4 junio 2017. Domingo de Pentecostés (Ciclo A) – Puntos de oración

¿Qué tal si empezamos la oración escuchando cantada la Secuencia del Espíritu Santo? Aquí va una versión:https://www.youtube.com/watch?v=JFH59bW3W3I
Después podemos disfrutar de la secuencia, ahora en castellano, que proclamaremos hoy durante las lecturas de la misa. ¡Las más bellas palabras y notas musicales para el acontecimiento más impresionante sobre la tierra: la efusión del Espíritu Santo! A todo hombre que quiera recibirlo, en toda nación que se le acoja, a todo pueblo que se ponga a la escucha, orando con María… llegará el Santo Espíritu de Dios que quiere derramar dones sobre todos los fieles.
En este conglomerado de lenguas que es nuestro mundo, el Espíritu difunde un lenguaje universal, a través de lenguas de fuego sobre las cabezas de los discípulos y que producen que nos entendamos tan bien los católicos de España y los católicos de Corea o de Mauritania. Es un lenguaje sin apenas signos, se traducen todas sus palabras en una sola fe, una misma esperanza y un mismo amor. Es un lenguaje, que igual que la música, todo el mundo entiende, se autoexplica.
En este mundo débil, -y ¡cuántas veces esa debilidad se manifiesta en violencias!- el Espíritu nos regala su fortaleza para no ceder a la tentación de abandonar el camino o de abandonarse en el camino. Para no tener miedo a los que solo pueden matar el cuerpo o constreñir externamente nuestra libertad.

Y, por otra parte, ¡cómo no rezar un poco esa maravilla del Evangelio de hoy! Jesús da su paz al entrar. Con Jesús en medio, se llena todo de paz, y de alegría. “Los discípulos se llenaron de alegría”, dice el evangelista. Y, ahora, en ese clima de paz y alegría, Jesús sopla sobre ellos el Espíritu y les da el poder de perdonar. ¡Qué bien todo esto unido! Sí, nos toca crear un buen clima a nuestro alrededor para que pueda llegar el verdadero Espíritu y el perdón. Cada gesto de paz de hoy, cada gesto de alegría, cada gesto de perdón, cada vez que pongamos a Jesús en medio, se habrá creado el clima apropiado para recibir todos los dones del Espíritu.

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