Comenzábamos la Navidad contemplando a Jesús naciendo en Belén. Progresivamente la Liturgia nos va presentando en días sucesivos el segundo aspecto de la Navidad, su consecuencia, que es Jesús naciendo en nosotros. Podemos hacer la oración de hoy al hilo del Evangelio.
1.- Llamada de Jesús.
El nacimiento de Jesús en mí comienza por una llamada: Sígueme. Una doble llamada también a mí hoy: a seguirle en la oración, acompañándole y a seguirle en la vida imitándole.
La llamada de Jesús fue para Felipe un descubrimiento. De ella saca el convencimiento de que Jesús es “aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas”. Pidamos la gracia para descubrir a Jesús en el encuentro de mi oración de hoy. Pidamos también sentir internamente que Jesús colma todas las expectativas de mi corazón y las del corazón de todos los hombres. Jesús comenzando a nacer en mí.
2.- Apostolado
La consecuencia es inmediata: Felipe se lo comunica a su amigo Bernabé. Al encuentro le sigue el apostolado. Este movimiento que vemos espontáneo en Felipe nosotros lo tenemos que pedir como una gracia. Ante las primeras resistencias Felipe utiliza el argumento de la evidencia: ven y verás. ¿Confío yo así, plenamente, en el poder de convicción del encuentro con Jesús? Si Jesús nace en mi corazón los demás lo notarán en que lo transmitiré.
3.- Disponibilidad incondicional a Jesús
Hagamos también nosotros el acto de fe de Natanael, “Tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel”. Este acto de fe conlleva el acto de adoración en la oración y la disponibilidad incondicional en la vida. Diremos como Pablo: es Cristo quien vive en mí, quien nace en mí ahora y cada día.