29 junio 2017. San Pedro y san Pablo, apóstoles – Puntos de oración

Según leía esta mañana la lectura del libro de los hechos de los apóstoles, pensaba en la aplicación que para mi vida tenía esta milagrosa anécdota. En ella leemos cómo el ángel del Señor interviene en un trance difícil para sacar al apóstol Pedro del atolladero. Pero no es esto lo que me interpela pues, realmente, yo no me he visto nunca en parecida circunstancia. Lo que me interpela son las ocasiones en que Dios ha intervenido en mi vida de manera manifiesta y a mí, como a Pedro, me ha costado reconocer su presencia en los acontecimientos aparentemente cotidianos.
El texto insiste en describir con profusión de detales las circunstancias del encarcelamiento: “la custodia de cuatro piquetes de cuatro soldados cada uno”; “entre dos soldados, atado con cadenas. Los centinelas hacían guardia a la puerta de la cárcel”. ¡Vamos que ni el mismo Houdini!. Y,sin embargo, la acción del ángel se desarrolla en la más absoluta sencillez y discreción: «Date prisa, levántate». «Ponte el cinturón y las sandalias». «Envuélvete en el manto y sígueme». Y Pedro “salió y lo seguía sin acabar de creerse que era realidad lo que hacía el ángel, pues se figuraba que estaba viendo una visión”.
¡Cuántas veces pasará el ángel del Señor a nuestro lado, incluso de manera asombrosa, y no seremos capaces de verlo! ¡Cuánto más si es en la sencillez de la vida cotidiana! Hablaremos entonces de casualidad, azar, suerte… Si, como dice el salmo, consultáramos más al Señor a la hora de tomar decisiones o acometer una empresa, ¡de cuántas ansias nos libraríamos! Este es el testimonio que refleja la segunda lectura del apóstol San Pablo: Basándose en su experiencia de años de ministerio y de correrías apostólicas a lo largo del Asia Menor, a pesar de todas las zozobras y sufrimientos, con toda paz y verdad puede decir de su Señor Jesús: “me estuvo a mi lado y me dio fuerzas”.
Y así, como hombre transformado en Cristo, y a pesar de su situación cercana a la muerte, es capaz de decir: “El Señor me seguirá librando de todo mal y me salvará llevándome a su reino celestial”.

Pues a esta vivencia de fe estamos llamados todos, a esta gozosa experiencia del amor de un Dios Padre providente que manda su ángel para nuestro cuidado, en las circunstancias excepcionales y en las cotidianas.

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