La primera lectura me recordaba lo
que tantas veces hemos oído en ejercicios de no hacer mudanza en tiempos de
desolación, y de confiar más en Dios que en nuestras miserias o de ahora que
iremos por Santiago de Aravalle y veremos esculpida la frase de no cansarse
nunca de estar empezando siempre. Es verdad que tenemos la suerte de tener un
Dios que no nos trata como merecen nuestros delitos, ni vivimos en una etapa en
que se cree la ley de la retribución, pero yo sí que me veo muchas veces en la
situación de la primera lectura, con una gran desconfianza hacia mí mismo y con
ganas de tirar la toalla. Meto tantas veces la pata, siempre confesándome de lo
mismo, con la idea de que lo que hago no sirve para nada. ..
Pero no sé, después de Pentecostés
quiero abrir la puerta al Espíritu, que me renueve por dentro, que riegue mi
tierra seca, que me ilumine como dice el Salmo y me haga reconocer todo el bien
que ha hecho en mí y todo el bien que yo hago aunque no diga nada. El
testimonio de la presencia, de la coherencia de vida, de la fidelidad, de la
alegría…aun con todos nuestros fallos tiene que animarnos a no hacer mudanza en
tiempos de desolación. En esta campaña de la visitación tenemos que dejar de
mirarnos el ombligo, de darnos tantas vueltas y poner los ojos en los demás.
Salir impulsados como María a buscar que puedo hacer por el otro. Repetir con
el salmo cuando he quedado defraudado por Ti. Parece que Jesús nos dice con el
evangelio, no os habéis enterado de nada, Yo he resucitado, soy un Dios de
vivos, en Mí tenéis que poner vuestra esperanza. La lógica de Dios no es como
la nuestra, ni está basada en la lógica de cálculos como el de los saduceos,
Dios rompe con toda lógica humana, su misericordia es infinita, nos renueva por
dentro y nos impulsa a grandes ideales en cuanto le dejamos entrar. Pidamos nos
haga humildes y que nos abramos a su Espíritu, lo demás nos vendrá por
añadidura.