Lectura de la segunda carta del apóstol san
Pablo a Timoteo (1, 1-8)
Pablo, apóstol de Cristo Jesús por
voluntad de Dios, para anunciar la promesa de vida que hay en Cristo Jesús, a
Timoteo, hijo querido: gracia, misericordia y paz de parte de Dios Padre y de
Cristo Jesús, Señor nuestro. Doy gracias a Dios, a quien sirvo como mis
antepasados, con conciencia limpia, porque te tengo siempre presente en mis
oraciones noche y día. Al acordarme de tus lágrimas, ansío verte, para llenarme
de alegría. Evoco el recuerdo de tu fe sincera, la que arraigó primero en tu
abuela Loide y tu madre Eunice, y estoy seguro que también en ti. Por esta
razón te recuerdo que reavives el don de Dios que hay en ti por imposición de
mis manos porque, pues Dios no nos ha dado un espíritu cobardía, sino de
fortaleza, amor y de templanza. Así pues, no te avergüences del testimonio de
nuestro Señor ni de mí, su prisionero; antes bien, toma parte en los
padecimientos por el Evangelio, según la fuerza de Dios.
Salmo responsorial
(Sal 95, 1-2a. 2b-3, 7-8a.10)
R. Contad las maravillas del Señor a todas las naciones.
R. Contad las maravillas del Señor a todas las naciones.
Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad
al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre. R.
cantad al Señor, bendecid su nombre. R.
Proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones. R.
Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones. R.
Familias de los pueblos, aclamad al
Señor, aclamad la gloria y el poder del Señor,
aclamad la gloria del nombre del Señor. R.
aclamad la gloria del nombre del Señor. R.
Decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;
él gobierna a los pueblos rectamente». R.
él gobierna a los pueblos rectamente». R.
Lectura del santo
evangelio según san Lucas (10, 1-9)
En aquel tiempo, designó el Señor otros
setenta y dos y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y
lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: «La mies es abundante y los obreros
pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. ¡Poneos en
camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa,
ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino. Cuando entréis
en una casa, decid primero: "Paz a esta casa." Y, si allí hay gente
de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no volverá a vosotros. Quedaos
en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan, porque el obrero merece
su salario. No andéis cambiando de casa en casa. Si entráis en una ciudad y os
reciben, comed los que os pongan, curad a los enfermos que haya en ella, y
decidles: "El reino de Dios ha llegado a vosotros"».