“A Dios que concede el hablar y el
escuchar le pido hablar de tal manera que el que escucha llegue a ser mejor y
escuchar de tal manera que no caiga en la tristeza el que habla”
A pesar de todas las fiestas y
solemnidades que todavía retumban en nuestro corazón y las que están por venir,
quiero ofreceros unas sencillas ideas que me surgen. Cada uno entremezcle estas
fiestas como quiera y el Señor le ilumine: donde encuentro gracia, ahí me
detengo. Tres ideas que pretenden unir las lecturas del día de hoy y la oración
colecta de san Antonio (Dios todopoderoso y eterno, tú que has
dado a tu pueblo en la persona de san Antonio de Padua un predicador insigne y
un intercesor poderoso, concédenos seguir fielmente los principios de la vida
cristiana, para que merezcamos tenerte como protector en todas las adversidades”):
- Cristo no es primero sí y luego no. Cristo permanece. Cristo es
cumplimiento de la promesa, es Revelación total. Un sentimiento de confianza
ante “Quien-no-pasa”. Su misericordia no es caduca, no es una misericordia “de
los chinos”.
- Contrasta con nuestra miseria, con nuestra inconstancia, nuestra
volubilidad: nosotros somos hoy sí y mañana no. Y el Señor nos llama a ser
testigos, en la oración colecta pedimos “seguir fielmente los principios de la
vida cristiana”. Nos pone el nivel alto. La exigencia de nuestro bautismo es
irrenunciable.
- No olvidar que mi “perfección evangélica”, mi santidad, no depende de
mí, sino de cuánto he dejado obrar al Señor. Por ello, estamos inmersos de
súplica, para que Él nos consiga ese milagro: “Haz brillar Señor tu rostro”,
“concédenos seguir…”, “tenerte como protector”, etc. Es precisamente de esto de
lo que el Señor nos llama a ser testigos: de su misericordia y de su poder. Nos
alzamos como bandera que ondea, recordando al mundo que Dios obra milagros y yo
soy el primero en el que hace grandes cosas y hace maravillas (muchas veces
contra todo pronóstico…). Nuestra fragilidad es el propio testimonio de Dios.
¡San Antonio, ruega por nosotros! Feliz
oración.