1. “Es Cristo el que nos da esta seguridad delante de Dios,
no porque podamos atribuirnos algo que venga de nosotros mismos, ya que toda
nuestra capacidad viene de Dios Porque si lo que era transitorio se ha
manifestado con tanta gloria, ¡cuánto más glorioso será lo que es permanente!
(2 Cor, 3).
Siempre me encantó la pintura barroca
como Murillo o Velázquez que transfiguran la realidad, eternizan el momento
fugaz que parece escaparse a través de la belleza. De este modo, escenas tan
cotidianas como la vieja friendo un huevo o los niños comiendo melón quedan
sublimadas por la mirada contemplativa y destreza del artista. Si miramos con
los ojos de Cristo, si amamos con su espíritu tendremos paz y seguridad, todo
lo transitorio se convertirá en gozo de eternidad y de cielo.
2. “Ensalzad al Señor, Dios nuestro; postraos ante su monte
santo”. (Salmo 99)
Sí, ensalcemos al Señor, como Moisés
y Aarón, Samuel, David… Él “les hablaba desde la columna de nube; ellos
observaban sus mandamientos y los preceptos que les había dado”.
Nuestro “santo Monte”, nuestra
“columna” es la oración para la que tomamos estos puntos. Y nada ni nadie tan
importante como Él, escuchemos su voz, confiémosle nuestras penas, nuestros
logros. Él es santo, y nosotros lo “somos” ontológicamente, por vocación, y por
misión: “sed santos como vuestro Padre es santo”.
3. “Yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento […] el
que los cumpla (los mandamientos) y enseñe, será considerado grande en el Reino
de los Cielos.» (Mt 5, 17)
Os comparto un bello texto de R.
Cantalamesa, en Un himno de silencio-Meditaciones sobre el Padre: “En el Nuevo
Testamento se alternan dos verbos al hablar de santidad, uno en indicativo y el
otro en imperativo: ´Sois santos`, `Sed santos”. Los cristianos están
santificados y han de santificarse” p.33. “Si estamos llamados a ser santos, si
somos santos por vocación, es evidente que seremos verdaderas personas, que nos sentiremos
realizados, en la medida en que seamos santos. En caso contrario, seremos unos
fracasados” (p.34).
Seremos santos si hacemos de nuestra
vida una “salmodia callada”, viviendo
lo que somos, sin dejar trecho del dicho al hecho, “observando” sus preceptos,
si vivimos el estilo campamental de nuestra Campaña de la Visitación, el
veraneo de Santa María, subiendo a la cumbre, en olvido de sí: guerra a la
pereza, eligiendo siempre lo peor, sin ninguna queja, con la sonrisa en los
labios, como María.
Te invito a cantar un “santo”, el que
más te guste…y ¡ojo! ten cuidado al llegar a “llenos están el Cielo y la Tierra
de TU GLORIA”, porque estás cara a cara con Él, si dices “su gloria” no pasa de
ser un relato, la liturgia, la oración son mucho más que una representación
teatral, son un encuentro vivo, real, con el Santo, Cristo, el Dios humanado,
el Hombre Dios, Hijo Amado del Padre, mi Hermano, el fruto bendito de nuestra
Madre Santa María.