Es sábado 17 de junio de la X semana del tiempo ordinario en plena
Campaña de la Visitación, en el mes del Corazón de Jesús y en la víspera de la
fiesta del Corpus Christi. Con estos datos, nos situamos para hacer una oración
de Campaña pidiendo a la Virgen nos acompañe con su intercesión a levantarnos
de nuestros pecados como nos pide la oración de la colecta, y más en este
tiempo de calor bochornoso que se quitan las ganas de todo y hay que poner
voluntad firme en hacer las cosas por aquél que murió por todos y nos apremia
con su amor como dice la primera lectura de la 2ª carta de san Pablo a los
corintios. Dando el último apretón en los estudios, no el de los vagos,
venciendo la pereza ante tanta desgana y calor, diligente y puntual,
responsable, reflexivo y constante.
Con ese
impulso inicial y ofrecimiento de nuestras obras del día empezando por la
oración y las que tenemos en el horario diario, creo que con las palabras que
nos dice san Pablo en la primera lectura, arrancamos nuestra oración, sabiendo
que el amor de Cristo nos apremia, es decir, nos urge, nos empuja al considerar que uno murió por todos y todos
murieron, para que los que viven, no vivan para sí, sino para el que murió y
resucitó por ellos”. ¿Cómo me urge Jesús a mí?
Hoy
viajando en el metro he quedado impresionado por el valor de una mujer que en
medio del vagón ha roto el silencio y ha empezado a hablar del amor de Dios y
del perdón de Jesucristo y como yendo al él desaparecen todos los males los
exteriores (guerras, enfermedades,
muertes, abortos, odios,
divisiones, disputas, separaciones,…) e interiores (flta de paz, envidias,
stress, tristeza, impurezas, egoísmos, codicias, fatigas,…). Mientras unos
miraban para abajo, otros hacia otro lado, entraban o salían según las
estaciones. Yo un poco avergonzado escuchaba pero con la mirada baja no me
atrevía a levantar la cabeza mientras ella miraba a unos y a otros y no se
cortaba, hasta que casi todos abandonaron
el vagón y yo llegaba a mi estación y coincidí que ella también salía. Me acerqué
pensando qué le podía decir. Iba diciendo a unos y otros que Dios te bendiga” y
le dije: “Muchas gracias”. No se me ocurría otra cosa ante un testimonio que
estaba dando de Jesucristo y cuán lejos estaba.
Volvía el
pensamiento a Pablo en el Areópago y por todas las cristiandades que pasó cuando no le hacían caso, le
azotaban, le apedreaban, le echaban de la ciudad y le dejaban por muerto. ¿Y yo
qué? ¿Qué he hecho por Cristo?...
Cuando
llego a casa y me doy cuenta que tengo que preparar los puntos del día y me
encuentro con este texto de Pablo: “Y Cristo murió por todos, para que los que
viven ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos. Ya no conocemos a nadie según la
carne,… si estás en Cristo, eres criatura nueva. Lo viejo ha pasado, ha
comenzado lo nuevo. Todo procede de Dios, que nos reconcilió consigo por medio
de Cristo y nos encargó l
misterio de la reconciliación. (A eso nos invitaban en el metro).
Sí; eso es
lo que quiere Pablo que nos volvamos a Cristo y ojalá lo hagamos en esta
oración, empezaremos a ser criaturas nuevas. Porque sigue San Pablo: Porque
Dios estaba en Cristo y lo
está en cada uno de
nosotros reconciliando al mundo consigo, esa es la misión del laico, del
cristiano herencia recibida
en el bautismo y sin pedirles cuenta de los pecados ha sido puesto como mensaje
de reconciliación y es el que tenemos que dar es el que da la Virgen poniéndose
en marcha en la visitación y sus militantes en marchas y campamentos,
reconciliando, llevando las almas a Cristo a través de María.
Somos
enviados de Cristo y es como si Dios mismo exhortara por medio de nosotros. Y
para ello nos pide que nos reconciliemos con Dios, volvemos a lo que decíamos
al principio: ”interceda para que nos levantemos de nuestros pecados” pero con
la confianza puesta en Él porque al que no conocía el pecado, lo hizo pecado,
para que nosotros llegáramos a ser justicia de Dios, (es decir, santos).
¡Cuánta
alegría tienen que poner en nuestros corazones estas palabras de Pablo que
podemos poner en boca de María y que nos dice a nosotros y a todos los que se
acercan a ella solícita en llevarnos a todos a Jesucristo, porque el corazón de
Pablo es el de la Virgen ponderado en su corazón y Pablo la lanzado a los
cuatro vientos.