7 noviembre 2010, domingo de la semana XXXII de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

Gracias, Señor, por concedernos el domingo.

  • Dicen que las fiestas se conocen por tres motivos: por la misa, la mesa y la camisa.
  • Si somos católicos, el domingo al menos, participamos en la misa, vestimos algo mejor y comemos algo mejor. De la familia se reúnen los que pueden para ir a misa. Los padres que llevan a sus hijos a catequesis lo hacen. Primero les dejan si son pequeños en la catequesis y ellos se marchan. Otros padres imparten esta catequesis. Dan un paseo y luego comparten la comida. ¡Qué bien reunirse en la mesa del Señor y en la mesa de los señores!
  • Si acostumbro a hacer oración todos los días.
  • Al llegar a la capilla me pongo en presencia y le digo: gracias, Señor, por la semana. Si la miramos hacia atrás, tan cargada de actividades y trabajos.
  • Hoy está en nuestra Nación el Papa. ¿Qué puede significar para mí su persona? Doy gracias por él y porque me acerca a Jesús. Viene como peregrino.
  • Según la Conferencia Episcopal Española, existen tres claves para comprender la visita del Santo Padre: Europa y el Camino de Santiago, Gaudí y la Sagrada Familia y la divinidad de toda la vida y de la vida de todos.

Leyendo las lecturas y el evangelio. Con paz y al calor de un rato de oración. Saco en claro que el tema principal es la resurrección.

Acudo al diccionario y veo la definición de Resurrección: Volver a la vida un muerto. Dar nueva vida a una cosa.

Recuerdo que en el año 1984, con motivo de la inauguración de las Jornadas Mundiales de la Juventud, pude estar presente en Roma. Paseando por la Plaza de San Pedro, un militante me decía: “¿Tú nunca has pensado que Cristo no pudo resucitar y que esto es una aventura humana?” Le digo: “casi todos los días me ocurre a mí, y varias veces. Pero fíjate que hoy me doy cuenta que es posible que esto sea seguro pues estamos visitando la Basílica de San Pedro y San Pablo. Estos hombres están enterrados aquí. Vieron a Jesús. Y todo se va haciendo más fácil.”

Si me ayudo en este rato, medito en la resurrección. Recuerdo las pascuas que he vivid, de esas vigilias de Pascua.

El Credo cristiano, profesión de nuestra fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo y en su acción creadora, salvadora y santificadora, culmina en la proclamación de la resurrección de los muertos al fin de los tiempos y en la vida eterna.

‘¿Cómo andan diciendo algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? Si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también nuestra fe… ¡Pero no! Cristo resucito de ente los muertos como primicias de lo que durmieron.’

Me puedo preguntar en este rato: ¿Qué es resucitar? ¿Quién resucitará? ¿Cuándo? Si es verdad que Cristo no resucitará en “el último día” tampoco lo es, en cierto modo, que nosotros ya hemos resucitado con Cristo. En efecto, gracias al Espíritu Santo, la vida cristiana en la tierra, es desde ahora, una participación en la muerte y en la Resurrección: (Catecismo de la Iglesia Católica, número 1002).

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