9 junio 2017. Viernes de la IX semana de Tiempo Ordinario – San Efrén – Puntos de oración

No ponemos en presencia de Dios. Buscamos lugar y tiempo adecuado.
San Efrén, Diácono. “Fructífero”, que da mucho fruto (306-373). Diácono, Doctor de la Iglesia, escritor eclesiástico. Llamado “el arpa del Espíritu Santo”.
De sus escritos: Vigilad pues vendrá de nuevo. La palabra de Dios, fuente inagotable de vida. La Cruz de Cristo, salvación del género humano.
Estamos finalizando el curso escolar. Junio mes del corazón de Jesús.  Hemos terminado  el mes de mayo de la mano de la Virgen María. Estamos viviendo el centenario de las apariciones de la Virgen de Fátima. Tenemos dos nuevos santos a los que podemos imitar: San Francisco y Santa Jacinta Marto. “Tenemos Madre”, repitió varias veces  emocionado durante la canonización de los pastorcillos el Papa Francisco; devoto de la Virgen, ha lanzado a la vez un fuerte llamamiento desde Portugal a depurar la piedad mariana popular.
La lectura nos anima a aumentar la fe y creer con todos los que formamos la Iglesia. Bendecir y apoyarnos en la familia. Aquel fue un día de fiesta para todos los judíos de Nínive; debe serlo hoy también para nosotros.
Nos dice el salmo 145: “Alaba alma mía al Señor”. Mientras viva, por todo lo que me da cada día. Abre los ojos al ciego, ama a los justos. Hace justicia.
El evangelio nos dice: La gente escuchaba con gusto a Jesús porque no era un charlatán cuyas palabras se lleva el viento. Él hablaba desde lo más profundo de sí para conectar con lo profundo de quienes le escuchaban. La palabra, en sus labios, se convertía en un medio  para la comunión. Cumplía aquello para lo que ha sido hecha: descubrir que no estamos separados. La gente escuchaba con gusto a ese artesano convertido en Maestro porque, si bien no entendían buena parte de lo que decía, utilizaba ejemplos concretos, de la vida ordinaria, asuntos con los que todos estaban familiarizados. Porque no hablaba de memoria y con un discurso preparado, sino al hilo de la vida y para que hubiera más vida. También hoy existen hombres y mujeres que hablan como Jesús, desde su centro, con la autoridad de la experiencia. Cualquiera de nosotros podría hablar. Porque no se trata simplemente de hablar, sino de ser. Si somos aquello a lo que estamos llamados, las palabras, sencillamente, saldrán como deben, y darán en la diana.

Así diremos: Sagrado Corazón de Jesús, de ti yo sí me fío.

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