo. Olvidada de sí misma encuentra su ser en el servir. En esta atmosfera de gracia, Juan el Bautista viene al mundo. Es interesante notar el estrecho vínculo que existió entre el Precursor de Jesucristo y la Madre de Dios. Esto se entiende mejor cuando caemos en la cuenta de que la misión del Bautista es la misión de todo bautizado: Preparar los caminos del Señor, anunciarle, hacerse pequeño, desaparecer. Y todo bautizado necesita de una Madre que le haga saltar de gozo como a Juan. Es un buen momento para hacer balance la primera etapa de la Campaña, o de este periodo final del curso. ¿Cómo lo he vivido?, ¿Me he parecido a Ella?, ¿Me he dejado hacer por Ella, como Juan el Bautista?
Por otro lado, al igual que Juan, todo bautizado es elegido desde siempre por Dios. Esta es una realidad gozosa y consoladora que la liturgia nos ofrece hoy y en la que podemos profundizar en nuestra oración. Me llamó por amor: “Estaba yo en el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas maternas, y pronunció mi nombre”. Me eligió por su Misericordia: “Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente”.

El padre Morales fue un gran enamorado de la Virgen, terminamos nuestra meditación con una oración suya a propósito de la fiesta del Inmaculado Corazón: “El corazón de María, santuario fabricado por el Dios poderoso y eterno para ser digna morada del Espíritu Santo (Orac. Misa). Haz, Madre querida, que cuantos celebramos la festividad de tu Inmaculado Corazón sepamos vivir según el corazón de Dios, cumpliendo siempre en todo y en toda Su santísima voluntad”.

23/6/2017, Sagrado Corazón de Jesús

Lectura del libro del Deuteronomio (7,6-11)
Moisés habló al pueblo, diciendo: «Tú eres un pueblo santo para el Señor, tu Dios; el Señor, tu Dios, te eligió para que seas, entre todos los pueblos de la tierra, el pueblo de su propiedad. Si el Señor se enamoró de vosotros y os eligió, no fue por ser vosotros más numerosos que los demás, pues sois el pueblo más pequeño, sino que, por puro amor a vosotros y por mantener el juramento que había hecho a vuestros padres, os sacó el Señor de Egipto con mano fuerte y os rescató de la casa de esclavitud, del poder del Faraón, rey de Egipto. Reconoce, pues, que el Señor, tu Dios, es Dios; él es el Dios fiel que mantiene su alianza y su favor con los que lo aman y observan sus preceptos, por mil generaciones. Pero castiga en su propia persona a quien lo odia, acabando con él. No se hace esperar; a quien lo odia, lo castiga en su propia persona. Observa, pues, el precepto, los mandatos y decretos que te mando hoy que cumplas».
Salmo responsorial (Sal 102,1-2.3-4.6-7.8.10)
R. La misericordia del Señor dura POR siempre para aquellos que le temen.
Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios. 
R.
Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura. 
R.
El Señor hace justicia y defiende a todos los oprimidos;
enseñó sus caminos a Moisés y sus hazañas a los hijos de Israel. 
R.
El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia.
No nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas. 
R.
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (4,7-16)
Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Unigénito, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados. Queridos hermanos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (11,25-30)

En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien.  Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobres vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso, para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

23 junio 2017. Sagrado Corazón de Jesús – Puntos de oración

Fiesta de un corazón.
El mejor  y más grande corazón.
No habrá nunca otro igual.
Vive hoy.
Sólo hay que llamarle, mirarle…
o bien, dejar que el corazón propio cante, llore o descargue, en Él, su dolor 
Hablamos de un confidente,
El que ya está en ti antes que quieras decirle algo.
Y se adelanta, tanto, tanto que incluso empuja tus palabras y deseos.
Parece tímido, pero ya sabes, aquellos con alma delicada y respetuosa, temen invadir y quitar libertad.
Si das el primer paso, al poco, notarás que arde tu corazón; tanto es el fuego que tiene.
Desde el principio lo sabes, es el Corazón de Jesús.
Hoy es su fiesta. La gran fiesta del Corazón.
El que se abre en la cruz para no quedarse con nada.
Hoy, una gota de esa sangre-enamorada puede ser tuya.
Digo mal, toda su sangre puede ser tuya y mía.

Sólo otro corazón, inmaculado y materno,
puede vaciarnos del yo para recibir toda esta plenitud.
Sí, únicamente “abajándose” se recibe de lo alto.
Sólo estando debajo de la cruz, junto a la madre,
puedo recibir toda la gracia de la herida abierta.

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