Todos los cristianos, de cualquier
tiempo, podemos confesar que lo central de nuestra vida es el encuentro con
Jesús, que puede tener circunstancias personales distintas, pero en lo
sustancial es igual para todos. “En la fe cristiana todo comienza con un
encuentro”. A todos nos pasó o nos pasará lo que a Andrés. Un día Cristo Jesús
salió a nuestro encuentro y nos pedirá que le sigamos. Y con nuestras manos
vacías de nuestro querido Abelardo, le diremos: "aquí estamos, aquí
estoy".
El otro día veía la película del Papa
Francisco (2015) y en su vida él confiesa abiertamente: “La fe, para mí, nació
del encuentro con Jesús. Un encuentro personal, que tocó mi corazón y dio una
nueva dirección y un nuevo sentido a mi existencia”. Además, en su Exhortación
Apostólica Evangelii Gaudium, insiste: “Invito a cada cristiano, en
cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su
encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse
encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso”.
Nos pide que le sigamos, que le sigamos.
Nada más. Un amigo me decía: "soy un pecador enorme, soy un mierdas,
pero sé que Dios me quiere así como soy, y eso me sostiene". A mí, me
consuela pensar así, que Dios a pesar de todo me quiere (aunque no lo sienta
muchas veces y pues claro que le pido que me lo muestre más). Sin embargo, en y
a pesar de todo, Él está.
Unido a este apartado del Evangelio,
Jesús llamó a Simón y Andrés. Les conocía bien, muy bien y aun así les llamó.
Si hubo alguien más mediocre que Pedro, si hubo alguien más cobarde que los
apóstoles...esos somos nosotros y esos fueron ellos. Ojalá le pidamos hoy
seguirle siempre, aunque pongamos resistencias, que al final le sigamos donde
nos lleve, donde Él nos quiera.