5 junio 2017. Lunes de la IX semana de Tiempo Ordinario – San Bonifacio – Puntos de oración

Dispongámonos hoy, con el corazón sereno, a escuchar qué quiere el Señor de nosotros en la oración. Invoquemos al Santo Espíritu y pongámonos en brazos de la Madre para comenzar.
Hoy, por si no habías caído, es el primer día del Tiempo Ordinario según el Calendario Litúrgico. Llevábamos 40 días de austera penitencia cuaresmal, la Semana Santa, y 50 días de gozosa Pascua de Resurrección. Ayer mismo celebrábamos con alegría la venida del Espíritu Santo, era el día para renovar nuestra confirmación como cristianos, y podría parecer que ya hoy no hay nada que hacer, ya vuelta a la cotidianeidad.
Sin embargo, hoy la Iglesia, y en todo este Tiempo Ordinario, nos invita a descubrir la belleza sin par del trabajo oculto, del sacrificio escondido. Nos invita a no dejarnos llevar por la pereza en esta Campaña de la Visitación, a no quejarnos y a dejar lo mejor para los demás.
Podríamos pensar que vaya faena, justo ahora cuando aprieta el asfixiante calor veraniego se nos propone no quejarnos. Justo ahora cuando vemos tan cerca esas vacaciones por las que tantos meses hemos trabajado se nos pide dejar lo mejor de nuestro tiempo para los demás. Y justo ahora que queremos descansar de un largo y trabajoso curso, se nos pide no dejarnos llevar por la pereza. ¡Pero si llevo todo un curso trabajando! ¡Ya me merezco un poco de descanso! -podríamos decir-.
¡Ay! ¡Quién no se siente reflejado en esas reclamaciones aparentemente justas del trabajador cansado! Y, sin embargo, ¡qué cerca están esas reclamaciones de la postura de los labradores que hoy nos describe el Evangelio!
Si nos fijamos, los labradores del Evangelio cometen el crimen despiadado de dar muerte al Hijo (simbolismo de Jesús en la Cruz por nosotros, su vid) porque sólo piensan en ellos mismos. Son egocéntricos, sólo les mueve el afán de riqueza que ellos consideran que es el pago que se merecen por su trabajo en la viña. Nosotros no cometeremos un crimen tan vil como el de acabar con la vida de un hombre, pero recuerdo todavía con viveza aquellas palabras que el capellán de mi colegio dedicó a unos niños de Primaria en una homilía. Dijo que “los grandes ladrones y asesinos no comenzaron robando bancos y matando personas, sino robando caramelos y matando hormigas”.
Esta es la conclusión que os planteo hoy y que me interpela cada vez que leo este Evangelio: nosotros no matamos, pero podemos ser descaradamente egoístas, no robamos, pero podemos ser horriblemente orgullosos. Y así entendemos que hoy, comenzando el Tiempo Ordinario, se nos plantee este Evangelio. Este Evangelio nos reclama, a gritos y con lágrimas, coherencia en nuestra vida cristiana. ¡Nosotros somos a los que el Señor ha dejado su viña! Y es Él el que hoy nos da un toque de atención: tus egoísmos, tus vilezas, tu orgullo, no son sino cizaña del Enemigo en tu vida que, poco a poco y con el tiempo, has de ir puliendo. Y ese tiempo comienza hoy: lo llamamos Tiempo Ordinario, pero es en él en el que nos jugamos la vida, la coherencia, la fe.

Porque “el que es fiel en lo poco, es fiel también en lo mucho”. Ánimo hermano, que el Señor te conceda luz y esperanza para vivir ilusionado este verano.

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