8 junio 2017. Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote – Puntos de oración

La Iglesia nos presenta hoy la primera de las fiestas que recogen aspectos de la Pasión y Pascua del Señor. Hoy, recién acabada la Pascua, se nos pide volver sobre algunos de los aspectos del acontecimiento cristiano más importante. Acojamos esta fiesta muy unidos a la Iglesia, nuestra Madre, que nos dirige y nos enseña en nuestra vida espiritual. Pongámonos en las manos de tantos hermanos santos que comparten con nosotros la fe.
Concretamente hoy celebramos el sacerdocio de Cristo, es decir, su mediación ante el Padre para lograr nuestra reconciliación con Él. Para librarnos del pecado que nos atenaza y nos impide vivir la caridad. El Evangelio de hoy posee una intensidad muy peculiar. Cristo se ofrece a mediar por nosotros, se ofrece como sacrificio que restablezca la alianza entre Dios y los hombres a pesar Suyo. Hoy puede ser un buen día para volver acompañarle en este trance tan duro de su vida. Podemos verle tentado por el Enemigo, Getsemaní es la gran hora de la tentación, con la escena que contemplamos en la primera lectura: el sacrificio de Isaac: ¿el sacrificio de Jesucristo o el sacrificio de Isaac? ¿Por qué Él, Jesús, que era hombre sin pecado? ¿Por qué librar a Isaac a cada uno de nosotros por tan alto precio, el de la propia vida de Jesús?

El Evangelio nos indica la razón que le llevó a Jesús a rechazar la tentación y a aceptar el sacrificio: el amor al Padre. Es el Padre el que le envía, es el Padre el que quiere que se restablezca la alianza buscando a cada uno de sus hijos pródigos. Jesús acepta por cumplir la voluntad del Padre. Así comprendemos mejor, las palabras de Jesús en los discursos de despedida que leímos hasta la semana pasada: todo lo ha recibido del Padre y nada hace sin el Padre. Jesús, su sacrificio redentor es un regalo del Padre. Jesús no nos reconcilia con un Padre indiferente, sino con un Padre amoroso.

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