El salmo 23 que hoy recitamos nos mete directamente en la presencia del Señor.
“Éste es el grupo que viene a tu presencia, Señor”.
Sabemos por la “comunión de los santos” que este momento que dedico a la oración, además de sentirme unido a todas las personas que viven de manera más estrecha el carisma del P. Morales, hay multitud de personas que también permanecen unidas en la oración, de manera especial a las personas de vida contemplativa, y a todas aquellas, religiosas, consagradas o laicas en multitud de familias, estas son las más numerosas, que tratan de salvar cada día un rato de oración personal con el Señor.
Cuando hablamos de “comunión de los santos” nos referimos también a los beneficios que recibimos de la oración de todos los santos y amigos que ya se han salvado. Y uno de los cometidos que tienen es interceder por nosotros desde el cielo.
Por tanto, es un grupo mucho más numerosos, casi incalculable el número de personas que nos acompaña en la oración de cada día.
De esta manera la pregunta del salmo: ¿quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro? Debido a la ayuda e intercesión de todas las personas que oran conmigo llegaré a ser una persona “de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos”.
El Aleluya que se recita hoy antes de la lectura del Evangelio es: “Estad en vela y preparados, porque a la hora que menos pensáis viene el Hijo del Hombre”.
Es un imperativo que nos debe espabilar: estad en vela, despiertos, pero además de despiertos, preparados. A cada cual va llamando el Señor en el momento que más nos conviene. No tenemos ninguna póliza que nos asegure la vida hasta el momento que nosotros queramos. Estos días en los textos de la Sagrada Escritura, aparecen constantemente alusiones reales a que nuestra vida terrena se acaba, porque por la fe sabemos que con la muerte nuestra vida se transforma y entramos en contacto directo con la eternidad. Y recordamos por la fe, que a la muerte le sigue el juicio y a este juicio, según haya sido nuestra vida, la salvación o la condenación. A lo largo de la vida he ido decidiendo y eligiendo por medio de la libertad que Dios nos ha regalado la aceptación o no de la salvación.
La actitud de sencillez y desprendimiento de esta viuda del Evangelio es lo que enamora el corazón de Dios.
“Sabed que esa pobre viuda ha echado más que nadie, porque todos los demás han echado de lo que le sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir”
Lo que cuenta es el amor. Los detalles pequeños hechos con amor es lo que más acerca al Corazón de Dios. Lo ha dado todo. Así es la vida entregada de María.