1/12/2010, Miércoles de la primera semana de Adviento

Lectura del libro de Isaías (25, 6-10a)

Aquel día, el Señor de los ejércitos preparará para todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera; manjares enjundiosos, vinos generosos. Y arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos, el paño que tapa a todas las naciones. Aniquilará la muerte para siempre. El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros, y el oprobio de su pueblo lo alejará de todo el país. - Lo ha dicho el Señor – Aquel día se dirá: «Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara; celebremos y gocemos con su salvación. La mano del Señor se posará sobre este monte.»

Salmo responsorial (Sal 22, 1-3a. 3b-4. 5. 6)
R. Habitaré en la casa del Señor por años sin término.

El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. R.

Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R.

Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa. R.

Tu bondad y tu misericordia me acompañar todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor por años sin término. R.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (15, 29-37)

En aquel tiempo, Jesús, bordeando el lago de Galilea, subió al monte y se sentó en él. Acudió a él mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los echaban a sus pies, y él los curaba. La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos, y dieron gloria al Dios de Israel. Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: - «Me da lástima de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que se desmayen en el camino.» Los discípulos le preguntaron: -«¿De dónde vamos a sacar en un despoblado panes suficientes para saciar a tanta gente?» Jesús les preguntó: - «¿Cuántos panes tenéis?» Ellos contestaron: -«Siete y unos pocos peces.» Él mandó que la gente se sentara en el suelo. Tomó los siete panes y los peces, dijo la acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la gente. Comieron todos hasta saciarse y recogieron las sobras: siete cestas llenas.

1 diciembre 2010, miércoles de la primera semana de Adviento – Puntos de oración

Estamos en vela, nos encontramos en campaña, llegó el ADVIENTO: LA VENIDA DEL SEÑOR, y nos preparamos con generosidad y con alegría.

Las oraciones colecta pueden centrar nuestra oración. Realmente son bellas:

DIOS Todopoderoso, concédenos que echemos de nosotros las obras de las tinieblas, y nos revistamos con las armas de luz en esta vida mortal, a la cual Jesucristo tu Hijo, con grande humildad vino a visitarnos; para que en el día postrero, cuando vuelva con Majestad gloriosa a juzgar a los vivos y a los muertos, resucitemos a la vida inmortal, por el mismo Jesucristo, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, ahora y por siempre. Amén.

Cristo es el Enviado de Dios", "el que ha de venir" según el anuncio de los profetas. Su carácter de ser emisario y regalo del Padre al mundo está constantemente presente en su predicación, bien como afirmación de cumplimiento mesiánico, bien como reproche a los que no aceptan su venida y como anuncio de disensión y persecuciones.

"He venido para que tengan Vida, y Vida sobreabundante". Tal vez esta expresión resume mejor que ninguna otra el motivo central de la Encarnación, y, por tanto, del Adviento. Esperamos, anhelamos, esa Vida que es la Vida de Dios.

En el Prólogo de su Evangelio nos habla San Juan del plan vivificador de Dios. El sencillo pescador de Galilea, bajo la luz del Espíritu, nos habla en los términos más poéticos y profundos de lo que Dios es en su intimidad, de su Vida Trinitaria, de la comunicación de Vida eterna que es Luz y Verdad para todos los hombres.

Como dice el P. Manuel Carreira nuestra vida aquí es sólo un preludio de algo infinitamente más hermoso. "Ni ojo vio ni oído oyó ni le cabe a nadie en el pensamiento lo que Dios tiene reservado para los suyos". Se "siembra" un cuerpo material, ceñido por las ataduras de las fuerzas físicas y sus limitaciones; renace un cuerpo "espiritual", vivo y libre, como la mariposa que vuela después de la muerte aparente de la oruga en su crisálida.

  1. Isaías nos invita a ver nuestro mundo en clave de plenitud y realización de la voluntad de Dios: “Aquel día se dirá: Aquí está nuestro Dios.
  2. El Señor es mi pastor, nada me puede faltar. (Canta el salmo, empápate de esta verdad. O si prefieres canta “Dios es mi Padre, qué feliz soy, soy hijo suyo, hijo de Dios”).
  3. Mateo presenta la práctica cotidiana de Jesús. Ofrece la salvación integral: (salud, comida, fraternidad) pero contando con los apóstoles para llegar a ellos y ofreciendo la señal de la fraternidad y el compartir sacrificial y eucarísticamente. “Siento compasión de la gente”. En Perú todos recordamos las frases antológicas del Papa en Villa Salvador: “Hambre de Dios, sí y cada vez más; hambre de pan no y cada vez menos”.

¡Señor quiero ser pan partido para los demás!

El día 3 de diciembre llega San Francisco Javier.

El 7, la Vigilia de la Inmaculada.

Que el ardor misionero de Javier y el corazón maternal de Santa María nos contagien

¡Más, más y más! ¡Todo por la Inmaculada!

30/11/2010, San Andrés apóstol

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (10, 9-18)

Si tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás. Por la fe del corazón llegamos a la justificación,- y por la profesión de los labios, a la salvación. Dice la Escritura: «Nadie que cree en él quedará defraudado.» Porque no hay distinción entre judío y griego; ya que uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan. Pues «todo el que invoca el nombre del Señor se salvará.» Ahora bien, ¿cómo van a invocarlo, si no creen en él?; ¿cómo van a creer, si no oyen hablar de él?; y ¿cómo van a oír sin alguien que proclame?; y ¿cómo van a proclamar si no los envían? Lo dice la Escritura: « ¡Qué hermosos los pies de los que anuncian el Evangelio! » Pero no todos han prestado oído al Evangelio; como dice Isaías: «Señor, ¿quién ha dado fe a nuestro mensaje?» Así, pues, la fe nace del mensaje, y el mensaje consiste en hablar de Cristo. Pero yo pregunto: «¿Es que no lo han oído?» Todo lo contrario: «A toda la tierra alcanza su pregón, y hasta los limites del orbe su lenguaje. »

Salmo responsorial (Sal 18, 2-3. 4-5)
R. A toda la tierra alcanza su pregón.

El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra. R.

Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje. R.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (4, 18-22)

En aquel tiempo, pasando Jesús junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: -«Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres.» Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.

29/11/2010, Lunes de la 1ª semana de Adviento

Lectura del libro de Isaías (21 1-5)

Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén: final de los días estará firme el monte de la casa del Señor, en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas. Hacia él confluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos. Dirán: «Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob: él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén, la palabra del Señor.» Será el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos. De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra. Casa de Jacob, ven, caminemos a la luz del Señor.

Salmo responsorial (Sal 121, 1-2. 4-5. 6-7. 8-9)
R. Vamos alegres a la casa del Señor

¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén. R.

Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor; en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David. R.

Desead la paz a Jerusalén: «Vivan seguros los que te aman,
haya paz Entro de tus muros, seguridad en tus palacios.» R.

Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: «La paz contigo».
Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien. R.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (8, 5-11)

En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole: -«Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho.» Jesús le contestó: -«Voy yo a curarlo.» Pero el centurión le replicó: - «Señor, no soy quien para que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; a mi criado: "Haz esto", y lo hace.» Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: -«Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos»-

29 noviembre 2010, lunes de la 1ª semana de Adviento – Puntos de oración

Estamos dando los primeros pasos del Adviento y hacemos nuestra la súplica de los primeros cristianos: ¡Ven, Señor Jesús! Que este grito, lleno de esperanza, esté de continuo en nuestra alma estos días, aumentando el deseo de la venida del Señor. La virtud propia del Adviento es la esperanza, una esperanza que no defrauda, porque se funda en el amor inconmovible de Dios.

La primera lectura es una de las visiones proféticas más consoladoras de Isaías: La humanidad, como una riada inmensa, subiendo al monte del Señor donde recibe la paz y la verdadera fraternidad. Esta imagen nos habla del deseo de Dios y del corazón del hombre de vivir unidos como hermanos, convocados por una Palabra de salvación. El año pasado, al comenzar el adviento nos decía Benedicto XVI:

“El mundo contemporáneo necesita sobre todo esperanza: la necesitan los pueblos en vías de desarrollo, pero también los económicamente desarrollados. Cada vez caemos más en la cuenta de que nos encontramos en una misma barca y debemos salvarnos todos juntos. Sobre todo al ver derrumbarse tantas falsas seguridades, nos damos cuenta de que necesitamos una esperanza fiable, y esta sólo se encuentra en Cristo, quien, como dice la Carta a los Hebreos, "es el mismo ayer, hoy y siempre" (Hb 13, 8). El Señor Jesús vino en el pasado, viene en el presente y vendrá en el futuro. Abraza todas las dimensiones del tiempo, porque ha muerto y resucitado, es "el Viviente" y, compartiendo nuestra precariedad humana, permanece para siempre y nos ofrece la estabilidad misma de Dios. Es "carne" como nosotros y es "roca" como Dios”.

¡El Señor viene!: el evangelio nos habla de Jesús que quiere visitar la casa del centurión de Cafarnaún y de la respuesta de fe de este hombre: «Señor, no soy quien para que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: "Ve", y va; al otro: "Ven", y viene; a mi criado: "Haz esto", y lo hace.» El centurión tiene una confianza absoluta en el poder de la Palabra de Jesús, una palabra que hace lo que dice, una palabra creadora. “No he encontrado en nadie tanta fe”, le dice Jesús. Del mismo modo, si yo creo en el poder de la Palabra de Jesús que viene a visitarme en este adviento y en esta navidad, podré abrirme a su fuerza de salvación.

“Señor, no soy digno de que entres en mi casa”. La Iglesia ha hecho suya esta oración y la ha puesto antes de que recibamos la comunión eucarística. En cada Eucaristía el Señor viene a nosotros, entra bajo nuestro mismo techo, Él que es “carne” como nosotros y “roca” como Dios. Es la medicina que “perdona todas mis culpas y cura todas mis enfermedades, colmándome de gracia y de ternura” (Salmo 103). Que aumente nuestro deseo de recibirle cada día de nuestra vida, cada día de este adviento. Miremos a María, que le albergó en su seno virginal, y aprendamos de Ella a acoger a Jesús con fe, a llevarle en nuestro corazón, a permanecer a su lado velando para que el mundo lo reciba:

“Inmaculada Madre de Dios, en la soledad de Nazaret, a solas con tu tesoro, adoras, amas, esperas; Él en tu sagrario virginal… Flor de pureza, fragancia de lirio, amor intacto, contigo estoy solo y espero” (P. Tomás Morales).

28/11/2010, Domingo de la primera semana de Adviento

Lectura del libro de Isaías (2,1-5)

Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén: Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas. Hacia él confluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos. Dirán: "Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob: él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén la palabra del Señor." Será el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos. De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra. Casa de Jacob, ven, caminemos a la luz del Señor.

Salmo Responsorial (121, 1-2. 4-5. 6-7. 8-9)
R. Vamos alegres a la casa del Señor.

Qué alegría cuando me dijeron: "¡Vamos a la casa del Señor!"
Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén. R.

Allá suben las tribus, las tribus del Señor
según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre Señor;
en ella están los tribunales de justicia, en el palacio de David. R.

Desead la paz a Jerusalén: "Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios". R.

Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: "La paz contigo".
Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien. R.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los romanos (13,11-14a)

Hermanos: Daos cuenta del momento en que vivís; ya es hora de despertaros del sueño, porque ahora nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer. La noche está avanzada, el día se echa encima: dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz. Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujuria ni desenfreno, nada de riñas ni pendencias. Vestíos del Señor Jesucristo.

Lectura del santo evangelio según san Mateo (24,37-44)

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. Antes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán. Por lo tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.

28 noviembre 2010, domingo de la primera semana de Adviento – Puntos de oración

Vamos con alegría a la casa del Señor. ¡Cuántas veces hemos cantado este salmo! Pero es algo más que una canción. Qué alegría cuando vamos a casa de alguien que queremos y que sabemos que nos quiere. La casa del Señor es algo más que un lugar donde estar a gusto, se trata del lugar hacia el que se encaminan las tribus de Israel, signo de la Iglesia de hoy. Es el lugar donde están los tribunales de justicia, donde se da a cada uno según sus necesidades. Es el lugar de la paz y la seguridad. Es el lugar en que acaban nuestras vidas para el reposo definitivo. Podemos meditar en esa felicidad que surge del saberse en lugar seguro.

Este primer domingo de adviento nos recuerda además la transformación que se debe obrar en nosotros en las próximas cuatro semanas. Nuestras espadas deben transformarse en arados y nuestras lanzas en podaderas. Todo lo que hay en nosotros que destruye y nos destruye ha de convertirse en instrumento de trabajo y de crecimiento para nosotros y los que nos rodean. No destruir, sino construir; no matar, sino dar vida; no romper, sino reparar…

Isaías nos dice estas palabras después de habernos lanzado a coronar las cumbres de la montaña del Señor. Subamos, caminemos por sus sendas y con su luz. Nuestras imperfecciones y negligencias echan sombra sobre el camino. Sí, no tenemos ni camino propio ni luz propia, pero quien nos lo da es nuestro Padre.

Nos preparamos para recibir a ese Señor de la luz. Hay que velar para que cuando llegue nos pille atentos. El Hijo del Hombre vendrá en le momento que menos lo esperemos y para entonces ya tenemos que estar preparados. En realidad, los cristianos tenemos suerte de tener que esperar a este Dios que es quien nos espera a nosotros. Viene buscando amor, viene llamando a los corazones… Dios pasa, ha pasado ya otras veces, pero vuelve otro adviento más, este del año de gracia de 2010. No importa cómo le hayamos recibido otras veces, este año viene con más ganas que nunca, con el premio de darse entero a sí mismo para obrar la redención.

Por eso, merece la pena velar no tanto para estar bien preparados y que no nos pille el toro, como para simplemente verle venir. El Deseado de las naciones viene por fin a regir la tierra. La humilde figura de un niño Salvador del mundo se cierne ya sobre nuestras vidas. Merece la pena velar para verlo.

27/11/2010, Sábado de la XXXIV semana de Tiempo Ordinario

Lectura del libro del Apocalipsis (22, 1-7)

El ángel del Señor me mostró a mí, Juan, el río de agua viva, luciente como el cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. A mitad de la calle de la ciudad, a ambos lados del río, crecía un árbol de la vida; da doce cosechas, una cada mes del año, y las hojas del árbol sirven de medicina a las naciones. Allí no habrá ya nada maldito. En la ciudad estarán el trono de Dios y el del Cordero, y sus siervos le prestarán servicio, lo verán cara a cara y llevarán su nombre en la frente. Ya no habrá más noche, ni necesitarán luz de lámpara o del sol, porque el Señor Dios irradiará luz sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos. Me dijo: -«Estas palabras son ciertas y verdaderas. El Señor Dios, que inspira a los profetas, ha enviado su ángel para que mostrase a sus siervos lo que tiene que pasar muy pronto. Mira que estoy para llegar. Dichoso quien hace caso del mensaje profético contenido en este libro. »

Salmo responsorial (Sal 94, 1-2. 3-5. 6-7)
R. Marana tha. Ven, Señor Jesús.

Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos. R.

Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra, son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo, la tierra firme que modelaron sus manos. R.

Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (21, 34-36)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre.»

27 noviembre 2010, sábado de la XXXIV semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Oración inicial (en unión con toda la Cruzada – Milicia de Santa María).

"Que todas mis intenciones, acciones y operaciones, sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de Su Divina Majestad”.

Situándonos.

  • Hoy concluye un año litúrgico, y mañana comienza otro nuevo, preparando a la Iglesia universal, y a cada bautizado, para el nacimiento del Mesías, del Redentor.
  • Hoy, a lo largo y ancho de todo el mundo, se celebrarán miles de Vigilias por la Vida Naciente, convocadas por el Santo Padre.

El evangelio de hoy nos llama a hacer un balance del último año, y nos invita a estar “siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y mantenernos en pie ante el Hijo del Hombre”.

La llamada de atención es ésta: “Tened cuidado: no se os embote la mente…” Jesús nos conoce. Sabe que con el paso del tiempo, se nos pega el polvo del camino, y lo que es peor, nuestro corazón y nuestra mente se pegan al polvo del camino… Jesús me conoce, se encarna de nuevo hoy en mi vida, renueva su apuesta fuerte por mí. La Cruz sigue siendo actual.

Por eso, la oración de hoy, puede ser un momento privilegiado para hacer un balance del año: gracias recibidas, momentos de especial presencia de Dios en nuestras vidas; fallos, pecados, limitaciones y miserias… Y todo ello, con la única intención de fijar la mirada en el Corazón bondadoso del Señor. ¡Señor, Tú eres fiel!

San Juan María Vianney, el santo cura de Ars repetía: “Los pecados perdonados ya no existen, no queda más que el recuerdo”.

Hoy es un día para pedir a Dios por la Vida Naciente. Es toda una imagen. Pidamos por la Vida física que sufre ataques, que se desenvuelve en medio de la precariedad, y veamos ante Dios qué está en nuestras manos hacer, y hagámoslo.

Pero también es un día para pedir para nosotros, y para interceder por la Vida de la Gracia en las almas. “¡Que las almas tengan vida, y la tengan en abundancia!” Un nuevo Adviento se precipita sobre una humanidad herida, derramándose por medio de la vida de millones de bautizados. La Redención de Cristo ya está completa, es total. Pero necesita ser completada en los miembros de su Cuerpo Místico, pues necesita arroyos, acequias, medios para llegar a la vida de las personas con las que compartimos vida. ¡Señor, elígeme para lo que más! Quiero colaborar en la Redención de la humanidad. Te miro, me sé amado, me ofrezco. ¡Ayúdame!

Madre, todo tuyo soy, enséñame a esperar a Jesús. Que nuestra mente no se embote, que esté libre para Él.

Marana tha. Ven Señor Jesús.

26/11/2010, Viernes de la XXXIV semana de Tiempo Ordinario

Lectura del libro del Apocalipsis (20, 1-4. 11-21, 2)

Yo, Juan, vi un ángel que bajaba del cielo llevando la llave del abismo y una cadena grande en la mano. Agarró al dragón, que es la serpiente primordial, el diablo o Satanás, y lo encadenó para mil años; lo arrojó al abismo, echó la llave y puso un sello encima, para que no pueda extraviar a las naciones antes que se cumplan los mil años. Después tiene que estar suelto por un poco de tiempo. Vi también unos tronos y en ellos se sentaron los encargados de juzgar; vi también las almas de los decapitados por el testimonio de Jesús y la palabra de Dios, los que no habían rendido homenaje a la bestia ni a su estatua y no habían recibido su señal en la frente ni en la mano. Éstos volvieron a la vida y reinaron con Cristo mil años. Luego vi un trono blanco y grande, y al que estaba sentado en él. A su presencia desaparecieron cielo y tierra, porque no hay sitio para ellos. Vi a los muertos, pequeños y grandes, de pie ante el trono. Se abrieron los libros y se abrió otro libro, el libro de la vida. Los muertos fueron juzgados según sus obras, escritas en los libros. El mar entregó sus muertos, muerte y abismo entregaron sus muertos, y todos fueron juzgados según sus obras. Después muerte y abismo fueron arrojados al lago de fuego -el lago de fuego es la segunda muerte-. Los que no estaban escritos en el libro de la vida fueron arrojados al lago de fuego. Luego vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra han pasado, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se adorna para su esposo.

Salmo responsorial (Sal 83, 3. 4. 5-6a y 8a)
R. Ésta es la morada de Dios con los hombres.

Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo. R.

Hasta el gorrión ha encontrado una casa; la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos: tus altares, Señor de los ejércitos, Rey mío y Dios mío. R.

Dichosos los que viven en tu casa, alabándote siempre.
Dichosos los que encuentran en ti su fuerza: caminan de baluarte en baluarte. R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (21, 29-33)

En aquel tiempo, expuso Jesús una parábola a sus discípulos: -«Fijaos en la higuera o en cualquier árbol: cuando echan brotes, os basta verlos para saber que el verano está cerca. Pues, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios. Os aseguro que antes que pase esta generación todo eso se cumplirá. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán.»

26 noviembre 2010, viernes de la XXXIV semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

“Cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios”.

Para empezar nuestro momento de oración de hoy destaco unas frases entresacadas de la primera lectura, del libro del Apocalipsis:

“Los que no habían rendido homenaje a la bestia ni a su estatua… Estos volvieron a la vida y reinaron con Cristo”.

Y más adelante:

“Vi un cielo nuevo y una tierra nueva,… y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se adorna para su esposo…”

Son palabras que nos llenan de esperanza, pues, pese a nuestras caídas y miserias, no queremos rendir homenaje “a la bestia ni a su estatua” y Cristo nos regala la vida.

La bestia y su estatua personifican el egoísmo del mundo, el orgullo que impide reconocer a Jesucristo como el verdadero Señor de nuestras vidas, la desconfianza que nos hace dudar de que poniendo nuestras vidas en las manos de Dios seremos realmente libres de toda esclavitud.

Por la infinita misericordia de nuestro Dios nos libramos de esas cadenas, volvemos a la vida, podemos reinar con Cristo. Y somos capaces de descubrir la belleza de la Iglesia, la “nueva Jerusalén”, donde en comunión unos con otros seguimos al Maestro.

Que nuestro corazón ore agradecido: “Dichosos los que viven en tu casa, alabándote siempre”, dice el salmo 83, que recitamos hoy. Y también: “Dichosos los que encuentran en ti su fuerza”.

Ahora bien, para reinar con Cristo es necesario escuchar su voz, descubrir su paso continuo por nuestra vida. De una forma o de otra se dan en ella algunas de las situaciones que con tanto dramatismo narraba el evangelio de ayer. Y nos dice Jesús en el Evangelio:

“Cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios”.

Es decir, que todo aquello que supone en nuestra vida dificultad, problemas, sorpresas, fracasos, pero también alegrías, gozos, esperanza, son “cosas” que nos avisan: “Está cerca el reino de Dios”. Cristo camina con nosotros, no estamos solos. Él está con nosotros

¿Tenemos esa capacidad de percepción de las palabras y los signos de Jesús en nuestra vida? ¿Nos dejamos impresionar, “sacudir”, por ellos? Pidamos a María, siempre a la escucha de la voluntad del Padre, que nos ayude a descubrir, como enamorados, los más pequeños detalles del amor de Dios.

El sentido de la parábola de hoy no es sólo una llamada de atención para descubrir el paso del Señor por nuestra vida. Es también una llamada a prepararnos para su última venida.

Jesús quiere que cada ser humano que entra en contacto con él experimente anticipadamente una especie de fin del mundo, una sacudida interior de tal envergadura que surja en él un nuevo ser, irreconocible, sorprendente; “he venido a traer fuego a la tierra, y cómo deseo que ya arda” (Lc 12,49). Juan el Bautista anunciaba que, después de él, llegaría uno que “bautizaría” con Espíritu Santo y fuego (cf. Lc 3,16).

Pasado mañana empieza el adviento, tiempo litúrgico de especial densidad. Es el momento de avivar el deseo de que el “fuego” de Dios prenda en nosotros, con auténtica disponibilidad a que muera el hombre viejo y nazca el nuevo, el “según Dios”.

Porque, ya lo sabemos, “está cerca el reino de Dios”. Son palabras de Jesús, que también afirma:

“El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán”.

25/11/2010, Jueves de la XXXIV semana de Tiempo Ordinario

Lectura del libro del Apocalipsis (18, 1-2. 21-23; 19, 1-3. 9a)

Yo, Juan, vi un ángel que bajaba del cielo; venía con gran autoridad y su resplandor iluminó la tierra. Gritó a pleno pulmón: "¡Cayó, cayó la gran Babilonia! Se ha convertido en morada de demonios, en guarida de todo espíritu impuro, en guarida de todo pájaro inmundo y repugnante."Un ángel vigoroso levantó una piedra grande como una rueda de molino y la tiró al mar, diciendo: "Así, de golpe, precipitarán a Babilonia, la gran metrópoli, y desaparecerá. El son de arpistas y músicos, de flautas y trompetas, no se oirá más en ti. Artífices de ningún arte habrá más en ti, ni murmullo de molino se oirá más en ti; ni luz de lámpara brillará más en ti, ni voz de novio y novia se oirá más en ti, porque tus mercaderes eran los magnates de la tierra, y con tus brujerías embaucaste a todas las naciones."Oí después en el cielo algo que recordaba el vocerío de una gran muchedumbre; cantaban: "Aleluya. La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios, porque sus juicios son verdaderos y justos. Él ha condenado a la gran prostituta que corrompía a la tierra con sus fornicaciones, y le ha pedido cuenta de la sangre de sus siervos."Y repitieron: "Aleluya. El humo de su incendio sube por los siglos de los siglos." Luego me dice: "Escribe: "Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero.""

Salmo Responsorial (Sal 99, 2. 3. 4. 5)
R. Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero.

Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría
entrad en su presencia con vítores. R.

Sabed que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño. R.

Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre. R.

"El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades." R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (21, 20-28)

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed que está cerca su destrucción. Entonces los que estén en Judea, que huyan a la sierra; los que estén en la ciudad, que se alejen; los que estén en el campo, que no entren en la ciudad; porque serán días de venganza en que se cumplirá todo lo que está escrito. ¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! Porque habrá angustia tremenda en esta tierra y un castigo para este pueblo. Caerán a filo de espada, los llevarán cautivos a todas las naciones, Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que a los gentiles les llegue su hora. Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo temblarán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación".

25 noviembre 2010, jueves de la XXXIV semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

1. Introducción:

Estamos en la última semana del año litúrgico. El domingo pasado celebrábamos la fiesta de Jesucristo Rey. Las lecturas del Apocalipsis nos invitan a la esperanza. El resultado de la lucha entre el mal y el bien está ya decidido. La resurrección de Jesús es el triunfo de toda la Iglesia. Es mi triunfo. El espíritu de este mundo, derrotado, va a ser echado fuera. Veremos a Jesús victorioso venir con gloria invitándonos a participar de su victoria.

Las lecturas de estos días son una llamada a la esperanza y a tener preparada el alma. Hace unos días venía en la lectura del evangelio un pasaje que había leído u oído muchas veces pero que ese día me impresionó (Lc 18,35): un ciego sentado al borde del camino que insiste en llamar a Jesús aunque le regañen los que pasaban a su lado porque molestaba. Y él insiste y logra que Jesús le pregunte que quiere hacer por él. “–Señor, que vea otra vez”. Por lo que se deduce no era ciego de nacimiento pero una enfermedad o accidente le había dejado sin vista. Y Jesús le devuelve la vista y le dice que es su fe la que le ha curado.

En el capítulo 19 del evangelio de San Lucas hemos leído hace pocos días en la liturgia, que Jesús le dice llorando a Jerusalén: “− ¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero no: está escondido a tus ojos.”

Y Jesús dice esto llorando no sólo ante Jerusalén, sino ante mí que no acabo de ver lo que me conduce a la paz. Quizá lo vi en otros momentos pero ahora puedo estar ciego. Como el ciego que veía pero que dejó de ver. Y por muy seguidor de Jesús que sea, puedo estar ciego como la Iglesia de Laodicea (cf Apoc 3, 14-22) y necesito colirio para ungirme en los ojos y ver. Y lo que me puede llevar a la paz puede estar escondido a mis ojos. Y si me doy cuenta de esto, entonces ya me he dado cuenta de que Jesús pasa a mi lado. Y ahora, a gritar cómo el ciego de Jericó para que no pase de largo.

¿Y donde encuentro yo a Jesús que me puede curar? Debo ponerme por donde pasa Jesús. Y Jesús pasa hoy en la Escritura y en la Liturgia. Y Jesús me quiere cerca y cuando me encuentre cerca me dará el colirio que necesitan mis ojos. Y le tengo cerca, para perdonarme y curarme mi ceguera, sobretodo en el sacramento de la Penitencia, y le encuentro en la Eucaristía.

2. Oración preparatoria hacemos la señal de la cruz y nos ponemos en pie en presencia de Dios. Invocamos la ayuda del Espíritu Santo y rezamos mentalmente la oración preparatoria de Ejercicios: “Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de tu divina majestad.” (EE 46)

3. Petición: ¡Señor, que vea otra vez!(Lc 18,41)

4. Composición de lugar: imaginar a Jesús que se acerca a mí y me cura.

5. Materia de la oración: contemplar la escena del ciego de Jericó. Si en alguna parte me siento más impresionado, o como dice San Ignacio, “si hallo gracia”, detenerme en ella y repetirla varias veces.

6. Unos minutos antes del final de la oración: Avemaría o salve a la Virgen e invocación: “Santa María Inmaculada, Madre de Dios, ruega por mí, pobre pecador.”

7. Examen de la oración: ver cómo me ha ido en el rato de oración. Recordar si he recibido alguna idea o sentimiento que debo conservar y volver sobre él. Ver dónde he sentido más el consuelo del Señor o dónde me ha costado más. Hacer examen de las negligencias al hacer la oración, pedir perdón y proponer enmienda.

24/11/2010, Miércoles de la XXXIV semana de Tiempo Ordinario

Lectura del libro del Apocalipsis (15, 1-4)

Yo, Juan, vi en el cielo otra señal, magnífica y sorprendente: siete ángeles que llevaban siete plagas, las últimas, pues con ellas se puso fin al furor de Dios. Vi una especie de mar de vidrio veteado de fuego; en la orilla estaban de pie los que habían vencido a la fiera, a su imagen y al número que es cifra de su nombre; tenían en la mano las arpas que Dios les había dado. Cantaban el cántico de Moisés, el siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: «Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente, justos y verdaderos tus caminos, ¡oh Rey de los siglos! ¿Quién no temerá, Señor, y glorificará tu nombre? Porque tú solo eres santo, porque vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, porque tus juicios se hicieron manifiestos.»

Salmo responsorial (Sal 97, 1. 2-3ab. 7-8. 9)
R. Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente.

Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo. R.

El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel. R.

Retumbe el mar y cuanto contiene, la tierra y cuantos la habitan;
aplaudan los ríos, aclamen los montes. R.

Al Señor, que llega para regir la tierra.
Regirá el orbe con justicia y los pueblos con rectitud. R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (21, 12-19)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Así tendréis ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa mía. Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.»

24 noviembre 2010, miércoles de la XXXIV semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Nos encontramos en los últimos compases del año litúrgico. Seguimos contemplando a Jesucristo Rey, que en el evangelio de hoy, nos advierte de la persecución que nos espera por su causa, y nos infunde confianza con la promesa de su presencia. Él lo sabe todo, lo puede todo, y nos ama.

1. “Os echarán mano, os perseguirán…” El Señor habla claro. Nos dice a lo que nos exponemos cuando le seguimos de verdad. Y detalla todavía más el cuadro: “Os traicionarán, os entregarán a la cárcel, os harán comparecer ante reyes y gobernadores, os odiarán…” ¿Nos extrañamos de tanto odio, de tanta persecución, de las traiciones, incluso entre seres queridos? ¿Nos parece a veces que el Señor nos trata de una manera injusta, inmerecida, permitiendo tanto acoso de nuestros perseguidores?

2. “…Por causa mía”. Este odio que nos tiene el mundo no es por nosotros mismos: persigue en nosotros a Cristo. Ya nos lo advirtió Jesús: “Si el mundo os odia, a mí me ha odiado antes. Si fueseis del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, sino que yo os escogí del mundo, por esto el mundo os odia (…) Todas estas cosas harán con vosotros por causa de mi nombre” (Jn 15, 18-21). Como escribe Abelardo en un “aguaviva”: “Si hay hombres en quienes Dios se manifiesta, esos padecen el rechazo. Son los odiados. Lo que antes hicieron con Él se repetirá ahora”.

Jesús es el único que ha sufrido en soledad; nosotros sufrimos por Él y con Él; nuestros sufrimientos están incrustados en el Suyo. Nuestra cruz es una astilla de su Cruz. Él está sufriendo con y en nosotros. Y así nuestra defensa está en sus manos. Por eso: “Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría…

3. “Así tendréis ocasión de dar testimonio”. Es el testimonio de la fe, hecha vida en lo pequeño y en lo grande. Es el testimonio que han dado tantos hombres y mujeres a lo largo de la historia. Hoy la Iglesia nos recuerda el martirio (mártir significa testigo) de san Andrés Dung-Lac y 116 compañeros en Vietnam, entre los siglos XVII y XIX, canonizados en 1988 por Juan Pablo II. Eran de toda condición; 59 de ellos laicos y laicas. Son nuestros modelos a la hora de ser testigos en el martirio blanco del día a día.

4. “Ni un cabello de vuestra cabeza perecerá”. Nos recuerda la invitación que Jesús nos hace a la confianza, en otro pasaje: “No temáis (…) hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados” (Mt 10, 30). Si Dios cuida de mí, qué me puede faltar…

5. “…Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas. La tentación más fuerte que tenemos es la de abandonar el camino comenzado, la de tirar la toalla –perder la paciencia-, abrumados por tantas dificultades procedentes de los de lejos, de los de cerca, incluso de dentro de nosotros mismos. Nos vemos acosados por las persecuciones, y a la vez, desconfiados por nuestras miserias. Y es que seguir al Señor a los principios, y cuando todo va bien, es de muchos… Pero seguirle, cargando con la cruz, sin ahuecarla cuando se hace pesada, y permanecer al pie de Su cruz, cuando la vida se vuelve gris, y el tiempo parece que no avanza, es otra cosa. Sepamos esperar.

Abelardo escribe en otro aguaviva (junio 1989): “no perdamos la paz, no nos impacientemos ni tengamos prisas. Tal como somos nos ama el Señor”. Y nos hace una recomendación preciosa, con la que terminamos estos puntos: “Acudamos a la Virgen. Es su humildad la que la hace fuerte. Jamás se miró a si misma. Por eso fue paciente y supo esperar. Imitémosla. Mejor aún, dejémosla hacer en nosotros. Ella nos hará pacientes, humildes en la espera; abandonados y confiados en el Padre de las misericordias, quien desde la eternidad y para dejarnos en nuestro sitio nos prueba a través del llamado por nosotros factor tiempo”.

23/11/2010, Martes de la Semana XXXIV de Tiempo Ordinario

Lectura del libro del Apocalipsis (14, 14-19)

Yo, Juan, miré y en la visión apareció una nube blanca; estaba sentado encima uno con aspecto de hombre, llevando en la cabeza una corona de oro y en la mano una hoz afilada. Del santuario salió otro ángel y gritó fuerte al que estaba sentado en la nube: "Arrima tu hoz y siega; ha llegado la hora de la siega, pues la mies de la tierra está más que madura." Y el que estaba sentado encima de la nube acercó su hoz a la tierra y la segó. Otro ángel salió del santuario celeste llevando él también una hoz afilada. Del altar salió otro, el ángel que tiene poder sobre el fuego, y le gritó fuerte al de la hoz afilada: "Arrima tu hoz afilada y vendimia los racimos de la viña de la tierra, porque las uvas están en sazón." El ángel acercó su hoz a la tierra y vendimió la viña de la tierra y echó las uvas en el gran lagar del furor de Dios. Pisotearon el lagar fuera de la ciudad, y del lagar corrió tanta sangre, que subió hasta los bocados de los caballos en un radio de sesenta leguas.

Salmo responsorial (95, 10. 11-12. 13)
R. El Señor llega a regir la tierra.

Decid a los pueblos: "El Señor es rey, él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente." R.

Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, aclamen los árboles del bosque. R.

Delante del Señor, que ya llega, ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad. R.

Lectura del santo evangelio según Lucas (21, 5-11)

En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo: "Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido." Ellos le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?" Él contestó: "Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: "Yo soy", o bien: "El momento está cerca", no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida." Luego les dijo: "Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo.

23 noviembre 2010, martes de la Semana XXXIV de Tiempo Ordinario – Puntos para la oración.

Me gustaría comenzar hoy estos puntos de oración con las profecías que Jesús hizo sobre la suerte de Jerusalén, la ciudad santa y su templo.

  1. Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces que se acerca su desolación. (...) y Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que se cumpla el tiempo de los gentiles. (Lucas 21:20-24.)
  2. Después que Jesús salió del Templo, mientras se alejaba, se acercaron sus discípulos para llamar su atención sobre las construcciones del Templo. Pero él les dijo: ¿Veis todo esto? En verdad os digo que no quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derruida. (Mt 24, 1-2).
  3. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y lapidas a los que te son enviados; cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina a sus polluelos bajo las alas, y no quisiste! He aquí que vuestra casa se os va a quedar desierta. Os aseguro que no me veréis hasta que llegue el día en que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor. (Lc 13, 34-35).

Vayamos ahora a la historia para certificar las palabras del Señor:

  1. Las facciones radicales judías de Jerusalén estaban totalmente decididas a sacudirse el yugo romano. En el año 66 d.C., Roma envió a las legiones acaudilladas por Cestio Galo, gobernador de Siria. Años más tarde, el año 70 d.C., el general Tito marchó a conquistar Jerusalén y su grandioso Templo.
  2. Tito exhortó a los judíos a rendir la ciudad a fin de salvar la vida. A continuación, cercó la ciudad con estacas puntiagudas, eliminando la posibilidad de escapar o desplazarse.
  3. El general romano puso todo su empeño en salvar el Templo. Tanto es así que comenta Favio Josefo «despertaron la irritación no sólo de sus soldados sino también de sus oficiales puesto que, por salvar un templo extranjero causaba daños y perjuicios a sus hombres».
  4. Finalmente Tito se decidió lanzar un ataque contra la parte exterior del Templo y ordenó incendiar las puertas exteriores de los atrios y entonces, según narra Flavio Josefo, «se propagó rápidamente el fuego a la madera, envolviendo a los pórticos en un mar de llamas.
  5. Tito ordenó apagar las llamas y abrir una brecha en dirección a las puertas matando a los resistentes y salvando al mismo tiempo la construcción, ya que quería apoderarse del edificio que se había convertido en el núcleo principal de la resistencia.
  6. «Tito decidió que si los judíos tomaban posiciones en el templo para continuar la resistencia, habría que emplearse a fondo contra las cosas en vez de contra los hombres, pero en ningún caso habría que entregar a las llamas aquella magnífica construcción...»
  7. El 16 de agosto del año 70, «Tito se retiró a la Torre Antonia, decidido a desencadenar al amanecer un asalto con todos sus efectivos para apoderarse de todas las partes del Templo».
  8. «Cuando Tito se retiró, los rebeldes, tras una breve pausa, se arrojaron nuevamente contra los romanos y hubo una encarnizada lucha entre los defensores del santuario que intentaban apagar el fuego en la explanada interior».
  9. «Aquellos (los legionario), tras haber puesto en fuga a los judíos, los persiguieron hasta el interior del Templo y entonces un soldado, sin aguardar órdenes y sin demostrar temor alguno en cometer tan terrible acción, echó mano de una antorcha y, secundado por uno de sus compañeros, la arrojó a través de una ventana dorada que daba a las estancias próximas al santuario en la parte norte».
  10. «Alguien corrió a avisar a Tito, que se había retirado a su tienda para descansar un poco. Puesto en pie, fue tal y como se encontraba hacia el Templo para intentar dominar el incendio. Lo siguieron todos sus generales, y a éstos les siguieron muy alteradas las legiones, formándose un gran griterío y confusión, como era inevitable en el avance desordenado de fuerzas tan numerosas. Ya con su voz, ya con la mano, César dio orden a los combatientes de apagar el fuego, pero ellos no oían sus palabras, ensordecidos por un griterío cada vez mayor, ni prestaron atención a las señales que les hacía con la mano, enardecidos como estaban en la lucha o arrastrados por el frenesí. Para detener el ímpetu de los legionarios no sirvieron ni requerimientos ni las amenazas, pues todos se dejaron llevar por la furia».
  11. «De repente, uno de los que habían entrado en el templo, cuando ya César había salido para intentar detener a los soldados, lanzó en la oscuridad una antorcha contra los goznes de la puerta (la del Sancta Sanctorum). Tras la inmediata extensión del fuego hacia el interior, César y sus generales se retiraron y ya nadie impidió a los soldados que estaban fuera propagar el incendio». (Bibliografía: Los Evangelios. Flavio Josefo: La guerra de los judíos. Messori; Padeció bajo Poncio Pilato).

Atilano Alaiz reflexionando sobre estos hechos escribe: “Han sido veinte siglos de exilio, hasta que en 1947 se constituyó el Estado de Israel. Pero la destrucción del pueblo de la antigua Alianza da paso al pueblo de la nueva Alianza. S. Lucas toma a la corrupta Jerusalén como símbolo del mundo del pecado, donde reina la injusticia y la opresión; y de la misma manera que la Jerusalén destruida dio paso a la Alianza nueva, así también nuestro mundo de pecado será destruido y surgirá la nueva Jerusalén, la ciudad de la paz.

“Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora en que el Hijo del hombre ha de venir…” (S. Mt. 25,13).

Estas palabras, también del Señor, ya no son sobre ciudades y templos.., lugares y pueblos.., sino que van dirigidas a todos y a cada uno de nosotros.

¿Cómo las escuchamos…?

¿Hasta que punto las creemos…?

¿Nos damos cuenta de que se pueden cumplir hoy mismo.., o en este instante…?

¿Nos llenas de tristeza.., o nos colman de alegría…?

¿Deseamos la venida del Señor…?

¿Exclamamos constantemente con el autor del Apocalipsis en su último capítulo y su penúltimo versículo: “Amén, Ven, Señor Jesús…”?

“Ayúdanos, Señor, a descubrir tus constantes venidas

en el curso de la historia de cada día y cada hora,

en el hermano que necesita de nuestra ayuda y afecto,

en los hombres y mujeres que sufren y te buscan,

para que, caminando en la esperanza de la nueva tierra,

alcancemos el nuevo cielo en que habita tu justicia y tu santidad…”

22/11/2010, Lunes de la XXIV semana de Tiempo Ordinario

Lectura del libro del Apocalipsis (14, 1-3. 4b-5)

Yo, Juan, miré y en la visión apareció el Cordero de pie sobre el monte Sión, y con él ciento cuarenta y cuatro mil que llevaban grabado en la frente el nombre del Cordero y el nombre de su Padre. Oí también un sonido que bajaba del cielo, parecido al estruendo del océano, y como el estampido de un trueno poderoso; era el son de arpistas que tañían sus arpas delante del trono, delante de los cuatro seres vivientes y los ancianos, cantando un cántico nuevo. Nadie podía aprender el cántico fuera de los ciento cuarenta y cuatro mil, los adquiridos en la tierra. Éstos son los que siguen al Cordero adondequiera que vaya; los adquirieron como primicias de la humanidad para Dios y el Cordero. En sus labios no hubo mentira, no tienen falta.

Salmo responsorial (Sal 23, 1-2. 3-4ab. 5-6)
R. Este es el grupo que viene a tu presencia, Señor.

Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos. R.

¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos. R.

Ése recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (21, 1-4)

En aquel tiempo, alzando Jesús los ojos, vio unos ricos que echaban donativos en el arca de las ofrendas; vio también una viuda pobre que echaba dos reales, y dijo: -«Sabed que esa pobre viuda ha echado más que nadie, porque todos los demás han echado de lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»

22 de noviembre de 2010, lunes de la XXIV semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

El salmo 23 que hoy recitamos nos mete directamente en la presencia del Señor.

“Éste es el grupo que viene a tu presencia, Señor”.

Sabemos por la “comunión de los santos” que este momento que dedico a la oración, además de sentirme unido a todas las personas que viven de manera más estrecha el carisma del P. Morales, hay multitud de personas que también permanecen unidas en la oración, de manera especial a las personas de vida contemplativa, y a todas aquellas, religiosas, consagradas o laicas en multitud de familias, estas son las más numerosas, que tratan de salvar cada día un rato de oración personal con el Señor.

Cuando hablamos de “comunión de los santos” nos referimos también a los beneficios que recibimos de la oración de todos los santos y amigos que ya se han salvado. Y uno de los cometidos que tienen es interceder por nosotros desde el cielo.

Por tanto, es un grupo mucho más numerosos, casi incalculable el número de personas que nos acompaña en la oración de cada día.

De esta manera la pregunta del salmo: ¿quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro? Debido a la ayuda e intercesión de todas las personas que oran conmigo llegaré a ser una persona “de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos”.

El Aleluya que se recita hoy antes de la lectura del Evangelio es: “Estad en vela y preparados, porque a la hora que menos pensáis viene el Hijo del Hombre”.

Es un imperativo que nos debe espabilar: estad en vela, despiertos, pero además de despiertos, preparados. A cada cual va llamando el Señor en el momento que más nos conviene. No tenemos ninguna póliza que nos asegure la vida hasta el momento que nosotros queramos. Estos días en los textos de la Sagrada Escritura, aparecen constantemente alusiones reales a que nuestra vida terrena se acaba, porque por la fe sabemos que con la muerte nuestra vida se transforma y entramos en contacto directo con la eternidad. Y recordamos por la fe, que a la muerte le sigue el juicio y a este juicio, según haya sido nuestra vida, la salvación o la condenación. A lo largo de la vida he ido decidiendo y eligiendo por medio de la libertad que Dios nos ha regalado la aceptación o no de la salvación.

La actitud de sencillez y desprendimiento de esta viuda del Evangelio es lo que enamora el corazón de Dios.

“Sabed que esa pobre viuda ha echado más que nadie, porque todos los demás han echado de lo que le sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir”

Lo que cuenta es el amor. Los detalles pequeños hechos con amor es lo que más acerca al Corazón de Dios. Lo ha dado todo. Así es la vida entregada de María.

21/11/2010, Jesucristo, Rey del Universo (Domingo de la XXXIV semana de TO)

Lectura del segundo libro de Samuel (5, 1-3)

En aquellos días, todas las tribus de Israel fueron a Hebrón a ver a David y le dijeron: -«Hueso tuyo y carne tuya somos; ya hace tiempo, cuando todavía Saúl era nuestro rey, eras tú quien dirigías las entradas y salidas de Israel. Además el Señor te ha prometido: "Tú serás el pastor de mi pueblo Israel, tú serás el jefe de Israel."» Todos los ancianos de Israel fueron a Hebrón a ver al rey, y el rey David hizo con ellos un pacto en Hebrón, en presencia del Señor, y ellos ungieron a David como rey de Israel.

Salmo responsorial (Sal 121, 1-2. 4-5)
R. Vamos alegres a la casa del Señor

Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»
Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén. R.

Allá suben las tribus, las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia, en el palacio de David. R.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses (1, 12-20)

Hermanos: Darnos gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz. Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. Él es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque por medio de él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades; todo fue creado por él y para él. Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. El es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo. Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (23, 35-43)

En aquel tiempo, las autoridades hacían muecas a Jesús, diciendo: - «A otros ha salvado; que se salve a si mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.» Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo: -«Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.» Habla encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Éste es el rey de los judíos.» Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: -«¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.» Pero el otro lo increpaba: -«¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.» Y decía: -«Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.» Jesús le respondió: - «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.»

Jesucristo, Rey del Universo (Domingo de la XXXIV sem. de TO) – Puntos de oración

Petición: Señor Jesús, sé tú el rey de mi vida. Que viva bajo tu señorío.

Ideas: Las lecturas hoy nos hacen una llamada a tener a Jesús como REY.

La primera nos habla del rey David haciendo referencia a su realeza:

  • "Tú serás el pastor de mi pueblo Israel, tú serás el jefe de Israel."»

Pero sobre todo nos podemos fijar en el Evangelio, en Cristo desde la Cruz, con el cartel de INRI que nos indica que es condenado por ser declarado rey de los judíos.

Sí, no es difícil ilusionarse con Cristo como Rey, viéndole hacer los milagros, tener el poder de curar enfermos, de resucitar muertos, de clamar las tempestades… Pero no es tan fácil ilusionarse con Cristo como Rey en la cruz.

Pero esa es su realeza, su forma de poder. Un poder sin poder. Una riqueza en la pobreza, desnudo y ultrajado. Y los honores que recibe son las burlas de los que pasan.

¿Estoy dispuesto a seguir a este rey, a ser de los suyos?

Diálogo con Jesús: Mi oración de hoy será ante este Cristo, jurándole fidelidad y amor. Pero desde la cruz de Dimas, el buen ladrón, que es el único que reconoce su realeza. Ponerme en el lugar de Dimas. Me sé pobre y pecador, me reconozco merecedor del castigo. Pero mis miserias no me alejan de él, sino que clavado en la misma cruz, compartiendo el mismo suplicio, me vuelvo a Jesús y tengo con él un diálogo íntimo. Le pido que se acuerde de mí, que me perdone. Le repito que le amo. Que quiero compartir su estilo de vida, aunque me lleve a la cruz.

Acabo contemplando a la Madre que está al pie de la cruz, mirándome con agradecimiento por haberle acogido a Jesús como mi Salvador.

20/11/2010, Sábado de la XXXIII semana de Tiempo Ordinario

Lectura del libro del Apocalipsis (11, 4-12)

Me fue dicho a mí, Juan: -«Éstos son mis dos testigos, los dos olivos y los dos candelabros que están en la presencia del Señor de la tierra. Si alguno quiere hacerles daño, echarán fuego por la boca y devorarán a sus enemigos; así, el que intente hacerles daño morirá sin remedio. Tienen poder para cerrar el cielo, de modo que no llueva mientras dura su profecía; tienen también poder para transformar el agua en sangre y herir la tierra a voluntad con plagas de toda especie. Pero, cuando terminen su testimonio, la bestia que sube del abismo les hará la guerra, los derrotará y los matará. Sus cadáveres yacerán en la calle de la gran ciudad, simbólicamente llamada Sodoma y Egipto, donde también su Señor fue crucificado. Durante tres días y medio, gente de todo pueblo y raza, de toda lengua y nación, contemplarán sus cadáveres, y no permitirán que les den sepultura. Todos los habitantes de la tierra se felicitarán por su muerte, harán fiesta y se cambiarán regalos; porque estos dos profetas eran un tormento para los habitantes de la tierra. » Al cabo de los tres días y medio, un aliento de vida mandado por Dios entró en ellos y se pusieron de pie, en medio del terror de todos los que lo veían. Oyeron entonces una voz fuerte que les decía desde el cielo: -«Subid aquí.» Y subieron al cielo en una nube, a la vista de sus enemigos.

Salmo responsorial (Sal 143, 1. 2. 9-10)

R. Bendito el Señor, mi Roca.

Bendito el Señor, mi Roca, que adiestra mis manos para el combate,

mis dedos para la pelea. R.

Mi bienhechor, mi alcázar, baluarte donde me pongo a salvo,

mi escudo y mi refugio, que me somete los pueblos. R.

Dios mío, te cantaré un cántico nuevo, tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:

para ti que das la victoria a los reyes, y salvas a David, tu siervo. R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (20, 27-40)

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: -«Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella.» Jesús les contestó: -«En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob". No es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos están vivos.» Intervinieron unos escribas: -«Bien dicho, Maestro.» Y no se atrevían a hacerle más preguntas.

Sábado de la XXXIII semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Ante los textos tan complejos de las lecturas de este sábado recurramos a la santa madre Iglesia eligiendo un texto del Vaticano II que trata sobre la vocación de eternidad que lleva marcada a fuego el ser humano. Que la meditación de estas fantásticas palabras nos lleve a vivir de modo que seamos testigos vivientes de lo eterno.

Concilio Vaticano II

Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual «Gaudium et spes», § 18

«No es Dios de muertos, sino de vivos»

El máximo enigma de la vida humana es la muerte. El hombre sufre con el dolor y con la disolución progresiva del cuerpo. Pero su máximo tormento es el temor por la desaparición perpetua. Juzga con instinto certero cuando se resiste a aceptar la perspectiva de la ruina total y del adiós definitivo. La semilla de eternidad que en sí lleva, por ser irreductible a la sola materia, se levanta contra la muerte. Todos los esfuerzos de la técnica moderna, por muy útiles que sean, no pueden calmar esta ansiedad del hombre; la prórroga de la longevidad que hoy proporciona la biología no puede satisfacer ese deseo del más allá que surge ineluctablemente del corazón humano.

Mientras toda imaginación fracasa ante la muerte, la Iglesia, aleccionada por la Revelación divina, afirma que el hombre ha sido creado por Dios para un destino feliz situado más allá de las fronteras de la miseria terrestre. La fe cristiana enseña que la muerte corporal, que entró en la historia a causa del pecado, será vencida cuando el omnipotente y misericordioso Salvador restituya al hombre en la salvación perdida por el pecado. Dios ha llamado y llama al hombre a adherirse a Él con la total plenitud de su ser en la perpetua comunión de la incorruptible vida divina. Ha sido Cristo resucitado el que ha ganado esta victoria para el hombre, liberándolo de la muerte con su propia muerte. Para todo hombre que reflexione, la fe, apoyada en sólidos argumentos, responde satisfactoriamente al interrogante angustioso sobre el destino futuro del hombre y al mismo tiempo ofrece la posibilidad de una comunión con nuestros mismos queridos hermanos arrebatados por la muerte, dándonos la esperanza de que poseen ya en Dios la vida verdadera.

19/11/2010, Viernes de la XXXIII semana de Tiempo Ordinario

Lectura del libro del Apocalipsis (10, 8- 11)

Yo, Juan, oí cómo la voz del cielo que había escuchado antes se puso a hablarme de nuevo, diciendo: -«Ve a coger el librito abierto de la mano del ángel que está de pie sobre el mar y la tierra. » Me acerqué al ángel y le dije: -«Dame el librito.» Él me contestó: -«Cógelo y cómetelo; al paladar será dulce como la miel, pero en el estómago sentirás ardor.» Cogí el librito de mano del ángel y me lo comí; en la boca sabía dulce como la miel, pero, cuando me lo tragué, sentí ardor en el estómago. Entonces me dijeron: -«Tienes que profetizar todavía contra muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes.»

Salmo responsorial (Sal 118, 14. 24. 72. 103. 111. 131)
R. ¡Qué dulce al paladar tu promesa!

Mi alegría es el camino de tus preceptos, más que todas las riquezas. R.

Tus preceptos son mi delicia, tus decretos son mis consejeros. R.

Más estimo yo los preceptos de tu boca que miles de monedas de oro y plata. R.

¡Qué dulce al paladar tu promesa: más que miel en la boca! R.

Tus preceptos son mi herencia perpetua, la alegría de mi corazón. R.

Abro la boca y respiro, ansiando tus mandamientos. R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (19, 45-48)

En aquel tiempo, entró Jesús en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: -«Escrito está: "Mi casa es casa de oración"; pero vosotros la habéis convertido en una "cueva de bandidos."» Todos los días enseñaba en el templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los notables del pueblo intentaban quitarlo de en medio; pero se dieron cuenta de que no podían hacer nada, porque el pueblo entero estaba pendiente de sus labios.

19 noviembre 2010, viernes de la XXXIII semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Mi casa es casa de oración” (Is 56, 7) pero vosotros la habéis convertido en cueva de bandidos” (Jer 7, 11)

Con estas dos frases citadas por Cristo en el Evangelio de San Lucas, que hoy nos presenta la liturgia de este día, tenemos marcado el tema para nuestra oración.

Podemos hacernos una pregunta que vaya al fondo de nuestra vida: ¿Mi alma es de verdad casa de oración? ¿O más bien se ha ido convirtiendo en cueva de bandidos?

Le pedimos al Señor ser capaces de expulsar todo aquello que ha profanado nuestro templo personal, nuestra alma. A veces son cosas menudas, pequeñas, pero que repetidas constantemente acaban haciéndose un verdadero obstáculo para nuestra relación con Dios.

La oración requiere ese ejercicio de limpieza permanente para que el templo esté en las verdaderas condiciones. Por eso mismo la oración, guiada por la Palabra de Dios, se convierte también en una llamada de atención sobre nuestra forma de cuidar el culto debido a Dios.

Benedicto XVI en su reciente viaje a España ha insistido de nuevo en que lo central es recuperar la cuestión de Dios.

Eso es lo que queremos hacer hoy en nuestra oración, recuperar la cuestión de Dios y volver a ponerlo en el centro de nuestra vida. Para ello hay que ir quitando todo aquello que estorba o desfigura nuestra relación de criaturas con el Creador.

Os brindo reflexionar en esto dedicando un buen rato a ver qué cosas se han ido colando, consciente o inconscientemente en nuestra vida, que ahora hay que echarlas con látigos y un celo que nos devora por la casa de Dios.

Le pedimos a María, nuestra Madre para que nos haga ver con claridad todo aquello que no está bien y que es necesario renovar.

Santa María, que seamos auténticos adoradores de Dios.

18/11/2010, Jueves de la XXXIII semana de Tiempo Ordinario

Lectura del libro del Apocalipsis (5, 1-10)

Yo, Juan, a la derecha del que estaba sentado en el trono vi un rollo escrito por dentro y por fuera, y sellado con siete sellos. Y vi a un ángel poderoso, gritando a grandes voces: -«¿Quién es digno de abrir el rollo y soltar sus sellos?» Y nadie, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el rollo y ver su contenido. Yo lloraba mucho, porque no se encontró a nadie digno de abrir el rollo y de ver su contenido. Pero uno de los ancianos me dijo: -«No llores más. Sábete que ha vencido el león de la tribu de Judá, el vástago de David, y que puede abrir el rollo y sus siete sellos. » Entonces vi delante del trono, rodeado por los seres vivientes y los ancianos, a un Cordero en pie; se notaba que lo habían degollado, y tenía siete cuernos y siete ojos -son los siete espíritus que Dios ha enviado a toda la tierra-. El Cordero se acercó, y el que estaba sentado en el trono le dio el libro con la mano derecha. Cuando tomó el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron ante él; tenían cítaras y copas de oro llenas de perfume -son las oraciones de los santos-. Y entonaron un cántico nuevo: «Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos, porque fuiste degollado y con tu sangre compraste para Dios hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación; y has hecho de ellos para nuestro Dios un reino de sacerdotes, y reinan sobre la tierra.»

Salmo responsorial (Sal 149, 1-2. 3-4. 5-6a y 9b)
R. Has hecho de nosotros para nuestro Dios un reino de sacerdotes.

Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey. R.

Alabad su nombre con danzas, cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo y adorna con la victoria a los humildes. R.

Que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca; es un honor para todos sus fieles. R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (19, 41-44)

En aquel tiempo, al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, le dijo llorando: -«¡Si al menos tú comprendieras en este día lo que conduce a la paz! Pero no: está escondido a tus ojos. Llegará un día en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el momento de mi venida.»

18 noviembre 2010, jueves de la XXXIII semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Lc 19, 41 – 44

1º.- Al iniciar el rato de oración ponerme en la presencia de Dios pensando ante quien voy a tener esta entrevista. 2º.- Traer a la memoria y al corazón qué es o que quiero tratar para que la imaginación no se disperse en otras cosas. 3º.- Ser consciente de que el Señor me está esperando y deseando tener este encuentro.

Estamos en los últimos días del año litúrgico y la Iglesia nos propone que meditemos algunos temas sobre el final de los tiempos, no como los puede contemplar los que no tiene fe, sino desde la fe que Jesús nos ha regalado.

En este pasaje del evangelio de san Lucas contemplamos a Jesús llorando sobre la ciudad de Jerusalén. Para los autores espirituales, Jerusalén es el símbolo del alma humana, que al igual que las ciudades el alma tiene muchos intereses, pero estos tienen sentido si, en medio de ellos está Dios. Él logra unir lo que está disperso en nuestra vida.

Cristo que ha creado nuestra alma a su imagen, llora sobre las ruinas de esta gran obra de arte. La visión de un alma en ruinas es mucho más triste que las ruinas de una ciudad. El Señor sigue llorando ante tanta ruina de almas y cuerpos que caminan sin saberlo a la perdición. Hoy como en siglo XII a San Francisco de Asís Jesús nos vuelve a decir que reparemos su Iglesia, que llevemos el evangelio allí por donde pasemos. Si no tenemos paz; si estamos de mal humor, miramos mal incluso a las personas más cercanas a nosotros. Por eso es muy importante que en esta situación de falta de paz volver la mirada a Dios para reencontrar la paz.

La sociedad en que vivimos utiliza numerosos medios para alcanzar la paz interior: nobles, banales o perversos, pero sólo Cristo, príncipe de la paz, es el que nos puede conducir a esa paz verdadera.

La gracia a alcanzar en un rato de oración es descubrir la visión que Dios tiene de las cosas y de las personas. Esta visión está escondida para muchos de nuestros hermanos, no porque Dios no quiera revelarla, sino porque se niegan a verla. Entonces la vida se convierte en una tragicomedia, desde el punto de vista de la eternidad. Y, sin embargo, Dios quiere curarnos de las ilusiones y nos invita a que tengamos los ojos abiertos.

Antes de terminar mirar cómo me ha ido la oración; si mal, mirar la causa de donde procedes y corregirla; si bien, dar gracias a Dios nuestro Señor por tanto bien recibido.

17/11/2010, Miércoles de la XXXIII semana de Tiempo Ordinario

Lectura del libro del Apocalipsis (4, 1-11)

Yo, Juan, en la visión vi en el cielo una puerta abierta; la voz con timbre de trompeta que oí al principio me estaba diciendo: «Sube aquí, y te mostraré lo que tiene que suceder después.» Al momento cal en éxtasis. En el cielo había un trono y uno sentado en el trono. El que estaba sentado en el trono brillaba como jaspe y granate, y alrededor del trono había un halo que brillaba como una esmeralda. En círculo alrededor del trono había otros veinticuatro tronos, y sentados en ellos veinticuatro ancianos con ropajes blancos y coronas de oro en la cabeza. Del trono salían relámpagos y retumbar de truenos; ante el trono ardían siete lámparas, los siete espíritus de Dios, y delante se extendía una especie de mar transparente, parecido al cristal. En el centro, alrededor del trono, había cuatro seres vivientes cubiertos de ojos por delante y por detrás: El primero se parecía a un león, el segundo a un novillo, el tercero tenía cara de hombre y el cuarto parecía un águila en vuelo. Los cuatro seres vivientes, cada uno con seis alas, estaban cubiertos de ojos por fuera y por dentro. Día y noche cantan sin pausa: «Santo, Santo, Santo es el Señor, soberano de todo: el que era y es y viene. » Y cada vez que los cuatro seres vivientes dan gloria y honor y acción de gracias al que está sentado en el trono, que vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro ancianos se postran ante el que está sentado en el trono, adorando al que vive por los siglos de los siglos, y arrojan sus coronas ante el trono, diciendo: «Eres digno, Señor, Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú has creado el universo; porque por tu voluntad lo que no existía fue creado.»

Salmo responsorial (Sal 150, 1-2. 3-4. 5)
R. Santo, Santo, Santo es el Señor, soberano de todo.

Alabad al Señor en su templo, alabadlo en su fuerte firmamento.
Alabadlo por sus obras magníficas, alabadlo por su inmensa grandeza. R.

Alabadlo tocando trompetas, alabadlo con arpas y cítaras,
alabadlo con tambores y danzas, alabadlo con trompas y flautas. R.

Alabadlo con platillos sonoros, alabadlo con platillos vibrantes.
Todo ser que alienta alabe al Señor. R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (19, 11-28)

En aquel tiempo, dijo Jesús una parábola; el motivo era que estaba cerca de Jerusalén, y se pensaban que el reino de Dios iba a despuntar de un momento a otro. Dijo, pues: -«Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y volver después. Llamó a diez empleados suyos y les repartió diez onzas de oro, diciéndoles: "Negociad mientras vuelvo." Sus conciudadanos, que lo aborrecían, enviaron tras él una embajada para informar: "No queremos que él sea nuestro rey." Cuando volvió con el título real, mandó llamar a los empleados a quienes había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno. El primero se presentó y dijo: "Señor, tu onza ha producido diez." Él le contestó: "Muy bien, eres un empleado cumplidor; como has sido fiel en una minucia, tendrás autoridad sobre diez ciudades." El segundo llegó y dijo: "Tu onza, señor, ha producido cinco." A ése le dijo también: "Pues toma tú el mando de cinco ciudades." El otro llegó y dijo: "Señor, aquí está tu onza; la he tenido guardada en el pañuelo; te tenía miedo, porque eres hombre exigente, que reclamas lo que no prestas y siegas lo que no siembras." Él le contestó: "Por tu boca te condeno, empleado holgazán. ¿Conque sabías que soy exigente, que reclamo lo que no presto y siego lo que no siembro? Pues, ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? Al volver yo, lo habría cobrado con los intereses." Entonces dijo a los presentes: "Quitadle a éste la onza y dádsela al que tiene diez." Le replicaron: "Señor, si ya tiene diez onzas." "Os digo: 'Al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene.' Y a esos enemigos míos, que no me querían por rey, traedlos acá y degolladlos en mi presencia."» Dicho esto, echó a andar delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén.

17 noviembre 2010, miércoles de la XXXIII semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Hoy podemos fijarnos en esta santa que encontró la imagen del Hijo de Dios en los pobres y después de haber tenido tres hijos, a la muerte de su esposo decidió entregarse con amor infatigable a los humildes y atribulados como nos dice la oración colecta a ella dedicada.

Pero también quiero haceros partícipes de una pregunta que me hacía un alumno estos días de atrás: “¿Por qué tanta diferencia entre las culturas?” Era emigrante y lo había notado. Es verdad la gran diferencia entre la cultura europea y las americanas o asiáticas. No tiene otra explicación que el Cristianismo. Fue quien dio origen a las primeras universidades y centros del saber donde se reunían los mejores sabios del mundo conocido y donde querían ir a estudiar durante toda la Edad Media y Moderna. Fueron centros del saber donde se compendiaron todo lo conocido. Una de estas figuras fue Alberto Magno cuya fiesta hemos celebrado el día 15 y no quisiera que pasara desapercibida pues es mi patrón. Por eso es el día preferido para hacer mi guardia, preparar los puntos siempre que puedo. El 15 de octubre es la fiesta de mi paisana Santa Teresa, el 15 de mayo de San Isidro.

San Alberto Magno es el modelo donde podemos conciliar de modo admirable la ciencia divina con la sabiduría humana, donde podemos ver que el progreso de las ciencias sirve para conocer y amar mejor a Nuestro Señor.

Hoy parece que Ciencia y fe nos las quieren presentar enfrentadas, como reñidas. Como que se oponen y que un científico no puede creer. Nada más lejos de lo que se dio en San Alberto, que haciendo los mejores tratados de Mineralogía, de Zoología, Botánica y Química de la época, escribió cosas sublimes de teología y ciencia de Dios. El descubre el arsénico, describe el ácido sulfúrico, junto con un montón de sustancias simples o que se consideraban simples y sus propiedades. Habla de afinidad química que ahora se mide con parámetros termoquímicos, etc.

Pero además, interviene en temas de oración, de la Trinidad, la Iglesia,… un hombre contemplativo que a través de la naturaleza encontraba el rostro de Dios así puede escribir sobre el Espíritu Santo y la Iglesia: “El Espíritu Santo comunica esta santidad a la Iglesia, en los sacramentos, en las virtudes y dones que distribuye para consumar su santidad; y en los milagros y gracias de tipo carismático que distribuye tales como la sabiduría, paciencia, la fe, el discernimiento de espíritus, las curaciones, la profecía y todo lo que el Espíritu da para santificar a la Iglesia”. Y en otro lugar dice que nos hacemos hijos por similitud al Hijo de Dios por naturaleza y que su comunicación se hace por el Espíritu Santo, que produce en nosotros la imagen del Hijo y nos empuja a invocar al Padre.

Pidamos a este doctor de la Iglesia, místico, “el obispo de los zuecos”, la gracia de que nuestra oración sea para transformarnos y transformar el mundo. Que veamos en todo y siempre, la mano providente de un Dios que lo gobierna y lo hagamos de la mano de Santa María, Ella, la contemplativa en la acción por los caminos de Galilea, en Nazaret, Belén y Egipto, hasta la Cruz.

Los textos de estos día de la Misa nos invitan a meditar en la fugacidad de la vida, el fin del mundo, el Juicio Final, al acabar el año y del reino de los cielos: “Digno eres, Señor Dios nuestro de recibir la gloria, el honor y la fuerza por haber creado el universo; por tu voluntad fue creado y existe”

SANTO, SANTO, SANTO ES EL SEÑOR, SOBERANO DE TODO.

En tus santos, en san Alberto en todos. Que lo sea en nosotros también. AMEN.

16/11/2010, Martes de la XXXIII semana de Tiempo Ordinario

Lectura del libro del Apocalipsis (3, 1-6. 14-22)

Yo, Juan, oí cómo el Señor me decía: «Al ángel de la Iglesia de Sardes escribe así: "Esto dice el que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas: Conozco tus obras; tienes nombre como de quien vive, pero estás muerto. Ponte en vela, reanima lo que te queda y está a punto de morir. Pues no he encontrado tus obras perfectas a los ojos de mi Dios. Acuérdate, por tanto, de cómo recibiste y oíste mi palabra: guárdala y arrepiéntete. Porque, si no estás en vela, vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. Ahí en Sardes tienes unos cuantos que no han manchado su ropa; ésos irán conmigo vestidos de blanco, pues se lo merecen. El que salga vencedor se vestirá todo de blanco, y no borraré su nombre de] libro de la vida, pues ante mi Padre y ante sus ángeles reconoceré su nombre. Quien tenga oídos, oiga lo que dice el Espíritu las Iglesias." Al ángel de la Iglesia de Laodicea escribe así: "Habla el Amén, el testigo fidedigno y veraz, el principio de la creación de Dios: Conozco tus obras, y no eres frío ni caliente. Ojalá fueras frío o caliente, pero como estás tibio y no eres frío ni caliente, voy a escupirte de mi boca. Tú dices: 'Soy rico, tengo reservas y nada me falta'. Aunque no lo sepas, eres desventurado y miserable, pobre, ciego y desnudo. Te aconsejo que me compres oro refinado en el fuego, y así serás rico; y un vestido blanco, para ponértelo y que no se vea tu vergonzosa desnudez; y colirio para untártelo en los ojos y ver. A los que yo amo los reprendo y los corrijo. Sé ferviente y arrepiéntete. Estoy a la puerta llamando: si alguien oye y me abre, entraré y comeremos juntos. Al que salga vencedor lo sentaré en mi trono, junto a mí; lo mismo que yo, cuando vencí, me senté en el trono de mi Padre, junto a él. Quien tenga oídos, oiga lo que el Espíritu a las Iglesias." »

Salmo responsorial (Sal 14, 2-3ab. 3cd-4ab. 5)
R. Al que salga vencedor lo sentaré en mi trono, junto a mí.

El que procede honradamente y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales y no calumnia con su lengua. R.

El que no hace mal a su prójimo ni difama al vecino,
el que considera despreciable al impío y honra a los que temen al Señor. R.

El que no presta dinero a usura ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará. R.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (19, 1-10)

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: -«Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.» Él bajó en seguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: -«Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.» Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor: -«Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.» Jesús le contestó: -«Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».

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