16 junio 2017. Viernes de la X semana de Tiempo Ordinario – Puntos de oración

El salmo 115 que la liturgia de este día nos ofrece la Iglesia se abre a una lectura cristiana personal o comunitaria. Un salmo que trata de la vida que vence a la muerte, de cómo estima Dios la vida de sus leales, y que se presta a una profunda reflexión en el marco del Nuevo Testamento.
¿Qué vida estimó Dios Padre más que la de su Hijo? Mucho le costaba, y sin embargo la entregó. Le ha salido cara nuestra vida. Gracias a la muerte y resurrección de su Hijo, nosotros nos emancipamos de la esclavitud de la muerte.
Rom 8,20 La humanidad está sometida, no por su gusto, a la vanidad; pero con esperanza, porque la misma humanidad será liberada de la esclavitud a la corrupción, para alcanzar la libertad gloriosa de los hijos de Dios.
También nos ha liberado Jesucristo de la esclavitud al pecado y la ley. Por ello, ¿cómo pagaremos al Señor por tanto bien recibido? Para darle gracias debidas, levantamos la copa de la salvación. Nos lo indica el texto paulino:
1 Cor 10,16 La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?
Y por ello, en cada Eucaristía (del griego εὐχαριστία, eucharistía, «acción de gracias»), nos unimos al celebrante en ese momento solemne en que elevando hacia lo alto el cáliz de salvación, eleva su súplica al Padre de las misericordias diciendo: Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.

La vida del Mesías glorificado «retorna» al lugar de su «reposo», junto al Padre, que «ha arrancado su vida de la muerte, sus ojos de las lágrimas». También el cristiano está destinado a ese reposo, donde dará gracias a Dios en la Jerusalén celeste.

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