Purifico mi oración antes de
comenzar, le pido a Dios que haga Él lo que deseo pero soy incapaz de conseguir
por mí mismo: “Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean
puramente ordenadas en servicio y alabanza de vuestra divina majestad”. Que
no me preocupe dedicar una parte extensa de mi oración en este primero momento,
en pedir al Espíritu Santo que sea Él quien haga en mí la oración, pues no
puede ser algo a mi medida, trabajado desde mis fuerzas. Es necesario abrirse a
la novedad de Dios sin reservas.
En la primera lectura leemos cómo Yahvé pide a Abrán que
salga de su tierra, y camine hacia un lugar que aún no conoce, pero que Él
mismo le mostrará.
Abrán se convirtió en Abraham, y es
considerado el padre de todo creyente en Yahvé, por tanto, su camino es el mío
(en lo esencial). Releamos y dejemos que cale la primera lectura en nosotros:
· ¿Qué resonancias se dan en mí cuando recibo esta invitación,
este mandato, De Dios, hoy, en mi vida?
· ¿Cuál es la tierra de mi padre, las seguridades, que es
necesario dejar atrás para seguro al Señor?
· ¿He saboreado alguna vez que mi vida puede convertirse en
bendición para todos los demás? ¿No merece la pena entregar la vida entera al
Jesucristo para que haga con ella lo que más convenga a las almas?
· La tierra prometida a Abraham es también la nuestra. No es una
tierra geográfica, sino el cielo. ¿Aspiro a llegar a la verdadera patria, o los
afanes del mundo han cegado a mi corazón? ¿Permanece fresco y vivo aspirando a
los tesoros de ahí arriba, o está embotado en las preocupaciones de este mundo?
Hoy la Iglesia nos ofrece un texto
importantísimo de la Palabra de Dios que ilumina nuestra vida. Pero es muy
conocido, y lo sobradamente conocido, pierde el mordiente… Sería letal la
oración de hoy si nos adentramos en ella como quien habla de tú a tú con Dios.
Dios entra en la historia de la humanidad y lo cambia todo. ¿No exige más bien
en nosotros una actitud de respeto, de profunda admiración? Nuestra historia no
es profana, es sagrada, Dios la ha convertido en sagrada con su entrada. ¿La
vivimos como sagrada? Señor,
cambia lo que haya de profano en mi vida…
Ya lo decía Benedicto XVI, al concluir los ejercicios
espirituales para la curia romana, el 23 de febrero de 2013, antes del final de
su pontificado.
Creer no es otra cosa que,
en la noche del mundo,
tocar la mano de Dios y así, en el silencio,
escuchar la Palabra, ver el Amor.
en la noche del mundo,
tocar la mano de Dios y así, en el silencio,
escuchar la Palabra, ver el Amor.