Dando inicio a la segunda etapa de la
Campaña de la Visitación, hoy la Iglesia nos permite contemplar con gozo la
Natividad de San Juan Bautista, solemnidad que este año coincide con la memoria
del Inmaculado Corazón de María. Con traer a la memoria el testimonio de vida
del Bautista y las virtudes del Inmaculado Corazón de la Virgen, tendríamos la
oración ya hecha. Sin embargo, hay una singularidad en ambas fiestas que
conviene destacar para aprovechar mejor nuestro momento de oración. Para
empezar, diremos que la coincidencia de ambas ha sido providencial pues ambos
sucesos, de alguna manera, se cruzan históricamente.
Dice la escritura que María fue
deprisa a la montaña para visitar a su prima Isabel y se quedó con ella unos
tres meses. Según esto podemos suponer que la Virgen estuvo presente en el
nacimiento del Bautista. Esta es, sin duda, una perfecta composición del lugar
para la oración de hoy. Os invito a contemplar esta escena. El padre Morales
nos dice: “Por María, la
presencia santificadora de Jesús se actúa en Juan. Por ella, el Bautista recibe
la investidura de precursor, heraldo de Cristo. Por María, Juan es consagrado
testigo de Cristo antes de nacer”. La
presencia de María en casa de Isabel es amor activo y expansivo. Olvidada de sí misma encuentra su ser
en el servir. En esta atmosfera de gracia, Juan el Bautista viene al mundo. Es
interesante notar el estrecho vínculo que existió entre el Precursor de
Jesucristo y la Madre de Dios. Esto se entiende mejor cuando caemos en la
cuenta de que la misión del
Bautista es la misión de todo bautizado: Preparar los caminos del Señor,
anunciarle, hacerse pequeño, desaparecer. Y todo bautizado necesita de una
Madre que le haga saltar de gozo como a Juan. Es
un buen momento para hacer balance la primera etapa de la Campaña, o de este
periodo final del curso. ¿Cómo lo he vivido?, ¿Me he parecido a Ella?, ¿Me he
dejado hacer por Ella, como Juan el Bautista?
Por otro lado, al igual que Juan,
todo bautizado es elegido desde siempre por Dios. Esta es una realidad gozosa y
consoladora que la liturgia nos ofrece hoy y en la que podemos profundizar en
nuestra oración. Me llamó por amor: “Estaba
yo en el vientre, y el Señor me llamó; en las entrañas maternas, y pronunció mi
nombre”. Me eligió por su
Misericordia: “Te doy gracias,
porque me has escogido portentosamente”.
El padre Morales fue un gran
enamorado de la Virgen, terminamos nuestra meditación con una oración suya a
propósito de la fiesta del Inmaculado Corazón: “El corazón de María, santuario
fabricado por el Dios poderoso y eterno para ser digna morada del Espíritu
Santo (Orac. Misa). Haz, Madre querida, que cuantos celebramos la festividad de
tu Inmaculado Corazón sepamos vivir según el corazón de Dios, cumpliendo
siempre en todo y en toda Su santísima voluntad”.